CAPITULO VIII
Chaurero n Eguerew
INVASIÓN SAQUEO Y OCUPACIÓN DE LA ISLA CHINECH (TENERIFE)
III
Depredaciones entre
guerras
El día
25 de junio
de 1494 el baile de Valencia
comisionaba a un
alguacil para que se
presentara en el
puerto de la ciudad
de Denia y se
incautara del timón
y las velas
de la nave de un mercader que
había traído de Canarias 45 esclavos,[1]
de los
cuales había vendido ya
algunos sin pagar los
impuestos requeridos. No es
difícil identificar a este
aprovechado mercader con Benavides (pues
no hay en todo el año
una presentación de tal
cuantía), que tres días más
tarde comparecía ante
la corte de la bailía para pagar
el tributo acostumbrado, del que no había conseguido escapar. (Vicenta Cortés)
Alonso Fernández de Lugo jamás fue buen
pagador y jamás cumplió del todo una promesa,
compromiso o saldó totalmente una deuda, ni siquiera con su propio dios.
Esta verdad incuestionable está
ampliamente documentada en las decenas de reclamaciones y pleitos interpuestos
por los defraudados y acreedores entre ellos su propio hermano Juan de Lugo,
mercader establecido en Sevilla.
Muchos de estos pleitos llegaron
al Consejo de Castilla de los que generalmente Lugo salió airoso, motivo por el
cual algunos autores defensores a ultranza de las supuestas bondades del
esclavista esgrimen para atribuirle unas supuestas dotes de estadista, cuando
la realidad es que Lugo fue un consumado sobornador, cualidad que por otra
parte no precisaba ser muy notable pues en la corrupta corte
castellano-aragonesa el empleo del soborno como método para conseguir prebendas
y oscuros negocios era práctica habitual desde los monarcas hasta el último
repostero de cocina.
La compra de influencias entre
los miembros del Consejo de Castilla por parte de Alonso de Lugo esta
documentada en las Datas de repartimiento de las tierras usurpadas en la isla
Chinech (Tenerife)[2] a personajes de la corte
cuya participación en la invasión y conquista se limitaron a usar su influencia
a favor de Alonso de Lugo, muchos de los cuales recibieron además por parte del
invasor esclavos guanches como pago por sus servicios.
El 12 de agosto 1494 comparecía
en el mercado de esclavos de Valencia Miguel
Sanz Escuder, factor y procurador
del lugarteniente del tesorero del rey, Alfonso Sanchís, para
presentar un lote de
65 guanches que habían
sido apresados en su tierra, trasladados desde allí a La Gomera y
remitidos al oficial real
por medio de un
mercader genovés. Si unimos
este caso al
anteriormente referido de Alonso de Lugo y su procurador Benito de Benavides, podemos observar que la corona y altos funcionarios
no eran ajenos, a los pingüe beneficios y provechos
que de
la conquista de la
esclavitud de los guanches se desprendieron
Lo que es innegable es que este
esclavista tenía una hiperactividad digna de mejor causa, mientras preparaba la
segunda invasión de Chinech empleó el tiempo en viajar a la corte en busca de
apoyo a sus prepósitos además de hacer algunas correrías en la isla e incluso
en el continente a la captura de esclavos en compañía de su compinche el
tratante en esclavos Mateo Viña, como tendremos oportunidad de ver.
En 1494, Francisco Palomar mercader genovés y “vecino de la
ciudad de Valencia”, que se encontraba en Gran Canaria, amigo y socio del
mercenario Alonso Fernández de Lugo, al que compró 87 esclavos guanches capturados en Güimar, y que serían vendidos
luego en la referida ciudad. Este Francisco Palomar o Palomares, se hizo con
propiedades en la Isla.
Siguieron corriendo
los meses con diversa fortuna,
y el futuro Adelantado, falto de medios
económicos para proseguir la conquista, se los procuró por todos
los medios a su alcance. Durante
el año 1495 se vendieron solamente en
Valencia 109 esclavos canarios, de los cuales
40 consta que
eran de la
isla que se estaba
conquistando; 13 aparecen sin
procedencia determinada y
56 forman una partida que el mercader de la ciudad Juan Viño presentaba en nombre de
Alfonso Sanchis.
La mayoría de los
esclavos eran menores, de ocho a doce años, apresados en
las cabalgadas.
Como consecuencia de estas
cabalgadas o razzias se produce en el mercado de esclavos de Sevilla un
considerable aumento de la oferta de esclavos procedentes de la isla de
Tenerife. La invasión y ocupación de
Chinech realizada desde Sevilla, ocasionó unas relaciones de todo tipo entre el
archipiélago y la capital andaluza.
Podían encontrarse en la ciudad
esclavos canarios a los que se encomendaban las tareas más pesadas, e incluso
degradantes. Los había que eran dedicados al transporte de cargas pesadas, en
el puerto, al trabajo de aguadores o de simples recaderos. Como en Valencia,
algunas esclavas guanches eran dedicadas a la prostitución,
El precio de un esclavo dependía
del sexo, edad, estado físico y coyuntura ya que cuando se desataban las
hambres y las pestes éstas repercutían en los precios. Con los años fue
subiendo su valor y de 20 ducados se paso a 80 y 100. En las ventas podía
hacerse constar que la “pieza” no estaba endemoniada, ni tenía ojos claros, ni
era borracha, ladrona o huidora, o que era “de buena guerra” (autorizada su
esclavitud) circunstancia que en los esclavos canarios a veces no era cierta.
Igualmente, para evitar engaños, se realizaban compras condicionadas, hasta
comprobar las facultades del esclavo.
La cabalgadas llevadas a cabo por
Alonso de Lugo y sus socios en el tiempo que medió entre la retirada a la isla
Tamaránt y la preparación de la segunda invasión, están recogidas entre otros
documentos en una Carta de Comisión expedida en Madrid en febrero de 1495 y
dirigida al gobernador colonial de Gran Canaria Alonso Fajardo para que
administre justicia a los ya citados Diego y Cristóbal Garrido, cuya había la
nao naufragado en las la cabalgadas
preliminares a la segunda invasión de Chinech (Tenerife.) Documento que reproducimos en su
totalidad:
“Don Fernando e doña Ysabel, etc.
A vos el nuestro govemador de la Grand Canaria, salud e gracia. Sepades que Diego
Garrido e Christóval Garrido, vecinos de la villa de Palos, nos fizieron
relación por su peticion, deziendo que este verano pasado, yendo con un navío
llamado Garrida e con cierta ropa de Mateo Viñán, como capitán que era de dicho
navío, en conpañía de Alonso de Lugo e de otros conpañeros suyos genoveses, que
yban para la conquista de Tenerife en vuestro servicio y estando ya cerca de
dicha ysla, y podiendo yr de día a ella, los sobredichos de un acuerdo de
amarrar de día las velas, por que los canarios no viesen, para fazer salto en
ella y luego, en anocheciendo, diz que alc;aron todas las velas para fazer el
salto que a ellos cunplía, y yendo su viaje, a causa que enteramente no sabían
los puertos, el qual dicho su navío entró en una peña e se perdió, de manera
que ellos quedaron perdydos e syn nyngún remedio; e como quiera que de aqueste
saltos, que fizieron, sacaron ciento e
quarenta esclavos e XX mill caveças de ganado,[3] e como quiera que
ellos les dixieron que les secrestarían de aquella cavalgada, non lo an fecho
ni querido fazer; los qual diz que están en la dicha Tenerife, e que no an
podido alcançar con ellos conplimiento de justicia; e nos suplicó e pidyó por
merced cerca dello, con remedyo de justicia, les proveyésemos como la nuestra
voluntad fuese.
E nos tovímoslo por vien; e
confiando de vos que soys tal persona que guardaréys nuestro servicio e el
derecho a cada una de las partes, e vien e fielmente faréys lo que por nos vos
fuera encomendado e cometido, es nuestra merced e voluntad de vos encomendar e
cometer, e por la presente vos encomedamos e cometemos, lo susodicho: por que
vos mandamos que luego veades lo susodicho, e llamadas e oydas las partes a
quien atañe, brevemente e syn dilacjón que ser pueda, non dando lugar a luengas
nin dilaciones de malicia, salvo solamente la verdad sabida, fagades e
administredes conplimiento de justicia por vuestra sentenc;ia o sentencias as y
ynlocutorias (sic) como difinitivas; las quales, el mandamiento o mandamientos
que la dicha razón dyerdes e pronunciardes llegades e fagades llegar a pura e
devida execución con efecto, quanto e como con fuero e con derecho devades; e
mandamos a las partes a quien lo susodicho toca e atañe e a otras qualesquier
personas que para ellos deven ser llamados e vengan e parescan ante vos a
vuestros llamamientos e enplazamientos e enplazamientos (sic), a los plazos e
so las penas que vos de nuestra parte les, pusyerdes o mandardes poner, las
quales nos por la presente les ponemos e abemos por puestas. Para lo qual todo
que dicho es e para cada una cosa e parte d'ello, vos damos poder conplido por
esta nuestra carta, con todas sus yncidencias e dependencias, emergencias,
anexidades e conexidades. E non fagades ende hal. Dada en la villa de Madrid, a
(blanco) días del mes de (blanco), año del nascimiento de nuestro señor Jhesu
Christo de mill e quatrocientos e nobenta e cinco años.=Don Alvaro.=Johannes,
episcopus astoricensis.=Antoninus, dotor.=Gundysalvus, lieniatus.=Felipus, dotor.=Johannes,
licencias.=Yo Luys del Castillo, etc.” (A. Rumeu 1975:437)
Queda dicho más arriba que Alonso
de Lugo jamás cumplía del todo un compromiso, por otra parte, la leyenda
oficial hace referencia que el invasor hipotecó a dos de sus hijos con la
colona Inés Peraza como garantía de la inversión que esta efectuó a instancias
de Isabel y Fernando en la invasión de Chinech, naturalmente con la intención
de obtener buenos beneficios. Por los visto la ingente cantidad de guanches
esclavizados y vendidos durante la primera invasión de la isla no generaron al
esclavista los ingresos suficientes para hacer frente a sus compromisos económicos, según se
desprende las reclamaciones de los acreedores ante el Consejo de Castilla dos
años después del intento. A continuación reproducimos dos documentos relativos
a dichas reclamaciones, tomados del libro “La Conquista de Tenerife,
1494-1496”
del nada indigenista profesor Antonio Rumeu de Armas:
“Los escuderos y peones que habían participado en
la primera entrada y más tarde en la construcción
y defensa de las torres, cuando la fase inicial del segundo desembarco, reclaman sus sueldos al capitán conquistador Alonso
de Lugo. Carta de comisión a Alonso
Fajardo, gobernador de Gran Canaria, para que les administre «entero
cumplimiento de justicia» (inédito)
Tortosa,
20 de enero de 1496.
Alonso
Fajardo, governador de Canaria. Sueldo de peones. Comisión al governador
Alfonso Fajardo sobre el sueldo que Alonso de Lugo deve a Ciertos escuderos
y peones que fueron en la conquista de la ysla de Tenerife.
Don Fernando e doña Ysabel, etc. A vos el bachiller Alonso Fajardo,
nuestro governador en la ysla de la Grand Canaria, salud
e graçia. Sepades que por parte de los escuderos e
peones que fueron con Alfonso de Lugo a la conquista de la ysla de Tenerife nos
fue fecha relaçión disyendo: quellos fueron, en
nuestro servigio, con el dicho Alonso de Lugo, e que la primera vez e después otras muchas en la dicha conquista se
hallaron con él, donde diz que fueron
muertos muchos dellos e robados e feridos; e se fueron a la ysla de la Grand Canaria, para
allí se reparar fasta LX de cavallo e tresyentos peones; e quel dicho Alonso de Lugo les rogó, pues que en
ello usasen temor de Dios e nuestro, que se fuesen con él a la dicha
ysla de Tenerife a faser dos fortalesas; e que ellos, por nos servir e por los
juramentos e promesas quel dicho Alonso de Lugo les fiso que serían pagados e
satisfechos, e se bolvieron e fueron con él;
e que estuvieron travajando en las dichas fortalesas e en la villa que se fase,
peleando e fasyendo la guerra a los
canarios, donde diz que fueron muertos los más dellos; e que el dicho Alonso de Lugo dis que no les ha
querido pagar cosa alguna del dicho
servicio, aunque por su parte a seydo requerido muchas veses, poniendo a ello sus escusas e dilagiones; e
que a cabsa dello andan destruydos e
perdidos, pidiendo por Dios, e soplicándonos e pidiéndonos por merced les mandásemos remediar con justicia, o como la
nuestra merged fuese. E nos tovímoslo
por bien; e confyando de vos que soys tal persona que guardaréys nuestro servigio y el derecho de las
partes, e con diligengia faréys lo que por nos vos fuere encomendado e
mandado, nuestra merged e voluntad es de vos
encomendar e cometer. E por la presente vos encomendamos e cometemos, el dicho
negogio o cabsa: por que vos mandamos que llamadas e oydas las partes a quien toca e atañe lo susodicho, breve e
sumariamente, syn dar lugar a luengas
ni dilagiones de maligia, solamente savida la verdad, syn pleito e costas, fagades e administredes entero cumplimiento
de justigia a los dichos escuderos y
peones, por manera que, por falta della, no tengan causa ni razón de so
nos venir más a quexar sobre ello; e mandamos a las personas a quien toca e atañe lo susodicho, e a qualesquier otras
personas que para ello devían ser llamadas
e de quien entendierdes de ser ynformados, que vengan e parescan ante vos a
vuestros llamamientos e emplasamientos, a los plasos e so las penas que les pusyerdes, etc. Ca para todo ello, con sus
ynçidenias, etc., vos damos poder
complido. Dada en la gibdad de Tortosa, XX de enero año del nasçimiento
de nuestro señor Ihesu Christo de mili e quatrogientos e noventa e seys años.
= Yo el Rey. = Yo la
Reyna.=Yo Juan de la
Parra, etc. Acordada. = Rodericus.
(A. Rumeu de Armas, 1975:440)
Provisión del Conseja
real para que el gobernador de Gran Canaria Alonso Fajardo resuelva en derecho sobre el débito de
seiscientos mil maravedíes que doña Inés Peraza, señora de Lanzarote, reclamaba
a Alonso de Lugo, gobernador de Tenerife (inédito).
Morón, 29 de mayo de 1496.
Doña Ynés de Peraza. Comisyón.
Don Fernando e doña Ysabel, etc. A vos el bachiller
Alonso Fajardo, nuestro governador de la Gran Canaria, salud e
gragia. Sepades que doña Ynés Peraça,
vesina de la çibdad de Sevilla, nos hiso relación por su petiçión, que ante nos en el nuestro Consejo presentó, disiendo: que
Alonso de Lugo, governador ques de las yslas de
Canaria e, Tenerife, dis que le deve y es obligado a pagar seysçientas mili maravedís; las quales dis que
como quier que por su parte muchas
vezes ha seydo requerido el dicho Alonso de Lugo que çe los dé e pague, que lo non ha querido nin quiere faser, poniendo a
ello sus escusas y dilaçiones
indevidas, en lo que dis que ella ha resgebido mucho agravio e daño; e nos suplicó e pidió por merged que sobre ello
proveyésemos, mandando al dicho Alonso de Lugo que luego le diese e pagase las
dichas seysgientas mill maravedís, o
como la nuestra merged fuese. E nos tuvímoslo por bien; e confiando de vos que soys tal persona que guardaréys nuestro
servigio e el derecho de las partes, e bien e fiel e diligentemente faréys lo
que por nos vos fuese encomendado e cometido, es nuestra merçed e voluntad de
vos lo encomendar e cometer lo
susodicho; e por la presente vos lo encomendamos e cometemos. Por que vos
mandamos: que luego veades lo susodicho, e llamadas e oydas las partes a quien atañe, lo más brevemente e syn dilaçión que
ser pueda, syn estrépitu nin figura
de juiçio, solamente la verdad sabida, libredes e determinedes en ello lo que fallardes por fuero e por derecho, por
vuestra sentençia o sentençias asy ynterlocutorias como definitivas; la
qual e las quales, e el mandamiento o mandamientos
que en la dicha razón dierdes e pronunciardes, llevedes e fagades llevar a pura e devida execugión, con efecto
quanto e como con fuero e con derecho
devades; e mandamos a las partes a quien toca e atañe e a otras qualesquier personas, de quien entendiéredes ser
ynformado e mejor saber la verdad que nos seamos, del día que vos emplazare
hasta quince días primeros syguientes, so la dicha pena; so la qual mandamos a
qualquier escrivano público, que para esto fuere llamado, que dé ende al que
vos la mostrare testimonio sygnado con su sygno, por que nos sepamos en cómo se
cunple nuestro mandado. Dada en la cibdad de Burgos, a veynte días del mes de
noviembre, año del Señor de mili e quatrocjentos e noventa e seys años. = Yo el
Rey. = Yo la Reyna.
=Yo Juan de la Parra,
secretario del rey e de la reyna nuestros señores, la fize escrivir por su
mandado. En las espaldas: don Alvaro. =Johanes, episcopus.= Johanes,
doctor. = Andrea, doctor. =Antonius, doctor. = Petras, doctor. =Ioha-nes,
licencíate” (22 A.
S.: Registro del Sello. Fol. 2. En: A. Rumeu de Armas, 1975:441)
Segunda invasión
Después de la retirada del resto
las tropas mercenarias que sobrevivieron a la batalla de Acentejo al real de
Las Palmas, Alonso de Lugo mientras esperaba la participación del Duque de
medina Sidonia o de cualquier otro magnate interesado en el comercio de
esclavos, además de las “cabalgadas” llevó a cabo unas segunda invasión reglada
a la isla, hecho recogido por el cronista Abreu Galindo y desarrollado más ampliamente
por Rumeu de Armas, y que por lo visto no ha merecido la atención de otros
investigadores posteriores, pues la mayoría de la bibliografía que se ocupa del
tema destacan las “entradas” en 1494 y 1496 como si las operaciones de
conquista hubiesen estado aletargadas, extremo que desmiente el inusitado auge
de venta de esclavos guanches experimentado en los mercados de Valencia y
Sevilla durante ese periodo.
“Dende algunos días que se hubo rehecho Alonso
de Lugo, tornó segunda vez a
hacer entrada en Tenerife, y desembarcó en el propio lugar; y le
sucedió tan mal como la primera vez, y hubo de embarcarse con alguna pérdida
de su gente.” (Abreu Galindo, 1977:318)
El
mismo autor más adelante refiriéndose a las huestes enviadas por el duque de
Medina Sidonia -de las que nos ocuparemos en el capitulo correspondiente-,
continua:
“Hecha, pues, reseña de toda la gente, el capitán
Alonso de Hernández de Lugo se embarcó en las seis carabelas, y
en otras muchas barcas y carabelas que tenía juntas, y tornó
a la isla de Tenerife tercera vez sobre
los guanches, y fue a desembarcar en el puerto de Santa
Cruz.” (Abreu Galindo, 1977:320)
Hecho que queda corroborado por el documento que
hemos visto en el capitulo anterior en el que los escuderos y peones reclaman
en enero de 1496 al futuro Adelantado las pagas adeudadas: “e
que la primera vez e después otras muchas
en la dicha conquista se hallaron con él, donde diz que fueron
muertos muchos dellos e robados e feridos; e se fueron a la ysla de la Grand Canaria, para
allí se reparar fasta LX de cavallo e tresyentos peones; e
quel dicho Alonso de Lugo les rogó, pues que en ello usasen temor de Dios e nuestro, que se fuesen con él a la dicha ysla de
Tenerife a faser dos fortalesas; e que ellos, por nos servir e por los juramentos
e promesas quel dicho Alonso de Lugo les fiso que serían pagados e satisfechos,
e se bolvieron e fueron con él; e que
estuvieron travajando en las dichas fortalesas e en la villa que se fase, peleando e fasyendo la guerra a los canarios,
donde diz que fueron muertos los más
dellos.”[4]
Es más que
probable que durante esta segunda invasión cuya principal misión consistía en
asegurar unos emplazamientos o cabezas de puente en el menceyato de Anaga[5] desde
donde poder acometer de manera estratégica los ataques a los menceyatos
resistentes de Tegueste, Tacoronte, taoro y daute.[6] Es
posible que fuese esta avanzadilla quienes en los momentos previos a la tercera
invasión fuesen los autores con ayuda de los naturales de los bandos de paces,
del envenenamiento de las fuentes de agua en los menceyatos resistentes y que
los cronistas dieron en denominar como “enfermedad de la modorra”, pero que
realmente y conforme atestiguan modernos estudios consistió en una guerra
biológica.
Se define como
guerra biológica el uso intencional de organismos vivos o sus productos tóxicos
para causar muerte, invalidez o lesiones en el hombre, animales o plantas. Su
objetivo es el hombre, ya sea causando su muerte o enfermedad o a través de la
limitación de sus fuentes de alimentación u otros recursos agrícolas.
El empleo de los agentes
biológicos como armas data de la antigüedad, donde existen registros de los
asirios, griegos y romanos que contaminaban las aguas de los pozos con cuerpos
en descomposición, o empleaban substancias tóxicas extraídas de las plantas o
animales para untar las puntas de sus flechas.
Las huestes invasoras tenían
experiencia en este tipo de guerra sucia que ya habían experimentado con éxito
en la guerra de Granada envenenando las aguas de la acequia de Aynadamar en
Víznar, esta acequia abastecía de agua los aljibes del Albaicín, el principal
núcleo de población de la
Granada nazarí. En dicho canal los cristianos envenenaron las
aguas tirando cadáveres y viseras de
cabras.
Los historiadores de la invasión
y ocupación de Chinech hacen referencia directa a algunas enfermedades del aparato respiratorio, anotando que éstas se
reducían a afecciones agudas provocadas por las variaciones del tiempo y que,
en ocasiones, acarreaban sofocaciones o disneas (ehmer), cuyo origen también
podía encontrarse en ciertas enfermedades circulatorias.
“Pero, sin lugar a dudas, la
patología infecciosa mejor documentada en las fuentes es la modorra o
pestilencia, enfermedad epidémica sufrida por los antiguos isleños durante la Conquista. Dicho
mal causó un gran número de bajas entre la población isleña, condicionando la
defensa de alguna de las Islas…
Fray Alonso de Espinosa describe
en su Historia [1594 (1980): 110-111] uno de esos episodios, acontecido durante
la conquista de Tenerife: En este
tiempo, por el año de mil
y cuatrocientos y noventa y cuatro,[7] ahora fuese por la permisión divina, [...],
ahora fuese que
los aires, por
el corrompimiento de los
cuerpos muertos en las batallas y encuentros pasados, se hubiesen
corrompido e inficionado, vino una grande pestilencia, de que casi todos se
morían, y ésta era mayor en el reino de Tegueste, Tacoronte y Taoro, aunque
también andaba encarnizada y encendida en los demás reinos.[8]
Los síntomas de la modorra eran la fiebre y
la letargia. En algunos casos, el enfermo también presentaba ciertas
complicaciones del aparato respiratorio, que le conducían, si llegaba a
sobrevivir, hacia un estado de abatimiento general. Aunque su contagio se
atribuía a la corrupción del aire provocada por los cuerpos insepultos de los
guerreros caídos durante los combates, cuyos efectos se agudizarían en las
épocas más húmedas y frías, cabe suponer que el envenenamiento deliberado de
los pozos de agua por parte de los colonizadores
tuvo también algo que ver.” (Néstor Bogajo, 2007)
El profesor e investigador Francisco P. De Luca ha desarrollado un
interesantísimo y documentado trabajo en torno al tema tratado del cual
reproducimos los siguientes párrafos: “Por su parte, el Dr.J.Bethencourt Alfonso (III, 1997:110), licenciado
en Medicina, afirmaba a principios del siglo XX en relación a este tema:”En
las condiciones de vida de los guanches las epidemias de modorra (fiebre
tifoidea para J.Bethencourt) necesariamente tenían poco poder
difusivo, siendo su radio de acción muy limitado..”..”las familias moraban
aisladas unas de otras separándolas 3 o 4 km ., en chozas ventiladas, y que no conocían
los estercoleros, ni las alcantarillas, ni los pozos negros, ni letrinas, ni
lavaderos públicos”. De lo anterior se infiere que tuvo que existir un
agente transmisor eficaz, concreto y puntual que provocase la sintomatologia
descrita por los cronistas. Son muy significativas las afirmaciones de Espinosa
y Viana por las cuales una de las causas que más contribuyó a la conquista de
Tenerife fue la citada epidemia de modorra sufrida por los guanches, y
además de “grandes proporciones”, en línea con la conocida y falsa teoría de la
“casi total exterminación de la etnia guanche” sostenida a lo largo de los
siglos por algunos autores, tendenciosa e interesadamente favorable a las tesis
colonialistas.
A la vista de la documentación
histórica que describe la sintomatología y profundizando en los aspectos
patólogicos de los cuadros infecciosos, es muy probable que estemos en
presencia de una verdadera contaminación consciente o guerra
bacteriológica…” (F. Pablo
De Luca)
No
deja de ser significativo el hecho de que la modorra no afectara a los
invasores ni a los bandos de paces excepto algunos núcleos del menyato de
Anaga.
Para Bernáldez Alonso de Lugo,
era caballero sevillano “de noble generación, hombre pacífico y de muy buena
condición y de sana conciencia, agudo y de buen corazón e ingenio, cuidadoso de
ganar honra e de servir a Dios y a sus Altezas... en conquistar las gentes
bárbaras e idólatras, ignorantes y enemigas de la fe católica”. Mediador entre
Pedro de Vera y los nativos, “porque con mucho amor los trataba e conquistaba”
(Bernáldez. Cap. CXXXII)
Quizá ese amor que según Bernáldez
el esclavista Alonso de Lugo sentía por los nativos canarios, le inducía a
mantener activo los mercados de esclavos, especialmente en los de Sevilla y
Valencia, de cuyas cristianas y amorosas transacciones nos han llegado algunos
documentos parte de los cuales reproducimos a continuación:
El 2 de enero de 1496 Melchor Codo vendió dos cautivos, y el día 4, Gaspar Rull subastó nueve esclavos guanches.
Las entradas de los
españoles por los reinos de Tegueste y Taganana se tradujeron en la consiguiente captura de esclavos. Tan sólo en un
mercado, el de Valencia, se puede hoy
seguir el rastro documental del tráfico de seres humanos. En los primeros días de enero de 1496 se procede a vender once
esclavos guanches, apresados sin
duda en las razzias que organizadas por el destacamento encargado de la
construcción de la torres.
16 de enero de
1496.-Andrés Suárez [Gallinato]
(fijo de Pedro del Algava, difunto que Dios aya, e de Leonor Suárez [Gallinato]
su muger, vezino de Sevilla en la collación de Sant Andrés) deve a Ruy Pérez de Esquivel (vesyno de
Sevilla en la collación de Sant Juan,
que está presente) 6.365
maravedis desta moneda que se agora
usa, los quales son de resto de una mula
de color prieta que dél rescibió e conpró
la qual dicha mula está en su poder;
los quales dichos maravedís le ha de dar e pagar desde oy día de la fecha
fasta 15 días primeros
siguientes, so pena del doblo E porque más seguro sea de
ser mejor pagado, dale por ellos en
enpeños un esclavo canario de Tenerife,
que ha nombre Juan, de hedad de 17 años poco más o menos, en tal manera que
sy al dicho plaso no le diere e pagare estos dichos maravedis se
quedará con él (J. M., fols. 197 v.-198).
1496 marzo 28 .-Alonso de Lugo
(Governador de la ysla de
Tenerife, vezino de Sevilla en la collación de Sant Andrés) otorga que da su poder a Luys Carrasco (vezino desta cibdad en la
dicha collación, questá presente) para
que por él
e en su
nombre pueda demandar
e recabdar e cobrar
de Pedro de Castellanos (vezino
de la cibdad de Baca) o de sus bienes,
treynta e dos
esclavos canarios de la
dicha Ysla de Tenerife, los quales 61
le ovo dado para que los llevase a la Corte para dar a Sus Altezas e a otros
cavalleros de la dicha su casa e corte;
e para que los pueda rescebir en
su poder, e otorgar carta de pago las
que complieren; e para que pueda
parescer ante qualesquier alcaldes e juezes. (J. Bf., fois. 71-71 v.j.
46.-9 noviembre
1496: Miércoles.-Constanza Espinosa
(vecina de Sevilla en la collación de Santa María) vende
al Bachiller Luis de Herrera,
vecino de Sevilla, una esclava
canaria de color lora, de
nombre Beatriz, de edad de veynte años y natural de la Ysla de La Palma, por
precio de tres mil
maravedís, que declara
haber recibido (L.
G. C., fol. 542 v.).
[1] De los guimareros
apresados alevosamente por Alonso de Lugo en Añazu en los primeros días de ese
mes y año.
[2] Ver: Elías Serra Rafols,
Las Datas de Tenerife (Libros I al IV) Instituto de Estudios Canarios. La Laguna-Tenerife
1978.
[3] Según recoge Bethencourt
Alfonso en su Historia del Pueblo Guanche, por esas fechas la cabaña ganadera
de la isla contaba con más de 200.000 cabezas.
[4] Según
la historia oficial el primer asentamiento europeo en Aguere (La Laguna) tuvo lugar en el
mes de julio de 1497, ocupando los invasores las viviendas de un poblado
guanche que existía en un lomo que denominaron de La Concepción, porque
levantaron allí un templo de “tapias” que dedicaron a esta advocación. Por
consiguiente, no es factible que los reclamantes cuando dicen “e en la villa que se fase,”
se refieran
a los inicios del por aquel entonces villorrio de La Laguna, entre otras
cuestiones porque las reclamaciones corresponden a la estancia en la isla de
dichos peones y escuderos entre los años 1494 y 1495.
Recuerdo que
por el año de 1995 guiado por mi curiosidad, visité unas ruinas ubicadas en La Verdellada Vieja
por donde discurría el antiguo camino a Santa Cruz, en una planicie situada a
la altura de la actual Gracia, en las tierras usurpadas que en un principio
fueron asignadas al invasor y tratante
en esclavos Mateo Viña. Dichas ruinas debieron conformar en su día un amplio
cortijo, entre los restos de las múltiples construcciones, una en especial captó
mi atención, se trataba de un amplio recinto rectangular cuyas paredes medían
más de un metro de ancho y construidas con grandes piedras perfectamente
aplomadas tanto por el exterior como por el interior y sin relleno de cascajo
¿serían estas ruinas los restos de la torre de Gracia? Hoy dichas ruinas yacen
bajo las modernas urbanizaciones de La Verdellada Nueva.
[5] Rumeu de Armas basándose en Espinosa afirma que la
torre de Gracia estaba emplazada en el menceyato de Tegueste, pero según el Dr.
Bethencourt Alfonso, los limites del menceyato de Anaga por su parte sur transcurrían por la Sierra de Sejeita, es
decir, por los actuales enclaves de El Bronco, Lomo Largo y San Roque, hasta
los inicios de Los Genetos, siendo el limite del menceyato por esta parte el
Barranco de Ganigue, hoy Barranco del Hierro, donde comenzaba el menceyato de
Güímar. Límites corroborados por Luís Diego Cuscoy. Recordemos que La Laguna era zona “universal”
de libre transito de personas y ganados de todos los menceyatos por su carácter
de Valle Sagrado, por tanto, la torre estaba situado dentro de los limites del
menceyato de Anaga.
[6] La zona coloreada de rojo en el mapa corresponde a
los menceyatos afectados por la epidemia de modorra, como se puede observar,
fue una epidemia muy selectiva en cuanto
a sus victimas.
[7] El cronista Espinosa confunde la fecha de 1494 con
1496 según corrobora y documenta
Antonio Rumeu de Armas.
[8] Los cadáveres de los mercenarios caídos en la batalla
de Acentejo fueron quemados por orden de Kebehi Benchomo, por tanto, los
muertos en dicha batalla no pudieron ser un foco grave de infección. La
tradición popular recoge que la ermita de San Antonio en La
Matanza de Acentejo está edificada sobre un osario de parte
de los muertos en combate, probablemente en el lugar se llevó a cabo una de la
piras.
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