1978 febrero 7.
Fallece el criollo
canario Blas Pérez González
Biografía de Blas Pérez. Ministro
del general Francisco Franco, durante 15 años.
Blas Pérez González nació en las postrimerías del
siglo XIX. La biografía de un jurista amante del estudio y apegado al orden
debió ser tranquila. Sin embargo, no ocurrió así. Primero, porque su existencia
fue zarandeada por una centuria convulsa y, segundo, porque su vocación
política le involucró en algunos de los lances históricos más dramáticos del
siglo XX. Blas Pérez González vivió bajo dos constituciones, la de 1876 y la de
1931, y dos dictaduras, las del general Miguel Primo de Rivera y el general
Francisco Franco. En la mitad de su trayectoria vital, sufrió una Guerra Civil
que a punto estuvo de costarle la vida. Al final, por unos meses, no vio
proclamar una tercera constitución: la de 1978. Hombre ambicioso, laborioso e
inteligente, alcanzó las mayores cotas en sus actividades profesionales:
catedrático de derecho civil en las universidades de Barcelona y Madrid, fiscal
del Tribunal Supremo y general auditor del Ejército del Aire. Su recorrido
político parte de orígenes republicanos, allá por los años de la I Guerra Mundial, y
concluye en el franquismo, al ser designado responsable del aparato represivo de
la Dictadura. Será
como Ministro, cuando Blas Pérez González adquiera su mayor relevancia
histórica, al constituirse en pieza clave para la consolidación del Régimen.
La familia de Blas Pérez González procedía del
pueblo de Mazo. A pesar de sus ascendentes familiares conservadores, Blas Pérez
González se crió en el entorno progresista de la Ciudad, al que se
adscribían su padre, su padrino y algunos de sus maestros. Su padre, el doctor
Juan Pérez Díaz falleció en 1908, cuando nuestro biografiado contaba con diez
años.
Blas Pérez González tenía parientes en Venezuela
y en el seno familiar se planteó su marcha a América, pero, finalmente, dada la
brillantez con que cursaba sus estudios, se decidió que emprendiera la
licenciatura de Derecho. El dinero de la emigración sufrago parte de su carrera
universitaria. En palabras del propio Blas Pérez González: "siguió
estudios con la ayuda de una beca familiar sufragada en Caracas"[1].
Los años de juventud son republicanos. En 1914,
se une a otros estudiantes, empleados y comerciantes para fundar la Juventud Republicana
palmera. El mensaje de la recién nacida asociación exigía una mayor justicia
social y abogaba por un regeneracionismo que reprochaba los males de la Nación al sistema de la Restauración y a sus
políticos.
Alumno trabajador y ordenado logra un expediente
excelente y termina la licenciatura en Derecho, en 1920, con premio extraordinario.
En 1927, obtendrá el doctorado, también, recompensado con premio
extraordinario. Su devoción por los estudios recién concluidos se acentuará con
el paso de los años. Para Blas Pérez González, el ejercicio del derecho llegará
a ser algo semejante a un "sacerdocio", dedicado "a
la santidad de la Ley"[2].
Con 22 años, aprueba las oposiciones de ingreso
al Cuerpo Jurídico Militar y es destinado, con el grado de Teniente, a
Marruecos, concretamente, a la guarnición de Larache. Llega al Norte de África
en un momento crítico para la historia de España. Las tropas coloniales
acababan de sufrir una tremenda derrota a manos de las tribus rebeldes del Rif,
dirigidas por Abd-el-Krim. Durante tres semanas, más de diez mil soldados
españoles perdieron la vida combatiendo mientras se retiraban, en medio de
escenas de enorme crueldad. Melilla estuvo a punto de caer en poder de las
tribus del Rif sublevadas contra la autoridad española y costó muchas bajas
recuperar la parte oriental del territorio caída en manos de las kabilas. La
conmoción en el País es grande y se decide investigar las responsabilidades del
Desastre de Annual. La situación en Marruecos había sido, verdaderamente,
apurada y, además, el impacto de la derrota aumentó el desprestigio del
Ejército entre una porción considerable de la opinión pública, acrecentó la
presión para abandonar el Protectorado, e, incluso, amenazó la estabilidad del
País. En el seno del núcleo africanista del Ejército, se querían corregir las
corruptelas a fin de limpiar la imagen de las Fuerzas Armadas destacadas en el
Rif y para eliminar una de las causas que lastraban el funcionamiento del
ejército colonial. En ese ambiente, el general José Sanjurjo encargó al joven
teniente auditor Blas Pérez González la acusación contra uno de los imputados
por corrupción, tras la derrota del verano de 1921. "Fiscalillo",
explicó el general José Sanjurjo a Blas Pérez González, "la situación
presente reclama que se haga justicia, pues es menester acabar con las causas
que han contribuido al desastre de Annual"[3]. Blas Pérez González cumplió las órdenes,
realizó la acusación y obtuvo la condena del inculpado. De este modo, por
primera vez, el jurista canario se relacionaba con militares africanistas y se
implicaba en sus estrategias. En aquellos momentos, aparece en la vida de Blas
Pérez González, el, entonces, joven comandante, Francisco Franco. Blas Pérez
González quedó impresionado por la actuación del comandante de La Legión. A su juicio, su
desempeño había conseguido recobrar el prestigio del ejército español en
África. La estancia en Marruecos de Blas Pérez González acentuó su apego
al orden, estimulado ya, por el estudio de las leyes.
En 1926, la vida de Blas Pérez González da un
giro al trasladarse a Madrid para iniciar su carrera de profesor universitario.
Desde su último año de licenciatura, el Profesor Felipe Sánchez Román le había
convertido en su "protegido". Ahora, le convence para que se
incorpore a la
Universidad Central, como ayudante de la Cátedra de Derecho Civil.
Tras finalizar su doctorado, el propio Felipe Sánchez Román le propone que se
presente a la Cátedra
de Derecho Civil de la
Universidad de Barcelona. Blas Pérez González acepta y, tras
una reñida competencia, aprueba la oposición. En 1927, después de un lustro de
vida militar, ingresa en la plantilla docente de la Universidad de
Barcelona. Con treinta años es catedrático. Blas Pérez González vivirá, en
Barcelona, con su esposa Otilia Martín Bencomo, descendiente de una familia
adscrita a las clases altas tinerfeñas, con quién contrajo matrimonio, en Santa
Cruz de Tenerife, en 1928. Sus cuatro hijos nacerán en la Capital catalana, durante
la década siguiente. Más tarde, ya ministro, reconocerá que, en Cataluña, pasó "los
años más felices de su vida"[4]. El intenso devenir político y social de la Región marcará, en buena
medida, la trayectoria personal del jurista canario.
Trayectoria de Blas Pérez González durante los años republicanos.
Tras proclamarse la República, los herederos
del Partido Conservador palmero propusieron a Blas Pérez González patrocinar su
candidatura en las elecciones constituyentes, convocadas para junio de 1931.
Los antiguos conservadores, valedores de la Monarquía hasta el 14 de
abril, entendieron que un republicanismo moderado, como el que encarnaba la
figura prestigiosa de Blas Pérez González, era un buen cartel para obtener una
representación en Cortes. Un escaño valioso porque contribuiría a preservar la
influencia política y social del otrora caciquismo dominante, pese al cambio de
régimen. Blas Pérez González acepta y se postula como candidato a diputado por
la provincia de Tenerife. Se presentará como republicano independiente, aunque no
pasó desapercibido que sus aspiraciones se sustentaban en el respaldo del
caciquismo hegemónico durante la
Monarquía.
En la campaña electoral, Blas Pérez González
expuso, ante 2000 personas, el modelo de República que defendía. Su discurso
combinaba el regeneracionismo modernizador con el apego a principios
tradicionales como la Patria,
la Propiedad
o el Orden. A su entender, una vez derribada la Monarquía, había pasado
el momento de la revolución, porque si el periodo transformador se prolongaba,
el empuje destructivo de todo cambio podría desembocar en el "caos".
Ahora, llegaba el momento constructivo de los juristas, encargados de elaborar,
de la manera más "perfecta posible", las leyes que
configurarían el nuevo Estado. Consideraba que la República debía dar
respuesta a dos problemas que atenazaban a España desde comienzos del siglo XX:
la cuestión social y los nacionalismos. Respecto a "los anhelos que
embargan al proletariado que bulle avasalladoramente por la conquista de un
futuro confortable y llevadero", era necesaria una estrategia "de
conciliación de masas", que requería la generosidad de las clases
pudientes. Así, "conceder para conservar fue su máxima y su consejo a
los muchos propietarios que le escuchaban". En esta línea, habló de
un "reparto de los latifundios" y "de una
limitación en el derecho de gozar la propiedad". En cuanto a los
nacionalismos, había que llegar a un acuerdo para solventar el enfrentamiento
entre "los intereses antagónicos" de "las
aspiraciones regionales", por un lado, y de
"la hegemonía nacional", por otro. A cambio, las
transformaciones impulsadas por la II República modernizarían España sin renegar de
principios básicos para el conjunto conservador de la sociedad como la
integridad de la Patria
o la Propiedad.
Además, la democracia implantada debía garantizar
estabilidad al País. A juicio de Blas Pérez González, "Ley, Orden y
Autoridad" constituían los ingredientes indispensables para asegurar
el éxito al nuevo Régimen. El día de los comicios recibió 7.576 votos y alcanzó
el séptimo puesto, quedando a 717 sufragios de conseguir el escaño[1].
Regresa a Barcelona y a su cátedra universitaria.
Entre 1931 y 1933, las esperanzas depositadas en la República se tornan en
creciente inquietud. A un amante del derecho como Blas Pérez González le
contrariaba que las movilizaciones sociales desbordaran el cauce de la ley y
salpicaran de conflictos el País. En cuanto a la autonomía catalana, pensaba
que el Estado había cedido, demasiado generosamente, sus atribuciones y España
marchaba hacia el "desmembramiento".
En el otoño de 1934, España vivió una gran
conmoción. Blas Pérez González la padeció directamente porque su ciudad de
residencia, Barcelona, fue uno de los epicentros de la sacudida política y
social que se produjo. La incorporación al gobierno de tres ministros de la Confederación Española
de Derechas Autónomas (CEDA) desencadenó la Revolución de Octubre.
Amplios sectores de la izquierda obrera y del nacionalismo catalán se
sublevaron, primero, porque entendieron que la nueva coalición gobernante se
aprestaba a desbaratar las reformas progresistas del bienio 1931-1933 y,
segundo, porque temieron que, una vez en el poder, las derechas se condujeran
igual que Hitler, en Alemania, o Dolffuss, en Austria, e implantaran un estado
autoritario. Las principales insurrecciones se produjeron en Asturias y
Cataluña. El Gobierno movilizó al Ejército y encargó al general Francisco Franco
que dirigiera las operaciones desde el Ministerio de la Guerra. En Barcelona,
la sublevación estalla el 5 de octubre. Se declara la huelga general. Al día
siguiente, el gobierno autónomo proclama el Estado Catalán dentro de la República Federal
Española. Esa noche, el Comandante General de la región despliega a las fuerzas
bajo su mando para combatir la sedición. Al amanecer del 7 de octubre, el
gobierno de la Generalitat
se rinde. En total, han perdido la vida cerca de medio centenar de personas. Contenida
la insurrección, los dirigentes de la
CEDA estimaron que la represión era imprescindible. En
Cataluña, más de 3.000 personas son sometidas a la jurisdicción militar y
procesadas por Consejos de Guerra. Igualmente, se clausura el Parlamento
catalán, se suspende el Estatuto de Autonomía y se cierran la mayor parte de
los ayuntamientos de la
Región. Blas Pérez González participará en la represión de
los sucesos de Octubre, pues, por su pertenencia al Cuerpo Jurídico Militar, la
declaración del Estado de Guerra le devuelve al servicio activo como
comandante. Se incorpora a la
Auditoría de Guerra e interviene en las Causas que se
instruyen por la rebelión, incluidas las abiertas contra el expresidente Manuel
Azaña y contra los Consejeros de la Generalitat. Blas
Pérez González asumió las órdenes recibidas por sus superiores de proceder con
rapidez y contundencia. Los abogados que defendieron a los procesados en
Barcelona sostuvieron que el catedrático y comandante jurídico militar:
"se portó siempre correctamente", aunque le reprochaban que no
diera "alguna de las facilidades que eran de esperar de un discípulo
de don Felipe Sánchez Román"[2].
Por otra parte, la actuación del general Francisco Franco había agrandado la
estima que Blas Pérez González le profesaba. El General había sido uno de los
artífices del aplastamiento de la rebelión y sus planteamientos represivos eran
considerados necesarios por el jurista canario.
Levantado el Estado de Guerra, a comienzos de
1935, Blas Pérez González se reintegra a la docencia universitaria. Pero, en
adelante, quedará marcado como enemigo de los nacionalistas catalanes y de la
izquierda obrera, e identificado con la represión posterior a los hechos de
octubre de 1934.
En febrero de 1936, el Frente Popular vence en
las urnas y el gobierno del País vuelve a girar hacia la izquierda. Blas Pérez
González es depuesto de su cargo de Decano de la Facultad de Derecho, "por
sus intensas campañas españolistas"[3].
La protección de su antiguo profesor, el republicano moderado Felipe Sánchez
Román, hombre de elevado prestigio político y académico en Cataluña, le
preserva de mayores represalias y le permite continuar con sus clases en la
facultad de derecho.
Blas Pérez González no aceptó el triunfo de las
izquierdas y acusó al Frente Popular de vencer gracias al fraude electoral.
Tres años después, ya Fiscal del Tribunal Supremo, ordenará a sus subordinados
que investigasen la comisión de delitos electorales, en sus respectivas
demarcaciones. Igual que amplios segmentos del conjunto conservador de la
sociedad española, interpretó que el gobierno de izquierdas practicaba una
política que, bajo una apariencia democrática, avasallaba los patrimonios y los
valores de la España
conservadora. Blas Pérez González calificó de "sectaria" la
actuación del gobierno del Frente Popular. A juicio de la Causa General que él
mismo coordinó, la coalición de izquierdas "practicó una verdadera
tiranía, tras la máscara de la legalidad, e hizo totalmente imposible, con su
campaña de disolución nacional y con los desmanes que cometía o toleraba, la
convivencia pacifica entre los españoles". Blas Pérez González no
participaba en los preparativos del golpe de estado, pero, por sus relaciones,
estaba informado de los pasos que iba dando la conspiración contra el gobierno
de la República. Mas
tarde, consideraría que la rebelión militar fue un "legítimo
movimiento de defensa" de la España conservadora, con el Ejército como punta
de lanza. Incluso, legitimó la operación golpista, al asegurar que los
militares insurgentes cumplieron con la misión que les asignaba la ley
constitutiva de las Fuerzas Armadas: "defender a España de sus
enemigos exteriores e interiores"[4].
Los años de la contienda española.
El 19 de julio de 1936, Blas Pérez González
asistió a la batalla que se libró en las calles de Barcelona. Los servicios de
información de la
Generalitat habían detectado el complot contra el gobierno de
la República
y tenían preparado un dispositivo integrado por la Guardia de Asalto y los
Mossos de Escuadra para impedir que el golpe de estado triunfase en
Cataluña. Cuando se desencadena la sublevación, se producen sangrientos
combates en las principales vías de Barcelona. Los anarquistas (CNT), que
tenían preparado un operativo propio, se unen a las Fuerzas de Seguridad que
defienden la República
y se enfrentan durante horas a los militares que han salido de los cuarteles
con el propósito de tomar la población. Por la tarde, la Guardia Civil se pone
a las órdenes del Gobierno, inclinando la lucha del lado de la República. Los
últimos reductos de militares rebeldes se rinden en la mañana del día 20. Tras
los combates, los anarquistas asaltan los cuarteles abandonados por los
militares y se apoderan de más de 30.000 armas de fuego que reparten entre sus
afiliados. Las instituciones republicanas y el gobierno de la Generalitat dejan de
controlar la situación. En buena medida, el poder pasa a comités, en manos de la CNT. A partir de este
momento, la persecución que las milicias anarquistas emprenden contra los
sospechosos de simpatizar con la sublevación -clérigos, militares, patronos,
políticos derechistas...- pondrá en peligro la vida de Blas Pérez
González. De entrada, es apartado por las nuevas autoridades de la cátedra de la Universidad de
Barcelona. Durante varias semanas, se oculta y consigue esquivar la persecución
de las llamadas "patrullas de control". Pero, el 27 de
septiembre, fue detenido y recluido en la checa instalada en el convento de San
Elías. Las checas eran cárceles habilitadas por algunos sindicatos y partidos
de izquierda para ejercer la represión con autonomía, a través de sus propios
grupos armados. Concretamente, la checa de San Elías se consideró una de las
más peligrosas por ser centro de torturas y porque muchos de los internados
aparecían asesinados en los alrededores de Barcelona. Al día siguiente de su
detención, el 28 de septiembre, Blas Pérez González es condenado a la última
pena por un Tribunal Popular. La prensa de La Palma publicó la noticia de su ejecución y se
oficiaron funerales por su alma. Sin embargo, la información se reveló falsa.
La verdad es que varios amigos suyos -antiguos alumnos, afiliados a
organizaciones republicanas- consiguen parar el fusilamiento. Durante dos
semanas, mientras la existencia de Blas Pérez González pende de un hilo, sus
amistades utilizan los contactos de que disponen para evitar un desenlace
trágico. Enlazan con un importante sector de las autoridades políticas y
judiciales republicanas que intentaban controlar el denominado "Terror
Anárquico", culpable, durante el segundo semestre de 1936, de la
muerte de 6.400 personas (el 80% de todas las víctimas de la represión en
Cataluña). Sin embargo, ni el gobierno de la República, ni la Generalitat disponían
de los recursos para imponerse. Así que, al no poder contener la represión,
procuraron salvar el mayor número de vidas posibles. El rector de la Universidad de
Barcelona y consejero del Gobierno Autónomo catalán, Pere Bosh Guimpera, el
propio presidente de la
Generalitat Luis Companys y su permanente protector, Felipe
Sánchez Román, figuran como algunos de los políticos y autoridades republicanas
que realizaron gestiones en favor del joven catedrático. El 14 de octubre
logran los avales necesarios para sacarlo de la checa. Se esconde con
su familia, dos semanas más, en domicilios particulares, hasta que contacta con
su hermano Esteban Pérez González, que acude a la frontera sur de Francia. Blas
Pérez González consigue huir con su mujer y sus cuatro hijos. Toma un avión con
pasaporte expedido por el gobierno de la República y vuela a Francia. En abril de 1937,
volverá a cruzar la frontera, esta vez, para pasar a la España nacional e
integrarse en el bando del general Francisco Franco[1]
Alcanza Burgos en mayo de 1937 y se afilia a
Falange. Blas Pérez González contará con el aval de los servicios prestados en
octubre de 1934, con los sufrimientos padecidos durante su encierro en
Barcelona y con el respaldo de figuras destacadas del Nuevo Régimen como Ramón
Serrano Suñer -incorporado a las tareas de gobierno por su cuñado el general
Francisco Franco- y de Lorenzo Martínez Fuset -asesor personal de General y,
también, miembro del Cuerpo Jurídico Militar-. Inmediatamente después de su
llegada, Blas Pérez González impresionó al general Francisco Franco por la
capacidad profesional que demostró en varios expedientes que le fueron
confiados. Así empezó su ascensión dentro del Régimen. El 20 de mayo de 1937,
se incorpora a la Asesoría
de Jurídica del Cuartel General del Generalísimo de la que será Segundo Jefe.
El 10 de noviembre de 1938, es investido como primer Fiscal del Tribunal
Supremo. Igualmente, es nombrado consejero de FET y de las JONS y, en agosto de
1939, se le encarga la
Delegación Nacional de Justicia y Derecho. Dos meses más
tarde, Serrano Suñer le incluye entre los vocales de libre designación de la Junta Política.
El jurista canario creía que el Estado
totalitario debía sostenerse en las dos instituciones a las que pertenecía: el
Ejército y Falange. Mientras el Ejército aportaba el poder sobre la que
descansaría buena parte de la autoridad del nuevo Régimen, el Partido Único
proporcionaría el proyecto y la infraestructura burocrática necesaria para
llevarlo a cabo. En palabras de Blas Pérez González, a la España Nacional le
acompañaban la "fuerza" y la "razón". La
fuerza se la confería la institución castrense, respaldada por el impresionante
alzamiento de la España
conservadora. La razón se la daba la defensa de las tradiciones legadas por el
pasado nacional y la renovación que aportaba el programa de Falange Española.
En el hábitat de la
Dictadura, el regeneracionismo de Blas Pérez González recalaba
en Falange[1].
A partir de la primavera de 1937, Blas Pérez
González inicia su crucial aportación de 20 años al régimen del general
Francisco Franco. La evolución de su pensamiento durante el periodo
republicano, unida a la dramática experiencia padecida en Barcelona, le
convencieron de que era imprescindible levantar un estado fuerte.
Es conveniente tener la memoria despierta - afirmaba
años más tarde- de lo que pasamos y lo que sufrimos, de todo lo que fue la
causa de nuestra Cruzada. A mí me cupo el honor de sufrir entre los buenos
catalanes y hasta ocupé en Barcelona una celda en la checa de San Elías. Pero
esto no puede ocurrir más que una vez en la vida. Y para que no vuelva a
suceder, conserva y conservará el Generalísimo el Poder en sus manos: un Poder
contra el desorden y la injusticia que cierre el paso al libertinaje.[3]
Blas Pérez González pensaba que la movilización
de la sociedad conservadora era imprescindible para contrarrestar el empuje
creciente de la España
de izquierdas. Esta movilización, la "Cruzada", se había
producido en julio de 1936, no recurriendo a los votos, sino blandiendo las
armas. La España
conservadora había salido triunfante de la Guerra Civil y,
ahora, había que proporcionarle un marco jurídico. "Las tropas
vencedoras en la contienda" venían con "títulos de
derecho"[4],
que los hombres de leyes debían hacer efectivos, erigiendo el Derecho del
Franquismo, porque, "para regir y gobernar los pueblos, se ha
necesitado y se necesitará siempre de dos instrumentos que, coordinados, son
los aptos para llevar a buen fin la empresa política: ley y autoridad, norma y
hombre revestido de poder". En su determinación de colaborar en la
configuración del Estado franquista, influye la valoración que Blas Pérez
González tiene de la figura que acaudilla el Régimen. El general Francisco
Franco le ofrece todas las garantías. Conoce al General desde su etapa de
Marruecos y le consta que puede confiar en su mando. A fines de 1939, escribe, aún
enardecido por la reciente victoria del Bando Nacional: "las vías del
Imperio van siendo jalonadas por el credo del Ausente (José Antonio Primo
de Rivera), el mandato de los caídos y la fe ciega de los hombres de buena
voluntad en torno a Franco, Señor de España por derecho de Fundación"[5].
Blas Pérez González pasa a la historia por ser ministro de la
gobernación.
De 1937 a 1957, Blas Pérez González aportará su
talento jurídico y su esfuerzo personal a la edificación del Franquismo. En
primer lugar, contribuirá a legitimar el Régimen surgido de la rebelión. La
construcción del nuevo Estado requería argumentos jurídicos que justificasen el
empleo de la violencia extrema contra un gobierno nacido de la voluntad
popular. Como jefe de fiscales, coordinó la elaboración de la difundida Causa
General (1943). Esta investigación de la fiscalía pretendía desacreditar a
la II República,
demostrando "la criminalidad del Frente Popular, ante el Mundo y ante la Historia, con las máximas
garantías de seriedad y certeza".[1]
En segundo lugar, desde 1937 hasta 1942, Blas
Pérez González, como Segundo Jefe de la Asesoría Jurídica
del Cuartel General y como Fiscal del Tribunal Supremo, intervino en la
configuración de la doctrina represiva aplicada por los Consejos de Guerra y
contribuyó a la elaboración de leyes de carácter punitivo, promovidas por la Dictadura: en 1939, la Ley de Responsabilidades
políticas; al año siguiente, la
Ley para la
Represión de la
Masonería y el Comunismo; y, en 1941, la Ley para la Seguridad del Estado [2]. Blas Pérez González consideraba la
represión un instrumento vital para alcanzar la victoria en la guerra y
afianzar el Nuevo Estado en la paz. Así que el jurista canario coadyuvó a la
implantación de un sistema represivo cuya meta era destruir a las élites
dirigentes progresistas y mantener bajo el orden nacional a la población de
izquierdas. Blas Pérez González entendía que los "crímenes"
cometidos y la "destrucción" practicada por "los
dirigentes rojos y sus secuaces" probaban que estaban equivocados
quienes creían en "el viejo mito de que las ideas no delinquen, sin
advertir el tránsito mecánico de aquellas a vías de hecho". La "realidad
trágica" de la
Guerra Civil lo había evidenciado. Por eso, el Gobierno
necesitaba dotarse de armas legales que penasen unas ideas tan dañinas, que
evitasen su propagación y, que, finalmente, las erradicasen del País [3]. El castigo infligido, profundo y
persistente, conseguiría que la maltrecha España de Izquierdas aceptase vivir
bajo el techo de un Régimen construido a la medida de la España conservadora. Así, la Ley de Responsabilidades
Políticas reconocía como uno de sus fines permitir convivir, "dentro
de una España grande", a los españoles que habían combatido en el
bando vencedor y a los derrotados, "que borren sus yerros pasados
mediante el cumplimiento de sanciones justas y la firme voluntad de no volver a
extraviar" [4] .
En tercer lugar, Blas Pérez González dará un paso
al frente y, desde el Ministerio de la Gobernación, manejará el aparato represivo
franquista, tanto para defender al Régimen del ataque de la España de izquierdas
-maquis, redes clandestinas del PCE y la CNT- como para preservar la Jefatura del Estado del
acoso de los sectores disconformes internos -monárquicos partidarios de don
Juan de Borbón y Falange radical-. El 3 de septiembre de 1942, Blas Pérez
González jura, en el Palacio de El Pardo, ante el general Francisco Franco, el
cargo de Ministro de la Gobernación,
puesto que no abandonará hasta el 25 de febrero de 1957. Su afán al frente del
Ministerio será custodiar la
Jefatura del General Francisco Franco. Esta voluntad de
servicio se basaba en dos motivos. De un lado, juzgaba que su Mando era el
mejor para aquella hora de España por la capacidad personal del militar y por
su idoneidad como elemento aglutinante de todas las facciones del bando
vencedor en la Guerra
Civil. De otro lado, Blas Pérez González creía que el General
apoyaba el programa nacionalsindicalista, de forma que su cometido consistiría
en emplear los recursos coactivos del Ministerio a fin de proporcionar a la Jefatura del Estado el
orden y la seguridad necesarios para implantar el ideario josentoniano. El
Ministro recién nombrado avisaba en su toma de posesión:
Lo advierto a tiempo para que nadie se llame a
engaño: toda provocación que en forma directa o indirecta pretenda atacar a
nuestro movimiento nacional, será prevenida y, en su caso, reprimida con la
mayor energía. Tal es la consigna que, desde este momento, reciben las
autoridades y funcionarios que desde hoy han de compartir sus tareas y desvelos
conmigo [5].
Blas Pérez González se propuso hacer de su
Departamento una maquinaria poderosa que actuaría dentro del marco legal que él
mismo había contribuido a forjar. A juicio del historiador Gabriel Cardona, lo
consiguió y "convirtió el Ministerio en una organización eficaz y
sometida a férreo control" [6].
Durante los años cuarenta, una de las principales
preocupaciones de Blas Pérez González fue el Maquis, la guerrilla republicana
repartida por las zonas montañosas de España. Tras el desembarco de Normandía,
en junio de 1944, los guerrilleros españoles que habían integrado la Resistencia francesa y
que contribuyeron a expulsar a las tropas alemanas de Francia, volvieron sus
armas contra el régimen fascista que gobernaba su País. A partir de entonces,
se incrementaron las infiltraciones en territorio español para enlazar con los
huidos del bando republicano que, desde 1939, deambulaban por los montes, y,
así, organizar un ejército guerrillero. Los maquis pensaban mantener la lucha
armada hasta que la intervención de las potencias democráticas derrocase a la Dictadura franquista.
Sin embargo, el apoyo internacional no se hizo efectivo. En los comienzos de la Guerra Fría contra la Unión Soviética,
Estados Unidos y Gran Bretaña antepusieron la lucha contra el comunismo a la
democratización de España. Prefirieron una dictadura fascista, pero aliada
segura, a una transición hacia un régimen democrático de resultado incierto. La
actuación de la Policía
española y de la Guardia
Civil fue contundente. Las continuas redadas detenían,
encarcelaban y torturaban a las cúpulas dirigentes y desmantelaban la
estructura clandestina de la oposición. A partir de 1947, el Ministerio de la Gobernación ordena una
ofensiva que arrincona al Maquis y termina por derrotarlo. A principios de
1952, solo quedaban casos aislados, agobiados por la persecución de la Guardia civil.
Durante la II Guerra Mundial, Blas Pérez González comulga
con la opción germanófila auspiciada por Falange [7]. Sus relaciones con la policía alemana, la Gestapo, incrementaron la
eficacia de las Fuerzas de Seguridad. Blas Pérez González estuvo interesado en
que sus cuadros superiores recibieran formación de la policía alemana y procuró
que pudiesen desplazarse a Alemania para recibir cursos. Según la investigación
del historiador Manuel Ros Agudo, los "intercambios de información y
colaboración", entre la
Policía española y la Gestapo, "siguieron practicándose sin
mayor dificultad, por lo menos hasta fines de 1944" [8]. Blas Pérez González acudía con
frecuencia a las ceremonias públicas que agasajaban a las autoridades alemanas,
favoreció, lo que pudo, las actividades de sus servicios secretos en España y
creyó, casi hasta el final, en la victoria del III Reich [9].
En la primavera de 1947, el Ministro de la Gobernación vuelve a
entrar en escena para cumplir con creces la tarea encomendada por el Jefe del
Estado. Ese año, el Gobierno aprueba la
Ley para la
Sucesión. A continuación, se convoca un plebiscito, para
julio, a fin de que el pueblo español refrendase la Ley. El referéndum,
organizado por Blas Pérez González, fue considerado un éxito por el Franquismo,
al arrojar un resultado favorable a la propuesta del gobierno del 93% sobre más
de 15.000.000 de votantes. Aunque la ausencia de libertad, el terror existente
en el País y la persecución que sufría la oposición impedían que el referéndum
fuese considerado democrático, el plebiscito tuvo una importante repercusión.
En un momento en que el Régimen estaba aislado internacionalmente, el resultado
fue tenido en cuenta por las potencias vencedoras de la II Guerra Mundial, que
interpretaron que el Dictador, verdaderamente, controlaba el País y disfrutaba,
al menos, de cierto apoyo popular [10]. Frente a la consistencia del régimen
del general Francisco Franco, que el Referéndum había probado, la alternativa
monárquica encabezada por don Juan de Borbón, pese a ser democrática, mostraba
disensiones internas y no garantizaba una evolución clara. Estados Unidos e
Inglaterra tenían, en la
Dictadura franquista, un régimen consolidado y un aliado
seguro de gran importancia estratégica, a no ser que, desde el exterior, se
empeñasen en desestabilizarlo. En el contexto de la Guerra Fría, el
referéndum organizado por Blas Pérez González contribuyó a que ambas potencias
desecharan perturbar un régimen anticomunista asentado y, consecuentemente,
sacrificaran la democratización de España. Dentro del País, el plebiscito,
también, reforzó la posición del general Francisco Franco. Los monárquicos del
interior, ante la evidencia del afianzamiento del poder del General, no
quisieron forzar su derrocamiento para aupar a don Juan de Borbón al Trono,
temerosos de los trastornos que pudieran provocar la ruptura de la coalición
que mantenía a la España
conservadora en el poder. La coronación de Don Juan de Borbón debía realizarse
con el consentimiento del Dictador. Eso no ocurrió y los monárquicos
pospusieron la
Restauración, aunque se mantuvieron como fuerza interna.
No es extraño que, años más tarde, el general
Francisco Franco reconociera la eficacia de la labor del jurista palmero y
dejara un juicio elogioso: "el ministro de la Gobernación, don Blas
Pérez González, me parece estupendo, es de lo más leal y vale mucho; es un
abogado de primera fila...Tengo gran afecto a este ministro" [11]. El Jefe del Estado comprendía que, transcurridos
veinte años desde que empezó a gobernar España, el general auditor Blas Pérez
González, ministro durante quince de esos años, había sido uno de los
colaboradores claves del Régimen.
Desde la salida del Ministerio de la Gobernación, hasta 1978
A pesar de salvar la comprometida etapa del
aislamiento internacional, a mediados de los años 50, el Régimen franquista
mostraba señales de anquilosamiento. La Dictadura no respondía a los problemas que
atenazaban al País. En 1956, llegaba la independencia de Marruecos. La
situación económica empeoraba y el descontento de la población se exteriorizaba
en forma de conflictos sociales en algunas de las principales ciudades. Además,
según las encuestas realizadas desde el colectivo universitario, un alto porcentaje
de la sociedad consideraba que el régimen era incompetente y corrupto. Por
último, la pugna en el seno de la coalición vencedora de la Guerra Civil se
encrespaba y recordaba a los peores momentos de la Postguerra. Para
solventar esta crisis de funcionamiento, se articularon varias líneas de
renovación, que convirtieron aquel momento en un cruce de caminos. Un sector
aperturista, que tenía a Europa como referente, parecía despuntar en las
universidades, alentado por la gestión del Ministro de Educación, Joaquín Ruiz
Jiménez. Por su parte, la
Falange, que llevaba varios años manifestándose frustrada por
su postergación dentro del Régimen, concibió un plan destinado a consumar la Revolución Pendiente
y dominar el Estado. Otro sector, integrado por miembros de la cúpula del
Ejército y por élites políticas civiles, insiste en la Restauración
monárquica, en la persona de Don Juan de Borbón. Por último, Carrero Blanco
abandera un equipo de tecnócratas que plantea enganchar España al crecimiento
económico europeo y dotar a la administración de mayor racionalidad, pero,
manteniendo el régimen franquista. Su modelo disponía, sin complejos, del
recurso a un férreo aparato coactivo y ofrecía un futuro con desenlace
monárquico.
La última etapa de Blas Pérez González como
encargado del Ministerio de la
Gobernación se abre con los choques violentos entre
estudiantes progresistas y falangistas, en febrero de 1956. En el seno de
Falange, había sectores indispuestos con la Dictadura por el retraso
que acumulaba la concreción de su programa totalitario. Esta ebullición de los
sectores más radicales se veía sobreexcitada por la apertura que se producía en
la Universidad,
impulsada desde el Ministerio de Educación. Los alborotos estudiantiles
incrementaban la tensión política y el Ministro de la Gobernación ordenó
varias detenciones con el propósito de separar a los contendientes. A pesar de
estas disposiciones, el 9 de febrero, ocurrió el choque más violento.
Esta vez el encuentro fue a tiros y un falangista resultó herido en la cabeza.
Por la noche, circularon rumores de que los falangistas se estaban armando. Al
parecer, habían elaborado listas negras con nombres de personas sobre las que
iba a caer su venganza. Blas Pérez González moviliza a la Policía para controlar los
disturbios y evitar incidentes en la Capital. Los peores momentos de las luchas entre
las "familias" del Régimen parecían reeditarse. Así, el
Ejército, por medio de algunos de sus militares más prestigiosos, advirtió al
general Francisco Franco que intervendrían si los falangistas intentaban
cumplir sus amenazas. Al cabo de las horas, el orden se recompuso. El Jefe del
Estado reaccionó cesando al Ministro del Movimiento por no controlar a la Falange y al Ministro de
Educación por ser el responsable de la apertura liberalizadora que, a su
juicio, había provocado los incidentes universitarios. Blas Pérez González
tampoco salió bien librado y fue criticado, en el Gobierno, por no resolver la
situación con prontitud[1].
Descartada la opción de los aperturistas, tras el
cese del Ministro de Educación, dos sectores se disputarán la preeminencia. A
un lado, Falange, autorizada por el general Francisco Franco para elaborar una
legislación que acrecentara su poder en el Régimen. Al otro lado, la figura de
Carrero Blanco, mentor del grupo de tecnócratas, se disponía a contrarrestar la
operación falangista. Ambos conjuntos coincidieron en hostigar la posición de
Blas Pérez González, con el propósito de reemplazarlo[2].
José Luis Arrese había contribuido, en 1942, al
nombramiento del jurista canario como Ministro de la Gobernación. Ahora,
casi quince años más tarde, maniobra para deshacerse de su presencia en el
Gabinete. La razón estribaba en que Blas Pérez González discutía las
intenciones falangistas de hacerse con el control del Estado. José Luis Arrese
procuró convencer al general Francisco Franco para que prescindiera del fiel
Blas Pérez González, aduciendo el desgaste que suponía llevar quince años al
frente de una Cartera tan complicada[3].
Por otra parte, Blas Pérez González contaba con la animosidad del Ministro de la Presidencia, Luis
Carrero Blanco. El marino reconocía que el jurista canario tenía importantes
cualidades: era leal al Jefe del Estado y poseía una gran formación jurídica.
Pero, existían razones para desplazarlo del Gobierno[4].
Primero, Carrero Blanco, en la órbita del Opus Dei, era profundamente católico
y recelaba de las rumoreadas vinculaciones de Blas Pérez González con la
masonería que, a su juicio, se transparentaban en su mano blanda: "hasta
la fecha la policía no ha sido capaz de señalar ninguna actividad masónica, y
las ha habido"[5].
El general Francisco Franco se hacía eco de estas acusaciones cuando comentaba
a su primo, el general Salgado Araujo, que, aunque Blas Pérez González "fue
pasante del señor Sánchez Román en Barcelona; esto no quiere decir que sea de
izquierdas ni que proteja a los masones, como algunos creen"[6]. Segundo, Carrero Blanco acusaba
al Ministro de la
Gobernación de no tener la suficiente energía para manejar la
represión con la contundencia requerida cuando se producían disturbios graves
en el País y aportaba como ejemplo los sucesos de Barcelona de 1951: "ni
la policía gubernativa supo prevenir, ni la policía armada reprimió a tiempo y
con la debida energía", hasta el punto de que "si el enemigo
hubiera estado mejor preparado nos hubiera dado un serio disgusto"[7]. Carrero Blanco comprendía que su plan de
renovación para el Régimen se iniciaba con una batería de medidas económicas
impopulares, susceptibles de levantar protestas en algunos sectores sociales.
Era, pues, necesario guardar el orden público con energía durante los primeros
pasos de las reformas que iban a emprender los tecnócratas del Opus Dei y, para
ello, había puesto sus ojos en el Director General de la Guardia Civil,
Camilo Alonso Vega, hombre al que el propio general Francisco Franco
consideraba "demasiado duro", sin "la flexibilidad
suficiente para la cartera de Gobernación"[8]. Tercero, Carrero Blanco quería
deshacerse de Blas Pérez González, simplemente, porque se oponía al proyecto
que auspiciaba. El ministro canario estaba de acuerdo con que el Régimen debía
evolucionar y despersonalizarse, pero no con la línea de los tecnócratas de
Carrero Blanco, su antagonista desde los años cuarenta[9].
El proyecto de Carrero Blanco aunaba la
superación económica, la pervivencia del régimen franquista y el futuro
monárquico. Será el escogido para protagonizar la siguiente etapa del
Franquismo. La Dictadura
abandonaba, definitivamente, la autarquía al incorporar a los primeros
integrantes del equipo de tecnócratas, encabezado por Laureano López Rodó. La
adopción, en 1957, de esta alternativa para sacar del atasco a la Dictadura supondrá la
salida de Blas Pérez González del Ministerio de la Gobernación. El
jurista canario no había cumplido con las expectativas del Caudillo en los
últimos contenciosos serios que había vivido el Régimen. Carrero Blanco
aprovechó estos deslices para lograr su reemplazo en el Departamento. Como
diría el historiador Gabriel Cardona, "Blas Pérez había sido victima
de los enredos y habladurías de Carrero, que lo consideraba débil para la
subversión"[10]. En efecto, el 25 de febrero de 1957,
Blas Pérez González es sustituido por el general Camilo Alonso Vega. El relevo
de Blas Pérez González se produjo como Carrero Blanco ya había propuesto, sin
éxito, en el año 1951: reemplazo por el más duro general Camilo Alonso Vega,
creación del Ministerio de la
Vivienda -desgajado del Ministerio de la Gobernación- y
ofrecimiento a Blas Pérez González para que lo desempeñase.
La fe que el general Francisco Franco mantenía en
Blas Pérez González, sumada al valor que concedía a sus conocimientos
jurídicos, explican que le ofreciera el recién creado Ministerio de la Vivienda y Previsión
Social. Sorprendentemente, Blas Pérez González lo rechaza. Carrero Blanco falló
en su último cálculo: el jurista canario prefiere ocuparse de su carrera
académica y de sus negocios privados[11]. El general Salgado Araujo, secretario
del Jefe del Estado, lo anotaba, así:
Resuelta la crisis en la forma anunciada por
Franco, si se exceptúa al ministro Blas Pérez González, que no ha querido
aceptar ningún puesto en el nuevo Gobierno, a pesar de habérsele ofrecido de un
modo insistente el Ministerio de Sanidad; rasgo que le honra, por haber
demostrado con ello que es digno y con amor propio, al no conformarse con la
cuarta parte del Ministerio que ha regentado durante muchos años[12].
Francisco Franco, desconfiado ante el disgusto
que mostraba el exministro por su cese y consciente de los secretos que
guardaba, ordenó un dispositivo de vigilancia, que incluía escuchas telefónicas[13]. La prevención del General carecía de
sentido. La aspiración del jurista canario era volver a la Universidad y labrarse
una buena posición económica, a través de su bufete. Años más tarde, el propio
General lo reconocerá:
Nos vamos a quedar sin ministro de Hacienda,
pues Navarro tiene once hijos y necesita ganar más dinero para sostenerlos y
educarlos. El cargo de ministro no es rentable y un hombre como él gana mucho
con su bufete. Le sucede lo mismo que a Blas Pérez, que siempre
estaba deseando recuperar su bufete[14].
Blas Pérez González conservará su relación con la
política a través del escaño de Procurador en Cortes que retenía desde 1943.
Pero, sus dedicaciones principales serán la abogacía y el asesoramiento de
empresas pertenecientes al grupo March. Concretamente, fue consejero del
Patronato de la
Fundación Juan March, presidente de Nora ibérica SA, vocal de
la Compañía
Transmediterránea, de Levante SA, de la Compañía de Seguros
Generales, de La Auxiliar
de la Construcción SA,
etc.[15].
Blas Pérez González falleció el 7 de febrero de 1978, de una dolencia cardiaca,
tres años después de la desaparición del general Francisco Franco. El diario El
País glosaba su perfil, casi a modo de epitafio: Blas Pérez González había
sido "un hombre de confianza de Franco"[16]. (sgonzalez, en: file:///C:/Documents%20and%20Settings/Edu/Escritorio/Blogs%20elapuron.com%20-%20La%20Plaza%20
)Notas:
Trayectoria de Blas Pérez González durante los años republicanos.
[1]
Notable conferencia del catedrático Don Blas Pérez González, Gaceta de
Tenerife, 23 de julio de 1931 y Comentarios a una conferencia (I, II y
III), Espartaco, La
Palma, 25 de julio, 1 y 8 de agosto de 1931. Los resultados
electorales en CABRERA ACOSTA, Miguel Ángel: Las elecciones a Cortes
durante la II República
en las Canarias Occidentales, Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea,
2004, pp. 39 y 101-104.
[2]
GARRIGA, Ramón: Los validos de Franco, Planeta, Barcelona, 1981, pp.
132-133.
[3]
Los nuevos ministros, El Día, Tenerife, 8 de septiembre de 1942.
[4]
Los textos entrecomillados se extraen de MINISTERIO de la GOBERNACIÓN: Dictamen
de la Comisión
sobre la ilegitimidad de poderes actuantes en 18 de julio de 1936, Editora
Nacional, Madrid, 1939 pp. 31-45; PÉREZ GONZÁLEZ, Blas: Memoria elevada al
Gobierno Nacional en la solemne apertura de los tribunales, Instituto
Editorial Reus, Madrid, 1940, pp. 7-8, 86 y 96; MINISTERIO de JUSTICIA: Causa
General. La dominación roja en España. Avance de la información instruida por
el ministerio público, Sucesores de Rivadeneyra, Madrid, 1943, p. XI.
+++++
Los años de la contienda española.
[1]MORERA
BRAVO, A.: Recuerdos de Don Blas. Diario de Avisos, La Palma, 10 de febrero de
1971; Los nuevos ministros, El Día, Tenerife, 8 de septiembre de 1942;
La vanguardia, Barcelona, 10 de septiembre de 1939 y 4 de septiembre
de 1942.
[2]
PÉREZ GONZÁLEZ, Blas: Memoria elevada al Gobierno Nacional en la solemne
apertura de los tribunales, Instituto Editorial Reus, Madrid, 1940, pp.
7-9 y Prólogo. En BENÍTEZ DE LUGO Y REYMUNDO, Luis: Responsabilidades
civiles y políticas, Editorial Bosh, Barcelona, 1940, p. XV.
[3]
El ministro de la
Gobernación visita las obras de la Ciudad Sanatorial
de Tarrasa, La
Vanguardia Española, Barcelona, 16 de octubre de 1945.
[4]
PÉREZ GONZÁLEZ, Blas: 1940, op. cit., pp. 7-8.
[5] PÉREZ GONZÁLEZ, Blas: Prólogo. En BENÍTEZ DE
LUGO Y REYMUNDO, Luis: 1940, op. cit., p. XV.
+++
Blas Pérez González pasa a la historia por ser ministro de la
gobernación.
[1] MINISTERIO DE JUSTICIA: MINISTERIO de
JUSTICIA: Causa General. La dominación roja en España. Avance de la
información instruida por el ministerio público, Sucesores de Rivadeneyra,
Madrid, 1943, pp. XI-XII.
[2] FERRER MUÑOZ, Manuel: “Blas Pérez, Ministro
de Franco”. En I Encuentro de Geografía, Historia y Arte de la Ciudad de Santa Cruz de La Palma, La Palma, Patronato de la Fundación del V
Centenario de Santa Cruz de La
Palma, 1993, pp. 490-491; PÉREZ GONZÁLEZ, Blas: Prólogo.
En BENÍTEZ DE LUGO Y REYMUNDO, Luis: Responsabilidades civiles y políticas,
Editorial Bosh, Barcelona, 1940, p. XIV.
[3] PÉREZ GONZÁLEZ, Blas: Prólogo. En
BENÍTEZ DE LUGO Y REYMUNDO, Luis: 1940, op. cit., p. XIV.
[4] Ley de Responsabilidades Políticas de 9 de
febrero de 1939, BOE, Madrid, 12 de febrero de 1939.
[5] Los nuevos ministros, El Día,
Tenerife, 8 de septiembre de 1942.
[6] CARDONA, Gabriel: El gigante descalzo.
El Ejército de Franco, Madrid, Aguilar, 2001, p. 86.
[7] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, José Luis: Historia
de Falange Española de las JONS, Madrid, Alianza Editorial, 2000, p. 468;
PRESTON, Paul: Franco, Madrid, Grijalbo, 1994, p. 585.
[8] ROS AGUDO, Manuel: La guerra secreta de
Franco (1939-1945), Barcelona, Crítica, 2002, p. 204.
[9] ROS AGUDO, Manuel: 2002, pp. 185 y 204-205;
PRESTON, Paul: 1994, op. cit., pp. 614 y 642.
[10] PRESTON, Paul: 1994, op. cit., p. 711; DE LA CIERVA, Ricardo: Franco.
La historia, Madrid, Editorial Fénix, 2000, pp. 768-769; GARRIGA, Ramón: Los
validos de Franco, Barcelona, Planeta, 1981, p. 187.
[11] SALGADO ARAUJO, Francisco Franco: Mis
conversaciones privadas con Franco, Barcelona, Planeta, 1976, pp. 182-183.
[2] PÉREZ GONZÁLEZ, Blas: Memoria elevada al Gobierno Nacional en la solemne apertura de los tribunales, Instituto Editorial Reus, Madrid, 1940, p. 6.
[3] GARRIGA, Ramón: Los validos de Franco, Planeta, Barcelona,1981, pp. 127-128.
[4] La Vanguardia, Barcelona, 6 de octubre de 1953.
++++
Desde la salida del Ministerio de la Gobernación, hasta
1978
[1]
ARRESE MAGRA, José Luis: Una etapa constituyente, Planeta, Barcelona,
1982, pp. 8, 23 y 30; CARDONA, Gabriel: Franco y sus generales. La manicura
del tigre, Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 2001, p. 160; PRESTON, Paul: Franco,
Grijalbo, Madrid, 1994, pp. 806-807.
[2]
ARRESE MAGRA, José Luis: 1982, op. cit. DE LA CIERVA, Ricardo: Franco. La historia,
Editorial Fénix, Madrid, 2000, pp. 830-833; PRESTON, Paul: 1994, op. cit., pp.
806-810.
[3]
ARRESE MAGRA, José Luis: 1982, op. cit., pp. 86-87 y 149.
[4]
TUSELL, Javier: Carrero. La eminencia gris del régimen de Franco.
Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 1993, p. 196.
[5]
TUSELL, Javier: 1993, op. cit. p. 201; FERRER MUÑOZ, Manuel: "Blas Pérez,
Ministro de Franco". En I Encuentro de Geografía, Historia y Arte de la Ciudad de Santa Cruz de La Palma, Patronato de la Fundación del V
Centenario de Santa Cruz de La
Palma, La
Palma, 1993, p. 486.
[6] SALGADO ARAUJO, Francisco Franco: Mis
conversaciones privadas con Franco, Planeta, Barcelona, 1976, pp. 182-183.
[7] TUSELL, Javier: 1993, op. cit. p. 201.
[8] SALGADO ARAUJO, Francisco Franco: 1976, op.
cit., p. 201; PRESTON, Paul: 1994, op. cit., p. 830.
[9] FERRER MUÑOZ, Manuel: 1993, op. cit., p.
486; TUSELL, Javier: 1993, op. cit. pp. 230 y 232.
[10] CARDONA, Gabriel: 2001, op. cit., p. 181;
PRESTON, Paul: 1994, op. cit., p. 830; RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, José Luis: Historia
de Falange Española de las JONS, Alianza Editorial, Madrid, 2000, pp.
501-502.
[11] CARDONA, Gabriel: 2001, op. cit., p. 181;
GARRIGA, Ramón, 1981, op. cit., pp. 205-208.
[12] SALGADO ARAUJO, Francisco Franco: 1976, op.
cit., p. 201.
[13] GARRIGA, Ramón, Los validos de Franco,
Planeta, Barcelona, 1981., pp. 205-208; PRESTON, Paul: 1994, op. cit., p. 830.
[14] SALGADO ARAUJO, Francisco Franco: 1976, op.
cit., p. 271 (La negrita es nuestra).
[15]CARDONA, Gabriel: 2001, op. cit., p. 181;
GARRIGA, Ramón, 1981, op. cit., p. 208; EQUIPO MUNDO: Los 90 ministros de
Franco, Barcelona, Dopesa, 1971, p. 112.
[16] GARCÍA HERNÁNDEZ, José: Un hombre de
confianza de Franco, El País, Madrid, 8 de febrero de 1978.
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