UNA HISTORIA
RESUMIDA DE CANARIAS
ÉPOCA COLONIAL: DECADA 1911-1920
CAPITULO-XXVI
Eduardo Pedro García
Rodríguez
1914 Julio 20. Lucien Dennasel
sobrevuela el Valle de La
Orotava en Chinech partiendo del barranco de San Felipe. Al
concluir la prueba el piloto se entera de la situación en su país, Francia, a
punto de entrar en guerra con Alemania y viaja urgentemente abandonando el
avión en el Puerto Mequínez (Puerto de de la Cruz). Su motor se conserva aún en el Museo de
Automóviles antiguos de las empresas Hernández Hermanos de dicha ciudad.
En el primer
vuelo portuense se genera un primer dato para la historia de la meteorología en
las Islas Canarias y en relación con la aviación.
"El día 19
se comunica el alcalde del Puerto de la Cruz Sr. Baeza Carrillo, con el Observatorio de La Cañada de la Grieta, y le pide al señor
Botella Casasempere una predicción para el día siguiente. Ésta, muy escueta,
decía:
"Presión
barométrica alta, viento flojo de componente Norte, visibilidad buena, nubes
40/10 de cielo cubierto de nubes bajas, altura aproximada 500 metros sobre el
Valle de La Orotava,
en el Puelio de la Cruz
casi despejado". La predicción no la da el señor Loma, Jefe del
Observatorio de La Grieta,
por haber bajado al Puerto para asistir a la exhibición aérea, y, fue de él la
idea de que se prendiera una hoguera con leña húmeda para que por el humo
pudiera saber el piloto M. Poumet, la dirección del viento en la toma de
tierra.
El día 20
amanece un día espléndido y tiene lugar la exhibición, que fue todo un éxito,
pero antes de salir vuelve el alcalde a pedir una predicción que confirna los
datos facilitados el día anterior. Al terminarse el día 21 los festejos el Sr.
Baeza Carrillo felicita efusivamente, tanto al Sr. Loma como al Sr. Botella
Casasempere".
1914 agosto 14
El Caciquismo
conservador en Canarias sufre un segundo asalto durante la I Guerra Mundial
La Gran Guerra sumió a
Canarias en una crisis grave porque el Conflicto bloqueó las ventas de plátanos
y tomates a los países europeos implicados, principalmente, Inglaterra, Francia
y Alemania. El cierre de la exportación frutera disminuyó el flujo de ingresos
y, por tanto, la disponibilidad para importar artículos de primera necesidad.
Las Islas tuvieron que abastecerse de su propia agricultura, pero la producción
de alimentos del sector primario isleño no bastaba para aprovisionar a toda la
población. La interrupción de los intercambios con el exterior y las
limitaciones de la agricultura insular encarecieron los alimentos, en un
contexto de crecimiento del desempleo, debido al continuo cierre de empresas. El
Diario de La Palma
describía así la situación: "paralizado el comercio, perjudicada la
agricultura, sin trabajo las muchísimas familias que atendían a sus necesidades
con la industria del bordado; paralizadas también las obras del puerto, aquí se
presenta, con carácter muy agudo, por cierto, el problema de las subsistencias,
tanto más, cuanto que la plaza se halla desprovista de mercancías y los pedidos
no se atienden y los precios se elevan rápidamente" (Obras públicas:
para todos, Diario de La
Palma, 14 de agosto de 1914 ).
Como ya sucediera a principios
de siglo, esta crisis económica coincidió con que "las válvulas
emigratorias están cerradas" debido a que la Isla de Cuba, "a la
que se dirigen con predilección los canarios, herida también por el azote de la
guerra, padece...una terrible crisis económica que le ha obturado sus fuentes
de riqueza". "Encerrada, pues, - señalaba Diario de La Palma- en los estrechos
límites de esta peña oceánica, con la miseria en sus casas y la cerrazón del
horizonte en lontananza, la clase obrera sufre con más intensidad que ninguna
las consecuencias de esta guerra abominable" (Peticiones, Diario
de La Palma,
10 de noviembre de 1914).
Al poco, Cuba se recuperó de
este bache económico, gracias, esencialmente, a la demanda de azúcar de los
países contendientes, y reclamó braceros para su economía.
Según el profesor Macías, entre
1915 y 1917, embarcaron más de 4.000 palmeros hacia Cuba. Pero, el trasvase
migratorio ya no fue fluido hasta 1922, porque se interrumpió en varios
momentos. La guerra submarina librada en el Atlántico hizo azarosa la
navegación rumbo a América y disminuyó el número de líneas que realizaban esta
ruta. Por añadidura, las familias con emigrantes establecidos en Cuba recibían
menos dinero de sus deudos a causa de la elevación del precio de los giros y a
la disminución de las comunicaciones marítimas entre las dos islas (Paralizadas
y El bordado. ¡Gloria a Germania!, Verdún, La Palma, 9 de marzo y 6 de
julio de 1918, respectivamente).
Además, las autoridades
sanitarias prohibieron los embarques hacia Cuba para impedir la propagación de
la gripe española, que, en 1918, ya ocasionaba víctimas en Canarias Por
último, los precios de los pasajes subieron, y muchos trabajadores no disponían
de numerario para adquirirlos (Regocijo, La emigración es prohibida y A los
tabaqueros.
La unión es la fuerza, Rebeldía,
La Palma, 11 y
26 de diciembre de 1918; De interés para los emigrantes, Verdún, La Palma, 31 de mayo de 1919).
En todo caso, a pesar de la importante cifra de emigrantes contabilizada
durante este periodo, la desesperación que impregnaba las noticias recogidas en
la prensa palmera, la preocupación que se desprendía de las informaciones
aportadas por los documentos oficiales y los disgustados comentarios incluidos
en los escritos personales hacían patente que la marcha de isleños a Cuba no
era suficiente para dar salida al creciente número de desempleados que dejaba
el colapso de la economía palmera.
Igual que ocurriera en los años
posteriores a la Guerra
de Cuba, la suspensión o la insuficiencia de la emigración para dar salida a
una coyuntura económica depresiva provocó un incremento de la movilización de
un sector de la población, que encuentra una vía para la esperanza en el
discurso alternativo de los republicanos. Así, "en apenas dos años
escasos de constituida la Juventud Republicana, - refería "Oriente",
su órgano de prensa- es hoy por hoy, quizás la asociación más entusiasta y
numerosa de la localidad". Este triunfo se debía "al
prestigio de las ideas democráticas, a favor de cuya causa hemos visto correr a
agruparse a una masa de indiferentes, de desalentados, de esclavos a un tiempo
de la miseria y el poderío absorbente y pernicioso del caciquismo".
Por el contrario, el Caciquismo tradicional, desacreditado por no atender las
demandas de buena parte de la población, sufre un deterioro considerable: "esas
falanges constituidas por paniaguados y cínicos de la peor jaez (sic),
hechuras de caciques, se hunden abrumados por el desprestigio"
(Parangonando, Oriente, La
Palma, 7 de octubre de 1916).
Las iniciativas solidarias de
los republicanos se debían, sin duda, a su preocupación por la situación de
zozobra que vivían las clases humildes. Pero, también, se explicaban por la
confluencia de intereses entre los sectores acomodados progresistas y la
población asalariada. Los dirigentes republicanos enfocaron la protesta social
hacia la demanda de obras públicas que mejoraran las infraestructuras de la Isla y hacía la crítica a los
políticos de los partidos dinásticos que gobernaban La Palma. La modernización
de la Isla
(puertos, carreteras interiores...) proporcionaría salarios a los obreros contratados
y, de paso, reactivaría la demanda de las clases más bajas sobre el comercio
local. Además, estas inversiones en infraestructuras favorecerían los intereses
de las empresas de los comerciantes, consignatarios e industriales
republicanos, que, desde principios de siglo, cifraban la salida al declive de
los principales factores productivos de la Isla (industria tabaquera, de bordados,
astilleros) en la mejora de las comunicaciones interiores y exteriores. Por
otro lado, su discurso criticaba la política insensible y negligente que
representaban el Partido Conservador y el sector del Liberal que había pactado
con éste, de modo que aumentaran las expectativas republicanas como valedoras
de los intereses sociales y económicos de La Palma.
Las convocatorias de los
republicanos llenaron las calles de grandes manifestaciones y paralizaron la
actividad productiva, varias veces, en los años de Guerra y Posguerra. En medio
de una situación que las propias autoridades públicas insulares calificaban de "aflictiva",
la suspensión de las obras públicas que se ejecutaban en La Palma desataba,
invariablemente, la respuesta de las organizaciones republicanas. Los informes
gubernativos calificaban de "imponentes" unas protestas que
reunían elementos de todos los sectores sociales para solicitar al Gobierno que
remediara el estado de miseria en que se hallaban los obreros palmeros debido a
la carestía de las subsistencias, a la suspensión de las obras públicas y al
declive de la actividad portuaria. Las congregaciones, descritas como "muchedumbres",
asombraban a las autoridades por el elevado número de participantes (Informes
remitidos por el Delegado del Gobierno a los Ministros de Gobernación, de
Fomento y al Gobernador civil, los días 28 y 31 de diciembre de 1916, Carpeta
42 y 6, Leg. año 1916, Archivo Delegación del Gobierno).
Al mismo
tiempo, la prensa isleña registraba los acontecimientos que conmocionaban al
Mundo: la I Guerra
Mundial, la Revolución
Rusa y la conflictiva situación social y política que se
producía en Europa y en España. Sobre todo, al igual que ocurrió en el resto
del país y en el Archipiélago, las noticias sobre la Revolución Rusa
sobrecogieron y, a la vez, abrieron nuevas expectativas en La Palma. Los sectores más
radicales del conjunto progresista de la sociedad apelaban a la unidad de los
trabajadores y se preguntaban por qué iba a ser "una utopía" organizar
un sindicato en La Palma,
según el modelo soviético, cuando era necesario por ser un "país
sumamente pobre" que no poseía "ni medios para emigrar".
El ejemplo de la
Revolución Rusa se empezaba a plantear como una alternativa a
la situación de ruina económica de La Palma. Así, el articulista volvía la cabeza hacia
"la luz de la luminosa aurora de redención que ha comenzado a alborear
en Rusia". Se constataba, desde la Isla, que "las doctrinas
socialistas" protagonizaban unos "avances rápidos en estos
últimos tiempos". De hecho, el prestigioso jurista Pedro Pérez Díaz,
hermano del dirigente republicano insular, sacudió a su auditorio cuando, en una
conferencia impartida en Santa Cruz de La Palma, dijo que consideraba "imposible
evitar el advenimiento del socialismo" (A los tabaqueros. La unión es
la fuerza, Rebeldía, La
Palma, 28 de diciembre de 1918 y Velada, Verdún, La Palma, 6 de agosto de 1919).
La intensa
movilización de los trabajadores, dirigida por los republicanos como respuesta
a la aguda recesión económica que provocó la Guerra Europea,
dejará como secuela, en los años de posguerra, la fundación de varios
sindicatos y el embrión de un desarrollo del socialismo en la Capital de la Isla y en Los Llanos. A
partir de 1918, varias organizaciones obreras promueven huelgas y
manifestaciones que pretenden equiparar los salarios a la subida de los precios
producida durante la I Guerra
Mundial: tabaqueros, dependientes, panaderos, así como obreros agrícolas del
Valle de Aridane iniciarán conflictos sucesivos hasta 1923. Así, en 1918, una
Comisión de Tabaqueros, ante el agravamiento de la crisis que padecía la
industria tabaquera en La Palma,
convoca a los trabajadores para enfrentarse "a quienes les
explotaban". En mayo de 1919, se celebra otra "imponente
manifestación" en Santa Cruz de La Palma, nuevamente auspiciada por los
republicanos, "para protestar contra la prolongada paralización de las
obras públicas y tratar del problema de las subsistencias". Unos
meses más tarde, uniéndose a sus compañeros de Tenerife, los obreros tabaqueros
de Santa Cruz de La Palma,
"empujados por el instinto de conservación", declaran una
huelga en demanda del aumento de sus jornales, con el respaldo del partido
republicano y de su órgano de prensa. En octubre de 1919, empleados de 19 casas
comerciales de Santa Cruz de La
Palma reclaman a sus empresas mejoras salariales. Al año
siguiente, se constituye el Centro de Dependientes del Comercio y de la Industria. En 1921,
se fundó, en la capital de la
Isla, la sociedad de obreros panaderos La Alborada. En
la otra vertiente de La Palma,
el día 7 agosto de 1922, más de doscientos empleados de la empresa Fyffes
Limited se declararon en huelga, en Tazacorte y Argual, para demandar un
aumento de sus jornales (GONZÁLEZ SANJUAN, Manuel: Manifiesto al pueblo,
Leg. año 1918-1º, Archivo Delegación del Gobierno; Manifestaciones y Justas
demandas. La huelga de los tabaqueros, Verdún, La Palma, 24 de mayo y 12 de
julio de 1919; Informes emitidos por las administraciones municipales y la Delegación del
Gobierno, Carpeta 20, Leg. año 1922, Archivo Delegación del Gobierno).
No obstante, el Caciquismo
conservador mantenía su vigencia en La Palma. A pesar de esta creciente movilización,
los republicanos comprobaban que una parte considerable de los palmeros dañados
por la crisis permanecía sumida en la pasividad, paralizada por el discurso del
patronazgo propio del caciquismo: "veinte generaciones de agiotajes,
dolos, falsías y contubernios nos han dejado el alma enteca y contrahecha,
recibiendo en herencia de nuestros mayores toda la cobardía de esclavos sin
ideales, ni protestas y toda la indignidad de adulones incorregibles y sin
pudor" (¿Quosque tamdem?, Verdun, La Palma, 16 de marzo de 1918).
Uno de los colaboradores del periódico Oriente reflejaba la
permanencia del Caciquismo al referirse a los trabajadores "mansos,
los humildes, los que someten su voluntad, los que hacen sus peticiones de
rodillas y con el sombrero en la mano; en suma, los que no tienen ideas propias
y se dejan embaucar y explotar por ciertos apóstoles". En su opinión,
la mayoría de los campesinos y obreros de su pueblo estaban tan "castrados
de voluntad y acción, que jamás se permiten tener otras ideas que las que sus
amos o el cura les señalen" (Ver PÉREZ HERNÁNDEZ, José Eduardo:
"Cuba y la resistencia campesina en La Palma. El municipio de
Breña Alta (1850-1930)", en XIII Coloquio de Historia Canario
Americana (1998), La
Palmas de Gran Canaria, Ediciones Cabildo Insular de Gran
Canaria, 2000, p. 2723).
La presión sobre el edificio
caciquil, también, se vio aliviada por la emigración. Nuevamente, a pesar de
que, durante estos años, se interrumpió varias veces el flujo humano hacia el
Caribe y resultó complicado recibir las remesas de los emigrantes, la marcha a
Cuba se abría como la vía preferida para escapar a la miseria. "Cada
año que pasa -recogía la prensa insular- es mayor el contingente de
emigrantes canarios que marchan a la Gran Antilla en busca de trabajo. No es exagerado
afirmar que en diversas crisis económicas por que ha atravesado este país, con
dinero cubano ha podido resolverse la situación" (La riqueza de Cuba
y sus relaciones con Canarias, Diario Insular, La Palma, 22 de julio de 1920).
La emigración y la recuperación
económica de principios de los años 20, sobre todo en los sectores platanero y
portuario, preservaron el edificio caciquil de una mayor contestación. Pero,
fue la llegada de la
Dictadura del general Miguel Primo de Rivera, tras el golpe
de estado de septiembre de 1923, el acontecimiento que canceló la agitación
protagonizada por los sectores de la sociedad insular que habían decidido
luchar por la subsistencia en su propia tierra, a través de la creación o el
reforzamiento de partidos políticos y organizaciones sindicales
reivindicativas. (Tomado de: elapuron.com)
1914 Agosto 19.
Inventario del
Castillo de San Pedro, también conocido como San Cristóbal, Cuerpo de
Ingenieros del ejercito español Plaza
De Las Palmas de Gran Canaria.
Sobre un
arrecife rocoso de la playa de San Cristóbal en el barrio del mismo nombre,
situado al Sur de la Plaza
de las Palmas, se halla el castillo que nos ocupa. Data su construcción del año
I638 con planta circular y altura aproximadamente de diez metros, radio de 5,85
mts en su explanada alta, entre parapetos que son de mampostería en talud de
I,7° mts aproximadamente de grueso en su coronación. Tiene acceso á la
explanada alta por escalera de mampostería adosada que siempre estuvo en
deplorabIe estado y hoy más, efecto del transcurso del tiempo, hasta el punto
de no quedar más que trece peldaños y el macizo que los sustenta: también le
faltan los tres peldaños de tea que unían la escalera de mampostería con la meseta
de desembarque de forma rectangular tablada con tea sobre cabecillos de la
misma madera empotrados en el muro.
En esta meseta
falta la balaustrada que tuvo en dos de sus lados, así como el montante,
pasamanos y pié derecho que tuvo los tres peldaños de tea.
Se ingresa en el
interior del Castillo por un hueco de puerta sin marco ni hoja, sito en la
meseta que conduce á un pasillo en el cual á la izquierda hay un nicho de
mampostería (antiguo repuesto) que no tiene hojas de puerta. De este pasillo arranca
una escalera de 7 peldaños faltando uno, todos de piedra en mal estado, que
termina en el pavimento de la explanada, el cual es hoy de tierra. En esta
explanada existen vestigios de dos habitaciones adosadas al muro parapeto, y en
éste, al Sur, hay un hueco grande de dos metros de ancho que al parecer debió
servir para subir las cargas pesadas. A continuación y en la misma orientación
hay otro hueco que corresponde al retrete antiguo de la fortaleza.
El muro que
constituye el revestimiento de esta Torre está construido con basamento de
sillería y mampostería que los trasdosa con cal, continuando sobre el basamento
mampostería ordinaria en talud que á pesar de la antigüedad de esta
construcción, se conserva en regular estado, si bien por el embate del mar é
influencias atmósfericas han desaparecido los ripiados y la sillería de toba
volcánica está desmoronada en gran parte de su paramento visto.
Las Palmas I9 de Agosto de I9I4
El Celador del
Material de Ingenieros. Federico Ferreira.
(En: José María
Pinto y de la Rosa.
1996).
1914 agosto
25.
Notas en torno al asentamiento colonial europeo en el Valle
Sagrado de Aguere
(La Laguna)
después de la invasión y conquista de la isla Chinech (Tenerife),
desarrollo de la sociedad criolla.
Incidencia
de la guerra y posguerra europea en el periodismo canario.
Características generales del período
La primera guerra mundial alteró súbitamente las
bases del panorama periodístico lagunero, y canario en general, de anteguerra,
tan localista y politizado, con el impactante repertorio
de noticias foráneas que reportó a las Islas. Dados los arcaísmos de la
formación social isleña, sólo información de esta índole estaba
capacitada para despertar el interés de los isleños por
los periódicos, pues los acontecimientos luctuosos
habían sido, si no el único, sí el mayor reclamo informativo hasta el momento.
Desde entonces, pues, los escasos canarios alfabetizados, cuyo
número seguía aumentando con lentitud desesperante, encontraron en
los sucesos europeos un aliciente para acudir a los anodinos periódicos. Los
analfabetos, a su vez, sintieron la misma curiosidad, por lo
que empezaron a frecuentar con mayor asiduidad las ventas
y barberías a las horas de las habituales lecturas colectivas. Comoquiera que la propia
guerra desatascó los canales de comunicación desde
el exterior por el recurso a la telegrafía inalámbrica de los propios contendientes para promocionar sus causas,
las noticias internacionales, encima
de interés, adquirieron un volumen y actualidad insólitos en el
Archipiélago. Los periódicos acogieron con satisfacción todas las noticias, incluso las versiones que las agencias de los
bandos contendientes facilitaban, por parciales que fueran, pues la mayoría de
las veces eran gratuitas. Luego, siguiendo pautas muy arraigadas en el
periodismo isleño, los cuadros redaccionales componían su propio relato con
los datos que, de una u otra manera, conseguían, para prolongar en lo posible el rato de lectura a sus
clientelas.
Comoquiera que la guerra fue asumida partidariamente
por la mayoría de los periódicos, tal actitud, al calor de la
reelaboración de noticias, generó encontradas versiones de su
evolución y, de inmediato, enconadas polémicas. La germanofilia o la
aliadofilia, pues, y no la ideología o el «patriotismo
insular», eran ahora la causa de las controversias. El
paralelo desvanecimiento de la política local, contribuyó a que
la información foránea desplazara a la local de los espacios estelares de los
paginados, al igual que la demanda de un público que, seducido
por la evolución de los acontecimientos europeos, transgredía cada
vez más la tradicional compartimentación ideológica de las clientelas
de anteguerra. Pero no todos los periódicos percibieron con la misma
lucidez la coyuntura, ni reaccionaron de igual manera ante ella, acaparando
«La Prensa» de
Santa Cruz, bajo la dirección del lagunero Leoncio
Rodríguez, el grueso de esa creciente, aunque siempre modesta,
concurrencia. En definitiva, las bases del periodismo isleño de anteguerra
sufrieron un inopinado trastrueque al incidir un reclamo informativo de tal
calibre que desvaneció, por momentos, el aturdimiento de los
arcaísmos estructurales de su contexto.
Pero a largo plazo, la incidencia de la guerra tuvo
otras connotaciones menos venturosas para el periodismo isleño. Conforme decursaron
los años, la progresiva crisis que asoló al Archipiélago hizo mella
en el sector. La contracción de los tradicionalmente raquíticos ingresos por
publicidad e, incluso, el ulterior recorte de las ventas, aumentó
las penurias de los periódicos, provocando la desaparición de aquéllos que,
careciendo de un basto y fiel correligionariado, o dieron la espalda a la
guerra, o afrontaron su desarrollo sin pericia alguna. «La Prensa»
de Santa Cruz, sabiendo satisfacer mejor que ningún otro la demanda del público, en contraposición,
prosiguió en su acaparamiento de
anuncios y lectores pudiendo, por vez primera en las Islas, adquirir una cierta estabilidad sin el
arropamiento de las, por lo demás,
debilitadas formaciones políticas insulares. Cuando se firmó el armisticio, el panorama periodístico de la Isla, y el de La Laguna, era otro en
relación al de anteguerra. Luego, la acentuación de la crisis económica en la dura postguerra isleña y la
desaparición del reclamo bélico, introdujeron más desazón a los periódicos
supervivientes hasta que la coyuntura
alcista de los años 20 y, de inmediato, el nuevo marco jurídico de la dictadura primoriverista, precipitaron al periodismo isleño por nuevos derroteros.
Reacción del periodismo lagunero ante la coyuntura.
El
frustrado intento de «El Periódico Lagunero» por encontrar
un sostén económico en la información
“El diario de la localidad que fue testigo del
estallido de la guerra europea, «El Periódico Lagunero», desde un principio
interpretó con sumo acierto el rumbo que iba a tomar el
periodismo isleño. Así, nada más llegar las primeras
noticias de Europa, dejó en segundo plano su ideario político conservador para
prestar privilegiada atención a la guerra.
A tal fin, sin renunciar al tradicional servicio telegráfico que recibía de Madrid a horas de noche de su
corresponsal Gimeno, contrató dos
nuevos despachos que, sucesivamente, recibía a la una y las cuatro de la madrugada, sirviendo el segundo en
una sección específica intitulada
«Ultima Hora». Todo ello, junto al trabajo de redacción y diversas «noticias por correo», permitieron al
periódico colmatar toda la primera
página de información foránea bajo el titular «Actualidad Mundial. La Guerra Europea».
Para demostrar la veracidad de su información
y, por ende, desmentir la de sus rivales, a los pocos días optó por exponer en el Casino de La Laguna los despachos tal
cual llegaban de Madrid. Luego, en
su empeño por acentuar el reclamo de la información entre los lectores
isleños, no tuvo rubor para afirmar que el
periódico inglés «The Westminster Gazette» había elogiado su información sobre la guerra.
En septiembre, «El Periódico Lagunero» empezó a
publicar, como la mayoría de los periódicos isleños, los
telegramas que facilitaban las colonias alemana e
inglesa. La iniciativa obedecía más a la gratuidad
del servicio que a la posible intención de diversificar sus fuentes de
información, porque el periódico, que hasta entonces apenas
había mostrado una latente germanofilia, desde octubre se identificó,
de manera rotunda, con la causa germana. Por entonces, debió acusar
las primeras estrecheces económicas, en cierta medida, porque su
línea informativa estaba cubierta por «Gaceta de Tenerife» de Santa Cruz,
lo que le obligó a reducir el formato en unos diez centímetros. Pero
lejos de resignarse a su suerte, en diciembre contrató un «Servicio
Radiotelegráfico» que remitía Quero desde Cádiz, el cual sustituyó paulatinamente
a los telegramas de Gimeno, y algunos despachos de las agencias
británicas «Marconi Company» y «Marconi Wireless Press».
Pero todo resultó inútil, pues las estrecheces económicas precipitaron la
desaparición del periódico a finales de año. Con ello, el periodismo
lagunero renunció al reclamo informativo de la guerra para apuntalar
su existencia.
Un
mes más tarde, a modo de segunda etapa de «El Periódico Lagunero»,
en formato tabloide de 4 páginas, y mejorando su composición a los dos meses
merced al material tipográfico que adquiriera su director en
Santa Cruz, apareció «La
Información». Dirigido por el tipógrafo y
librero lagunero Narciso de Vera, el naciente diario intentó solventar
los problemas económicos de su antecesor, de un lado, renunciando
a competir en materia informativa sobre la guerra con los diarios de Santa Cruz
y, de otro, atendiendo con especial mimo la problemática
lagunera. Aún así, dejó incólumes tanto la germanofilia como
la orientación conservadora de su antecesor. A nivel isleño, Manuel
Delgado Barrete y Benito Pérez Armas eran los más claros referentes,
positivo y negativo, de su ideario. En resumidas cuentas, el naciente
diario recuperó la estructura de anteguerra de «El Periódico Lagunero»,
pues incluso conservó a Gimeno como corresponsal en Madrid. Como complemento,
Domingo Alfonso Flores y Saturnino Tejera García desde Cuba; José De las Casas Pérez,
Juan Bautista Acevedo y, antes de hacerse
cargo de «Gaceta de Tenerife», Adolfo Febles
Mora, desde Madrid; y José M. Reyes desde Argentina, en etapas no concordantes
de su existencia, dotaron a las páginas de «La Información» de un superficial aire extraisleño.
Junto
a su especial preocupación por los problemas locales de índole
material, el naciente diario pronto evidenció que sus simpatías conservadoras
conllevaban una creciente enemistad con el alcalde de la
localidad, el conservador Lucas Vega Padrón. En las elecciones municipales
de finales de 1915 dejó en evidencia la raíz política de tal actitud,
pues tomó postura por la candidatura maurista, en la que figuraba
el propio Narciso de Vera, arremetiendo contra el acuerdo de los liberales y
los datistas de Lucas Vega que, a la postre, resultaron vencedores.
Luego, en las inmediatas elecciones a Cortes, se comportó como
órgano de partido de Manuel Delgado Bárrelo, arremetiendo tras
su derrota contra todo aquél que no defendió su causa. Y todo ello, sin acusar
injerencia alguna de las autoridades locales, tal y como evidenció un año más
tarde cuando respaldó la decisión de los cinco diarios de Santa Cruz de
suspender la publicación en protesta por el establecimiento de la censura
previa «... aún cuando nuestro periódico no ve la luz en la misma localidad que
los colegas santacruceros. ni es tampoco igual la censura que a ellos se ejerce
la que a nosotros nos obliga...» En la dura postguerra, «La Información» prosiguió
en su consabida línea editorial dentro de su militancia política, hasta que, finalmente,
cesó el 31 de enero de 1924, cuando había publicado, contando
a los de su antecesor, un total de 2.796 números.
Las
trayectorias de los periódicos de orientación diversa
El
otro periódico lagunero que presenció el estallido de la guerra europea,
la revista pedagógica «Eco del Magisterio Canario», bajo la dirección
de Alfredo Daroca Yanes, continuó en su consabida línea corporativista.
Por entonces, cuando surgieron los brotes nacionalistas de
postguerra en Canarias, adujo el precario cuadro cultural de las Islas
para mostrar su oposición a la concesión de competencias del Estado
en materia de enseñanza. Arropado por su dintela, sobrevivió a la dura
crisis económica de entonces para, una vez cambió de director, recibir
con sumo agrado el golpe militar de Primo de Rivera.
En
el tramo inicial de la guerra europea, La Laguna presenció el nacimiento
de periódicos muy modestos y de muy diversa tendencia, algunos
con una vida tan fugaz que no dejaron rastro en los fondos de la
hemeroteca de la
Universidad de La Laguna. Tal es el caso de «El Balón»,
probablemente, el primer periódico deportivo del Archipiélago,
que apareció a comienzos de 1915, cuando el fútbol irrumpió en las Islas. Cómo
mínimo, la publicación deportiva lagunera editó un segundo
número diez días más tarde para, tras un cierto letargo, reaparecer con no
menos fugacidad a finales de año. Una trayectoria similar conoció «El Látigo»,
revista taurina de existencia intermitente que
dirigió Julio Navarro Morín. Al menos sabemos que a finales de 1915, tras haber
editado algún que otro número con anterioridad, reapareció con motivo de la llegada a Tenerife de los
afamados diestros Belmonte y Martín
Vázquez. Otro de los fugaces periódicos laguneros de entonces, cuya tendencia no podemos precisar, llevaba la filantrópica cabecera de «Luz al Pueblo».
En
el tramo final de la guerra europea, esto es, cuando la crisis económica isleña
alcanzaba sus cotas más alarmantes, La Laguna vio nacer, en
formato pequeño con 4 páginas, el periódico «La Verdad». Editado,
en un principio, a periodicidad bisemanal, luego, desde que acusó
las primeras estrecheces económicas, a periodicidad semanal y
dirigido por Antonio Suárez Amaro, el neófito apareció el 5 de marzo
de 1917 bajo el lema «... Verdad, Justicia y Patriotismo...» Desvinculado
de toda adscripción ideológica y de espaldas a la guerra, «La Verdad» centró su línea
editorial en la denuncia de la caótica situación
socioeconómica de la localidad y en la organización de todo tipo
de homenajes e iniciativas solidarias, evidenciando el desamparo que
debió sentir la sociedad isleña en aquella penosa coyuntura. Mateo Alonso
Del Castillo, Juan Bautista Acevedo, Antonio Zerolo, Joaquín Fernández
Pajares («Jacinto Terry»), Elpidia Rodríguez (la directora de
la Escuela Normal),
Esteban Hernández Baños, Ildefonso Maffiotte, Luis
Rodríguez Figueroa, Guillermo Perera Álvarez, Francisco González
Díaz, Carlos Cruz y un largo etcétera colaboraron en sus páginas.
A comienzos de 1918 su situación era tan precaria que, tras elevar
un desesperado SOS a sus conciudadanos, estableció tarifas especiales
con la esperanza de conseguir suscriptores entre las clases más populares de la
localidad. Con ello, pudo prolongar su agonía hasta el 20
de septiembre de 1918, cuando cesó agobiado por las estrecheces
económicas.
Los
duros años de la postguerra y, acaso, acentuando el sesgo altruista que adquirió
la prensa del momento, dieron nuevos frutos periodísticos
en La Laguna. En
abril de 1921 nació el semanario «El Ideal
Lagunero», en formato pequeño, luego tabloide, con 4 páginas. Dirigido por Luis Méndez Franco y
administrado por Manuel García Aspa,
el neófito intentó sobrevivir sin filiación política alguna al calor, en principio, del estudiantado
universitario y, luego, del vecindario
en general. Con una composición esmerada, prestando una atención de privilegio
a la problemática local y rehusando a la inserción de las almibaradas
composiciones líricas que aún seguían asediando a los periódicos, en su año y medio de existencia, «El Ideal Lagunero» consiguió editar un total de 26 números.
Posterior en meses fue «La Voz de Junonia», que apareció
el 12 de noviembre de 1921, a periodicidad
quincenal, luego semanal, editado por los estudiantes gomeros
avecindados en La Laguna
con evidentes rudeces en la imprenta de los sucesores de
Miguel Curbelo. Dirigido por José Bethencourt Padilla y redactado en su etapa
inicial, entre otros, por Manuel Chinea Rolo, Manuel Méndez
Suárez, Agustín Fernández, Antonio Montesinos y Sebastián
León, el neófito centró su línea editorial en la
problemática de la isla colombina dando prioridad a la instrucción y a la lucha
contra el caciquismo. En consonancia con su
orientación, la publicación empezó a reivindicar para su isla, entre otras
cosas, un diputado, mejoras en montes y comunicaciones y ayudas para el
cabildo insular; al tiempo que insertaba continuas notas de sociedad
gomeras y, a su vez, acusaba una notoria presencia de empresas
de tal isla en sus secciones de publicidad.
A
los pocos meses, «La Voz
de Junonia», alegando pretender eludir obstáculos y
presiones, abrió una suscripción pública para agenciarse su
propia imprenta. Tras una fase inicial esperanzadora, y a pesar
de la movilización de sus redactores por los pueblos de la isla colombina,
las cifras quedaron estancadas por debajo de las tres mil pesetas,
lo que les hizo abandonar el proyecto. Luego, las denuncias de autoridades como
el ingeniero-jefe de montes de la provincia por sus campañas, otras enemistades que se ganó en la clase política y las disensiones internas, visibles en la deserción
de algunos redactores y en la pérdida de algunos anuncios, introdujeron a la
publicación en una fase crítica. El
editorial que conmemoró su primer aniversario, no pudo menos que reconocer el arduo camino recorrido
hasta entonces: «... Existen
rencores hacia nosotros hasta en nuestros mismos compañeros de estudio y
amistad...»; al tiempo que su director en un artículo anejo añadía: «...Hemos llegados cansados, pero no
vencidos...»
Días
más tarde, el director de la publicación, José Bethencourt, y el
redactor Antonio Barroso, acogían a una «... nutrida representación juvenil
del terruño que en dos automóviles subió desde Santa Cruz a esta
ciudad...» para, en común acuerdo, convertir al periódico en un órgano
apolitizado de la «juventud libre de La Gomera». Los concurrentes
fueron Esteban Mora, Juan Espinosa, Jaime Casanova, Olivier Méndez, Victoriano
Darías, Humberto Darías, Eugenio García, A. Carrillo,
Imeldo García, A. Fernández, Domingo Casanova, Manuel Dorta, Domingo Montesinos y Manuel Mora. El
acuerdo preveía la creación de un
reglamento interno para dar vida a comités de jóvenes por pueblos y, como
colofón, a un organismo central que asumiría las funciones de consejo de redacción del periódico. La utópica resolución se tradujo a los pocos días en la injerencia
de «La Voz de
Junonia» en las inminentes
elecciones a Cortes, cuando arremetió con insistencia contra la candidatura de Benito Pérez Armas, al que llamaba «... cacique que pretende sumirnos en el fango y
tenernos atados como esclavos...»
A continuación, la publicación entró en una etapa
mucho más contradictoria, cambiando de director y sobreviviendo en su tramo final
con ayudas recabadas entre los gomeros emigrados en Cuba. Finalmente,
cesó el 12 de mayo de 1924, cuando había publicado un total
de 105 números.” (La
Laguna 500 años de historia. Tomo III. María F. Núñez Muñoz,
1998: 312 y ss.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario