Capitulo VI
Chaurero N Eguerew
José I Bonaparte:
Nació en Ajaccio, Córcega el 7 de enero de 1768, Hijo de Carlo
Bonaparte y de Letizia Ramolino, y el mayor de trece hermanos.
Cursó estudios de leyes en Pisa (Italia) y en 1796 formó
parte en la campaña de Napoleón en Italia. Un año después tomó un cargo como
diplomático, primero en la corte de Parma y después en Roma, durante la I República francesa.
Teniente general del Imperio francés (1814).
Fue miembro del Consejo de los Quinientos, el órgano legislativo
inferior en la época del Directorio, en 1798. Durante las Guerras Napoleónicas,
actuó como enviado de su hermano y firmó tratados con Estados Unidos, Austria,
Gran Bretaña y el Vaticano. En 1806, Napoleón le nombró rey de Nápoles, en
donde reinó hasta 1808, fecha en la que su hermano le concedió el trono de
España. Reinó como José I, buscando el apoyo político de los grupos de
ilustrados españoles, cuyos miembros eran los denominados afrancesados sin
lograr hacer triunfar el programa reformista de su gobierno, basado en la Constitución de
Bayona.
José Bonaparte, el 1 de agosto de 1794, casó con
María Julia Clary, hija de un comerciante francés, con quien tuvo dos hijas,
Zenaida y Carlota.
Pese a ser un matrimonio que se procesó afecto y
respeto, pasaron la mayor parte de sus días separados, pues ni Julia vino a
España a compartir con su marido el tambaleante trono español, ni lo acompañó,
tras la caída del Imperio, en su exilio estadounidense, debido a su precario
estado de salud.
Julia Clary tenía treinta y siete años en 1808,
cuando su marido fue designado Rey de España. Nunca pisó suelo español y fue
una reina desconocida por sus súbditos y esperada en vano por los llamados
“afrancesados”. Aquello, sin duda, la libró de la humillación de sentirse
impopular, algo que sí vivió su marido, y del fracaso final y la angustia de la
huida.
Alejada de las intrigas palaciegas y de las
discordias entre los dos hermanos Bonaparte, vivió durante todo su reinado
español en Mortefontaine, a la afueras de París. Murió en Florencia en 1845.
A pesar de ser un rey impuesto
por Napoleón, era un hombre realmente ilustrado, lideró una de las pocas cortes
honestas y sin desordenes y escándalos sexuales que tuvieron los españoles:
“... No sólo por su carácter y costumbres, sino por su gobierno constitucional
–el primero que tuvo España-, el rey
José hubiese podido ser el soberano excelente y necesario para el salto que
representaba el cambio de las antiguas estructuras monárquicas absolutistas a
las liberales, marcadas por las
directrices políticas europeas en boga a principios del siglo XIX.
Posiblemente ese país se hubiese ahorrado muchos años de sangre, si la dinastía
fundada por José se hubiera podido consolidar tan firmemente como, por ejemplo,
la de su cuñado Bernadotte en Suecia...”
Rey de la España Napoleónica
entre el 6 de junio de 1808 y el 11 de diciembre de 1813
En España, su proclamación como monarca fue precipitada por
el incremento de la violencia que siguió al episodio del Levantamiento del 2 de
mayo y culminó un periodo de convulsiones e intrigas políticas instigadas por
la estrategia del emperador Napoleón I para obtener la abdicación del trono de
la dinastía reinante de Carlos IV de España asegurando la influencia y primacía
del primer imperio francés e incrementando la dependencia española para con los
intereses políticos, económicos y militares bonapartistas, en detrimento de sus
naciones enemigas, principalmente Portugal y Gran Bretaña. Sin embargo, lejos
de obtener una legitimación ante la mayoría de la opinión pública y de frenar
la dinámica de enfrentamiento armado, esta proclamación fue rechazada por los
órganos de poder autóctonos como el Consejo de Castilla y la Junta Suprema
Central y más adelante, por las Cortes de Cádiz, decidiendo la generalización
del conflicto de la conocida como guerra de la independencia española.
Algunas incidencias en esta colonia como
consecuencia de la situación política en la metrópoli
Ante las
noticias que llegaban desde la metrópoli que anunciaban la invasión de las
tropas francesas en 1808, la máxima autoridad española en la colonia Canaria el Comandante General,
Marqués de Casa Cagigal, convocó Cabildo General en La Laguna (Tenerife) para el
día 11 de julio.
Con
anterioridad él había comunicado a sus superiores la existencia de un partido
contrario a su gobierno:
Procuraré
indagar todo lo que sea conducente al bien público, debiendo sólo informar a
V.E. de que la fermentación es general y pública, y que está sostenida por el
mencionado Teniente del Rey [Don Carlos O´Donnell ], secundado, según voz
general, del marqués de Villanueva del Prado y don Juan Próspero de Torres
Chirino, habitantes de la ciudad de La Laguna, a lo cual me inclino porque uno y otro
han venido a consultar conmigo, bajo el pretexto de saber mi opinión sobre lo
que ahí puede mandarse, que es la pregunta idéntica del oficio de O´Donnell. Yo
no puedo resolverme a dar crédito a las voces que corren en cuanto a entregar
ésta a los ingleses, pero si es seguro que, sea cual fuese el método y el
sistema que quieran abrazar, la opinión de O´Donnell y los suyos es resistir al
nuevo orden de cosas que se establecerá, y por eso lo conceptúo de
insurrección. Tomo todas las medidas que pide la prudencia para evitar sus resultas.
De aquí, S.E., el estilo y método de mi contestación a don Carlos O´Donnell.
Tengo escrito a la Real
Audiencia para que se junte en Cabildo general, porque estoy
cierto que la gente sensata de las islas piensa de otro modo que los que siguen
el partido a cuya cabeza ha querido ponerse O´Donnell, que obra en mi concepto
por odio personal contra mí y por su antigua manía a favor de los ingleses.
V.E. verá ahora más que nunca la necesidad de que venga a relevarme un general
español con facultades omnímodas, y que sea de aquellos cuyo tino y prudencia
puedan mejorar las tristes circunstancias en que esto se halla…
Con
esta noticia que puede ser de tanto interés por las consecuencias e influencias
subsecuentes de que las Américas se entreguen a los ingleses, envío por la vía
de Mogador saliendo de la
Gran Canaria al oficial dador, de cuya actividad y celo estoy
muy convencido, y que V.E. resolverá lo que fuera más justo, teniendo a bien
reflexionar lo que me importan los momentos en asuntos de igual naturaleza.
Marqués
de Casa Cagigal
Comandante
General de Canarias
Después
del objetivo inicial de destituir al Comandante General, los miembros del
Cabildo Colonial General de la isla de Tenerife constituyeron una Junta
Gubernativa que, a imitación de las creadas en España, se declara Suprema de
Canarias, es decir, asumen el control de todo el Archipiélago, nada visto hasta
ese momento, en la colonia argumentando que la situación de emergencia obligaba
a tomar esa medida, solicitando el envío de vocales de las otras islas, de las
instituciones civiles y eclesiásticas de la “provincia.” Esta decisión
impulsará el enfrentamiento entre las instituciones de Tenerife y Gran Canaria,
en lo que se conoce como Pleito Insular, situación que en ocasiones de manera
abierta y en otras encubiertas ha venido sosteniendo desde entonces la
metrópoli con objeto de mantener dividida a la población canaria, y así
continuar con su explotación colonial apoyándose en los intereses económicos y
prebendas de una clase criolla caciquil y dependiente.
El 1 de
septiembre de 1808 estalló en la
Plaza de Santa Ana de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria
una revuelta contra las autoridades impuesta por la Junta Suprema de
Tenerife, dando inicio a lo que han venido denominando Pleito Insular.
Tras la
ocupación de España por las tropas francesas en 1808, la Junta Suprema de Canarias
barajó la idea de independizarse de la corona de España para convertirse en
protectorado británico, integrarse en los Estados Unidos, al imperio del Brasil
o a la América
hispana
Aquella convulsa
situación de inestabilidad política en la metrópoli pudo haber sido aprovechada
para la liberación de Canarias, pero
como ha sucedido en otras oportunidades históricas, la burguesía caciquil
colonial prefirió arañar algunas prebendas que asumir la responsabilidad de la
liberación de la matria,
Según explica el
Doctor en Historia y profesor titular de Historia de América de la Universidad de La Laguna. Manuel Hernández,
quien reproduce en el libro La junta suprema de Canarias y la emancipación americana:
“el informe que elaboraron sus miembros cuando el poder de la monarquía
borbónica española fue sustituido por el de José Bonaparte, satélite de la Francia imperial, en el
que analiza además el protagonismo de las clases dirigentes tinerfeñas de la
época, lideradas por el criollo marqués de Villanueva del Prado, Alonso de Nava y Grimón,
ya que constituyeron la
Junta Suprema tras destituir de su cargo al capitán general
de la colonia con el objetivo de hacerse con el control político en todas las
Islas. Control que sólo encontró el rechazo de los dirigentes del Cabildo de
Gran Canaria.
"Ante
la evolución de los acontecimientos en la Península, estas elites decidieron plantear el
futuro del archipiélago. Y tal y como explican en su informe aprovecharon la
coyuntura política del momento para obtener un estatus de privilegio, ya que
por aquel entonces se pensaba que Napoleón no iba a salir nunca de España",
señala el historiador, que añade que este asunto se debatió en la Junta y tras barajar
numerosas alternativas, entre las cuales se planteó la unión con la América hispana, la de
integrarse a los Estados Unidos o la alcanzar un estatus especial si se
agregaba al imperio del Brasil, finalmente se acordó el de crear una
república independiente bajo protectorado británico. “Para tal fin
fue fletado un barco para Gran Bretaña para negociarlo con el gobierno
británico, aunque se frustró porque el navío fue hundido”,
Estas circunstancias provocaron, cierta
inquietud en los criollos de Canarias, lo que condujo finalmente a la
disolución de la Junta
Suprema y a su posterior integración en la Junta Central del
Reino de España. El historiador señala que uno de los miembros de la Junta Suprema de
Canarias, el marqués de El Sauzal, Gaspar de Franchy, que pasó gran
parte de su vida en Francia, afirmó que esa “inquietud o miedo” tuvo
su origen en la personalidad de Alonso de Nava, ya que no quiso que la Junta mantuviera a partir de
entonces su operatividad.” (Manuel Hernández).
Tras cinco años de reinado en España, José I, regresó a Francia expulsado por los
insurgentes españoles. En 1815, tras la derrota definitiva de Napoleón, emigró
a Estados Unidos, donde permaneció hasta 1832. Regresó a Europa y tras una
breve permanencia en Inglaterra, falleció el 28 de julio de 1844 en Florencia
La vuelta de Fernando VII como monarca absoluto no es un
hecho asilado en Europa. Se inscribe dentro de un proceso general de
“restauración”del Antiguo Régimen en todas las monarquías europeas. Las
potencias vencedoras de Napoleón (Prusia, Austria, Rusia, Inglaterra)
impusieron una política de equilibrio, legitimismo e intervensionismo, a través
de diferentes acuerdos como la
Santa Alianza, creada con el fin de preservar a Europa y sus
colonias de los movimientos liberales o revolucionarios.
El reinado de
Fernando VII, comienza en 1814 cuando por el Tratado de Valençay (diciembre de 1813), Napoleón devolvía la Corona española a este
monarca (hijo de Carlos IV), lo reconocía como rey legítimo y retiraba las
tropas francesas de aquel país.
El rey fue liberado en Marzo de 1814, momento en que
regresó a España.
Fernando VII entró en España el 22 de
marzo de 1814, recibido por continuas aclamaciones populares. El 12 de abril un
grupo de diputados a Cortes absolutistas le presentaron el conocido como Manifiesto de los Persas en el que le
reclamaban la vuelta al absolutismo. En el afirmaban: “Señor, era costumbre
entre los antiguos persas pasar cinco días de anarquía después del fallecimiento
de su rey, a fin de que la experiencia de los asesinatos, robos y otras
desgracias, les obligase a ser más fieles a su sucesor...”, para mejor apreciar
después los rigores de un gobierno firme y de poder.
Finalmente, Fernando VII terminó por decidirse y
el 4 de mayo de 1814 emite
en Valencia un decreto por el que disolvía las Cortes, abolía la Constitución de 1812
y toda la labor legislativa de las Cortes de Cádiz y restablecía el absolutismo, España volvía a su estado natural de barbarie
y oscurantismo.
Isabel II de Borbón
o de España
Isabel II nació del cuarto matrimonio de Fernando VII con
su sobrina María Cristina de Borbón, poco después de que el rey promulgara la Pragmática por la que
se restablecía el derecho sucesorio tradicional castellano, según el cual
podían acceder al Trono las mujeres en caso de morir el monarca sin
descendientes varones.
En virtud de aquella norma, Isabel II fue jurada como
princesa de Asturias en 1833 y proclamada reina al morir su padre en aquel
mismo año; sin embargo, su tío Carlos María Isidro no reconoció la legitimidad
de esta sucesión, reclamando su derecho al Trono en virtud de la legislación
anterior y desencadenando con esta actitud la Primera Guerra
Carlista (1833-40).
Hasta que Isabel II alcanzara la mayoría de edad, la Regencia recayó en su
madre María Cristina, la cual encabezó la defensa de sus derechos dinásticos
contra los partidarios de don Carlos; para ello entabló una alianza con los
liberales, que veían en la opción isabelina la posibilidad de hacer triunfar
sus ideas frente al partido absolutista agrupado en torno a don Carlos.
Maria Cristina de Borbón, asumió
de inmediato la regencia en nombre de su hija, Isabel II, y prometió a los
liberales una política distinta a la del fallecido rey. Parte de la sociedad
española estaba expectante ante un posible cambio en el reinado que se iniciaba
y que incorporase al país los modelos de corte liberal que se desarrollaban en
algunas naciones de Europa.
En consecuencia, llamó al gobierno a los liberales y aceptó
el régimen semiconstitucional del Estatuto Real (1834); la presión de
los liberales más avanzados le obligaría luego a admitir la nacionalización de
los bienes de la Iglesia
(desamortización de Mendizábal) y el establecimiento de un régimen propiamente
liberal (Constitución de 1837). Entretanto, la suerte de las armas fue
favorable para la causa de Isabel, pues los ejércitos de Espartero consiguieron
imponerse a los carlistas en el frente del Norte (Convenio de Vergara de 1839)
y en el Maestrazgo (derrota de Cabrera en 1840).
Cuando ya tenía asegurado el trono para su hija
Isabel, la regente María Cristina no se preocupó de la preparación educativa y
política de su hija para el desempeño de tal alto cargo y exclusivamente se
dedicó a su nuevo amante. Tampoco el poder político ya fueron los progresistas
o moderados, se preocuparon de preparar a Isabel II, pues todos partían del
principio básico de que cuando más ignorante permaneciera, mejor resultaría
servirse de ella y de su cargo.
Las fatigas del
enfrentamiento armado no impidieron, sin embargo, que apenas transcurridos dos
meses de su temprana viudez de Fernando VII, María Cristina ocupara
encendidamente su corazón con la compañía de Fernando Muñoz, joven capitán de
su guardia dos años menor que ella. El amor que le inspiró Fernando Muñoz, a
quien pronto comenzaron a llamar Fernando VIII, fue tan irrefrenable que las
sospechas trascendieron pese a los esfuerzos por mantener oculta la relación y
el subsecuente matrimonio secreto, tal vez porque los numerosos embarazos que
llevó a feliz término delataban, con elocuencia, la intromisión de otra persona
en su vida. En los corrillos se decía: “La Regente es una dama casada
en secreto y embarazada en público”.
En aquel mismo año, sin embargo, María Cristina fue
apartada de la Regencia
y expulsada de España, desacreditada por su matrimonio morganático y por su
actitud reacia al liberalismo progresista; el propio general Espartero le
sucedió como regente en 1841. Por entonces se habían decantado ya las dos
corrientes en las que se dividió la “familia” liberal: el partido moderado (conservador)
y el partido progresista (liberal avanzado).
Después de tres años de Regencia de Espartero y de
consiguiente predominio político de los progresistas, en 1843 fue derrocado el
regente por un movimiento en el que participaron moderados y progresistas
descontentos (1843); para evitar una nueva Regencia, se decidió adelantar la
mayoría de edad de Isabel II, quien comenzó, por tanto, su reinado personal con
sólo 13 años. Una maniobra de los moderados completó la operación apartando del
poder al progresista Olózaga bajo la acusación de haber forzado la voluntad de
la reina niña.
Todo en Isabel II fue precoz: huérfana de padre a los tres años, alejada
de su madre a los diez, reina a los trece, casada a los dieciséis y derrocada a
los treinta y ocho.
Como queda dicho a muerte de Fernando VII que no dejó descendencia
masculina, desató este grave pleito familiar en España, que se zanjó por la
fuerza de las armas, en la cruenta disputa por el trono. Finalmente, la elegida
fue Isabel II, cuyo reinado se transformó en un infierno de intrigas y golpes
de estado, además de que su prestigio personal se vio afectado por los
escándalos en su vida privada y por el favoritismo que mostraba hacia el
partido moderado de los que abogaban por una monarquía constitucional. Desde
que tenía tres años, la boda de Isabel fue un asunto de estado.
Fueron muchos los nombres que se barajaron, para el futuro esposo de la
reina. Finalmente, el elegido fue su primo hermano, Francisco de Asís, el menos
indicado, ya que nunca pudo satisfacer la fogosidad de la reina.
¿Por qué se lo
eligió? Posiblemente porque, a diferencia de otros candidatos, quienes
manejaban las riendas del poder, creían que sería el que traería menos
inconvenientes.
Lo que no resultó
acertado en absoluto, ya que la joven Isabel sentía aversión e incluso
repugnancia hacia su primo, a quien la mitad de España señalaba como
homosexual.“ ¡No, con Paquita no!”, dicen que exclamó Isabel, cuando se enteró
que se lo había elegido a su primo. Y parece que su amargura fue tanta, que
hasta amenazó con abdicar. Como fuere, la boda se celebró el 10 de octubre de
1846, el mismo día en que Isabel cumplía dieciséis años y fue simultánea con la
de su hermana, la infanta Luisa Fernanda con el francés Antonio de Orleáns,
duque de Montpensier, que se transformó en su ambicioso cuñado, uno de los
personajes más desestabilizadores del reinado por sus pretensiones al trono
quien patrocinaría, veintidós años después, el golpe de estado que derrocaría a
la reina.
Los
preceptores de Isabel II
El preceptor mayor era Agustín Arguelles, su
profesor general José Vicente Ventosa, su maestro de música, Francisco
Frontela, también llamado Valldemosa y también formaba parte de los preceptores
Salustiano Olózaga, hombre inteligente y que destacaba por su gran preparación
jurídica.
Estos preceptores están en el inicio de las
habilidades sexuales de Isabel II. José Vicente Ventosa fue expulsado de
palacio por razones graves. Francisco Frontela, se le conocía como el amante de
la reina y ésta le concedió la
Cruz de Carlos III. Salustiano Olózaga fue el encargado de
desflorarla y de iniciarla en los principios amorosos
Isabel II tenía un carácter temperamental y
apasionado, al mismo tiempo que mostraba una ardiente sensualidad probablemente
heredada de su madre. Otro aspecto muy reseñable era su gran generosidad y su
ánimo alegre y vivaraz, que hacía muy agradable su presencia
De esta época podemos valorar la descripción que
hace el conde de Romanones de Isabel II
“A los diez años Isabel
resultaba atrasada, apenas si sabía leer con rapidez, la forma de su letra era
la propia de las mujeres del pueblo, de la aritmética apenas sólo sabía sumar
siempre que los sumandos fueran sencillos, su ortografía pésima. Odiaba la
lectura, sus únicos entretenimientos eran lo juguetes y los perritos. Por haber
estado exclusivamente en manos de los camaristas ignoraba las reglas del buen
comer, su comportamiento en la mesa era deplorable, y todas esas características,
de algún modo, la acompañaron toda su vida”. (
Su noche de boda fue un fracaso. Es conocido el
comentario que hace Isabel II al diplomático criollo canario León y Castillo “que
voy a decir de un hombre que en la noche de bodas llevaba en su camisa más
bordados que yo en la mía”.
Algunos de los
amantes de Isabel II
Un excelente retrato de esta
reina Borbón no lo ofrece
“La vida de Isabel II se basa en una fiesta
continua. Se acostaba a las cinco de la mañana y se levantaba a las tres de la
tarde. Este modo de vida levantaba fuertes críticas en la sociedad española.
El primer amante oficial fue el general Serrano a
quien Isabel II le calificaba “el general bonito”, y producía un
auténtico escándalo porque la reina lo perseguía por todos los cuarteles de
Madrid. Llegó a tal nivel el escándalo, que el ejército decidió trasladarlo
fuera de Madrid.
Otros amantes reconocidos son el cantante José
Mirall, cuya voz entusiasmaba a la reina. El conocido compositor Emiliano
Arrieta, el coronel Gándara, también Manuel Lorenzo de Acuña, marqués de Bedma.
Destaca el capitán José María Arana, conocido como ”el pollo Arana”,
en esta relación hay una anécdota que su marido Francisco de Asís, un día le
dijo a la reina que tuviera cuidado con el pollo Arana, que le estaba poniendo
los cuernos. Lo ascendió a coronel y le otorgó la Cruz Laureada de San
Fernando y fruto de esa relación nació la infanta Isabel que sería llamada
popularmente la Araneja
y también la Chata.
Otra relación también muy conocida fue con el
capitán de ingenieros Enrique Puig Moltó conocido como “el pollo real”,
que fue el padre de Alfonso XII, al que llamaron puigmolteño. Se dice que un
día hablando Isabel con su hijo Alfonso XII de dijo “Hijo mío, la única
sangre Borbón que corre por tus venas es la mía”.
Otro amante reconocido fue el general O´Donnell
que había llegado al poder con la Vicalvarada iniciándose un periodo histórico
conocido como el bienio progresista, dirigido dicho gobierno por la Unión Liberal
(1854-1856). O´Donnell se sintió atraído por Isabel II y ésta le respondía,
cultivando un amor platónico que aumenta su comprensión y confianza mutua. La
diferencia de edad entre ambos, veintiún años no les importaba nada. Sin
embargo, este entendimiento fue cambiando por la influencia conservadora que
ejercían sobre la reina, el padre Claret y sor Patrocinio, conocida como la
monja de las Llagas, que intentaban neutralizar las medidas liberales que el
gobierno de O´Donnell tomaba sobre la Iglesia. Esto llevó a que Isabel II humillara
públicamente a O´Donnell, provocando su cese.
Cabe destacar la anécdota de que en el año 1860,
O´Donnell va a despedirse de Isabel II antes de iniciar una nueva guerra en
Marruecos, la reina le dice cariñosamente que si ella fuera hombre iría con él.
Francisco de Asís que estaba presente, añadió “lo mismo te dijo O´Donnell, lo
mismo te dijo”.
Otros amantes fueron el secretario Miguel
Tenorio; el cantante Tirso Obregón; José de Murga y Reolid, marqués de Linares
por concesión real; el gobernador de Madrid y posterior ministro de Ultramar,
Carlos Marfori y Calleja que le acompañará a París cuando se exilia por el
triunfo de la Gloriosa
de 1868. El capitán de artillería, José Ramón de la Puente. Fruto de
estas relaciones tuvo los siguientes hijos:
- El 20 de mayo de 1849 da a luz un varón
fallecido en el parto, hijo del marqués de Bedmar.
- El 12 de julio de 1850 dio a luz un nuevo varón
que falleció a los cinco minutos de nacer, enterrado en el Panteón de príncipes
de El escorial y que probablemente fuera hijo del rey consorte Francisco de
Asís de Borbón.
- El 20 de diciembre de 1851, dio a luz a la
infanta María Isabel Francisca de Asís, popularmente conocida como la Chata, princesa de Asturias,
hasta el nacimiento de Alfonso XII, hija del capitán José Ruiz Arana.
- El 5 de enero de 1854, nace la infanta María
cristina, muerta al poco de nacer y que fue enterrada en el Panteón de El
escorial, de padre desconocido.
- El 24 de noviembre de 1855, tuvo un aborto
avanzado, tras haberse publicado en la Gaceta de Madrid el embarazo real, de padre no
conocido.
- El 20 de junio de 1856, hay un nuevo aborto de
padre no conocido
- El 28 de noviembre de 1857; Alfonso, príncipe
de Asturias y más tarde rey de España, era hijo del capitán de ingenieros
Enrique Puig Moltó.
- El 26 de diciembre de 1859, da a luz a la
infanta Concepción, muerta a los veintiún meses, hija del rey consorte.
- En el año 1861 tuvo a María del Pilar
Berenguela fallecida a los dieciocho años.
- En el año 1862 tuvo a María de la Paz de Borbón y Borbón, que
fue casada con Luis Fernando de Baviera.
- En el año 1864 tuvo a María Eulalia de Borbón y
Borbón, duquesa de Galliera, fue casada con Antonio de Orleans y Borbón.
- En el año 1866 nació Francisco de Asís Leopoldo
de Borbón y Borbón, fallecido a las pocas semanas de nacer.
Mientras todo esto sucedía su marido francisco de
Asís y Borbón tuvo un amigo de por vida, Antonio Ramón Meneses, con el que
convivió toda su vida. Ante los continuos amantes de Isabel II, los asumió con
naturalidad. Por el reconocimiento de la paternidad de los hijos de Isabel II
recibía a cambio un millón de reales por hacer la presentación de cada uno de
ellos.
El dos de febrero de 1852, Isabel II sufrió un
atentado en la presentación de su hija Isabel, siendo atacada por el cura
Merino con un puñal, pero fracasó en el intento porque el cuchillo chocó con
las ballenas del corset de Isabel II y sólo tuvo una herida superficial.
El 28 de septiembre de 1868 se produce el levantamiento
de la Gloriosa,
encabezada por los generales Prim, Serrano y el almirante Topete que contó con
un gran apoyo popular que cantaban el himno de Riego y gritaban ¡Mueran
los Borbones! Y que en algunos momentos se convirtió en ¡Mueran
los bribones!. Esto supuso la salida de Isabel II al exilio de París.
Desde él no dejó de conspirar e hizo todo lo posible para que su hijo Alfonso
XII recuperara el trono como así sucedió en el año 1874.
Isabel II muere el 16 de abril de 1904. El
historiador conservador José Luis Comellas hace un retrato de Isabel II “Desenvuelta,
castiza, plena de espontaneidad y majeza, en la que el humor y el rasgo amable
se mezclan con la chabacanería y con la ordinariez, apasionada por la España cuya secular corona
ceñía y también por sus amantes.
El escritor Valle Inclán en su obra “la corte
de los milagros“ hace la siguiente descripción: “La Católica Majestad,
vestida con una bata de ringorrangos, flamencota, herpética, rubiales,
encendidos los ojos del sueño, pintados los labios como las boqueras del
chocolate, tenía esa expresión, un poco manflota, de las peponas de ocho
cuartos”.
En fin, “de casta le viene al galgo”.
Un episodio poco conocido: El destierro del infante Enrique de Borbón a
la colonia canaria.
Enrique María Fernando Carlos Francisco Luís de Borbón y Borbón-Dos
Sicilias (Sevilla, 17 de abril de 1823 - cerca de Alarcón, 12 de marzo
de 1870) fue un infante de España y I duque de Sevilla, Grande de España.
Era el cuarto hijo y tercer varón del infante
Francisco de Paula de Borbón y su primera esposa, la princesa Luisa
Carlota de Borbón-Dos Sicilias, y fue conocido por sus ideas revolucionarias y
progresistas durante el reinado de su prima y cuñada, la reina Isabel II.
La historiadora Maria Teresa
Manchen nos impone de uno de los frecuentes destierros de personajes incómodos
en la metrópoli a esta colonia canaria, en esta oportunidad se trata de un
miembro de la casta de los Bombones:
“El infante don Enrique de Borbón, hijo de los infantes don Francisco de Paula y doña Luisa Carlota, y por lo tanto primo de la reina Isabel 11, nace durante el reinado de Fernando VII, concretamente en 1823. Ya desde su infancia y en su primera juventud muestra una personalidad que le hace aparecer como orgulloso, de fuerte carácter, de genio altanero, ardiente e impetuoso y, sobre todo, insatisfecho con el tipo de vida que le toca vivir desde su niñez…
La complicada vida de sus padres, de ideología avanzada y participantes, en diferentes ocasiones, en conatos revolucionarios e intrigas, les llevará en más de una ocasión a vivir algunas etapas de su vida en el destierro. Algunas de estas épocas van a coincidir con la infancia de sus hijos, y esta situación va a influir de forma bastante clara en el carácter y forma de ser del segundo: el infante don Enrique…
Quizá por este motivo, en sus comienzos, y a fin de desmentir la idea que ya habia circulado de que este Gobierno había sido planeado por la reina y Q'Donnell con el fin de seguir «una política de resistencia que encauzara a la democracia» inicia su mandato con una cierta apisriencia liberal y con un programa que intenta confirmarla; se disuelven las Cortes y pronto se empieza a hablar de elecciones. Cuando surge este tema, sin ocuparnos aquí de todos los problemas políticos que tal cuestión plantea, sino sólo lo que hace referencia al infante don Enrique, vemos que no va a pasar mucho tiempo sin que el infante se dirija al presidente del Gobierno para recordarle su deseo, en ocasiones anteriores ya apuntado, de ocupar un puesto en el Senado.
No es ahora la primera vez que don Enrique anhela este puesto, ya que en años anteriores lo había solicitado y la reina había considerado conveniente aplazar su candidatura para dicho puesto por considerar que era mejor para su primo el cargo de capitán general de la Armada; ahora bien, como exento de servicio.
Pasado algún tiempo, don Enrique se quejará de que todavía no ha tenido confirmación para el mismo.
Por eso ahora, al hablarse de elecciones, vuelve a insistir en lo que fue su deseo y se dirige a Isabel 11, en esta ocasión en términos tales que su actitud le va a suponer un nuevo destierro.
Acusa así a la reina de faltar al cumplimiento de su palabra y le recuerda “que si en los caballeros particulares la palabra es tan sagrada que constituye la norma de sus acciones, en los soberanos es aún más importante, porque forma la base de su prestigio, fuerza de las dinastías”
En semejantes términos se va a dirigir a Narvález, y cuando ambas reclamaciones llegan al Consejo de Ministros;, éste, reunido, establece que no se pueden permitir tales actitudes hacia la reina y hacia un jefe de Gobierno y que es necesario castigar al
infante, llegando al acuerdo de que sea desterrado. Determinación que presentan a la reina, exponiéndole detalladamente las causas que la han motivado y que puntualizan del siguiente modo:
1) Que las personas que pertenecen a la familia real están más obligadas que nadie, por su nacimiento y jerarquía, a mayor sumisión que los demás súbditos, por lo que en el caso de que esto no se cumpla, el Gobierno tiene que evitar que se quebrante tal sumisión.
2) Que en todas las monarquías, pero especialmente en las constitucionales, los reyes están colocados a tal altura que no es lícito que nunca lleguen a ellos “reconvenciones”, por ser la inculpabilidad y la inviolabilidad condiciones esenciales de la dignidad regia.
3) Que en los gobiernos constitucionales, los ministros son responsables de todos los actos del poder ejecutivo, entre los que se comprenden los nombramientos en la milicia y los de la Alta Cámara, y que su situación se haría intolerable: “si se les pudiera compeler a determinaciones que su conciencia y recto juicio repugnasen con exigir el cumplimiento de palabras que se supusiera haber empeñado previamente el monarca.. .”
4) Que las faltas que en este sentido se cometen son más graves cuanto más elevada es la categoría de las personas que las cometen y mucho más en el caso presente, ya que el infante don Enrique no es la primera vez que así actúa, y aunque se considere que de las anteriores culpas ya fue perdonado, no hay que olvidarlo, ya que su “repetición aumenta más el escándalo, convirtiendo en una especie de hábito la insubordinación e irreve-rencia”
5) Teniendo en cuenta que por su categoría ocupa un lugar más elevado, tampoco se puede olvidar esto a la hora de tomar una medida, ya que no se puede tener con él la misma postura que con los demás súbditos.
6) Por Último, y teniendo en cuenta la categoría militar del infante, éste está sometido a tal disciplina y leyes, y conforme a ello y tras analizar la actitud mantenida por él, se acuerda desterrarle a Gran Canaria hasta nueva orden.
Después de considerar los anteriores puntos del acuerdo a que llegó el Consejo de Ministros, parece que queda claro el motivo por el que es castigado el infante; no obstante, existen ciertos rumores que hacen pensar que el destierro no sólo fue motivado
por tales reclamaciones, sino que además estas medidas fueron tomadas por: “tener pujos revolucionarios, ser partidario acérrimo del reino de Italia, pretender una alianza más estrecha con Nápoles, mantener amistad con los progresistas y otras hierbas que saldrán pronto y de cuyo veneno el propio infante será la víctima.. . “
Por estos u otros motivos, pero quizá y sobre todo por quitarse de encima a un infante que con sus actuaciones y en la situación política del momento sólo podía resultar incómodo y plantear más problemas de los ya existentes, va a ser por lo que se tomen las medidas que el propio Narváez comunicará al infante, expresándole que: “Teniendo en cuenta las gravísimas y dolorosas consideraciones que sugieren la forma y el sentido inconvenientes de dichas comunicaciones, y la falta de respeto que en ellas se cometen contra la dignidad real, la Constitución y las Leyes Fundamentales de la Monarquía que garantizan la inviolabilidad del monarca por medio de la responsabilidad de sus ministros, ante estos hechos se ha decidido que debe partir de forma inmediata hacia Canarias, provincia elegida como lugar de destierro, para la cual debe salir al día siguiente, 11 de noviembre de 1864. Tomado tal acuerdo, el ministro de la Guerra, por su parte, comunica al capitán general de Canarias las medidas que deberá tomar respecto al infante, indicándole que se le debe guardar el respeto que por su alta jerarquía merece, pero nada más. (María Teresa Manchen, 1973).
No hay comentarios:
Publicar un comentario