Alfonso Esponera Cerdán O. P.
Los principales contenidos de la «leyenda negra» sobre
Bartolomé de las Casas (1484-1566) que se vienen reiterando desde hace tiempo,
pueden sintetizarse en estos dos: «antiespañol» y «antinegro».
En esta
colaboración me centraré en el último aspecto, más concretamente en su postura
ante la ya magna esclavización de los negros. Y si bien no olvido lo poco
eficaces a corto plazo que suelen ser casi todas las nuevas contribuciones en
la ciencia histórica por la inercia que ella suele conllevar, quiero dar a
conocer las aportaciones al respecto del Padre Isacio Pérez Fernández O. P.,
casi desconocidas y que considero importantes.
Por otra parte,
el Padre Isacio -reconocido internacionalmente como uno de los especialistas
contemporáneos en nuestro famoso hermano de Orden del siglo XVI- fue mi
iniciador en la metodología científica de trabajo y esta pequeña contribución
quiere ser un sencillo homenaje y sincera expresión de gratitud de su discípulo
en los ya un poco lejanos fines de la década de los 60.
1.-
Isacio Pérez Fernández, Bartolomé de las Casas y la esclavización de los negros
Gonzalo Díaz
Díaz escribió certeramente que en el Padre Isacio se produjo con el tiempo «un desplazamiento de su centro de gravedad desde el interés por la
historia de la filosofía hacia el de la filosofía de la historia, y que ha
concluido por centrar su investigación en torno a la abigarrada problemática
metafísica, ética y jurídica surgida del trascendental hecho histórico del
descubrimiento de América»1.
Conocidas son
por los especialistas sus obras sobre Bartolomé de las Casas y temas con él
relacionados a partir de 1974. No obstante su pluma profusa y excesivamente
polémica, no se puede negar que sus estudios sobre el sevillano y la edición de
algunas de sus obras, han hecho avanzar enormemente el estado de la
investigación de un personaje tan controvertido, clarificando muchos aspectos
de su biografía, sus escritos y sus deseos e intenciones2.
Investigador
riguroso, estaba preocupado por el recurso a la documentación primaria editada
-en menor grado la manuscrita y no editada- y por la más afinada cronología. De
un pensamiento lógico escolástico aplastante, le faltó en ocasiones un poco más
de flexibilidad para aceptar que los comportamientos humanos no siempre son tan
lógicos, así como contrastar sus afirmaciones con las de otros investigadores
recientes del mismo tema. Polemista nato, su estilo y vehemencia a veces
desmerecen un poco sus aportaciones.
Las tres obras
editadas sobre el tema propuesto, casi desconocidas y que considero
«fundamentales», son: su edición en 1989 de un opúsculo de Bartolomé de las
Casas (Brevísima Relación de la destrucción de África. Preludio de la
destrucción de África. Primera defensa de los guanches y negros contra su
esclavización)3;
su libro publicado en 1991 (Bartolomé de las Casas ¿contra los negros?
Revisión de una leyenda)4
y el posterior editado cuatro años después en el que asume y enriquece lo
afirmado en los anteriores (Fray Bartolomé de las Casas, O. P.
De defensor de los indios a defensor de los negros. Su intervención en los
orígenes de la deportación de esclavos negros a América y su denuncia de la
previa esclavización en África)5.
Así pues,
utilizaré estos tres trabajos publicados6,
pues posiblemente en sus múltiples carpetas manuscritas, se encuentren otros
inéditos. Tampoco es baladí indicar su fecha de redacción que muestra por una
parte otra característica del Padre Isacio: durante un periodo de tiempo se
consagraba a investigar sobre un tema hasta que consideraba que ya no podía
aportar nada nuevo, dándolo por concluido y al cual no volvería. Por otra
parte, las fechas en algunos casos no coinciden con la de su edición a veces
muy posterior, lo que le ocasionaba bastante contrariedad, pues no era
partidario de actualizar sus trabajos sino de que de publicarse, saliesen como
los había redactado en su momento.
Debo advertir
que estas obras se centran fundamentalmente en la deportación de esclavos
negros hacia las Indias occidentales españolas, dejando de lado la dirigida
hacia Brasil. Y que por otra parte opta por un camino que puede calificarse
como «cronológico» para demostrar la evolución «homogénea» lascasiana al
respecto.
Y antes de pasar
adelante también quiero indicar que debe entenderse por «esclavización» la
acción violenta legal o no legal, que podía ser de varios modos y por la cual
uno (el esclavizador) esclavizaba o hacía esclavo a otro (el esclavizado), o
sea, le reducía a esclavitud; es pues el origen radical de la esclavitud. Por
otra parte, se entiende por esclavos «ladinos», o «de Castilla», aquellos que
habiendo padecido una primera deportación a las cristianas España o Portugal,
llevaban viviendo allí al menos un año; y por esclavos «bozales», o «de Guinea»
o «de Cabo Verde», aquellos recién sacados de sus propios países y eran
infieles.
También
considero de interés recordar las «etapas vitales» más fundamentales del
sevillano7:
1502-1506: primera estancia como colono en Indias siendo sólo clérigo;
1507-1522: sacerdote colono en Indias; 1522-1543: fraile dominico en Indias y
España; 1543-1550: Obispo dominico en Indias, diócesis de Chiapa; 1550-1566:
Obispo dominico en la Corte
de España. Su voluminosa obra escrita debe irse incluyendo en estas etapas para
contextualizarla con exactitud8.
2.- Las Casas y la esclavización de los negros
Con Prólogo
fechado en enero de 1991, aparecía aquel mismo año el estudio Bartolomé de
las Casas ¿contra los negros?. En el primer bloque (pp. 11-27), de los
seis que lo integran, presenta sumariamente las dos «leyendas» fundamentales
contra Las Casas: ciertamente fue el defensor de los indios, pero antinegro.
Y en el
siguiente (pp. 31-68) presenta el origen y la difusión que la última afirmación
ha tenido, haciendo las correspondientes observaciones críticas. Los data en
1768 gracias a las aseveraciones formuladas por Corneille
de Pauw en sus Recherches philosophiques sur les
Américains, que han venido siendo «recibidas» con notable éxito a lo
largo de los tiempos posteriores por diversos autores; también analiza
particularmente cómo fueron acogidas -los adjetivos son elocuentes- «por
los españoles disgustados», aceptadas «por los negros cultos» y
mal contrarrestadas «por los lascasianos».
Por otra parte,
en el Prólogo de este libro -si bien los considero válidos para todas sus
aportaciones al respecto- indica sus objetivos: desmantelar la leyenda
antinegra de Las Casas, e intentar «despejar -en contrapartida- el origen histórico de la introducción de esclavos negros en
América» (p. 10).
3.-
La intervención de Las Casas en los orígenes de la deportación de esclavos
negros a América
En 1995
apareció Fray Bartolomé de las Casas, O. P. De defensor de
los indios a defensor de los negros. Obra en la que analiza este punto que
considera capital. En sus dos primeros capítulos brinda unas nociones generales
sobre el vocabulario básico que va a utilizar (pp. 16-20), así como sobre la
deportación de esclavos -bien «con amo» o bien «en busca de amo»- en cuanto
modo originario de la presencia de los negros en América (pp. 21-24).
En el tercero
(pp. 25-49) hace un amplio registro, cronológico y brevemente glosado, de los
documentos referentes a la deportación a América «con amo» de esclavos ladinos
y «domésticos» desde 1493 hasta 1518, incluyendo las intervenciones de Las
Casas. En ellas se incluye su Memorial de catorce remedios para los asuntos de
Indias que en la segunda mitad de marzo de 1516 presentó al gobernador cardenal
Cisneros; en él pide que se quiten los indios a los encomenderos, pero que se
les haga «merced de que puedan tener esclavos negros y blancos,
que los puedan llevar de Castilla»9.
Concluyendo que Las Casas ni fue el único ni fue el primero que comenzó las
peticiones de licencia; que por otra parte, ni eran suyos ni para sí, sino que
los pidió como mandatario de algunos encomenderos de La Española dadas sus
promesas -incumplidas posteriormente- de que si conseguía gestionarles dicho
envío darían libertad a los indios que tenían.
En el capítulo
siguiente (pp. 50-61) hace otro detallado registro de los documentos referentes
al inicio de la deportación de esclavos bozales «en busca de amo» en el
comienzo de la trata, o sea 1517-1518, sin olvidar que la de los ladinos
seguirá hasta su prohibición en 1526. El clérigo Las Casas, visto que lo que se
pedía estaba en consonancia con lo que años antes le habían propuesto algunos
encomenderos de allá, no tuvo problema en «aconsejar» en 1518 que se llevasen
adelante tales peticiones, sin preocuparle la variante de que ahora eran
bozales o «de Guinea» y no ladinos o «de Castilla»10.
En el capítulo
quinto de esta Primera Parte (pp. 62-75) continúa con el registro de los
documentos referentes a la etapa de la trata deportadora bajo monopolio: de
Gorrevod (1518-26) y de los Welser (1528-32). Las Casas intervino cuatro veces
y en sus peticiones -señala nuestro investigador- no hay nada que no pidan sus
contemporáneos.
Antes de seguir
más adelante, hace un balance de los negativos resultados del monopolio negrero
establecido el 18 de agosto de 1518 hasta su caducidad en 1532 y de las
protestas que provocó (pp. 76-83); entre estas últimas analiza la temprana
denuncia que Las Casas hizo de él, a fines de septiembre de 1518, en la que «no se opuso ni denunció el envío de esclavos negros a América, ni
de Castilla ni de Guinea, sino el estanco o monopolio, el cual preveía que iba
a desviar y desvirtuar el objetivo de las peticiones que habían hecho los
colonos y autoridades de la
Española, a las que él no se había opuesto» (p. 83).
El último
capítulo de esta Parte (pp. 84-104) es también un registro minucioso de los
documentos referentes a la etapa de la trata deportadora libre correspondiente
al período 1533-1553, años en los que debido al cese de los monopolios y a la
perspectiva favorable para los ingenios del azúcar, por una parte se incrementa
enormemente la importación de esclavos al Nuevo Mundo y por otra se dan muchas
más regulaciones normativas al respecto. El dominico Las Casas en sus
intervenciones -siendo la última en otoño de 1543, meses antes de ser
consagrado Obispo el 30 de marzo del año siguiente- tampoco cuestionó esta
deportación de esclavos -de Castilla o de Guinea- a América, como ninguno de
sus contemporáneos lo venía haciendo; pero no aceptó que se les destinase a las
minas o a los ingenios azucareros. Expresión de ello es la cláusula que incluye
en su última petición: los cuatro concedidos para uso doméstico el 13 de
febrero de 1544, «si no los ocupare en lo susodicho [...] que
page los derechos a V.M. cinco veces doblados» (pp. 92-93).
Según Pérez
Fernández, a fines de 1553 o principios del siguiente -si bien para él la toma
de conciencia del Obispo comenzó a partir de 1547, como veremos más adelante-
redacta un opúsculo condenando radicalmente como injusta la esclavización de
los negros que se efectuaba en sus propios países de origen.
4.- La Brevísima Relación
de la destrucción de África, de Bartolomé de las Casas O. p
Con prólogo
fechado en octubre de 1987, aparecía dos años después la edición de nuestro
profesor de la señalada Brevísima Relación de la destrucción de África.
En el primero
de los ocho apartados de su Estudio Preliminar hace una presentación del
opúsculo (pp. 11-56). Su elaboración la data a partir de 1540 hasta 1554 a más
tardar11;
son once capítulos del Libro Primero de su Historia de las Indias12,
que termina en 1556 y son -en expresión del mismo Las Casas- una «larga
digresión» que incluye por entenderlos un antecedente del comportamiento de los
europeos con los no-europeos (sus actuales capítulos 17-27)13.
Y es que el
motivo de escribirlo fue el hecho de haber «tomado conciencia», y por tanto
denunciar, la poco conocida realidad fáctica de las injusticias de las
conquistas y esclavizaciones que españoles y portugueses habían hecho en
Canarias14
y en la costa africana.
El tercer
apartado de este mismo Estudio ofrece lo que denomina «antecedentes históricos»
(pp. 81-114). En él analiza: la evolución a lo largo de los siglos VII-XV del
«mundo cristiano» y «mahometano»; la empresa española de conquista y ocupación
de las Islas Canarias en los siglos XIV-XV; la empresa portuguesa de
descubrimientos y esclavizaciones en la costa occidental del continente
africano en el siglo XV15;
la «ceguera» (no sólo de tipo geográfico, racial, sino además histórico-social)16
de españoles y portugueses de los siglos XIV-XV ante la inconexión entre el
conocido «mundo humano» mediterráneo y el guanche y el negro; continuidad o
ruptura que entiendo es clave absolutamente fundamental de la temática que nos
ocupa.
En el apartado
posterior brinda considerandos lascasianos, con los que se identifica nuestro
autor, que motivan la edición de su opúsculo (pp. 115-125). El primero se
refiere a que en el permanente proceso de las intervenciones expansionistas de
los europeos, las realizadas con los guanches y los negros ocuparon un «lugar
intermedio» pero similar con las actuaciones anteriores y con las posteriores
ya en relación con los cobrizos de América. El segundo es la exposición y
denuncia de la acción esclavizadora de los portugueses en África, no tanto con
los guanches pues casi habían sido exterminados17,
y el negocio que ellos iniciaron de la compra de esclavos a los mismos negros.
La Bibliografía citada
por Las Casas en su opúsculo y la
Nota sobre la técnica utilizada en la edición, cierran el
Estudio Preliminar. El texto del opúsculo, que Isacio Pérez titula Brevísima
Relación de la destrucción de África (pp. 193-272), configura entre otros
elementos el segundo bloque de esta publicación.
5.-
La denuncia lascasiana de la previa esclavización de los negros en sus países
de origen
La Segunda Parte de Fray
Bartolomé de las Casas, O. P. De defensor de los
indios a defensor de los negros está consagrada a analizar otro punto que
Isacio Pérez considera capital: la denuncia de Las Casas de la previa
esclavización de los negros en África.
Su primer
capítulo (pp. 110-128) tiene un cierto carácter introductorio, en el que
analiza varios puntos. Uno de ellos es el momento en que se convirtió a la
causa de los negros18.
No debe
olvidarse que la esclavitud como estado jurídico-social en determinadas
condiciones se consideraba justa y ello era una convicción colectiva, ambiental
y estructural. Y así, la «ceguera», inadvertencia o ignorancia, «de
que salió [el Obispo dominico] fue la referente a los esclavos
procedentes de Guinea, hechos esclavos por los portugueses. Después de haber
supuesto -como todos los demás [contemporáneos suyos]- que tal
esclavización era en sustancia lo mismo que la hecha a los negros, los moros y
los turcos de la región mediterránea -una especie de prolongación de ésta-,
cayó en la cuenta de que no tenía nada que ver con ella; vio el abismo que las
separaba; reconoció su "ceguera" anterior; y puso en claro la
injusticia con que se esclavizaban los negros de Guinea y, por tanto, la
injusticia con que, éstos al menos, se enviaban a América como esclavos» (p.
179).
¿Cuándo y cómo
se liberó de la señalada "ceguera"? Según nuestro autor esto ocurrió
entre 1545 y 1547.
Precisamente a
mediados de este último año en su viaje desde la novohispana Veracruz llegó a
Lisboa. Destino que parecería ser muy intencionado: Las Casas buscó informarse
lo más posible sobre los negros, pues dicha ciudad era «la
capital del país que entonces tenía monopolizada la esclavización y venta de
los negros de Guinea. Ya tenemos, pues, al padre Las Casas, si no en el centro
de Guinea, sí en el centro de la trata» (p. 114)19.
Posteriormente participará, ya en España, en otro hecho también significativo:
la liberación de un esclavo, con quién habría entrado en contacto en América en
el segundo semestre de 1545. Encuentro que «pudo ser el golpe de
luz por el que el padre Las Casas comenzó a ver las injusticias que padecían
los esclavos negros ladinos no en el tratamiento laboral sino en el
legal-procesal, y a entrever la injusticia con que los bozales eran tomados y
hechos esclavos en Guinea. Pero, por lo pronto, está claro que, en agosto de
1547, en Aranda de Duero, ya sabía tal historia, y está clara la actitud que
tomó de defender al esclavo negro Pedro de Carmona comprometiendo a favor de éste
todos sus bienes. ¿La defensa de éste fue simplemente la primera intervención
práctica de la actitud que había tomado ya de defender a todos los esclavos
negros de Guinea que estuviesen en similares condiciones? Estamos en el prólogo
de lo que va a hacer el padre Las Casas en este punto»20
(pp. 122-123).
Analiza
detenidamente (pp. 180-189)21
las afirmaciones que el mismo Las Casas hizo en 1560 sobre su arrepentimiento
al respecto en el Libro III de su Historia de las Indias (capítulos
102 y 129). Y así por ejemplo señala que la frase: «Este aviso
de que se diese licencia para traer esclavos negros a estas tierras dio primero
el clérigo no advirtiendo la injusticia con que los portogueses...», hay que
entenderla -para evitar el contrasentido de la realidad documental- así: «Este aviso... dio el clérigo antes de advertir la
injusticia... porque siempre [=desde entonces] los tuvo...».
También
presenta la responsabilidad que al respecto tendría nuestro personaje en todo
este período (pp. 213-254), tema de connotaciones más bien morales, pero que en
la historiografía lascasiana aparece.
Después de
rechazar con su peculiar ardor las responsabilidades que su «leyenda antinegra»
le atribuye, nuestro autor desmenuza los temores de culpabilidad del mismo Las
Casas ya que se juzgó culpado y se arrepintió: a) de haber pedido en varias
ocasiones que se llevasen a América algunos esclavos negros «de Castilla» para
que se libertasen los indios; y b) de haber aconsejado en 1518 que se atendiese
a los deseos de los vecinos de la
Española de que se enviasen esclavos negros «de Guinea».
Después se
centra Pérez Fernández en la única que considera válida: el haber pedido en
diversas ocasiones el envío a América de esclavos. En ambos temas concluye lo
mismo: ausencia de culpa, pues actuó sobre un supuesto falso que era un error
prácticamente invencible, no sólo para él sino para todos sus contemporáneos.
Por otra parte,
muestra cómo Las Casas hasta 1547 «no tenía la información o
experiencia personal básica que habría necesitado para poder pensar y denunciar
la injusticia de tal esclavitud, no al tuntún o al capricho sino con seguridad
y conocimiento de causa [... y] desde que comenzó a percibir la
información fehaciente mínima sobre la esclavitud de los negros fueron lo más
dos años (de 1545 a 1547); el lapso mínimo que se interpone para poder actuar
decididamente»22.
Siendo además su defensa en el nivel más radical o profundo: el de su
esclavización en Etiopía23,
nivel que incluye todos los demás y a los que el Obispo dominico tampoco
olvida.
Entre los
diversos textos que muestran el rechazo y denuncia del Obispo dominico de los
tratos inhumanos que se daba a estos esclavos ya en América, está por ejemplo: «Antiguamente, antes que hobiese ingenios, teníamos por opinión en
esta isla [la Española],
que si al negro no acaecía ahorcalle, nunca moría, porque nunca
habíamos visto negro de su enfermedad muerto; porque, cierto, hallaron los
negros, como las naranjas, su tierra, la cual les es más natural que su Guinea.
Pero después que los metieron en los ingenios, por los grandes trabajos que
padecían y por los brebajes que de las mieles de cañas hacen y beben, hallaron
su muerte y pestilencia, y así muchos dellos cada día mueren. Por esto se huyen
cuando pueden a cuadrillas, y se levantan y hacen muertes y crueldades en los
españoles -por salir de su captiverio- cuantas la oportunidad poder les ofrece»24.
Por diversas
motivaciones que no puedo detallar para no extenderme desproporcionadamente,
Las Casas en este tema y también en algún otro, insiste en la responsabilidad
de los portugueses25.
Recordemos a modo de ejemplo un texto, redactado en 1560, en el que si bien no
llega a poner en tela de juicio el principio en sí de que el prisionero en
justa guerra pueda ser hecho esclavo, al menos sí que pone en duda el hecho de
que concretamente todos los negros africanos hechos esclavos por los
portugueses hubieran sido hechos prisioneros en guerra justa. Así dice que «no advirtiendo la injusticia con que los portugueses los toman y
hacen esclavos; el cual [él mismo, pues viene hablando en tercera persona], después que cayó en ello, no lo diera por cuanto había en el mundo
porque [desde entonces] siempre los tuvo por injusta y
tiránicamente hechos esclavos; porque la misma razón es dellos que de los
indios»26.
Y un poco más adelante reitera: «se halló arrepiso juzgándose
culpado por inadvertente; porque, como después vido y averiguó (según parecerá)
ser tan injusto el captiverio de los negros como el de los indios, no fue
discreto remedio el que aconsejó que se truxesen negros [de Guinea] para
que se libertasen los indios, aunque él suponía que eran justamente captivos.
Aunque no estuvo cierto [de] que la ignorancia que en esto tuvo
y buena voluntad lo excusase delante el juicio divino»27.
Isacio Pérez en
otro capítulo de la
Segunda Parte del estudio que estamos siguiendo, analiza la
defensa que Las Casas hizo de los negros contra su esclavización (pp. 129-148).
Y en primer lugar presenta su recopilación de información básica sobre el tema
gracias a crónicas portuguesas y algunos otros documentos complementarios y es
que «podría pensarse que cuando abrió los ojos o "tomó
conciencia" de los hechos de Canarias y África fue cuando efectuó la
lectura de los historiadores portugueses, particularmente de Barros; pero ello
no fue así. Los cronistas portugueses le proporcionaron la información
auténtica de los hechos (que él no presenció), pero los ojos los tenía ya
abiertos; de modo que la decisión de recurrir a esas fuentes de información de
máxima seguridad, dentro de lo posible para él, ya fue resultado de una
"toma de conciencia" radical previa que le impulsó a asegurarse al
máximo sobre los hechos mismos. Precaución sabia para que sus juicios
valorativos no quedasen en el aire» (p. 37 n. 62). Concretamente los documentos
son: João de Barros y sus Décadas de Asia, Gomes Eanes de Zurara y su Crónica dos feitos da
Guiné, la Crónica del rey Juan II de
Portugal de García de Resende, y la História do descubrimiento e
conquista da India pelos portugueses de Fernão Lopes de
Castanheda.
Por otra parte,
analiza otra toma de conciencia lascasiana: su «Etiopía» era el primer «Nuevo
Mundo» (mundo negro) geográfico y humano estaba en discontinuidad o ruptura con
el «Viejo Mundo» (mundo euro-afro-asiático) como también lo estaba el segundo
«Nuevo Mundo» (mundo amerindio). Y de ello, pasa a presentar la denuncia
efectiva que hizo de la destrucción injusta y tiránica del «mundo negro» en el
ya mencionado opúsculo de 155428.
En el capítulo
tercero (pp. 149-167) intenta demostrar su tesis de que Las Casas fue «el primero»
que defendió a los negros contra su esclavización. Y para ello analiza ocho
documentos anteriores y contemporáneos que se podrían alegar contra ella.
Explayándose especialmente en: la Sublimis
Deus de Paulo III (1537); una respuesta de
Francisco de Vitoria O. P. (1546); un anónimo portugués titulado Por que causas se pode
mover guerra justa contra infieis, respuesta a una consulta
efectuada por Juan III de Portugal; la respuesta de varios teólogos a la Consulta Real sobre
el Asiento con Hernando Ochoa (1553); y el Arte da guerra do mar del portugués
Fernando Oliveira O. P. (1555). La conclusión es que ninguno le quita el puesto
al Obispo dominico.
En el capítulo
siguiente y último de esta Segunda Parte (pp. 168-199) sostiene la afirmación
de que fue «el único que lo hizo hasta fines del siglo XVI».
También ahora procede exponiendo por orden cronológico intervenciones -de las
que tiene noticia a mano (cf. p. 171)-, posteriores a él: diversos casus moralis
que venían siendo academizados desde 1553; la carta al Rey de Alonso de
Montúfar O. P.
(1560); la resolución del Segundo Concilio de Lima (1567); la Suma de tratos y
contratos de Tomás de Mercado O. P. (1569); el Arte de
contratos de Bartolomé Frías de Albornoz (1573)29;
y el De iustitia
et iure de Luis de Molina S. J. (1593). Y una vez más, la
conclusión es que ninguno llegó a la radicalidad con que lo hizo el dominico.
Termina la obra
con unos breves Apéndices. En uno de ellos (pp. 201-205) se pregunta acerca de
porqué Las Casas no llegó a rechazar la esclavitud en sí misma, es decir como
institución jurídica y consiguiente estado social. Y afirma que ello fue porque
el gravísimo inconveniente de la «privatización» que incluía la esclavitud
vigente -entendiendo por ella que «el esclavo era un preso que
estaba legalmente bajo el dominio total de otra persona privada o particular:
su dueño o amo»- no fue visto por él, como tampoco por ninguno de sus
contemporáneos, «y por ello no se opuso frontalmente a la
esclavitud como tal ni la denunció, como no la denunció ni se opuso a ella
ningún otro de su siglo» (p. 205)30.
6.-
A modo de recapitulación
Una vez más no
podemos quedarnos en la cuasi-eterna polémica apologética basada en la condena
o defensa de Bartolomé de las Casas. Él fue hijo de su tiempo, como no podía ser
de otra manera. Su grado de participación en la inicial implantación de la
esclavitud negra en las Indias fue pequeño, aunque su responsabilidad moral no
por eso salga intachable; responsabilidad del clérigo ex-colono mediatizada por
haberse dejado llevar por la solución propuesta por otros (la «nueva población»
ante la pérdida de mano de obra india), por una moral tradicional e
institucionalmente ciega respecto al esclavo negro, por una falta de
sensibilidad a una «ética nueva». No faltarán al posterior fraile-obispo
-gracias a su experiencia personal vivida- intuiciones de héroe o de santo que
lo dejarán como «loco» aislado en medio de los «sensatos» de aquel mundo.
También pienso
que es insuficiente señalar que su postura en relación con la esclavización de
los negros se debió a que ésta ya tenía un estatuto legal a partir de las
multiseculares hispánicas Siete Partidas31
y nada podía cambiar; no siendo así el caso de los indios, para los cuales hubo
que ir creando un «novum legale», en el cual luchó para que se estableciera la
protección de su libertad y su tratamiento humano32.
¿Por qué no hizo algo similar con los negros?
Pero junto a
este ámbito que podríamos denominar «vivencial», hay que colocar el
«ideológico» al que está íntimamente unido.
Para Las Casas,
como para sus contemporáneos, todo hombre -negro o blanco- capturado en «justa
guerra» se convertía en esclavo del vencedor. Y desde esta perspectiva, lo que
él propone es la sustitución de un hombre libre (el indio) por un hombre
esclavo (el negro) para las labores propias de la esclavitud. Lo que pretendía
era impedir un acto injusto y sustituirlo por otro justo: la utilización contra
toda justicia como esclavo del que no lo era (el indio) y que su puesto lo
ocupase el que lo era (el negro) según la ordenación jurídica de la época.
Además en
textos redactados en 1560 él mismo señala que tomó conciencia de que los negros
de Guinea estaban «injusta y tiránicamente hechos esclavos,
porque la misma razón es dellos que de los indios»33;
afirmación que para nuestra actual forma de entender nos genera cierta
perplejidad dado que los principios fundamentales y conclusiones ante una y
otra esclavitud -la de los indios y la de los negros- son absolutamente los
mismos, pero en aquel tiempo no era así.
Todo lo
señalado no invalida la existencia de una continua tensión violenta en la obra
de Las Casas y él mismo. Permanente tensión que brota de la contradicción del
Las Casas médico del indio para cuya curación recurre al remedio del veneno de
la esclavitud del negro; que surge de la paradoja del Las Casas que denuncia
las inhumanidades con los indios al mismo tiempo que en su momento inicial
aconseja el trasplante esclavista «de Guinea» a las Indias.
No quiero
discutir ahora ni la idoneidad historiográfica del camino seguido por Isacio
Pérez Fernández ni sus postulados sobre la evolución «homogénea» lascasiana al
respecto. Pero considero que dejó definitivamente probado que Las Casas ni fue
el primero ni el único que pidió la deportación de esclavos negros a América en
sus intervenciones a partir de 1516, y mucho menos el que promovió el monopolio
de la trata de esclavos, iniciado dos años después, el cual también rechazó. Y
que a partir de 1545 empezó a tomar conciencia de lo injusto y tiránico de la
esclavización de los bozales, escribiendo una enérgica y radical denuncia en
1554.
Pienso que
estas páginas han cumplido su doble objetivo: por una parte ser una
presentación de las aportaciones de I. Pérez Fernández sobre la postura de Las
Casas ante la esclavización de los negros; y por otra ser un pequeño homenaje y
expresión de gratitud de un agradecido discípulo del recordado Padre Isacio.
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