Capitulo VIII
Chaurero N Eguerew
“Prácticas extravagantes,
adulterios, crímenes encubiertos, exorcismos, curiosas y excesivas prácticas
culinarias… la historia de los reyes españoles
está llena de anécdotas que, lejos de ser meras curiosidades y
chismorreos, en ocasiones fueron fundamentales en el devenir de toda una
dinastía. Este es un recorrido por los secretos mejor guardados de esos
monarcas, por sus vicios y sus debilidades, por aquellos aspectos a veces
olvidados que los convirtieron en tan humanos como sus súbditos.
Durante siglos los reyes
aparecieron ante sus súbditos prácticamente como semidioses, como seres cuasi
inmortales cuyas decisiones y sentencias eran consideradas sagradas; nadie
podía contrariar al monarca, hacerlo podía suponer la prisión, la tortura o
incluso la muerte para aquel que se atrevía a desafiarle. En la Edad Media los
soberanos no gozaban de un poder absoluto –lo que no impedía que fueran también
considerados tocados por la divinidad– algo que cambiaría con el avance de los
años, hasta el punto de que en tiempos del Rey Sol en Francia o de Felipe IV en
España, su poder alcanzó cotas de auténtico delirio.
Tan sagrado era el soberano, que
prácticamente se besaba el suelo que pisaba. Su sudor era sagrado, su saliva,
su aliento, las palabras que proferían sus labios… Sin embargo, como el resto
de la humanidad a la que gobernaba, el rey era un mortal, y como tal, tenía sus
miedos y sus miserias, sus anhelos y sus necesidades mundanas. A unos les
obsesionó el sexo –lo cual no es tan extraño–, pero otros mostraron tendencias
psicóticas, obsesiones malsanas, malvadas aficiones…
Algunos, incluso, ocultaban en
sus alcobas, cerradas sólo para los más íntimos, unos gustos que a más de uno
entonces habría espantado, sobre todo a los confesores reales, encargados de
velar por la salud espiritual de sus señores, salud que no estaba del todo a
salvo, o casi nada…” (Óscar Herradón, 2011).
Supuesto hijo póstumo de Alfonso XII y María Cristina de
Habsburgo-Lorena, y decimos supuesto ya que según el historiador valenciano
Norberto Mesado lo tiene claro, el abuelo del rey Juan Carlos I, es hijo de una
mujer de las Alqueries, un municipio de Castellón, y no de la reina María
Cristina como ha dejado escrito la
Historia oficial. Nació el 17 de mayo de 1886. Alfonso
XIII fue proclamado rey el mismo día de
su nacimiento. Reinó bajo la regencia de su madre hasta 1902.
Desde joven, Alfonso fue educado en la doctrina
católica y liberal para ser rey y soldado. En el contexto del alejamiento entre
la España
oficial y la España
real, los intentos de regenerar España tras el desastre de 1898 y la
constitución de 1876, el Rey intervenía en asuntos políticos. Además, tuvo que
afrontar diversos problemas como las guerras de Marruecos, el movimiento obrero
y el nacionalismo vasco y catalán.
En el inicio de su reinado, varios políticos se disputaron
el liderazgo dentro de cada formación política. Tuvo principalmente dos
valedores: Antonio Maura dentro los conservadores y José Canalejas por los
liberales.
Durante reinado que coincidió con un cambio
generacional en los partidos dinásticos:
el conservador Cánovas fue sustituido por Antonio Maura y el liberal Sagasta
por José Canalejas.
La neutralidad de España durante la I Guerra Mundial abrió
mercados y favoreció el crecimiento económico y la agitación social. La crisis
de 1917 junto al nacionalismo catalán, el sindicalismo militar y las huelgas
revolucionarias aumentó la descomposición del régimen político que influyó en
el fracaso en 1918 de un gobierno nacional formado por miembros de los dos
principales partidos. El reajuste económico posterior a la Guerra Mundial, los
fracasos militares en Marruecos, las revueltas sociales y los problemas
regionales aumentaron las dificultades internas y la debilidad de los
gobiernos, que fueron incapaces de afrontar la situación.
El golpe militar de Miguel Primo de Rivera de
1923 fue la solución de fuerza que intentaba solucionar la crisis, con la
aprobación del Rey. En un principio, la dictadura fue bien recibida: en 1925 el
desembarco de Alhucemas terminó con la guerra de Marruecos; se restableció el
orden social y se produjo un desarrollo de las obras públicas. En cambio tras
el fracaso de la experiencia primorriverista, el Rey intentó en 1930 restaurar
el orden constitucional, pero los partidos republicanos, socialistas y el
nacionalismo se unieron contra la monarquía. La victoria electoral de los
socialistas y republicanos en las elecciones municipales del 12 de abril de
1931 hizo que el monarca abandonara el país, en un intento de evitar una lucha
civil, momentáneamente evitada con la proclamación de la II República, el 14
de abril de 1931.
Los mercados y grandes beneficios
que se obtuvieron en España gracias a la neutralidad durante la Primera Guerra
Mundial -beneficos que solo favorecieron a los mismos de siempre- conllevaron
un incremento de la agitación social (en Cataluña, importante foco de actividad
industrial, las cosas eran extremadamente preocupantes). El año 1917 es un año
decisivo en el reinado de Alfonso XIII; las Juntas Militares -aquellas que
llamaban a los ascensos militares por antigüedad y no por méritos de guerra,
enfrentándose directamente con los militares africanistas- se impusieron, las
interminables huelgas revolucionarias y el creciente nacionalismo catalán,
aceleraron el proceso de descomposición del régimen político. Un gobierno
nacional en España, formado casi desesperadamente y que tomó posesión en el año
1918 por miembros de los dos principales partidos, fracasó también. Al concluir
la Primera Guerra
Mundial y al volver los países europeos a la “normalidad” España dejó de
ingresar unos muy importantes beneficios económicos (con un criterio de guerra
España había estado sirviendo materiales al bando que lo pidiese, sin
preocuparse de otra cosa que no fuera el dinero), esta regresión económica
propicio mayores problemas sociales -más huelgas, más anarquismo terrorista,
mayor descontento en la población etc-. El fracaso militar en Marruecos (desastre
de Annual de 1921) fue la guinda de un pastel que llevaba demasiado tiempo
cocinándose.
El golpe militar del capitán general de
Cataluña, Miguel Primo de Rivera (13 de septiembre de 1923) fue la
solución de fuerza adoptada ante la crisis. El Rey aceptó el hecho, o al menos
no hizo nada para tratar de evitarlo.
En Roma, 15 de enero de 1941 El ex rey de España
renuncia a sus derechos –que había 2suspendido” al proclamarse la República- en favor de
su hijo don Juan.
La
República “es una tormenta que pasará rápidamente”. Así de
optimista, tras unos días de depresión, se mostraba Alfonso XIII cuando en
abril de 1931 llegó a París, primera etapa de un exilio que le haría deambular
por Europa, pero ya nunca le permitiría regresar a España.
Efectivamente, la II República iba a
tener una vida corta, sólo ocho años, de los cuales tres luchando agónicamente
por sobrevivir. Pero la vida de Alfonso XIII tampoco sería muy larga, no iba a
durar ni dos años más que el régimen que le había destronado, y no se iba a
beneficiar de su desaparición tras la victoria franquista.
En esos diez años de exilio, el ex rey iba a
apurar la copa de la amargura, patéticamente solo, peleado con su esposa, en
tirante relación con sus hijos, dejado de lado por la mayoría de los monárquicos,
que preferían a su heredero, ignorado por el general Franco, en quien Alfonso
XIII había confiado durante la
Guerra Civil para la restauración de la monarquía.
“En un rincón del hall vitré, detrás de una mesa,
estaba sentado don Alfonso: solo, sin la compañía de un libro, de un diario, de
una copa”, contaba Cambó haberlo visto en el hotel Meurice –eso sí, el más
lujoso de París-. Hora y media después volvía a pasar por allí el político
catalán, y “don Alfonso continuaba igual, sentado detrás de la misma mesa, ¡sin
un libro, ni un diario, ni una copa!”.
Potenció la actividad colonial en
Marruecos, donde, en 1912, se consolidó el protectorado español, merced al
acuerdo alcanzado con Francia.
El ejército español, entre 1923 y 1927, bombardeó con gas mostaza la
población civil del Rif. España empleó armas químicas pese a la prohibición del
tratado de Versalles de 1919.
Fue el primer bombardeo aéreo de la historia con bombas químicas sobre
población civil. Como escribe Sven Lindqvist en su Historia de los bombardeos,
el bombardeo de Chauen puso los cimientos del bombardeo de Gernika, en 1937. No
obstante, conviene subrayar que la enorme visibilidad mundial que ha tenido y
tiene la destrucción de Gernika es directamente proporcional al silencio oscuro
y permanente que ha existido sobre la tragedia del Rif, que no acabó aquí.
Tras el desastre de Annual (1921), en el que murieron unos diez mil
soldados españoles, el ejército español empezó a considerar la posibilidad de
usar gases tóxicos contra los rebeldes del Rif. Entre 1922 y 1923 se compró gas
mostaza a franceses y alemanes, y el rey Alfonso XIII, firme partidario del
invento, hizo construir la
Fábrica de Armas Químicas de La Marañosa, en Madrid, aún
hoy en funcionamiento, para la producción de gases tóxicos, con la ayuda de
técnicos alemanes. También se estableció en Melilla el taller de Mar Chica para
el montaje de las bombas que, entre 1923 y 1927, fueron lanzadas sobre la
población rifeña. La Marañosa
empezó a fabricar iperita en 1927.
Las bombas arrojadas en el Rif se montaron en Melilla, con productos químicos llegados de Hamburgo. Después, se hizo el silencio. Según María Rosa de Madariaga, historiadora, especialista en las relaciones entre España y Marruecos y autora, entre otras, de las obras En el Barranco del Lobo. Las guerras de Marruecos y Abd el-Krim el Jatabi. La lucha por la independencia: “Aunque durante los años de la guerra del Rif cierta prensa hablaba de la necesidad de emplear gases tóxicos para terminar cuanto antes con la resistencia rifeña, cuando empezaron realmente a utilizarse en operaciones militares se impuso el silencio. Lo curioso es que tampoco los rifeños hablaban del tema. Imperaba una especie de extraña complicidad. Había, por supuesto, tanto en España como en el Rif, gente que sabía lo que había pasado, pero que prefería no hablar de ello”. (Xavier Montanya, 2010)
Las bombas arrojadas en el Rif se montaron en Melilla, con productos químicos llegados de Hamburgo. Después, se hizo el silencio. Según María Rosa de Madariaga, historiadora, especialista en las relaciones entre España y Marruecos y autora, entre otras, de las obras En el Barranco del Lobo. Las guerras de Marruecos y Abd el-Krim el Jatabi. La lucha por la independencia: “Aunque durante los años de la guerra del Rif cierta prensa hablaba de la necesidad de emplear gases tóxicos para terminar cuanto antes con la resistencia rifeña, cuando empezaron realmente a utilizarse en operaciones militares se impuso el silencio. Lo curioso es que tampoco los rifeños hablaban del tema. Imperaba una especie de extraña complicidad. Había, por supuesto, tanto en España como en el Rif, gente que sabía lo que había pasado, pero que prefería no hablar de ello”. (Xavier Montanya, 2010)
La primera
vez que un rey español visita una colonia
En marzo de
1906, el Rey español Alfonso XIII visitó
Canarias, convirtiéndose así en el primer monarca español que
visitaba la colonia.
En una época en
la que la monarquía no solo española sino también mundial se veía amenazada por
las diferentes fuerzas opositoras, el monarca Alfonso XIII consideró que una
forma de salvar la monarquía española sería conseguir acercarse al pueblo para,
de esta forma, afianzar la ya debilitada monarquía. Este gran interés del
Monarca por asegurar sus dominios lo llevó a conocer en un corto espacio de
tiempo la gran mayoría de regiones y colonias españolas.
La flota encargada
de llevar a Alfonso XIII a su destino estaría compuesta por dos divisiones, la
primera estaría supervisada por el General Matta y compuesta por el “Pelayo”,
el “Princesa de Asturias” y el “Río de Plata”. Por su parte, la segunda
división estaría a cargo del General Santalo y compuesta por el “Carlos V”, el
“Giralda” y el “Extremadura”. Por su parte, la Familia Real
realizaría su viaje a bordo del yate “Alfonso XII” que fue reformado
expresamente para este viaje.
La prensa española
decidió no acudir a Canarias para cubrir la visita ya que su traslado se
llevaría a cabo en buques de guerra y no en el “Alfonso XII” de este modo solo
conocerían datos del viaje por medio de noticias oficiales. Por su parte la
prensa colonial canaria hablaría extensamente de esta visita haciendo mención
de todos los eventos realizados tanto eclesiásticos como militares. No
obstante, las planificaciones de la visita, estaban centrados en conocer las
islas y no sus problemáticas que era, en un comienzo, el principal objetivo de
este viaje, algo que finalmente no se llevó a cabo.
La primera isla
que recibió al monarca, como ya se ha comentado con anterioridad fue la de
Tenerife, la más larga de todas, duraría cuatro días. A continuación el
“Alfonso XII” arribaría las costas de Gran Canaria y estaría allí durante tres
días. A continuación acudiría a la isla de La Palma, el Hierro, La Gomera, Fuerteventura y
Lanzarote, en las cuales no pernoctaría en ninguna ocasión. (EIP Mazine)
“Entre todas las efemérides que se celebran el Gobierno de Canarias ha decidido, con un
ardor guerrero inusitado y una espléndida dotación económica, que se debe
gritar a los cuatro vientos, como si nos fuera la vida en ello, que Alfonso
XIII, abuelo del actual rey, una vez visitó Las Islas. Fue la primera visita de
un Jefe de Estado al archipiélago -último vestigio de las posesiones de
ultramar- y poco más, aunque los promotores del evento intenten reinventar la
historia al relacionar el fugaz paseo real con un inexistente despegue
económico y social o con la Ley
de Cabildos promulgada seis años más tarde.
El mismo José Segura, Delegado del Gobierno, con
su florido y pedante verbo, se sacó de la chistera que la visita tuvo
consecuencias relevantes para el archipiélago con la mejora de las
comunicaciones o la llegada de la Guardia Civil. Hasta Adán Martín, patrón del
nacionalismo canario, habló con orgullo de cómo el monarca fue consciente de
que el sentimiento de pertenencia a la Corona "no corría peligro alguno"
en Canarias. Semblanzas de un nacionalismo de pacotilla.
A pesar de que la realidad canaria y española
bajo su reinado fue una serie continua de miseria intensiva, de ignorancia
generalizada y de un caciquismo que convertía la vida política en una farsa
perversa, el Parlamento y el Gobierno de Canarias, los cabildos y los
ayuntamientos se han empeñado en catalogar como un hito histórico la visita de
un rey que no dudó en masacrar a una multitud en la Semana Trágica de
Cataluña por negarse a ser carne de cañón en la defensa de los intereses
mineros de Romanones en África, ni en resucitar a los paramilitares asesinos
del Somatén. Un rey que coqueteó con todo tipo de corruptelas…
Sus paseos por los palacios de la burguesía
canaria, por sus catedrales y conventos, con desembarcos frustrados y con
estancias ridículas de apenas tres horas -La Palma y la Gomera- sirvieron, no obstante, para que a un
grupo de privilegiados provincianos se les distinguiera como Gentilhombres de
Cámara. Los Benítez de Lugo, los Manrique de Lara, los Hurtado de Mendoza o los
Van de Valle, agraciados por Alfonso XIII, han sido antepasados directos de
presidentes del Parlamento de Canarias, diputados en Cortes o consejeros del
Gobierno. (Ramón Afonso).
El
matrimonio con Ena
“Tras ser rechazado en tierras inglesas por Patricia, sobrina
del monarca británico Eduardo VII,
este organiza una cena en el palacio de Buckingham con la intención de
presentarle a otras sobrinas. En el convite conoció a la que sería más tarde su
esposa, Victoria
Eugenia de Battenberg, conocida como Ena en el
entorno familiar.
Victoria Eugenia de Battenberg nacida el 24 de octubre de 1887 en Balmoral.
Era hija de Enrique de Battenberg y Beatriz de Gran Bretaña y nieta de la reina
Victoria de Inglaterra.
Victoria Eugenia fue conocida
siempre como Ena,
un nombre gaélico que constataba que su nacimiento fue el primero tras muchos
años que tenía lugar en Escocia.
Victoria Eugenia conoció al rey
Alfonso XIII en 1905, durante un viaje que se le había preparado a éste para
que conociera a posibles candidatas a ser reinas de España. Como siempre la
cuestión dinástica requería que el tema no se dilatara más, aunque el rey sólo
tenía 19 años. En 1910 Victoria Eugenia dio a luz a un niño que llevaba
ya varios días muerto.
En 1906, Alfonso y Victoria Eugenia tienen un
encuentro en una villa de Biarritz, donde el rey pidió la mano a la madre de
Victoria Eugenia, que le fue concedida por la princesa, como madre y con la
autorización de Eduardo VII.
El rey Alfonso XIII solicitó a
Eduardo VII un favor para limpiar el origen advenedizo de la familia
Battenberg: elevar un grado a su sobrina Victoria Eugenia, de alteza a alteza
Real
Pero todavía existían barreras que salvar, y la
primera era la religiosa. Victoria Eugenia, nacida en el castillo escocés de
Balmoral, había sido bautizada según el rito de la Iglesia de Esccia, que era
calvinista. El obispo católico de Nottingham instruiría durante dos meses a la
princesa en la nueva fe. El 7 de marzo de 1906, Victoria Eugenia abjura en la
capilla del palacio de Miramar, residencia de la reina madre, doña María
Cristina. El rey Alfonso XIII solicitó a Eduardo VII un pequeño favor para
limpiar el origen advenedizo de la familia Battenberg: elevar un grado a su
sobrina de alteza a alteza Real, a lo que el monarca inglés no se opuso. Finalmente,
la princesa renunció a la sucesión británica tras convertirse al catolicismo de
conformidad con la normativa dinástica de aquella familia real.
Una vez salvado todos los impedimentos, la novia
se traslada a España para casarse con el rey Alfonso XIII. La víspera de
la boda tiene lugar, en el salón de Embajadores del palacio de El Pardo, la
firma de esponsales. El ministro de Gracia y Justicia, como Notario del Reino,
lee las capitulaciones ante la familia reunida. Inmediatamente después, los
novios y testigos estampan sus rúbricas.
Alfonso XIII, conocedor de la
situación económica de la familia de la novia, que estaban algo tiesos,
no solicitó dote y él mismo dotó a su prometida con 20.000 libras esterlinas.
Las Cortes españolas votaron, al igual que lo hicieron con Alfonso XII, la
asignación de la futura soberana.” (Fernando Fernández).
En 1906 Alfonso y Ena se casaron en la iglesia de
San Jerónimo el Real, pero como es habitual en los Borbones El carácter
mujeriego y frívolo de Alfonso XIII, al que algunos autores califican califican
de auténtico enfermo sexual. De todos modos,
Victoria Eugenia nunca afeó la conducta de su marido en público, al
menos, en los años en que reinaron juntos. El rey se enamoró de ella perdidamente,
pero los enamoramientos de Alfonso XIII duraban poco.
Después de unos años de exilio, entre 1936 y 1941
vivieron separados. Pero mientras fueron reyes, ella observó una actitud
ejemplar, pese a que Alfonso XIII llegó a mantener una familia paralela con la
actriz Carmen Ruiz Moragas y los dos hijos nacidos de esa unión.
“Mi marido, en estos momentos, se está acostando
con otra mujer. Sus manos largas y huesudas, sus dedos manchados de nicotina
habrán tirado con brutalidad la colcha de raso de color verde de la cama al
suelo y, mientras se va desabrochando el cinturón, estará besando a Neneta en
el hombro”.
La periodista y escritora Pilar Eyre, autora del libro, Ena Victoria Eugenia, la reina más desdichada que su obra
es una biografía sobre la vida de la esposa del Rey Alfonso XIII. La autora ha documentado su obra para retratar de
forma fiel hasta los más mínimos detalles, tales como el gusto de la Reina por los tocados y los
vestidos a la moda inglesa o conversaciones tan sorprendentes que rayan lo
dantesco.
La obra, tal y como reconoce la autora, tiene una
carga muy fuerte de sexualidad, pero la carga sexual es algo de lo que no puede
desprenderse un perfil de esta pareja real ya que Alfonso XIII era un
depredador sexual. Tanto es así, que, Ena, como llamaban cariñosamente a la Reina desde su infancia,
llegó a consultar a un médico, que diagnosticó que el monarca padecía
“satiriasis”.
Tal era la pasión de Alfonso XIII, que,
durante todo su matrimonio, aquella joven princesa inglesa vio como una detrás
de otra, las amantes iban pasando por el lecho real.
Quizá, de todas las amantes la que más molestaba
a la Reina era Carmen Ruiz de Moragas, una mujer de
noble cuna a la que el rey apodaba ‘Neneta’ y con quien el monarca mantuvo
una relación durante cerca de tres lustros de la que nacieron dos hijos, Leandro y María Teresa. Tanto es así,
que la Reina
fue consciente de que intentaban quitarla de en medio y la firme candidata a
sustituirla era ‘Neneta’.
El cabecilla de la conspiración no era otro que
el duque de Léjara, que se quedó lívido cuando Victoria Eugenia le mandó llamar
a sus aposentos y le dijo “sé que estás detrás de esta conspiración, yo no
puedo castigarte, pero Dios te castigará”. Tal fue el impacto de las palabras
de la Reina que
cayó fulminado al suelo de la estancia, de la que salió cadáver. Aquel suceso
sólo sirvió a la Reina
para granjearse aún más la enemistad de quienes la rodeaban y que aumentasen
los comentarios sobre ella.
“No tuvo
amigos en España y chocaba constantemente con el Rey”, cuenta Eyre, que tras
dos años de investigación y uno de escritura ha adquirido un conocimiento más
profundo de la abuela del Rey Juan Carlos. Dice la autora que ella
“era una mujer culta de ideas liberales”, todo lo contrario a él. Su gusto por
la moda y las joyas hizo que las damas de la corte la apodasen despectivamente
‘la pava real’, y el Rey se burlaba de ella en público martirizándola y
culpándola por las enfermedades y discapacidades de sus hijos.
“Su vida fue una tragedia de principio a final”,
asevera Pilar Eyre, “empezó a liberarse en el exilio”, una huída que comenzó
con una fotografía en la que aparecía fumando, algo que no gustaba a su marido.
Hay quien, incluso, considera esa imagen un símbolo de desafío y de la
libertad con la que actuaría a partir de ese momento, llevando la vida que no
había llevado hasta entonces. Sin embargo, la apatía y la depresión la
acompañaron aún durante un tiempo, ya que, ni tan siquiera podía respaldarse en
su fe.
Cuenta Eyre que “se convirtió forzada al
catolicismo”, aunque, al parecer, “se arrepintió toda la vida”. Casi desde el
momento de su conversión, que tuvo lugar en una tétrica ceremonia de
abjuración basada en los ritos creados por la Inquisición unos
siglos antes.
Una ceremonia, previa al matrimonio en el que
“había cilicios” y una serie de rituales de afirmación católica.
Sólo le quedaban sus convicciones morales, que no
traicionó ni aún a sabiendas de las continuas infidelidades de su marido y de
la conspiración de los nobles en su contra. Así afirmaba la Reina, que “cuando yo quiero, quiero para toda la
vida”. Y de esta forma lo cumplió, al menos de forma oficial, porque
nunca se ha tenido constancia de que tuviera un amante ni que existiera otra
pareja que no fuera el Rey en la vida de esta princesa, que
entró a formar parte de la
Familia Real española como Reina consorte.
El 10 de mayo de 1907 nacía
un varón a quien, por ser el mayor y sucesor, se le impuso el nombre paterno.
Por tradición, introducida por los médicos judíos que atendieron a los reyes
castellanos, a los tres días del nacimiento se le practicó la circuncisión la
que, desgraciadamente, provocó una hemorragia que pudo ser detenida con gran
dificultad y que reveló a los médicos que habían tropezado con la hemofilia.
Otro hecho “chocante” para la época, es que
Victoria Eugenia decidió amamantar ella misma a su hijo. Lo nunca visto. Aun
así, solo se le permitirá hacerlo durante un corto espacio de tiempo y
rápidamente sería sustituida por un ama de cría. La reina conmemoró su
nacimiento con la fundación de un instituto que habría de ocuparse de la
educación de niños abandonados y delincuentes.
Aunque el pequeño se criaba bien era enfermizo. A los tres años se
descubriría el mayor de los males, era hemofílico.
La reina, al conocer la noticia,
exhaló “un gemido desgarrador, tan atrozmente desesperado que parecía provenir
de algún inaccesible infierno más allá de la tumba”.
Así describe el biógrafo de Ena el momento en el que la esposa de Alfonso XIII supo que su hijo primogénito padecía la hemofilía, enfermedad que ella le había transmitido, recibida a su vez de su abuela, la reina Victoria de Inglaterra. Era el 2 de junio de 1907, veintitrés días después del nacimiento que había hecho feliz a la augusta pareja porque aseguraba la sucesión.
El 23 de diciembre de 1908
nacía otro varón, Jaime, libre de la tara hemofílica. No había cumplido los
cuatro años cuando se le declaró una mastoiditis doble que obligó a los médicos
a romper los huesos auditivos para salvar su vida, por lo que quedó sordo mudo
desde aquel mismo instante. Consciente de sus limitaciones físicas, renunció
espontáneamente a sus derechos al trono en 1933, aunque más tarde intentaría,
sin éxito, impugnar la validez de su renuncia. Jaime fue nombrado duque de
Segovia y duque de Madrid y, como “legitimista”, pretendió la corona de
Francia, por lo que también fue conocido como duque de Anjou.
A finales de 1916 tuvo un aborto y se vio
obligada a guardar cama más de dos meses.
Estuvo a punto de morir por una apendicitis mal
diagnosticada. Durante el tiempo de su recuperación, Alfonso XIII
tuvo el tiempo y la oportunidad de conocer a una de las mujeres más importantes
de su vida, Carmen Ruiz de Moragas, actriz de la compañía de María Guerrero. Su
relación, con altibajos, duró diez años.
Las amantes de
Alfonso XIII
Haciendo honor a la estirpe
borbónica, Alfonso XIII había heredado la fogosidad sexual de sus ancestros.
Ya, a los pocos meses de su reinado, con dieciséis años de edad, fue necesario
tapar sus escarceos amorosos con Julia Fons, cantante de éxito en los espectáculos
del teatro Eslava.
Claro está que no eran las primeras “salidas” del rey. Aventurillas adolescentes aparte, todavía soltero, con no más de diecisiete años, ya había tenido un amor importante. Nada menos que una de las mujeres más bellas de Europa: la francesa (y con marido) Mélanie de Vilmorin, con quien tuvo un hijo. Según refiere Balansó, la dulce Mélanie solía decir a sus íntimos: “Jamás he engañado a mi marido. Los reyes no cuentan”.
Muchos fueron los amores de
Alfonso XIII. Cuando el rey viajaba de incógnito, particularmente a París,
utilizaba el título de duque de Toledo para sus devaneos amorosos, pues Alfonso
XIII, al contrario que su padre Alfonso XII, fue más mujeriego que amador.
El rey seguía consolándose con un buen número de señoritas de la alta y baja sociedad.
Entre estas estuvo la niñera de los infantes, Beatriz Noon,
con la que tuvo una hija ilegítima, Juana Alfonsa Milán y Quiñones de León.
En cuanto Ena
se enteró de la relación hizo que expulsaran a la niñera inmediatamente.
Doña
Juana Alfonsa Milán y Quíñones de León nació en París en 1916 y al parecer era
el vivo retrato de su padre quien, siempre según Balansó, sentía predilección
por ella y a la que llevó a Ginebra cuando los nazis se acercaban a París en la Segunda Guerra
Mundial. También Don Alfonso XIII se hizo cargo de su educación encargándole a
su íntimo amigo el conde de los Andes su manutención. Fue fruto de los amores de éste y una profesora de piano de sus hijos llamada
Beatriz Noon, irlandesa de nacimiento, con la que se le veía frecuentemente
pasear del brazo por las calles de Ginebra, llegando incluso la prensa de la
época a confundirla con una nueva amante del monarca.
Doña Juana Alfonsa Milán tuvo tres hijos y una hija.
También se rumoreó durante mucho tiempo que Alfonso XIII
se había encaprichado de Bee, la amiga de Victoria Eugenia. Tanto Bee como su
marido, Alfonso de Orleáns había apoyado abiertamente al bando germano en la
guerra lo que trajo consigo protestas de los gobiernos británicos y de otros
países. El
conde de Romanones aconsejó al Alfonso XIII que obligara a
los infantes al exilio. Así, vivieron en Suiza durante ocho años. Parece ser
que Alfonso
XIII estaba interesado en Bee, aunque ella no accedió a sus
deseos. Se cree que fue la camarilla del rey la que comenzó a propagar los
falsos rumores para alejar a Bee de la corte.
Victoria Eugenia estaba muy disgustada con todo
este asunto, ya que su prima era una de las pocas personas con las que se
encontraba a gusto. No llegó a encajar en la sociedad española del
momento.
Mientras tanto Alfonso XIII seguía su
relación con Carmen
Ruiz de Moragas. En 1925 tuvo con ella una hija, María Teresa y
en 1919 un hijo, Leandro, formando una especie de familia paralela que además,
no tenía ninguna enfermedad hereditaria.
Nació en Madrid en 1898. Su padre, don Leandro,
fue gobernador civil de la ciudad de Granada y pertenecía a una buena familia
de clase acomodada. En 1919, cuando ya el rey la había conocido en el teatro y
la había hecho su amante, su familia, para evitar habladurías, la instan a que
se case con el torero Rodolfo Gaona, pero el matrimonio resulta ser un desastre
y apenas dura seis meses.
Neneta, como Alfonso XIII llama a Carmen, con
quien más dura una relación. Están juntos durante quince años, y ella le da dos
hijos: María Teresa, que morirá muy joven, y Leandro Alfonso, que todavía vive
y es asiduo de ciertos platós de televisión. Fue a ella a quien la reina
Victoria Eugenia llegó a ver como a su verdadera rival y amenaza.
La actriz vivía en un lujoso chalet de los
hermanos Otamendi, íntimos amigos del rey; y hasta allí iba la propia reina
María Cristina, para ver a través de la verja del jardín como jugaban esos dos
nietos bastardos y completamente sanos.
Cuando estalla la república Carmen
busca la protección de otro hombre, Juan Chabás. Morirá en Madrid, en junio de
1936, apenas cumplidos los 38 años, de un cáncer de útero, un mes antes del
estallido de la Guerra
Civil de los españoles.
También intentó ligarse a Raquel
Meller, cupletista de fama durante la primera mitad del siglo XX, nacida
en Tarazona en 1888. Esta tonadillera fue la primera artista española que
actuó en la sala Olympia de la capital francesa, equiparándose con las
grandes figuras del momento Josephine Baker, Sarah Bernhardt o Isadora Duncan,
formando parte del repertorio de la actriz canciones tan conocidas como: “El relicario”, “La violetera”, "Flor de
té", "Doña Mariquita" y "La Modistilla", entre
otras. De fuerte carácter y testaruda como buena maña, declinó al
parecer intimidades con el monarca Alfonso XIII, mujeriego contumaz como
buen borbón, quien si las consiguió de otras ilustres damas de la época
como la aristócrata Soledad Quiñones la renombrada tiple Julia Fons, la
contralto Gabriella Besanzoni, la soprano Geneviève Vix, la Bella Otero, la famosa
artista de variedades Celia Gámez, Marichu de Lis, la
aristrocrata francesa (y con marido) Mélanie de Vilmorin, con quien tuvo
un hijo, la cual solía decir a sus íntimos, “Jamás he engañado a mi
marido, los reyes no cuentan”, y la conocida cupletista Consuelo Portella
“La bella Chelito” que según comentarios de la época, se encargó de
desvirgarle.
“He nacido y moriré infante de
España, como tú has nacido y morirás rey de España, mucho tiempo después de que
tus súbditos te hayan dado la patada en el culo que mereces”: se lo dijo a Alfonso XIII, en 1924 (siete años
antes de que la profecía se cumpliese), su primo Luís Fernando de Orleáns y Borbón. Motivó la grosería que
el Rey le había quitado el título de infante por saberle implicado en un
grave delito: la muerte por estrangulamiento de un joven durante una orgía
homosexual en la que completaba el trío cierto aristócrata portugués,
amante de Luís
Fernando. Ambos habían paseado por París el cadáver del
desdichado, envuelto en una manta, intentando colocárselo a las
embajadas española o lusa para huir de la justicia acogiéndose a la
extraterritorialidad.
“La separación entre Alfonso XIII y Victoria Eugenia no fue fácil. Cada uno defendió sus intereses y no hubo forma de que mantuvieran una relación siquiera de amistad. El rencor era demasiado profundo. Victoria Eugenia vivió en distintos países, entre ellos Suiza e Inglaterra, alejada tanto de su marido como de sus hijos, ya que se negó a asistir a sus bodas, lo que hizo que los monárquicos españoles la rechazaran todavía más. Sin embargo, en 1940, Victoria Eugenia sí asistió a la boda de la infanta Cristina, quizás también por el empeoramiento de salud del rey. Parece ser que finalmente lograron hacer las paces.” (María José Rubio),
Alfonso
XIII y la pornografía
Este cachondo personaje, aparte de tirarse a todo lo
que se movía y ser asiduo de lupanares, - tenía uno para él sólo en Chueca -era
un gran aficionado al incipiente cine pornográfico de la época. Se cree que
entró en contacto con ese mundo en sus viajes por Europa y Estados Unidos, y
viendo que en España no había nada parecido, le encargó al Conde de Romanones que buscase
a la gente adecuada para llevar a cabo la producción y realización de algunas
películas porno para su disfrute personal. Fue el primer coleccionista de cine
porno en España y en el Palacio de Oriente tenía una sala de proyección.
El Conde de Romanones al
menos encargó tres cortometrajes a los hermanos Ricardo y Ramón Baños, dueños de la productora
barcelonesa Royal Films. Los títulos de las cintas son: El
ministro, Consultorio de señoras y El confesor.
Fueron halladas
recientemente por el productor José Luís Rado y
el periodista Sigfrid Monleón.
Son
cortometrajes ya que su duración no llega a la de una película y están fechados
entre 1920 y 1926.
La Filmoteca de la Generalidad Valenciana se
encargó de su restauración, con lo cual ya están al alcance de cualquier
investigador.
Lo más gracioso del asunto, es
que el monarca pornógrafo no sólo pagaba por estas pelis sino que a menudo
sugería argumentos y situaciones en el guión.
La ajetreada vida sexual de
Alfonso XIII queda reflejada en un suceso que ocurrió en un viaje a
Hollywood de este Borbón vividor - follador.
Fatty Arbuckle era una estrella. Acababa de firmar un contrato
que lo convertía en el actor mejor pagado del cine mudo del momento, y decidió
celebrarlo con una fiesta con un par de amigos, chicas y alcohol.
[Chicas, alcohol, chicas, alcohol, botellas de
champagne, chicas, botellas de champagne dentro de una chica, más alcohol,
chicas-chicas-chicas. Hey, chicas, ¡alohol!, más adentro la botella de
champagne, chicas, hey, hey. Sangre. Sangre. Alcohol. Champagne. Sangre.
Chicas... ¡ UY ! una muerta.]
Alfonso XIII – ya derrocado rey de España y gran
pornógrafo – estaba pasando una temporada en Hollywood, en la casa del actor Douglas Fairbanks quien, como
excelente anfitrión, un día le preguntó:
Douglas Fairbanks: Majestad, ¿hay
alguna estrella de Hollywood a quien desee conocer?
Alfonso XIII: ¡A Fatty Arbuckle!
Douglas Fairbanks: Mmmmm, vaya,
Majestad. Me temo que eso no va a ser posible: desde que Fatty violó a aquella
chica con una botella de champagne y le provocó una hemorragia de muerte
(literal), Fatty no es – precisamente – un personaje popular en Hollywood.
Alfonso XIII: ¡Qué injusticia! Eso
le podría haber pasado a cualquiera de nosotros.
(http://haciaelcolapso.blogspot.com/2013/04/5-entrada-intrahistoria-xi-la
dinastia.html#ixzz2hougeurb)
La herencia de Alfonso XIII
La escritora Mirian Rubio en una
reseña del libro del periodista y historiador
José María Zabala: El Patrimonio
de los Borbones: La sorprendente historia de la fortuna de Alfonso XIII y la
herencia de D. Juan. Nos dice:
“Entre los datos que destacan en
su obra, sorprende la pasión heredada de todos los miembros reales por el mar y
los vehículos o los gastos que el abuelo del Rey Juan Carlos hizo durante el tiempo que vivió fuera de España.
“Alfonso XIII no fue un santo por mucho que sus hagiógrafos, que son legión,
hayan intentado que así lo pareciese”, comenta Zavala a Vanitatis.
Y es que, según los datos que
maneja el autor del libro, el monarca “vivió sus diez años de exilio a cuerpo
de rey, nunca mejor dicho, gastando alrededor de 3 millones de euros anuales
(500 millones de las antiguas pesetas) en viajes, hoteles, restaurantes de
lujo, caprichos e incluso en las fastuosas bodas de sus tres hijos Juan, Jaime y Cristina de Borbón
y Battenberg”.
La figura de Alfonso XIII puede
ser quizá una de las más interesantes ya que, según el autor del libro, “fue un
rey perjuro, como su bisabuelo materno Fernando
VII, pues juró fidelidad a la Constitución de 1876 ante los Santos Evangelios y
luego apoyó la dictadura de Primo de
Rivera”.
Zavala comenta que “pese a estos
y otros oscuros borrones en su biografía nunca antes contados, Alfonso XIII fue
el primer y único Borbón español considerado como un gran ‘hombre de negocios’,
que invirtió con acierto en decenas de empresas de diversos sectores, desde el
automóvil hasta el cine o las infraestructuras; además de, por supuesto, en la Bolsa”.
El autor del libro que repasa
las posesiones de Alfonso XIII y la herencia que llegó a estar en manos de Don
Juan, padre del Rey actual, refleja esa doble vertiente del monarca hablando
sobre sus negocios. “Su honradez fue seriamente cuestionada por el juez Mariano Luján,
titular de Juzgado de Instrucción nº 10 de Madrid, que le implicó en delitos de
estafa y apropiación indebida por su participación en las carreras de galgos en
pista cubierta prohibidas entonces en España”.
Hay quien alega que Alfonso
XIII había llevado una vida austera y sin grandes lujos. A este respecto,
después de investigar en los archivos, Zavala asegura que el monarca “llegó a
manejar una fortuna de 144 millones de euros”. Sin embargo, de esa fortuna, “al
abandonar para siempre España, en abril de 1931, conservaba un tercio de la
misma -48 millones de euros- en bancos de París y Londres, sobre todo”.
Tras una vida repartida entre
España y el exilio, “a su muerte, en 1941, el principal beneficiado por su
testamento fue su hijo don Juan de Borbón, en detrimento de sus hermanos Jaime,
Beatriz y Cristina”.
Sobre su pasión náutica, que
tanto Don Juan como el Rey Juan Carlos han heredado, el autor hace en su obra
un repaso de los barcos que llevaron su impronta, como los yates Hispanias, el
primero de los cuales costó entonces una fortuna: 86.021 pesetas, un precio que
equiparado a la actualidad serían algo así como 330.000 euros (55 millones de
pesetas) o el trasatlántico Alfonso XIII, un auténtico palacio flotante que
acabaría convertido, con el paso de los años en un pesquero que la compañía
Pescanova utilizó para sus labores comerciales”. (Mirian Rubio, 2010)
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