lunes, 30 de junio de 2014

DOMINGO VELAZQUEZ



 

 

1996.

Se publica Isla Llana del poeta canario,  Domingo Velázquez nació en Rosa del Taro, en Casillas del Ángel

Siendo todavía un niño frecuentó con su padre la tertulia de don Miguel de Unamuno, que tenía lugar en el comercio de la familia Castañeyra. Como todos sabemos, Unamuno fue desterrado en 1924 por el general Primo de Rivera y residió algunos meses en esta isla, donde escribió su libro de sonetos De Fuerteventura a Paris, poemario que se publicaría en Francia debido a la censura, en 1925. De los 103 sonetos del libro, 66 están dedicados precisamente a don Ramón Castañeyra.
El escritor bilbaíno pasó su destierro hospedado en un pequeño hotel propiedad de unos parientes de Domingo Velásquez, Francisco Medina Berriel y Antigua Jordán Velásquez y entabló una profunda amistad con Ramón Castañeyra, con quien solía discutir de politica o de literatura y efectuar excursiones al interior de la isla. Conocer a Unamuno supuso para Domingo Velásquez su primer contacto con la literatura, guardando siempre u recuerdo imborrable de aquella figura contradictoria y discutidora a la que por aquel entonces y debido a su corta edad se limitaba a escuchar con admiración.
En 1927 Velázquez planteó a su familia su intención de terminar sus estudios y dedicarse a trabajar. Se independizó económicamente y desde esa fecha tuvo oportunidad de viajar por las islas, y más tarde por España y Europa, por sus obligaciones profesionales, ya que, después de u tiempo dedicado al comercio, amplió sus actividades como agente comercial, representante e importador. Aunque por su trabajo ha residido principalmente en Las Palmas de Gran Canaria y en Santa Cruz de Tenerife, vivió seis años en Galdar, donde contrajo matrimonio y nacieron sus hijos.
En 1936, durante la guerra civil, permaneció movilizado aproximadamente año y medio, reanudando su trabajo al finalizar la contienda. Continuó con sus negocios y sus viajes, de los que su espíritu inquieto extrajo muchas experiencias.
Teatro
 Aludíamos antes a los años que Velásquez paso en Galdar. Fue una época que tendría gran importancia en su labor teatral. Aficionado desde niño con todo lo que tuviera relación con el mundo de la escena – ya en su infancia formo un teatrillo de marionetas con sus amigos -, Velásquez siempre fue un hombre de profunda vocación teatral. En Gáldar se puso en contacto con un grupo de personas también aficionadas a las tablas y al poco tiempo formó la Compañía Artística Taro. Nótese cómo el poeta recuerda el lugar dónde nació – Taro, en Casillas – y bautiza con su nombre al grupo de teatro del que formaron parte José Molinos, Tina Álamo, Ana Suárez, Antonio Auyanet, Francisco Perez, Carmen y Dolores Quesada, Ignacio y Antonio Batista… Debutaron con un drama de Joaquín Dicenta, Gente se honor, al que siguió otra obra del mismo autor, Juan José.
Durante su posterior estancia en Tenerife, Velásquez tuvo contactos con el grupo teatral Escuela de Arte, pero debido a sus continuos viajes no se llegó a consolidar el proyecto de trabajar juntos. En 1965, ya en Las Palmas, se fundó el Teatro de Arte de Las Palmas, que podría en escena diversas obras de autores españoles y extranjeros, bajo la dirección de Domingo Velásquez. En el pálido panorama cultural de las islas por aquella época, fue fundamental la labor de esta compañía, que estrenó obras de Bertold Brencht, de Albert Camus, Lorca, etc., Hay que destacar la colaboración de este grupo con el teatro de cámara de madrileño La Carbonera,dirigido por Piedad Salas. Conjuntamente llevaron a cabo representaciones de Valle Inclán y Benavente en la Casa Marino y el Gabinete Literario. El Teatro de Arte contó con una nómina extensa de colaboradores, Jorge Rodríguez Padrón, Amador Bedford, Antonio Sillero, Manuel González Barrera, Segundo Almeida, Díaz Cutillas… Ya en otras fechas, y con otra dirección, la compañía continuó estrenando obras con gran entusiasmo y desinterés, fomentando la afición al teatro en las islas.
Recuerdo que como reconocimiento a la dedicación de Domingo Velásquez al teatro le fue rendido un homenaje en Gáldar durante el verano de 1984, organizado por el grupo teatral Ajódar, que anualmente representa el tradicional Auto de Reyes Magos. Yo era por aquel entonces directora del Instituto de Bachillerato de Gáldar y participé en el acto, celebrado en el teatro municipal como reconocimiento a la labor de Velásquez en el teatro insular.
Fablas

Domingo Velázquez fundó en Las Palmas de Gran Canaria en 1969 la revista Fablas, una publicación de literatura, arte y crítica, en colaboración con Jorge Rodríguez Padrón, Justo Jorge, Lázaro Santana y Eugenio Pardorno. En el editorial de su primer número se decía que Fablas nacía como una revista mensual de carácter abierto y universalista, ” que se abre, desde este pórtico, a todos los vientos de nuestra geografía y nuestras letras, y pretende, quizás con un propósito ambicioso, incluir nuestra labor intelectual en el quehacer de Europa y América, dando cabida así a la variedad lingüística de España y del extranjero “. En efecto, durante los diez años de andadura de Fablas la revista representó un proyecto cultural de amplias miras donde colaboraron poetas y crítico canarios, peninsulares y extranjeros. Patrocinada por la Caja Insular de Ahorros y posteriormente por el Plan Cultural del Cabildo de Gran Canaria, consiguió sobrevivir gracias al tesón de sus redactores y colaboradores, hasta su último número, aparecido en 1979. Ostentó la dirección Alfredo Herrera Piqué, porque era periodista titulado y Domingo Velázquez, que no lo era, figuraba como editor-fundador. Aunque fue concebida inicialmente como una revista literaria, Fablas fue dando cabida con el tiempo a páginas sobre temas estéticos, obedeciendo a las peticiones de los lectores. La línea de Fablas se mantuvo siempre bien definida; dar a conocer los autores canarios y acercar a los foráneos, en una clara voluntad universalista, de mutuo reconocimiento. Ha sido la revista canaria de más larga duración y, sin duda alguna, la de mayor difusión e incidencia de nuestro mundo cultural. Yo tengo la suerte de poseer la colección completa, por habérmela regalado el propio Domingo Velásquez, y la considero una de las joyas de mi biblioteca.
Aun a riesgo de convertir estas palabras en una relación de nombres, y pese a algun olvido, recordemos entre los autores canarios que escribieron en Fablas a Pedro Lezcano, Agustín Millares, Natalia Sosa Ayala, Pedro Garcia Cabrera, Rafael Arozarena, Antonio García Ysábal, Victor Ramírez, Pino Ojeda, Manuel González Sosa… Entre los peninsulares, Aleizandre, Bousoño, Ory, Felix Grande, Pepe Gimferrer, Gloria Fuertes, José Agustín Goytisolo, Carlos Sahún y un largo e ilustre etcétera. Hay que destacar, dentro del carácter cosmopolita de la publicación, las traducciones de diversos poetas. Asi, aparecieron versiones al castellano de Joan Brossa, Wallace Brecht, por José María Valverde; de Arthur Lundkvist por Justo Jorge; de Kavafis, Quasimodo y Humberto Saba, por Lázaro Santana. El capítulo de las traducciones es claramente indicativo del talante de Fablas, en todo momento aperturista, y su conexión con e mundo de las artes plásticas quedó de manifiesto en numerosos artículos críticos y la permanente colaboración en sus páginas de Martín Chirino, Plácido Fleitas, Antonio Padrón, Félix Bordes, Yamil Omar, Pablo Serrano, Felo Monzón ç, Ruben-Dario Velásquez, Rafaely o Pepe Dámaso.
Fablas merece indudablemente un estudio pormenorizado, válido para conocer las tendencias estéticas en Canarias durante la década que duró su publicación y también para valorar la empresa de síntesis cultural que representó, logrando un clima de canariedad y de universalismo que por otra parte – no lo olvidemos- ha sido la característica de nuestra mejor literatura, desde La rosa de los vientos, aquella famosa revista surrealista que precisamente por ser canaria fue cosmopolita.
Libro de Poemas
Domingo Velásquez ha dejado dispersos en algunas publicaciones poemas o narraciones breves, especialmente en las revistas Gánigo y Fablas, y en las periódicos Diario de Las Palmas, La Provincia y La Tarde. No obstante, prácticamente toda su obra poética está recogida en tres libros: Poemas del sueño errante(1963), Los Caminos(1982) y Palabras para volver (1990), sin contar el cuarto que el autor presenta al público en el transcurso de este homenaje, Isla Llana (1996).
Dejando aparte a este último, del cual ya dará cuenta personalmente su autor, los tres anteriores pueden considerarse, en palabras de Marcial Morera, como “capítulos complementarios de la historia de un mismo corazón”.
Porque el poeta ya desde los tiempos lejanos de la guerra civil, intentó publicar los versos que escribía; pero las dificultades de la contienda se lo impidieron. En los duros años de la posguerra volvió a intentarlo, pero esta vez fue el meticuloso sentido crítico del propio autor quien impidió su publicación, por estimar sus versos todavía algo inmaduros. Finalmente, en 1963 se publica Poemas del sueño errante, que dedica a su padre. Llevaba un prólogo del poeta gomero Pedro García Cabrera y dibujos de Rafael Monzón, a plumilla. Se trata de un poemario compuesto por poemas escritos en diferentes fechas, a lo que el autor ha agrupado bajo los epígrafes “Primeros sueños”, “Sueños posteriores” y “Otros sueños”. En los 18 poemas de la primera parte se observa el predominio del romance y el soneto, en el aspecto formal, destacando en cuanto a la temática la de índole amorosa, primero entendiendo el amor como un sentimiento apasionado y desgarrador, juvenil, teñido de una suave nostalgia y con un aliento trágico que nos recuerda a veces a Lorca. En los 13 primeros poemas de la segunda parte continúa predominando la asonancia y algún que otro soneto, y los temas se van orientando hacia el hastío, hacia el cansancio del camino de la vida. En los 11 poemas de la última parte el poeta parece volver a la infancia, al paisaje, al amor inicial.
En este primer libro de Domingo Velázquez es fácil detectar algunas influencias de Lorca, Juan Ramón, Bécquer o incluso Miguel Hernández, unas veces en el metro ( el romance) y otras en el talante empleado por el poeta. No obstante, este recuerdo de los poetas citados no debe interpretarse como una falta de originalidad en la obra de Velázquez, dado que la poesía española de aquellos años se vio en general influida por ellos, en mayor o menor medida. Por otra parte, al estar formado el libro por composiciones escritas muchos años antes hace que no se pueda conectar con los movimientos literarios de los años sesenta, fecha de su publicación, sino con los movimientos anteriores, cuando los poemas fueron escritos. El libro es intimista y el poeta confiesa abiertamente sus inquietudes, su vocación onírica, su caminar ilusionado o cansino por el camino de la vida.
A los diecinueve años de haber publicado su primer libro, Velázquez publica Los Caminos, donde volverá a repetirse el fenómeno que hemos visto en el poemario anterior, pues se trata de una recopilación de poemas compuestos varios años antes, por lo que aparentemente parecen desfasados cuando e realidad son rigurosamente contemporáneos del movimiento poético en que nacen. Ya lo advirtió en e prólogo Jorge Rodríguez Padrón.”Tal vez Los Caminos llega a deshora al lector; talvez Domingo Velázquez haya renunciado, al esperar tanto tiempo para darlo a la luz pública, al puesto que -en su generación- le corresponde. Pero tampoco ha querido traicionarse a sí mismo, y nos ha seguido mostrando su obra paso a paso”. También dice el prologuista que es un libro nacido al calor de la poesía desarraigadas de los años cuarenta. Se trata, efectivamente, de poemas de corte social, escritos en la posguerra y donde se evidencia la solidaridad del autor con el mundo doliente. Ha pasado Velázquez de la poesía intimista, algo egotista, de su primer libro, a la poesía existencial, humanística, de preocupación por los problemas que le rodean. Los dibujitos de Luis Ortiz contribuyen a dar esa sensación de amargura y pesadumbre que destilan las páginas del libro ante la humanidad que sufre. El versolibrismo de casi todo el poemario denota claramente una liberación de los metros clásicos tradicionales.
Su tercer libro, Palabras para volver se publico en 1990 y recoge poemas escritos desde 1940 a 1980, con lo cual continúa produciendo el fenómeno ya comentado de que el autor guarda sus composiciones y cuando decide publicarlas ya han transcurrido varios años, con lo que parecen descontextualizadas. Continua, por tanto, no dándole importancia a la oportunidad editorial, sino a seguir trayectoria y su evolución vitales. Este libro contiene 29 poemas y no aparece dividido en partes, por lo que es un todo cuyo contenido gira en torno al tema de la mujer, bien sea “La muchacha del Norte” o “La amante”, “La joven guineana” o “Autorretrato”. La experiencia, la madurez se reflejan en las páginas de ese libro. Si en los dos primeros se advertía un sentido viajero, nómada, de la vida -que se nos habla de poemas del sueño errante y luego de los caminos- , ahora el autor nos habla del regreso, de Palabras para volver. Se cierra una estructura, como indica Marcial en el protocolo, pues la poesía velazquena es primero la búsqueda de un camino (en Poemas del sueño errante), luego el encuentro con el mismo ( en los caminos) y , por fin, el retorno (en Palabras para volver). Por su mismo carácter de libro de madurez, un pálpito elegíaco late en todos sus poemas, añorado personas, amigos o amores de otro tiempo.
Fallece en la isla de Gran Canaria el 19 de junio del 2003
(Teresa Cancio León, se publico en la Revista Aguayro el los nº de Enero y Febrero de 1987.)



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