CAPITULO XXIX
Chaurero n Eguerew
La Iglesia Católica y su implicación en la esclavitud del
pueblo guanche, III
La iglesia católica y la esclavitud del
pueblo guanche
La Iglesia
católica, como hemos visto, justificó la esclavitud y más tarde también se
sirvió de ella. Desde el comienzo mismo de la Edad Media, fue la
institución que más esclavos poseyó. Aunque tras muchas presiones vio
reconocido su derecho a la manumisión, su índice de liberación no era más
acelerado que con el paganismo anterior, por más leyendas que existan y que
desean informar de un índice de manumisión increíblemente mayor. También se
cuenta con multitud de documentos donde se ve cómo la iglesia católica, además
de manumitir, redujo a muchos libertos a la servidumbre debido a su continuo
empobrecimiento. Todo ello da más coherencia al ingente número de esclavos que
poseía y a ciertas disposiciones conciliares que nos han llegado, como el canon
V del XVI Concilio de Toledo, donde leemos “que la iglesia que poseyere diez o
más esclavos tenga a su frente un sacerdote, y la que no llegare a diez
esclavos se agregue a otras iglesias”.
Esos esclavos venían también de donaciones, herencias,
aprovechamientos de la ley que permitía hacer esclavos a niños abandonados -e
incluso a hijos nacidos de padres clérigos- y de compra (muchas veces a
judíos), una compra reflejada en varias cartas papales.
Como vemos, con modificaciones, el sistema se mantiene y la
iglesia católica lo apoya.
De hecho, al no alzar la voz contra él incluso cuando
ostentaban el poder y cuando para hacer una ley ya se debían tener en cuenta
las disposiciones de la
Iglesia (y era realmente complicado hacer leyes sin
escucharla), el tema de la esclavitud sigue su curso. Pese a que algunas
disposiciones conciliares, repetimos, intentan mejorar la situación del
esclavo, la realidad de la existencia de la institución y que no hubiese una
condena explícita torna la situación del esclavo más cruda. (Aralen)
Si
bien algunos papas de la iglesia católica promulgaron algunas débiles y
confusas disposiciones en defensa del primigenio pueblo canario para mitigar
las acciones esclavistas de los invasores europeos, la cruda realidad es que
poca obediencia le mostraron los cristianos empezando por los propios reyes
apodados los católicos y mucho menos las hordas mercenarias que hollaron el
suelo matrio, ante las fabulosas riquezas que les proporcionaba el trafico y
venta de seres humanos, aunque estos fueran previamente cristianizados.
El papa Nicolás V legitimó el
comercio de esclavos en su bula “Divino amore communiti” (por amor divino a la
comunidad) el 18 de Junio de 1452. Por esto el comercio de esclavos fue legal
según los cánones y no causó ningún escrúpulo en los participantes de invasiones
y razzias en nombre de Cristo y la Virgen María.
El papa Gregorio I poseía esclavos mantuvo a cientos de esclavos en sus haciendas y consintió las leyes que prohibían a los esclavos, casarse con cristianos libres.
El “santo” Martín de Tours (hoy representado en muchos templos católicos, como repartiendo su abrigo), poseía 20.000 esclavos. La esclavitud perduró en las haciendas y en las propiedades papales hasta el siglo XI.
Al principio el obispo Rodríguez
de Fosca estaba personalmente como cliente, detrás de la venta de esclavos
guanches en Sevilla.
También los conventos tenían
esclavos, tanto para el servicio de los conventos como para el servicio de los
monjes. Miles de presos, eslavos
sarracenos fueron repartidos en los conventos.
Un
esclavo era considerado como ganado. La iglesia católica trataba a los esclavos
como un “bien de la iglesia” y esto valía como no vendible. La Iglesia católica tasaba el
valor de los bienes eclesiásticos no según el dinero, sino según los esclavos.
Si, a pesar de todo se liberaban a esclavos, éste debía recompensar a la
iglesia católica con su patrimonio.
“Los
apologetas se pavonean a menudo mencionando el hecho de que algunos cristianos
concedieron ocasionalmente la libertad a miles de esclavos. Dejemos aparte que
se trata de excepciones sin el menor peso (habitualmente se menciona un único
caso) y subrayemos esto: los cristianos no estaban en lo más mínimo moralmente
obligados a manumitir a los esclavos. Y no sólo eso: “No hay por lo que
respecta a esta época el menor indicio de una tendencia general hacia la
liberación de los esclavos”. Peor aún: “Nunca se instó a ningún amo a obrar en
ese sentido [...]” (Gulzow). Resulta “casi imposible decir que los cristianos
más conspicuos de finales del siglo IV animasen a los propietarios de esclavos
a la manumisión gratuita. Esta parece haber sido mucho más rara que en los dos
primeros siglos de la Roma
imperial” (Grant). O peor aún: “La cifra de esclavos en las plantaciones parece
aumentar considerablemente en esa época respecto a las anteriores”.
Hubo,
sí, manumisiones de esclavos de la iglesia católica, pero, por ejemplo, el IV
Concilio de Toledo permite a los obispos la manumisión sólo en caso de que
indemnicen por ella a la iglesia católica
de su propio peculio. En caso contrario el sucesor de un obispo podría
anularla sin más (Can. 67). Además de ello, todo obispo que liberase a un
esclavo sin atender al derecho de protección de la iglesia católica ¡tenía que
compensar a ésta con dos esclavos sustitutorios! (Can. 68). Finalmente, y en
eso si que fue novedosa, la iglesia católica hizo imposible la manumisión de
sus esclavos: eran inalienables en cuanto que “bienes eclesiásticos”.
Y
todavía hay más: la iglesia de Cristo, la proclamadora del amor al prójimo, de la Buena Nueva, se cuidó
de que el número de esclavos aumentase de nuevo. De ahí que en 655 el IX
Concilio de Toledo en su lucha -según propia confesión, estéril- contra la lujuria de los clérigos declarase que: “Quien pues, desde el rango
de obispo al de subdiácono, engendre hijos en execrable matrimonio, sea con
mujer libre o con esclava, debe ser canónicamente castigado. Los niños nacidos
de esta mácula no sólo no podrán recoger la herencia de sus padres, sino que
pertenecerán de por vida como esclavos a la iglesia a la que sus padres, que
los engendraron ignominiosamente, hubiesen estado adscritos” (Can. 10).
El
mismo san Martín, patrón de Francia y de la cría de gansos, quien, como es de
dominio público, siendo todavía soldado, regaló la mitad de su capote (¿por qué
no el capote entero?) a un mendigo desnudo ante las puertas de Amiens, una vez
llegado a obispo (¡algo que consiguió entre otras cosas gracias a sus
resurrecciones de muertos!) mantuvo bajo sí a 20.000 esclavos, ¡lo cual ya no
es de dominio público! ¡La leyenda si que la conoce todo el mundo! “ (Karlheinz
Deschner,1993:162.67)
Por esta naturalidad con que se
aceptaba por parte de la iglesia católica la esclavitud en la época que
tratamos, uno de los grupos mayoritarios de los “amos” era el eclesiástico.
Un grupo numeroso y con los
ingresos suficientes para costearse no uno sino varios esclavos y esclavas.
Así, por ejemplo, en este sentido las actas notariales de compraventa en la
colación del Sagrario, manifiestan una acusada presencia eclesiástica en el
mercado esclavo (claro que esa parroquia era la de la Catedral y en su entorno
vivían abundantes clérigos.
Si la religión estaba ya
politizada, en estos siglos se politizó aún más. En la península ibérica, los
reyes apodados “católicos” manipularon la Inquisición para la
represión política; impusieron por la violencia una unidad religiosa que
respaldara la pretendida nueva unidad política en aquel país, configurada como
feudalismo de estado. Tras la ocupación de Granada, como muestra de buen
entendimiento con el supremo pontífice de la cristiandad, los Reyes Católicos
regalaron al papa cien esclavos moriscos malagueños.
La iglesia católica en Canarias
en los primeros tiempos de la invasión y conquista del archipiélago hace objeto
de comercio a los sometidos guanches
como cualquier otra mercancía como se
desprende del siguiente documento, donde el canónigo del obispado de Canaria
López de Villera en representación de dicho obispado acepta el trueque de unas
gomeras esclavizadas por el diezmo de cebada y trigo que adeudaba la colona
Beatriz de Bobadilla, y además compra otras tres por cuenta propia:
“Pedro López de Villera, canónigo
de Canaria, que le hagan justicia syn enbargo de vna carta.
Don Fernando e Doña y sabel etc.
Al que es o fuere nuestro governador o juez de rresydencia de la ysla de la Grand Canaria ya
todos los corregidores etc. de todas las cibdades etc. salud e gracia. Sepades
que por Lope de Villera, canónigo de la yglesia de Canaria, se nos fizo
rrelación etc. diziendo quél por mandado del obispo, deán y cabildo dela dicha
yglesia de Canaria fué de la dicha ysla a la ysla de la Gumera a rrecabdar cierta
contía de mrs. que Fernand Peraça ya defunto i Doña Beatriz de Bobadilla su
muger les deuían de cierto trigo i cebada que avían tomado de los diezmos de la
dicha yglesia i que la dicha doña Beatriz les dió en pago de lo que asy les
deuía de los dichos diezmos quatro mochachos e dos moças gomeras que a la sazón
se vendían e dauan por esclauas, i que la dicha doña Beatriz le dió alualá firmado
en el qualle prometió i se obligó de le hazer sanas las dichas esclauas, diz
que él vendió juntamente con otras tres que avía conprado de vn basallo dela
dicha Doña Beatriz de Bobadilla, i que a cabsa que agora nos mandamos dar por
libres las dichas gomeras diz que por nuestro mandado i por el obispo de
Canaria está fecha esecución en sus bienes i pagar con ellos los mrs. por que
asy avía vendido las dichas esclauas i ellas son puestas en su libertad i que
como quier que por él i por su parte ha seydo rrequerid.a la dicha doña Beatriz
de Rabadilla que le huelua los mrs. por que asy vendió las dichas canarias
gomeras diz que lo non han querido nin quiere fazer poniendo a ello sus escusas
i dilaciones yndeuidas deziendo que tiene de nos carta de sobresymiento para
que le non sean demandados los dichos canarios gomeros i que s y asy pasase él
rrescibiría en ello grand agrauio y daño i nos suplicó i pidió por merced sobre
ello le mandásemos proueer y rremediar con justicia i como la nuestra merced
fuese. Lo qual por nos visto en el nuestro consejo fué acordado que deuíamos
mandar dar cerca dello esta nuestra carta en la dicha rrazón; i nos touímosto
por bien, por que vos mandamos a todos i a cada v no de vos en vuestros lugares
i juridiciones que luego que con esta carta fuéredes rrequeridos veades lo suso
dicho i llamadas i oydas las partes etc. averigüedes lo suso dicho i si
falláredes que la dicha Doña Beatriz i las otras personas le vendieron los
dichos canarios i han sydo puestos en su libertad los costringáys e apremiéys
en que le bueluan i tornen i rrestituyan los mrs. por que asy gelos vendieron
faziéndole sobre todo ello entero i brebe conplimiento de justicia syn enbargo
dela dicha nuestra carta de sobreseymiento que asy mandamos dar a la dicha Doña
Beatriz de Bobadilla, ca en quanto a esto atañe mandamos que le non vala
quedando en la fuerça y .vigor para en las otras cosas que adelante. i los vnos
etc. Dada en la cidad de Çaragoça a
cinco días del mes dezienbre año etc. de mill e quatrocientos i noventa i tres
años. Yo el Rey. Yo la
Reyna. Yo Juan de la
Parra secretario del Rey i de la Reyna nuestros señores, la
fiz escriuir por su mandado. Señalada de Don Aluaro, Juan dotor, Andrés dotor,
Antón dotor, Frranciscus licenciatus.”
(D.J. Wölfel)
En general, la formación del
clero en la colonia era muy deficiente y, en algunos casos, existía una marcada
corrupción. Algunos obispos actuaban más como señores feudales que como
pastores de la Iglesia
católica.
Algunos historiadores pretenden
ponderar la actitud del conquistador y obispo de la iglesia católica Juan
de Frías como un acérrimo defensor de los guanches esclavizados
especialmente los que los fueron en la isla Gomera por los masacradores la
nefasta Beatriz de Bobadilla y el judío converso al servicio de Castilla Pedro
de Vera. Arguyendo como defensa de este prelado esclavista una denuncia
presentada ante los nefastos reyes católicos de quienes efectivamente consigue
orden la liberación de los isleños gomeros esclavizados por su condición de cristianos,
la mayoría de los cuales no fueron recuperados a pesar de los intentos
continuados por el sucesor de Frías el obispo Miguel de la Serna, quien en 1490 aún continúa
las reclamaciones de su antecesor y recibe
comisión para sacar del dominio de sus amos a los gomeros vendidos
directamente o indirectamente por Beatriz de Bobadilla y Pedro de Vera tras la Rebelión de Noviembre de
1488[1],
de la esclavitud. Además se condenó a Pedro de Vera y Beatriz de Bobadilla al
pago de 500.000 maravedís cada uno para devolver el dinero que habían pagado
los compradores por estos gomeros, cantidades que nunca fueron hechas
efectivas.
“La actuación de estos obispos
se mueve dentro del marco de la
legalidad vigente con respecto a los esclavos, al considerar su cautiverio ilegal por estar
cristianizados. Planteamos esta situación al
considerar su postura no en contra de
la institución al considerar su
postura no en contra de la institución, sino en contra del sistema
empleado, puesto que mientras
denunciaban estos hechos eran partidarios
de esclavizar a aquellos
tomados en buena
guerra. Sostenemos esto al
comprobar como el obispo Juan de Frías
en su testamento deja como bienes dos esclavos blancos, posiblemente
indígenas o berberiscos,
tomados en razia en la
costa del vecino
continente africano…” (Manuel
Lobo Cabrera, 1985)
Parece ser que determinados
autores pasan por alto el hecho del feroz enfrentamiento sostenido por el
obispo Frías con los denominados señores de las islas ya sometidas, y que sería
proseguido por su sucesor, lo que
realmente induce al prelado a adoptar esta
actitud de protesta es realmente una cuestión de jurisdicciones e
intereses económicos, por una parte, los
bautizados son considerados siervos de la iglesia católica, por otra, al
desminuir la población por causa de la deportación de los gomeros esclavizados,
decrecen los ingresos económicos de la silla episcopal al no percibir los
diezmo que todo cristiano estaba obligado a pagar al clero, además de la nada
despreciable cabaña ganadera compuesta de unas cuarenta mil cabezas de ganado
procedente de los despojos, las cuales se diputaban tanto los señores como la
silla episcopal como veremos más adelante. Recordemos que también era enemigo acérrimo de Pedro de
Vera, quien lo había desplazado de la conquista de Gran Canaria, amenazándole
además con “coronarle” con un morrión calentado al rojo vivo si continuaba
interfiriendo en sus planes.
De hecho un nutrido grupo de más
de doscientos gomeros recuperados por Frías y traídos por este para ser
devuelto a su isla natal como era su
obligación, este prefirió dejarlos en Tamarant y emplearlos en la conquista de
la isla, los cuales posteriormente a pesar de su condición de libres y
cristianos serían inmisericordemente masacrados por el desalmado invasor y
gobernador colonial Pedro de Vera.
Este milite-obispo Juan de Frías además de cofinanciador y
Capitán ejecutivo de la invasión de la isla Tamarant (Gran Canaria),[2] fue
un experto depredador de bienes tanto de los naturales como de criollos y
colonos de las islas conocidas por la historiográfica oficial como de
“señorío”, consiguiendo con ello un patrimonio muy importante en la época.
Especialmente teniendo en cuenta la secular pobreza de las islas que
constituían el obispado de Rubicón, la pugna por el acaparamiento de los
limitados recurso entre los representantes de la iglesia católica y los
denominados señores de las islas, Inés Peraza, y su marido Diego de Herrera les
llevó a continuos enfrentamientos.
En 1484 el colono Juan Frías, obispo de Canarias y
Rubicón, quiso cobrar el diezmo de las islas de señorío, a lo que se opuso.
Inés de Peraza, en nombre propio y de
Diego de Herrera, “cuyas son las Yslas de Lanzarote, Fuerteventura,
Gomera y Fierro”, no las “islas Canarias”, en conjunto, como poco antes,
recordaron al prelado, documentos en mano, que pertenecía a los señores. De
paso se quejaron de las 40.000 cabras
del prelado, que pastaban en Erbania (Fuerteventura), desde hacía 20 años,
no habiendo pagado jamás un maravedí, de diezmo ni herbaje, Los reyes de la
metrópoli dieron la razón a los señores, respondiendo la iglesia católica que
las tales cabras, estaban en la isla desde que las ocuparon cristianos.
El 20 de octubre de 1485, testa
en Sevilla este soldado mercenario y obispo
de la secta católica en la colonia canaria Juan de Frías porque una
grave enfermedad le detenía postrado en aquella ciudad, a cuya población se
había trasladado para tratar asuntos relacionados con la diócesis. A los pocos
días de otorgado este documento falleció en en dicha ciudad, sucediéndole fr.
Miguel de la Serna,
a quien el papa Inocencio VIII expidió las bulas el 29 de marzo de 1486.
Consta por el mencionado
testamento la valiosa donación que hizo a favor de su deán y Cabildo respecto a
todas las casas, huertas, muebles, alhajas y esclavos que poseía en Winiwuada (Las Palmas) y en las islas de
Fuerteventura y Lanzarote. En el expresado documento decía: “Que por cuanto él tenía grandes cargos del
deán[3] e Cabildo de su
Iglesia e en remuneración e satisfacción de aquellos e por descargo de su
conciencia e porque toviesen cargo de rogar a Dios por su ánima e fazer
memorias por él en cada un año, que les daba e dio en donación fecha entre
vivos e non revocable, agora e para siempre jamás, unas casas que dijo que
tenía en la isla de Lanzarote e otras casas que dijo que tenía en la isla de
Fuerteventura en el Antigua e donó las casas de su morada que él tenía en la
isla de Gran Canaria, todas juntas, como estaban e la huerta que él tiene e
mandó comprar e por cuanto tenía siervos
esclavos que él los daba e dio a la fábrica de la dicha iglesia Catedral de
Canaria...”.
Por otra parte, la herencia de
Juan de Frías fue una fuente de conflictos, entre los señores de las islas
calificadas como menores y el clero católico quienes se diputaban el despojo
que había acumulado el fenecido obispo llegando algunas de las reclamaciones
hasta el Consejo de Castilla el cual tuvo que emitir algunas disposiciones
sobre el particular, veamos algunas de ellas:
Incitativa de
fecha 31 de marzo de 1487. Córdoba
(f.63). Al obispo de Canaria (Miguel de la Serna), para que determine en la petición de Juan
Ramírez, vecino de Sevilla, que reclama ciento noventa cabras que le han sido
embagadas, junto a ropas y cueros, por Fernando Alvarez, canónigo de la Iglesia de Rubicón, pues
le fueron dadas en pago de sus servicios por el difunto don Juan de Frías,
obispo que fue de Canaria, y ha pagado los diezmos de lo que se han
multiplicado. El valor de dichas cabras a los tres meses, momento en que le
fueron entregadas, era de quince maravedís cada una, en la isla de
Fuerteventura. Don Alvaro. Rodericus. Andreas. Decanus Ispalensis. (E.Aznar;
1981)
El 13 de julio
de 1487. Real sobre Málaga (f.76). Carta ordenando a doña Inés Peraza y a su
hijo Fernando Peraza, señores de Lanzarote, Fuerteventura, Gomera y Hierro, que
dejen pacer en dichas islas los ganados que pertenecen al obispo, por donación
hecha a su antecesor don Juan de Frías, que paguen los diezmos y primicias, y no
se entrometan en las cosas de esa iglesia y clérigos. El Rey y la Reina. Álvarez de Toledo.
Rodericus. (E.Aznar; 1981)
No faltó quien siguiendo la acrisolada tradición castellana
de enriquecerse rápidamente como sea y ha costa de lo que sea, tratara de dar
un buen pellizco a la trata en la colonia, como el caso de un deán, que
junto con otros eclesiásticos, aparece
directamente involucrado en la trata, no en el mercado sino en el tráfico, pues era poseedor de una carabela
que operaba en la costa de Berbería con
la misión de traficar con productos vedados para conseguir a cambio
esclavos berberiscos, viéndose el obispado obligado a recurrir al Consejo de Castilla
el que con fecha 9 de noviembre de 1489 desde Ubeda emite: “Orden a las
justicias del Reino para que presten el auxilio del brazo secular al obispo de
Canaria, don Miguel de la Serna,
a fin de secuestrar una carabela de Fernán Rodríguez de Medina, tesorero de
dicha iglesia, que se halla preso por haber robado las rentas de la mesa
obispal y mesa capitular, así como los bienes dedicados a fábricas de iglesias.
Dicho tesorero se había amancebado y dejado el hábito y profesión clerical,
dedicándose al comercio ya la usura, para lo cual había comprado la mitad de
dicha carabela. (f. 105). Didacus.
Andreas. Alonso. Antonius. Mármol. (E. Aznar; 1981)
1490 Marzo 24. Sevilla (f. 400).
Comisión al dr. Rodrigo Megía, canónigo de Sevilla, para que entienda en las
diferencias existentes entre el obispo de Canaria y Rubicón, fray Miguel López
de la Serna, el
deán y cabildo de dicha iglesia, y doña Inés Peraza, señora de las islas de
Canaria, que les tiene 40.000 cabezas de
ganado cabrío, alegando que lo compró de los espolios del anterior obispo,
don Juan de Frías, habiéndose apoderado con idéntico pretexto de otras
posesiones y bienes de la iglesia y dejando sin pago los diezmos. Don Alvaro.
Decanus Yslalensis. Johannes. Andreas. Mármol. (E. Aznar; 1981)
Desde Medina del
Campo a 3 de abril de 1486, se expresa: “Incitativa para que el Ido. Lobón,
lugarteniente de asistente de Sevilla, las justicias de dicha ciudad, el
gobernador de Gran Canaria, doña Inés Peraza y su hijo Fernán Peraza, señores
de Lanzarote y Fuerteventura, ayuden a Ciprián Gentil, comisario papal, a
cobrar los expolios y bienes que quedaron de don Juan Frías, obispo que fue de
Canaria, en el arzobispado de Sevilla, obispado de Cádiz, Gran Canaria y en las
otras islas, ya que pertenecen a la cámara apostólica; para ello se ofrece
auxilio del brazo real. (f.119). El Rey y la Reina. Avila. Rodericus.
Andreas.” (E.Aznar; 1981)
La posesión de esclavos por parte del
clero católico era cotidiano en el archipiélago puesto que
en la época que estudiamos, tal y
como se ha señalado más arriba, los
autores y teólogos
españoles aceptaban la
esclavitud. Como afirma el historiador Manuel Lobo Cabrera: “Los máximos clientes
de los mercaderes de esclavos en
Canarias fueron siempre los
canónigos. Las actas notariales y los
registros parroquiales están
llenos de escrituras
de compraventas y
de asientos bautismales
donde los otorgantes son
canónigos. Muchos de ellos eran a la vez dignidad de la catedral bien como chantres, tesoreros, priores y maestrescuelas, a la vez que algunos ocupaban cargos como inquisidores.
Deán de
cierta entidad por
la cantidad de
esclavos que tenía en su poder
fue don Zoilo Ramírez, también canónigo de
la catedral. Según nuestro estudio del mercado sólo comparece en él una
sola vez, sin embargo en testamento aparecen consignados 11 cautivos entre
varones y hembras. En
este mismo sentido destaca en
el siglo XVII don Diego Romero
Vázquez Botello, también inquisidor de Canarias. Este se hizo con un grupo de servidores
a través de una de sus esclavas.
La adquirió como adulta en el mercado, y parió mientras estuvo en su poder dos
esclavos, que le sirvieron hasta su
muerte.
Los arcedianos
también se manifiestan socialmente por sus bienes y la posesión de
esclavos. En Canarias
los arcedianos de Gran Canaria Fuerteventura Tenerife comparecen
22 veces en el
mercado comprando y
vendiendo la tan preciada mercancía.
Algunos arcedianos
son significativos, tanto
por su papel en el mercado de esclavos corno por la
posesión de los mismos. Uno de ellos
hombre de posesión desahogada,
interesado en el comercio y
agente de un mercader burgalés asentado en Cádiz, era un hombre asiduo en
la trata. Concurre al mercado unas doce veces a vender la mercancía humana. (Manuel Lobo Cabrera,
1985)
De todas las
clases sociales coloniales integradas
en Canarias después de la
invasión y conquista, en cuanto al uso y abuso de esclavos destaca el clero de
la iglesia católica establecida en la colonia, este como los colonos laicos se
servía de esclavos en sus templos, conventos y haciendas, y les reportaba
cuantiosos beneficios con su trabajo, alquilado o arrendado, y como signos
de distinción social.
“Los frailes monjas y beatas
también poseen en sus
cenobios y casas servidores esclavos.
La adquisición de
cautivos por parte de los
monasterios se debe bien
a la compra
directa en el mercado,
por herencia recibida de los
frailes o por dote de las
monjas al ingresar en la orden. En
los claustros parían muchas veces las esclavas y las monjas
se interesaban por la salvación de los esclavitos bautizándolos
seguidamente.
El personal
cautivo que servía
en los conventos y monasterios parece que fue
siempre menor que el
empleado en las casas del
clero secular. En aquellos los
cautivos se encargaban
de la limpieza, de
la compra, de
acarrear agua e incluso de trabajar en las huertas para
proveer la despensa conventual.” (Manuel Lobo Cabrera)
En Canarias a partir del siglo
XVI, se formó bajo los dominios de la iglesia católica otra manera de tenencia
de esclavos, la servidumbre. Los sirvientes, al igual, que los esclavos estaban
privados de derechos, por ejemplo, no podían abandonar su país, estaban
sometidos a los grandes terratenientes. Las rebeliones fueron sometidas con
sangre. La iglesia –salvo algunos miembros- ha estado y está hoy día, al lado
de los opresores. La iglesia fue el más
grande terrateniente en la colonia.
“La asistencia a los templos católicos representó una
posibilidad de convivencia con los campesinos “libres”, aunque fueran pobres y
sometidos a semejantes vejaciones. Tal convivencia hubiera ejercido “un efecto
todavía más decisivo sobre la imagen que tenían los esclavos de sí mismos. Por
el solo hecho de entrar en un edificio sagrado, tuvieron la prueba de su
humanidad. Y esta certidumbre desmentía el acondicionamiento a que estaban
sometidos, que pretendía hacer que asumieran una identidad repelente, vilísima,
una identidad de ganado.
Los
esclavos encuentran en los sacramentos que reciben la justificación de su
aspiración a la condición humana, y por consiguiente a la libertad. Éste es un
ejemplo auspicioso del riesgo de creer ciegamente en la afirmación de la
hegemonía: ¿será razonable considerar que los esclavos se auto concebían como
bestias, hasta que el cristianismo los tornara conscientes de su humanidad? “(Karlheinz
Deschner, 1993)
Se tiene asumido que el primer
deber de un prisionero de guerra es escapar del enemigo que le tiene
aprisionado, el de un esclavo es conseguir su libertad por los medios que sean,
como hemos visto en capítulos anteriores son varios los medios por los cuales
un esclavo puede conseguir sus ahorría: mediante la compra de su libertad al
amo por un precio acordado, por fuga, por disposición testamentaria del dueño
y, por la menos frecuente, el aprovecharse de situaciones extraordinarias
externas, o ser hijo putativo del amo como es el caso registrado en el
testamento del canónigo, Francisco de Medina en el que se citan
siete esclavos, a alguno de los cuales libera. En uno pone especial cuidado; había
nacido en su
casa y recomienda
que lo alimenten, vistan, calcen y pongan a
aprender oficio. Estas
disposiciones revelan un cariño excesivo, superior al de la relación
amos esclavo, posiblemente debido a que
tal esclavo era hijo de dicho canónigo.
Juan Alonso, guanche, bautiza a
un hijo suyo cuya madre es Juana de Peña, esclava de Leonor de la Peña... Gonzalo
Yanes bautiza a su hijo Domingos, fruto de sus relaciones con Isabel, su
esclava.
En cuanto a los esclavos
especialmente moriscos que optaron por la huida en frágiles embarcaciones hacía
nuestro continente, existen cantidad de ejemplos en los expedientes de la
“santa” Inquisición en Canarias. En aquellos que tuvieron la oportunidad aprovechar
una situación extraordinaria externa para conseguir su libertad, es un caso
singular el protagonizado por un grupo de esclavos del Marques de Lanzarote con
motivo del ataque en justa represalia efectuado a la isla por el Capitán
imazighen Arraes.
Agustín de Herrera y Rojas,
Marqués de Lanzarote, fue uno de los mayores esclavistas criollos, sus
continuos asaltos a la captura de esclavos tenía desolado las costa del
continente, todo su poderío económico estaba basado en la trata de seres
humanos, llegando a ser unos de los principales proveedores de los mercados de
esclavos en la península ibérica. Confiado en la supuesta superioridad
armamentística de sus mercenarios, el Marques se creía seguro en su feudo de
Lanzarote hasta que el devenir histórico le hizo experimentar en propias carnes
los métodos de saqueo que tanto él como sus antepasados venían aplicando a las
poblaciones costeras del continente.
“Al atardecer del día 30 de julio
de 1586, la escuadra de Morato Arráez (Capitán Morato), avistaban las costas de
Titoreygatra (Lanzarote), en medio del general entusiasmo de las tripulaciones,
quienes veían próxima la oportunidad de vengar las innumerables
esclavizaciones, vejaciones, ultrajes y saqueos de que venían siendo objeto por
parte de los Herreras, al tiempo que esperaban liberar de la esclavitud a
muchos de sus compatriotas en poder de los Herrera y demás colonos de la isla.
Según el investigador Rumeu de
Armas: “Morato Arráez ordenó amainar velas y estuvieron ocultos a la vista de
la isla hasta la noche para no ser descubiertos desde tierra por los naturales.
El desembarco se verificó, ya
oscurecido, en la caleta de los Ancones o de los Charcos, eludiendo el pirata
el ataque al puerto principal para mantener el sigilo de la operación, cosa que
logró plenamente. Al día siguiente, jueves 31 de julio, las tropas
turco-argelinas y moras avanzaron por sorpresa sobre la villa capital Teguise
con tal éxito que sólo fueron descubiertos cuando se hallaban los asaltantes a
media legua de ella.” (En: A. Rumeu de Armas, 1991. T. II: 75-76)
Centrémonos ahora en el tema de
los esclavos imazghen continentales que provocaron un levantamiento casi
general en la isla. Entre ellos hallábanse el morisco Pedro de Lugo, que en
unión de: su mujer e hijos aprovechó la oportunidad para recobrar su libertad y
la de su familia uniéndose a los asaltantes. Pedro de Lugo retomó, a partir de
entonces, su nombre por el de Audalá y
en compañía de su hijo Tomás, rebautizado con el nombre de Solimán colaboró en todas las empresas de los imazighen. Sus otros
hijos Melchor, Blas, Tomasa y Catalina pasaron con su madre a las galeras
esperando el momento del retorno a Berbería.
La misma conducta siguieron los
hermanos Juan y Francisco Escalona, quienes
retomaron sus primitivos nombres de Alí
y Braen. Igual transformación
sufrieron otros dos esclavos moriscos del marqués, los hermanos Pedro y Diego
de Berrera, denominados Muza y Hamet) respectivamente, mientras sus hermanas Leonor y Catalina,
fieles a su religión, pasaban a las galeras
en calidad de rescatadas, así como los esclavos negros Bartolomé-conocido por Embarca-, Baltasar y Francisco y la
morisca Juana, que huyó del cortijo con dos criaturas.
También se autoliberaron esclavos
de las aldeas y caseríos como el morisco Juan, propiedad de Marcial de Cabrera,
o los negros Pedro y Luís, propiedad, respectivamente, de Bartolomé Cabrera y
Juan León. Pedro de Lugo, Juan Descalona, Francisco Descalona. La mujer de Baltasar de Betancor;
María Lusarda, esposa de Enrique de Betancor; Antonia Camacha; la mujer y los
hijos de Sancho de Herrera León; la esposa de Marcial de Cabrera, la viuda de
Peralta, Juan Escalona y su esposa; Leonor y Catalina de Herrera (hermanas de Muza [Pedro] y Hamet [Diego], esclavas del marqués, y Gonzalo, como otros esclavos
por imposición convertidos al cristianismo.
“El Marques de Lanzarote en su
huida por el interior de la isla, en su desconcierto se vio obligado a confiar
la seguridad de su esposa y de su hija a
un esclavo morisco, quizás confiando en que los largos años de forzada
servidumbre hubiesen ahogado los deseos de libertad del esclavo. Rumeu de Armas
nos relata así aquel hecho: “En el éxodo por las montañas de la isla, el
marqués de Lanzarote hubo de procurar el mejor acomodo para su familia, con objeto
de recuperar la libertad de movimientos necesaria a un jefe militar en la
defensa del territorio de su mando. Todas las cuevas de la isla-pese a ser
algunas de ellas verdaderas fortalezas naturales le parecían lugares demasiado
conocidos para darles albergue, cuando he aquí que el morisco Sancho de Herrera
León, que llevaba largo tiempo avecindado en la isla y gozaba de la confianza
del marqués, se ofreció solícito a esconderlas en un paraje desconocido,
velando por su seguridad. Don Agustín de Herrera le hizo entrega de su esposa y
de su hija Constanza, pues la otra, Juana, ya había encontrado refugio en otro
paraje de la isla.” Y continúa Rumeu: El
hecho (de la captura de la esposa e hija del Marqués) ocurrió de la siguiente
manera: el martes 12 de agosto, por la mañana, un destacamento de más de cien
moros avanzó sobre la cueva de Tesa, cumpliendo instrucciones de Morato Arráez
y llevando como "adalides"
a Juan de Escalona (Alí) y a Juan
Camacho. Llegados a la cueva de Tesa, lugar previsto de acuerdo con la
confidencia recibida, los moros se situaron estratégicamente guardando sus
alrededores y salidas, mientras una docena de ellos penetraban en su interior.
Desperdigados como hurones, los moros recorrieron en todas direcciones el
interior de la caverna; mas cegados por los contrastes de luz y poco prácticos
en el conocimiento del terreno, fracasaron en su búsqueda. Entonces vino en su
ayuda el esclavo del marqués, Juan de Escalona, quien pudo al fin localizar a
ambas damas escondidas y resguardadas en las anfractuosidades de las rocas. El
traidor Alí señaló a los moros el
refugio de sus señoras diciendo: "jAhí están, ahí están! ¡Entrad!
jEntrad!", y entonces éstos se abalanzaron sobre ambas tratando de
prenderlas. Un moro que llevaba un alfanje desnudo arrastró por los cabellos a
doña Constanza de Herrera hacia el exterior, mientras la marquesa, doña Inés,
llorosa y compungida, la seguía. Al cruzarse ésta con Francisco de Escalona (Braen) no pudo menos de echarle en cara
su miserable comportamiento: "Francisco,
¿que te he hecho yo?-le dijo--; ¿por que me bendiste?", a lo que
respondió Braen: "Señora, no soy el que te bendi, que Juan Camacho te vendio".
(En: A. Rumeu de Armas, 1991. T. II:
79-80)
Durante estas jornadas de más que
justificada revancha llevadas a cabo en la isla Titoreygatra por las tropas de
Morato Arráez, fueron hechos prisioneros como hemos visto entre otros colonos
de la isla la esposa de Agustín de Herrera y su hija Constanza, las cuales
fueron rescatadas tras vergonzosas capitulaciones por Gonzalo Argote de Molina,
a quien por cierto, sus virtudes militares de que tanto le gustaba alardear de
nada le sirvieron ante la justicia que animaba a los expedicionarios imazighen.
Para concluir esta brevísimas
notas en torno a la esclavitud en esta colonia y la implicación en la misma de
la iglesia católica, veamos algunos apuntes relacionados con los criollos y
colonos propietarios de esclavos en la “Muy Noble Fiel e de Ilustre Historia
Ciudad de San Cristóbal de La
Laguna” Chinech (Tenerife).
Los
propietarios de esclavos laguneros eran casi siempre personas de las
consideradas de calidad o categoría, o por lo menos adineradas. Analizando un
grupo de 688 dueños de esclavos nos dan los siguientes resultados:
Entre labradores hay 22 esclavos.
Entre industriales (vestido, calzado, madera, etc.) hay 103 esclavos.
Entre funcionarios de la administración americana hay 26 esclavos.
Entre titulados académicos hay 90 esclavos.
Entre soldados, hombres de armas hay 19 esclavos.
Entre profesionales liberales hay 70 esclavos.
Entre religiosos hay 33 esclavos.
Entre comerciantes al por mayor hay 93 esclavos.
Entre transportistas (Almocrebes) hay 6 esclavos.
Entre nobles hay 59 esclavos. (mgar.net/var/esclavos2.htm)
Epilogo al presente capitulo
Si me viste con la cara inclinada,
no es que mirase mis píes
solamente,
sino, que lloraba a mi Diosa
Chaxiraxi, humillada
no por los remiendos que llevo,
sino
por
la opresión que sufro.
Mi
piel quebrada no se quiebra por el frío,
se
quiebra por la fatiga y sangra por las ranuras
como
la tierra se abre para llorar su humillación.
Mi
piel está cubierta por bronceado y puro metal cósmico
y
es sostén de mi pueblo.
No
es que guardo mi pelo debajo de mi guapilete guanche
porque
sí, sino que lo guardo para que mi cerebro no se resfríe
como
se les resfrío a tus amigos españolistas y luego
no
saben que hacer de su vida.
Mi
estirpe de Guanche seguirá siendo gigante en la historia.
Si
me conociste y no pudiste estar conmigo, es porque
te
avergüenzas de mi raza y sólo cuando sirvo para
inspirar
tus nostalgias, sirvo para que te vuelvas poeta.
Aunque
me sigas por el mundo, nunca encontrarás
a
este Guanche altivo y orgulloso de su pasado grandioso.
Mi
paso y mi mirada jamás están perdidos, miro el horizonte
de
triunfadores, doy el paso seguro a la gloria de mis
antepasados,
porque sí ¡soy Guanche!.
El
Guanche sólo es dueño de la
Matria, sin embargo
la
robaron los conquistadores y ¡Cómo la han administrado!.
No
han sabido manejar a este pueblo ¡Gran Diosa!.
No
es que el Guanche sueñe con el mañana, sino muestra
a
tu gente el recuerdo de su futuro pasado, que tú no lo
puedes
descifrar, porque ignoras demasiado.
Sí
hoy me ves con la cabeza agachada, no es que
siempre
mis xercos remendados estén así, sino
imploro
a la Diosa Chaxiraxi,
que perdone a tu gente
que
llevó a la ruina a mi matria y a mi gente.
El gigante dormido va despertar
para aplastar
a
los gusanos que se comen nuestro pan.
Mi
espalda no tiene arrugas, porque no está
acostumbrada
a lociones, mi espalda es la
palanca
del desarrollo de este pueblo.
No
puedes hablar conmigo ¡no!, porque no sabes
mi
idioma, tampoco entender, lo que yo pienso y quiero,
ya
que ni los científicos pueden descifrar
nuestra
escritura y pensamiento.
Que
está escrito en la puerta de la
Sol, menos tú.
Mi
mano curtida, sólo toca a aquel que viene
en
son de amistad, con aquel que trabaja para el progreso
de
mi pueblo y mi matria, no con aquel que se vanagloria
de
nuestra tristeza y nuestra humillación.
Mi
pueblo nunca ha muerto de hambre, ni ha buscado
en
basureros, son algunos de nuestros hermanos que
que
engañados por los “patrones” fueron despedidos a la calle.
No
sólo soy hijo de Canarias, soy el Ser Nacional.
Seré
victima de la miseria, no porque yo quiera,
sino
porque estoy oprimido, no soy libre de lo que quiera hacer,
sino
porque no me permiten aplicar mi ley,
imiker,
amkerkas, amendul
Sí
esta ley no entiendes aquí va la traducción
“no
seas ladrón, no seas vago, y no seas mentiroso”.
Cuántas
veces me has mirado y cuantas veces te he mirado,
pero,
tus miradas las hacías quizás, recordando como tus abuelos,
a
mis antepasados han ultrajado.
No
quisiste darme la mano, porque quizá pensaste que al Guanche,
tachaste
de mentiroso o cualquier cosa, como alguna vez
hasta
un dignatario de Estado dijo que no prospera Canarias
porque
en Canarias hay muchos canarios y son analfabetos.
Mis
manos han sostenido con su obra esta matria, han
defendido
esta matria de tus enemigos naturales.
mi
cuerpo ha sudado sangre en los socavones para
arañar
la tierra y sacar divisas que otros como buitres
se
las han comido y despilfarrado, ¡Que pena!
Mi miseria es obra de tu gente ¡Que
pena!.
Mi
ignorancia no es fortuita, lo es por obra
de
aquella mala gente ¡que pena!.
Mi
hambre es culpa de la opresión que sufrimos ¡Que pena!.
A
aquel que cree que me levanta la cara, o aquel a quien
le
pongo el tamarco y le entrego la añepa de mando
no
puede levantar mi cara porque no le interesa mi cara.
Eso
sí, soy tan fuerte y orgulloso de mi raza
que,
no
necesito que alguien me compadezca, ni necesito
intermediario
que me esquilme.
Que
bueno me dices... eres un canario y la Matria
necesita
de tu hombría...para dejar tus miserias.
Si
yo tuviese el mando de esta sociedad, la condujera
con
mis leyes cósmicas. Y no necesitaría de mis opresores.
Los
menceyatos, mi pueblo, mi matria no
conoció hambre
ni
miseria, todos tenían su lugar y no sufrían humillaciones.
Hoy
Canarias sufre hambre y miseria.
Mi
raza es la heredera de aquella organización del
tagoror
milenario, de la tierra conjunta. Del trabajo
conjunto
y de la ayuda conjunta y la felicidad conjunta.
que
adora la
Diosa-Madre Chaxiraxi y a la Diosa Magek.
su
pasado glorioso y su testigo Achuguayu inigualables.
El
Guanche no necesita intermediarios ladrones y explotadores.
La
matria del Guanche, del Canario, está latente.
Vive
en cada corazón Guanche. Su alma y su espíritu están presentes.
Si
quieres estar unido con el Guanche, piensa como él,
siente
como él, sigue sus pasos y no quieras ser guía,
déjate
guiar. Porque él no es vago, ni mentiroso, ni ladrón.
Si
quieres tienes mi mano, tienes mi cultura, yo te la doy
Te
guiaré por los caminos del progreso, porque solo un Guanche
es
el que librará de la opresión a su hermano de raza,
está
dicho. Porque sólo el Guanche es resplandor,
el
ave fénix del resurgimiento de este pueblo oprimido
El
Guanche es el artífice del resurgimiento de Canarias.
(Adaptación
de un poema de Juan Condori Uruchi,” por Guaire Adarguma.)
[1] La investigadora española Luisa Isabel Álvarez de
Toledo nos da otra versión del ajusticiamiento del colono Fernán Peraza, excusa
aprovechada por Beatriz de Bobadilla para masacrar y esclavizar a todos los
gomeros que pudo capturar con el indicción al apoyo de Pedro de Vera: “Tan
perjudicada la Iglesia católica como Fernán, por la suspensión de la trata,
pues el diezmo era de importancia, señor y clérigos se aliaron, buscando
solución al problema. Siendo la clave la religiosidad de los isleños, el Deán
de San Juan concluyó que los interesados, habrían de probar que “no eran ni
fueron cristianos”, pues aunque “nombre tuviesen, ninguna obra de platica
fasían”, usando “nombres gentilisos, binieno desnudos e teniendo ocho o diez
mugeres, no consintiendo entre sí cristianos, antes tomándolos e fasiéndolos
otras muchas superticiones”. La
Iglesia católica local declaró de urgencia, enmendar las
desviaciones de los gomeros. Para ello les hicieron jurar y firmar, que de no
apartarse “de sus ritos y errores” en fecha fija, aceptaban “ser conquistados”
por enésima vez, “e dados en cautiverio e perpetua servidumbre”. Ratificado el
documento por el prelado y la corona castellana, Fernán aguardó el término del
plazo, para reanudar las cabalgadas, alegando que persistían “en sus malas
costumbres y errores”. Enteradas las víctimas, tomaron “tal omecillo” contra el
señor de la isla, que en reunión celebrada en la “villa” de la Gomera, “todos
juntamente... acordaron de lo matar”. Yendo Peraza en busca de cautivos, le
despenaron “con alboroto y escándalo”, en emboscada tendida “debaxo de
Mercadis...”.
[2] Se
cuenta que este obispo católico en la invasión de Tamarant cortó más cabezas de
guanches que el resto de las tropas mercenarias castellanas.
[3]
Recordemos que el Deán Bermúdez avaló a Juan de Frías en el préstamo que este
pidió para cofinanciar la invasión de Tamaránt de la que fue capitán
conjuntamente con Juan Rejón (Gran Canaria)
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