Ocupación de Puerto Lajas y
apología de criminales de guerra
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Por Jesús Giráldez Macía (*)
Estas dos soldados posan
alegremente al saberse enfocadas por la cámara. Sus gestos son incógnitas. Una
parece estar indicando que los tienen así de grandes, lo que no sabemos es el
qué. La otra da la impresión de que se va echar a volar en cualquier momento.
Lo mismo a Afganistán, donde el Gobierno de Zapatero las mandó a
implantar la democracia porque la española es digna de exportar. El balance
comercial democrático español tenía superávit y había que abrir nuevos
mercados. De sus cuellos cuelgan dos armas humanitarias que disuaden
insurgentes. Las prácticas para que las armas sean útiles para el desarrollo
democrático de los bárbaros las realizan en Fuerteventura. Aquí tienen cuarenta
millones de metros cuadrados para que las balas y los cañonazos despejen el
camino hacia las urnas. Pero los campos de maniobras se les quedan chicos. Por
eso todas las mañanas, como la de la fotografía, los soldados pasean sus
uniformes y armas por la avenida marítima de Puerto Cabras. Un desfile
militar permanente, de ida y vuelta, por si acaso desde el Sahel nos
vigila Al Qaeda con prismáticos. Quizás esa sea la razón de los gestos
enigmáticos, códigos militares indescifrables para los humanos que no han
jurado bandera. No hay nada más que ver el careto de la guiri que regresa al
crucero. De su escala en la isla se lleva un misterioso recuerdo: decenas de
soldados armados patrullando por el centro de la capital de una isla que en los
folletos le aseguraban que era la Isla Tranquila. Oh my God!
LA OCUPACIÓN DE PUERTO LAJAS
LA OCUPACIÓN DE PUERTO LAJAS
El comando de operaciones especiales ha tomado por sorpresa Puerto Lajas. Aprovecharon que había marea baja y la resistencia estaba cogiendo carnada para viejas. A eso se le llama inteligencia militar. Se desplegaron, a la hora del cortado, por las calles. Silenciosos, camuflados, adiestrados para las situaciones más hostiles, los soldados del Regimiento Soria han pacificado un pueblo cuyo nivel máximo de conflictividad son los voladores de la fiesta de El Pino o cuando a Gilberto o a El Colorado les da por parrandiar. A estos escenarios la inteligencia militar los denomina teatro de operaciones. Buscan un territorio similar al que irán a llevar su ayuda humanitaria y lo ocupan.
Los vecinos de este pueblo no
pueden pasear los perros por la playa por orden del señor alcalde. Pero un
ejército se cuela armado hasta los dientes por sus calles y no los multan. Ni a
ellos ni a sus dueños. Es normal. Los enormes peligros que nos acechan
requieren de situaciones excepcionales. No se sabe dónde puede esconderse el
enemigo. Miren si no a esas dos señoras que aparentan normalidad, como si
fuesen a preparar la comida, a tirar la basura, a coger la guagua. ¿Hay algo
que nos haga sospechar que pretenden autoinmolarse? A nosotros quizás no, pero
en el comando se respira tensión. Un soldado, rodilla al suelo, subfusil en
mano, no les pierde la vista; otro se esconde tras una esquina, mimetizado como
un perenquén y el tercero vigila las calles no vaya a aparecer cualquier
chiquillo en bicicleta silbando con disimulo. No nos gustaría estar en la piel
de esos soldados. Les habían explicado que el ejército es sacrificio, pero la amenaza
de ese bolso blanco en el hombro de la mujer de rojo, no hay dinero ni patria
que lo pague.
La ocupación militar de Puerto Lajas tuvo su efecto en forma de protesta. El asunto debe de ser tan ilegal que el Teniente General Pedro Galán García, Jefe del Mando Militar en Canarias, vino a disculparse. Para lo ocasión vino vestido como mandan los cánones militares, con uniforme convertido en obra de arte como el de la fotografía.
Este precioso uniforme posee varias muestras de
orfebrería castrense entre las que destaca una hermosa y nostálgica insignia,
la que nos recuerda que, antes de entregar vilmente el Sahara a Marruecos,
aquello era una provincia española. Es posible que usted no aprecie
la belleza o la creatividad, valores intrínsecos al arte. Pero eso es porque
usted no entiende de arte. En el Cabildo de Fuerteventura sí; por eso le
han cedido la Sala
de Arte Juan Ismael al ejército que empezó ocupando Canarias hace 425 años
(y ha terminado rindiendo a Puerto Lajas) para que celebre una imprescindible
exposición. Nadie debería perdérsela para que sepan, con un ejemplo práctico,
cómo se manipula la
Historia. Uno asiste a la exposición y si no la ve con ojos
críticos piensa que el ejército en Canarias ha sido una ONG. Total, que después
de visitarla, lo mismo le entra una gratitud fervorosa y termina cuadrándose,
en señal de agradecimiento, a la amable soldado que la custodia.
APOLOGÍA DE VALERIANO WEYLER, INVENTOR DE LOS
CAMPOS DE CONCENTRACIÓN
Valeriano Weyler
En la exposición destacan dos personajes que en sus días fueron nuestros
Capitanes Generales. El hombre que ven en este cuadro es Valeriano
Weyler. En los paneles nos explican que puso mucho empeño en construir
edificios militares en Tenerife. Por falta de espacio quedan ausentes otras
hazañas personales. La más destacada, sin duda, fue su papel de inventor. En
sus años de Capitán General de Cuba inventó, para orgullo de la
humanidad, los campos de concentración. Y los llevó a la práctica con
exquisitez militar: entre doscientas mil y quinientas mil personas de las zonas
rurales de la isla murieron hacinadas, desnutridas y maltratadas en aquellos
campos. Las que escapaban o se negaban a entrar eran juzgadas, de aquella
manera, y fusiladas. En Canarias se celebra este año el 176 aniversario del
nacimiento del pensador, escritor y político Nicolás Estévanez Murphy
que no ha tenido el reconocimiento del Cabildo majorero porque su patria solo
era la sombra de un almendro. Estévanez le dedicó a Weyler el siguiente
soneto:
Mirada de reptil, cuerpo de enano,
instinto de chacal, alma de cieno,
hipócrita, cobarde, vil y obsceno,
como el más asqueroso cuadro humano.
Azote un tiempo del país cubano,
a todo noble sentimiento ajeno,
hasta al mismo Satán convierte en bueno,
esa excrecencia del linaje humano.
Ruinas, desolación, hambre y miseria,
las obras son que a ejecutar se atreve
ese horrible montón de vil materia.
¡Y a un monstruo tal con intención aleve,
el Gobierno de Cuba encarga Iberia
al acabar el siglo diez y nueve!
instinto de chacal, alma de cieno,
hipócrita, cobarde, vil y obsceno,
como el más asqueroso cuadro humano.
Azote un tiempo del país cubano,
a todo noble sentimiento ajeno,
hasta al mismo Satán convierte en bueno,
esa excrecencia del linaje humano.
Ruinas, desolación, hambre y miseria,
las obras son que a ejecutar se atreve
ese horrible montón de vil materia.
¡Y a un monstruo tal con intención aleve,
el Gobierno de Cuba encarga Iberia
al acabar el siglo diez y nueve!
GARCÍA-ESCÁMEZ, GOLPISTA Y PRECURSOR DE LA GUERRA QUÍMICA
Francisco García-Escámez
Este hombre al que
dan ganas de cogerle los mofletes es Francisco García-Escámez e Iniesta.
La exposición cuenta maravillas de él. Al frente del Mando Económico de
Canarias el hombre se desvivió por el desarrollo económico y social de las
islas impulsando barriadas, presas y hasta hoteles. De hecho, el Capitán
General posa en este cuadro con el Hotel Mencey de fondo, una de sus obras
emblemáticas. Sabemos, aunque la exposición no lo mencione, que la Cruz Laureada que
cuelga de su corazón la ganó con arrojo y valentía en la Guerra del Rif.
En esa guerra contra los bereberes rifeños el ejército español tuvo a bien
contribuir al bienestar humano bombardeando, por primera vez en la
historia, poblaciones civiles, mercados y ríos con el gas mostaza. No
sabemos si las prominentes orejas de García Escámez son resultados de
una mutación por el contacto con los agentes químicos, pero se sabe -y no lo
cuentan- que miles y miles de inocentes murieron envenenados y que sus
consecuencias llegan
hasta hoy donde el cincuenta por
ciento de los casos de cáncer en Marruecos están concentrados en la zona del Rif.
También olvida la exposición artística que este santo benefactor preparó,
junto al general Mola, el golpe de Estado y se levantó en armas
contra la democracia en 1936. Asuntos menores que se obvian porque el ejército
español siempre ha sido una suerte de beneficencia altruista que convierte la
guerra en arte gracias a instituciones como el Cabildo de Fuerteventura.
(*) Artículo publicado orginalmente en
"La
pejiguera".
(**) Jesús Giráldez Macía, historiador,
ecologista y activista social. Es autor de los libros "El Médico
de los Corderos. Una historia oral de Fuerteventura", "Entre el rubor
de las auroras. Juan Perdigón, un majorero anarquista en Brasil",
"Creyeron que éramos rebaño. La insurrección del Alto Llobregat y la
deportación de anarquistas a Canarias y África durante la II República"
y "Tindaya, el poder contra el mito". Es miembro
de la Coordinadora
Salvar Tindaya y del Movimiento Ciudadano de
Fuerteventura No petroleras - Sí Renovables. Colaborador habitual de
Canarias-semanal.org y otros medios de comunicación alternativos y
publicaciones ecologistas.
Canarias Semanal.org
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