CAPITULO XV
Chaurero n Eguerew
INVASIÓN, SAQUEO Y OCUPACIÓN DE LA ISLA CHINECH
(TENERIFE) X
Los Once Menceyes de
Chinech (Tenerife) en los años de la invasión española. II
KEBEHI BENCHOMO[1]
BENCHOMO: Expr. t. Benchomo, Benitomo, Bentomo, Ventomo. Ú. m. Bencomo (por
lectura latinizante del dígrafo ch).= benčom < *we-n-ytum, comp. m. fig. ‘ambicioso’.*wa-n, we-n, pl. wi-n, m.; ta-n, pl. ti-n, f. loc. det. de [W/T+N] ‘el/la de’.*yətum > (i)čom, n. vb. m. sing. de [T·M] ‘anhelo, ansia’, ‘ensoñación’. (Dr.Ignacio Reyes).
Taoro
fue Menceyato y en su campiña tenía su palacio el Rey Benchomo, también
denominado Quebe-ey “Alteza”, el cual era viudo é hijo de Quehebi Imobach.
Sus palacios viviendas estaban en
el cerro llamado_de Chichimani, al naciente de la actual villa de la Orotava, conocidas aún hoy
día por Cueva de los siete palacios y éstas, junto con una fuente que está por
encima denominada de Tamayde, y un lote de tierra en el valle de Beniso, se lo
dieron al conquistador canario Martín Hemández.
Kebehi Benchomo fue una de las figuras más
importantes en los días tristes de la invasión y conquista de la Isla Chinech
(Tenerife) por parte de los mercenarios españoles fue, sin duda alguna, la del
Mencey de Taoro, jefe de los confederados resistentes, para hacer frente a la
invasión, Kebehi Benchomo, denominado por los propios españoles como el Rey
Grande de Tahoro.
Uno de los acontecimientos
históricos más importantes desarrollados durante el expansionismo del entonces
naciente imperio colonial español, tuvo lugar en la comarca de Acentejo: “Expr. t. Acantejo,
Açentejo, Asentejo, Centego, Centeio, Centejo, Çentejo, Centexo, Sentejo,
Sentexo, Zentexo.― azentegho < *azen-teγăwat,
comp. m. sing. lit. ‘resonancia continua’. *a-zen, n. vb. m.
sing. de [Z·N] ‘resonancia, zumbido, retumbo’.*te-γăwa-t >
tegho, n. vb. f. sing. de [Γ·W] ‘retumbar, resonar (sonido, grito humano o
animal, cuerno, etc.)”. (Ignacio Reyes).
Lugar que a partir de entonces
tomó el nombre de La Matanza
de Acentejo. En este Achimenceyato, las tropas mercenarias dirigidas por el
destacado mercenario, traficante de esclavos y masacrador de pueblos al
servicio de la corona española, Alonso Fernández de Lugo, vio doblada su altiva
e insolente cerviz, ante el más grande caudillo que ha tenido la Matria (patria) Canaria, el
grande entre los grandes de su tiempo, Kebehi Benchomo.
“La batalla de Acentejo supuso la mayor
derrota sufrida por las tropas españolas en sus conquistas imperialistas, no
sólo en Canarias (cuya conquista duró casi un siglo), sino que, en las
innumerables batallas sostenidas por la conquista del Continente americano, las
tropas españolas jamás tuvieron una pérdida de hombres como la que sufrieron en
La Batalla de
Acentejo, donde un cuerpo de ejército guanche compuesto por 300 hombres
dirigidos por el Achimencey Chimenchia/Tinguaro, (hermano de Kebehi Benchomo),
infligió al ejército invasor la mayor derrota que jamás sufrieran los ejércitos
españoles en sus aventuras coloniales durante la baja Edad Media, algunos
cronistas han venido calculando entre seiscientos y novecientos los invasores
muertos en la batalla, estudios recientes debidamente documentados dan una
cifra de más de dos mil doscientos los mercenarios españoles fallecidos en
dicha batalla.” (E.P.G.R.)
Había
casado con Caseloria y de este matrimonio nacieron: Ben Tahod (Bentor), desriscado en Tigaiga, tuvo un hijo conocido
como Cristóbal Hernández de Tahoro
o Tahodio, que casó con Sañagua o Hanagua procreando a: Derimán
(Ruimán), quien tomó el mismo nombre de su padre llamándose Cristóbal
Hernández de Tahoro o Tahodio, según Bethencourt Alfonso,
tomó como apellido el nombre de su abuelo Benchomo (Benkumu) que, al castellanizarse quedó como Bencomo.
Este Cristóbal Hernández fue de los primeros guanches que pasaron a estudiar en
España donde, en la
Universidad de Sevilla estudió la carrera de vocero
(abogado), regresó a su Matria (patria)
donde desarrolló labores propias de su carrera y escribió una Historia del Pueblo Guanche, de la que se conocieron tres
ejemplares manuscritos, el último de los cuales estuvo en poder de una familia
Álvarez de Adeje, de quien lo obtuvo un Capitán español de Carabineros a
finales del siglo XIX, perdiéndose la pista del manuscrito hasta el presente,
éste Derimán casó con Ana Hernández; Ramagua
(la Rosalva
de Viana), conocida como Isabel del Castillo, quien casó con Antón Martín de
Abona, Collararpa o Collarampa, que bautizada como María
Hernández, fue mujer de Juan Doramas.
Fueron hijos de Derímán y Ana Hernández: Antón Tahodio y María Hernández
Bencomo, quien casó con Alonso Palazuelos.
Ramagua o Isabel del Catillo quien casó con Antón Martín de Abona
y fueron padres de Cristóbal Sánchez, quien testó en 1546, en Garachico dejando por heredera a su
prima María Izquierdo mujer de Juan Cabeza. Díaz Dorta recoge: María Hernández Bencomo y el Príncipe Alonso de Palazuelos., hijo de Pedro de los Santos (Beneharo II) y de Leonor Sánchez, Archivo de Montes de Oca.
Collararpa
y Juan Doramas tuvieron María
Fernández; Juan; Francisco Doramas.
Dácil /Mencía Bencomo tuvo con
Gaspar Hernández (Adxoña), a: Catalina Bencomo quien casó con el español Fernán
García Izquierdo del Castillo, quienes procrearon a: Diego García Izquierdo,
quien se desplazó a España en 1540, después de muerto su padre a tomar posesión
de los bienes que aquel tenía allí, Luís García Izquierdo, casó en primeras
nupcias con Francisca Nayor y después con Elena Martín de Asano, sus hijos
fueron: Catalina Mayor; Juan; Hernán; Pedro; Diego, María; Isabel; Luisa, y
Ana, fijó su residencia en Abona, Pedro García Izquierdo, heredó las tierras de
Geneto y los Rodeos, se avecindó en la Concepción, La Laguna, casó con Catalina
García, testó ante Lordelo en 1577 y dejó por hija a Francisca García, mujer de
Francisco López de Castro, María García Izquierdo, casó con el conquistador
Juan Cabeza, en La Laguna,
año 1517, se avecindaron en el Carrizal de Buenavista donde fue dotada por su
padre, testó ante Cejas en 1575, de este matrimonio nacieron: Felipe García;
Hernán García; Martín Cabeza; Juan Cabeza; Isabel Cabeza; Leonor Cabeza.
María Bencomo casó con Cristóbal González Verano (guanche),
y procrearon a: Catalina González, quien tuvo varias hijas con el clérigo y
vicario de la Concepción
de La Laguna,
Hernán García del Castillo (el de Noguer), en varias informaciones posteriores
la apellidaron García Verano. Dotada después por el cura, casó con el guanche
Hernando González y tuvieron por hija a Ana González, quien casó con Hernán
González, (guanche) estableciéndose en Buenavista. Las hijas de García
del Castillo y Catalina González fueron: María González del Castillo, quien
casó con Antón Yánez, tuvieron por hijos a: Martín González; Antón Martín; Juan
Martín; María Martín y Margarita González, testó en 1539 ya viuda. Isabel González del Castillo, que casó con
Juan Fernández Vasconcello, portugués, dejaron nutrida descendencia. (E.P.G.R.)
Los descendientes de Kebehi Benchomo hoy están extendidos
prácticamente por todo el mundo, especialmente en América donde este apellido
va unido a destacados personajes de las ciencias, la política, medicina, literatura, jurisprudencia, iglesia
católica, milicia etc.
Se suele decir que “nadie es profeta en su tierra” en Canarias este dicho no es aplicable a
algunos de los descendientes de Bencomo, pues
a pesar de que al principio de la ocupación de la isla fueron
brutalmente reprimidos y perseguidos, supieron permeabilizar las cerradas
estructura sociales de los colonos, llegando a ser significados dirigentes de
la sociedad colonial. Como ejemplo de lo dicho, veamos el caso en los tiempos
modernos de tres casos notables que
influyeron en la monarquía española y en el clero de la iglesia católica.
Don Pedro José, al igual que sus
hermanos don Cristóbal y don Santiago Bencomo,
fueron preclaros miembros del clero católico que contribuyeron en gran medida a la
consecución del establecimiento de la Universidad de San Fernando, impulsaron las obras
de la catedral de La Laguna
y contribuyeron a la creación de Obispado Nivaríense.
Don Santiago Bencomo y Rodríguez
fue deán y canónigo de la iglesia catedral de Canarias, caballero pensionado de
la Real y
distinguida Orden de Carlos III, obispo electo de Astorga y doctor en sagrada
teología. Es digno de destacar que siendo canónigo de Canaria en 1810, cuando
se desató en las islas la epidemia de fiebre amarilla, los colonos responsables
políticos, militares y eclesiásticos, en las Palmas huyeron en desbandada hacía
el interior de la isla, excepción hecha de don Santiago Bencomo, quien se
mantuvo en su puesto prestando inestimable ayuda a los afectados.
Don Pedro José, canónigo de la
catedral de Canarias y primer deán de Tenerife, como hemos dicho, fue
comisionado regio conjuntamente con don Alonso de Nava y Grimón, para el
establecimiento de la
Universidad de San Fernando de la cual fue su primer rector,
interinamente en un principio por una cuestión de posible incompatibilidad al
ser uno de los dos miembros de la
comisión regia encargada de ponerla en marcha, siendo titular posteriormente.
Asimismo fue el primer doctor en cánones, doctorado concedido por el claustro
en su primera reunión de apertura llevada a cabo el domingo 12 de enero de
1817, fecha histórica para todo el archipiélago canario.
Don Cristóbal Bencomo y
Rodríguez fue el alma mater, el
verdadero impulsor de la creación de la Universidad. Su
situación privilegiada en la corte española le permitió abogar por algunos
asuntos del máximo interés para el desarrollo de algunos aspectos culturales y
sociales de la burguesía Canaria, pero lamentablemente, no supo o no quiso aprovechar
su situación predominante en la corte de la que llegó a ser el hombre más
influyente, para arrancar a ésta algunas medidas de gobierno en beneficio del
pueblo llano.
Veamos algunos rasgos biográficos
de este ilustre descendiente del gran Kebehi Benchomo, el último gran caudillo
del pueblo guanche.
Nace don Cristóbal en la calle
del Agua (hoy de Nava y Grimón) de la ciudad de La Laguna, el 30 de agosto de
1758.
Descendiente por línea directa
del Gran Kebehi Benchomo de la
Casa Real de Taoro, pero de reducida fortuna aunque
portadores tanto él como sus hermanos de una gran inteligencia, estarían
predestinados a recuperar parte del protagonismo que por derecho propio les
correspondía en la sociedad Canaria, derecho del cual habían sido desposeídos sus antecesores por la fuerza de
las armas de los conquistadores europeos. De los primeros años de la vida de
Cristóbal y de sus hermanos tenemos pocas noticias.
Posiblemente Cristóbal inicio sus
estudios bajo la tutela de los frayles de convento de San Miguel de las
Victorias, decidiéndose por estudiar una de las carreras que más demanda
laboral tenía en aquellos tiempos, la eclesiástica, campo éste, que, con el militar era a los que
podían acceder con cierta facilidad los jóvenes canarios que no formaban de la
burguesía española dominante. Siendo un excelente estudiante se aplicó con gran
aprovechamiento y en seis años concluyó los estudios de Filosofía y Teología,
no teniendo la edad reglamentaria para obtener el presbiteriado, haciendo uso
de la astucia solicitó y obtuvo, con el objeto de mejorar su Currículo Vitae,
tomar parte en las oposiciones para los beneficios vacantes en el obispado,
haciendo luego lo propio en las Cátedras de Filosofía del Seminario de
Canarias.
Se destacó de tal manera en las
referidas oposiciones que, el Obispo Fr. Joaquín de Herrera le confirió, en el
mismo año de 1790, la tonsura y el título de predicador, así como el
nombramiento de maestro de pajes y sagradas ceremonias.
Atendiendo al dicho de que nadie
es profeta en su tierra, don Cristóbal se desplazó a la metrópoli con la
esperanza de conseguir mejores horizontes donde desarrollar sus talentos y
donde su condición de indígena sería vista con mayor beneplácito que en la
cerrada élíte criolla canaria, y donde además podría ampliar sus estudios.
Domiciliado en Madrid, se dedicó al estudio de la literatura y la lengua
griega, cuyas materias dominó en sólo seis meses, lo que unido a sus amplios
conocimientos de la lengua y literatura latina, le valió en gran manera para el
ulterior desarrollo de sus actividades docentes.
Las dotes académicas del
Presbítero Bencomo debieron ser lo bastante sobresalientes como para captar la
atención del monarca español Carlos IV, quien le nombró en 1793 maestro de
Filosofía y Política de sus caballeros pajes primero, y posteriormente profesor
de latinidad del príncipe Asturias, con la dignidad de Chantre de Plasencia,
después en 1780 confesor del príncipe, cargo que era de los más espinosos y
delicados, lo cual justifica la prudencia y el talento que revestían la figura
del entonces canónigo Bencomo, quien a partir de aquel momento siempre tuvo
sobre el voluble e indeciso y futuro Fernando VII, de quien supo sacar buen
partido en beneficio de sus hermanos y de la oligarquía local.
El desastre de Trafalgar movió a
Napoleón a variar los planes que tenía concebidos sobre España, aunque mantenía
vigente el tratado de Fontainebleu (1807). Ante el incumplimiento de Portugal
del bloqueo continental impuesto por Napoleón contra la marina Británica, Éste
decide invadir Portugal y dividirlo en tres partes: una para la reina viuda de
Etruria; otra para el ministro español Godoy y la tercera parte restante se
fijaría el destino una vez finalizada la guerra. Con tal objeto entró en España
un cuerpo de ejército francés al mando de Junot, que pasaron por Madrid e
invadieron Portugal en condiciones bastantes precarias. Ante las dificultades
que tenían las tropas francesas para mantener la ocupación de Portugal y para
evitar la total destrucción de las mismas, Napoleón envía varios cuerpos de
refuerzos al mando de Murat, quien obtuvo del gobierno español se le facilitase
la vía del Duero en su camino hacía el país Luso. En tal estado de cosas,
afloran una vez más las corrupciones internas en la corte española, decantándose
en dos facciones, una la de los godoyistas y la otra de los fernandistas,
dirigida esta por el príncipe de Asturias, Fernando, y su preceptor el canónigo
Ezcoiquiz y del cual indudablemente formaba parte Bencomo; en su odio hacía
Godoy llegó este partido a solicitar el apoyo de Napoleón, descubierta la
conjura por Carlos IV prendió a su hijo y le sometió a proceso. En este estado
de cosas, Junot ordenó el avance del ejército francés de refuerzo maniobra que
ya había sido prevista con anterioridad por Napoleón. La maniobra intimidó de
tal manera a la familia real española que abandonó la corte para embarcarse
rumbo a América, viaje que se hubiera llevado a cabo de no haber estallado un
motín hábilmente preparado por el partido fernandista, que obligó a Carlos IV a
abdicar en su hijo Fernando para salvar la vida de Godoy.
La anárquica situación de España
aceleró los planes de Napoleón, y para evitar una posible ocupación del
estratégico territorio por parte de Inglaterra, decidió formar un gobierno
estable que le permitiese contar con el país como base de operaciones
francesas. Estos planes fueron el motivo de la reunión de Bayona, en la cual
Napoleón trató de conciliar a Carlos IV con su hijo.
Ante la intransigencia de Carlos
IV, Napoleón arrima la braza a su sardina, y cortando por lo sano, nombra a su
hermano José Bonaparte rey de España, que ya lo era de Nápoles. Deseando iniciar su reinado con
algunos cambios en la retrograda
decadente, y absolutista
monarquía española, crea la junta de Bayona compuesta por noventa y dos
miembros procedentes de todas las clases sociales quienes votaron una
constitución que no pasó de papel mojado a pesar de su magnifica orientación.
Ante la nueva situación impuesta
por Napoleón, los absolutistas fernandinos optaron por retirarse a sus
cuarteles de invierno entre ellos nuestro ilustre don Cristóbal Bencomo, quien
retorna a su Matria (patria), sentando sus reales en su ciudad natal, y queda a
la espera de que mejoren las circunstancias políticas en el reino de España.
Durante su estancia en la isla
mantiene continuos contactos con los grupos absolutistas locales pero no toma
conciencia de los problemas populares posiblemente porque éstos no formaban
parte de sus planteamientos políticos.
Al implantarse de nuevo en España el régimen
absolutista con el regreso y subida al trono de Fernando VII, éste se hace
rodear de muchos de sus antiguos correligionarios del partido fernandista, y
reclama la presencia en la corte de don Cristóbal Bencomo, y desplaza a la isla
un buque de guerra con el sólo propósito de trasladar a España a don Cristobal.
En esta segunda etapa al lado de Fernando VII, el arzobispo gestionó una serie de nuevas prebendas
obtenidas a la sombra de su protector que beneficiaron su situación personal.
En 1815 se le confiere honores de miembro del consejo y cámara de Castilla y la
gran Cruz de la real y distinguida Orden de Carlos III cuya insignia le fue
puesta por el propio monarca en 1817, en este mismo año fue presentado por el
monarca y preconizado Arzobispo de
Heraclea in partibus por el Papa Pío VII, siendo apadrinado en la
consagración por el infante Carlos, quien le regaló un valioso pontifical.
En medio del fausto y boato de
aquella corte Borbonica, nuestro Arzobispo no olvidó por completo los intereses
de la clase dominante de las islas y desplegó sus influencias para la
consecución de algunos proyectos que venían gestándose desde hacía tiempo,
entre ellos la implantación de una Universidad de letras cuyo proyecto tomó
visos de realidad por R.C. de 15 de septiembre de 1830, al Obispado nivaríense,
aspiración que se venía gestando desde 1707, en ambos proyectos la actuación de
Bencomo fue decisiva.
En 1818 es nombrado por el
monarca Inquisidor General, institución que afortunadamente estaba bastante
quebrantada desde la constitución de las Cortes de Cádiz, Bencomo hombre sagaz
e inteligente comprendió que el Santo Oficio era una institución a extinguir,
que no gozaba de las simpatías de la mayoría de los estamentos seglares e
eclesiásticos, que a pesar del sistema
absolutista trataban de adecuar sus actuaciones a los nuevos tiempos. Ante la
delicada situación en que le colocaba la designación como Inquisidor General,
Bencomo opta por renunciar al cargo y presenta la renuncia al mismo ante el Rey, tras varias negativas
por parte del monarca éste termina aceptándola, dando así comienzo la pérdida
de influencia de nuestro Arzobispo con Fernando VII.
Los largos y fríos inviernos de
Madrid acabaron afectado a la salud de nuestro biografiado, quien enfermo y
achacoso y ante la pérdida de influencia en la corte pidió permiso al Rey para
fijar su residencia en un lugar más cálido, pero no deseando alejarse demasiado
de la corte, instaló su residencia en la señorial Sevilla, en cuya
metropolitana disfrutaba la dignidad de Arcediano de Carmona, asistiendo como
tal a coro. Instalado en la capital andaluza desde 1822, su vida fue allí
retirada de las intrigas palaciegas, dedicándose a las prácticas religiosas y
al ejercicio de la caridad. Prestó su apoyo a la población en casos de
calamidad pública, como fue en el caso de la célebre epidemia de cólera que
azotó a la ciudad 1823, donando sumas de consideración en beneficio de los
desvalidos, en ocasiones directamente y en otras a través del párroco de San
Esteban. Como prueba del reconocimiento de los sevillanos a la figura de
Bencomo su retrato está expuesto junto a los de otros ilustres personajes en la
biblioteca colombina de la Catedral Sevillana, cita en el patio de los
Naranjos.
Durante los últimos años de su
vida, fue protector de un destacado miembro de la iglesia española, consultor
del concilio del Vaticano, fundador de la institución religiosa de las hermanas
de la Cruz, el
insigne gomero, doctor Torres y Padilla.
De la obra literaria del Arzobispo
Bencomo se ha publicado muy poco permaneciendo inédita la mayor de ella. Donó
su biblioteca personal a la catedral de Tenerife además de muchas joyas,
pontificales y cuadros de gran valor, más tres mil duros con destino a las
obras del frontis catedralicio, en su testamento dispuso que su cuerpo reposara
en la nueva catedral.
Don Cristóbal Bencomo fallece el
15 de abril de 1832. Fue sepultado provisionalmente en la
Catedral de Sevilla, en la capilla de nuestra Señora
de Concepción la Grande,
contigua a la capilla real, desde allí sus restos mortales fueron trasladados
en 1837 a
la ciudad de La Laguna,
siendo inhumados en el presbiterio de la catedral, al lado de la Epístola, en un modesto
sepulcro y sin la magnificencia que acompaña a otros cuyos inquilinos tuvieron
en vida menos protagonismo.
ASCENDENCIA DE LOS HERMANOS BENCOMO
I. Constanza Antonia Alonso, casa con el
colonizador portugués Gil Marrero, otorga testamento ante Juan Marques el 20 de
septiembre de 1518. De este matrimonio nacen entre otros:
II. Juan
Marrero, quien casó con Juana Díaz Hernández, hija legítima de Juan Gaspar
Hernández hijo primogénito de Gaspar Hernández (Adxoña), Mencey que fue de
Abona, y de Mencía Bencomo (Dácil), hija de Kebehi Benchomo, y nieta paterna de
Andrés de Llerena También conocido como Andrés de Güimar, príncipe de Güímar y
de María Díaz Bencomo y Lugo, hija ésta de don Diego de Adexe (Pelinor), y de
su esposa Dña, Catalina de Lugo, de Juan Marrero y Juana Díaz fue hija
legítima:
III. María Díaz, quien casó con Alonso Gomes,
quienes fueron padres a su vez, de:
IV. Cristóbal Marrero Bencomo, casado en la
ciudad de La Laguna,
en la Parroquia
de la Concepción,
el 25 de agosto de 1608, con Leonor Marrero o González, con quien tuvo a:
V. María de las Nieves Marrero Bemcomo, quien
casó con Salvador Salgado, hijo de Hernán Martín y de María Francisca, habiendo
celebrado su enlace en la
Parroquia de los Remedios en 1636. (folio 80, lib, 2º.),
siendo aquellos padres de:
VI. Cristóbal Marrero, casado
en Los Remedios en 1669 (folio 62 vº, lib.) 5.º), con María Negrín, hija de
Juan Negrín y de Juliana Marrero, siendo hijo legítimo de aquellos:
VII. Cristóbal Marrero
Bencomo, quien casó también en Los Remedios (1711, lib.) 7º, folio 168 vº), con
María de la
Encarnación Alfonso, hija de Asensio Alfonso y de María
Sebastiana, aquellos fueron causantes de:
VIII. Francisco Basilio
Bencomo, casado en Los Remedios con Bárbara Rodríguez de Fleitas, hija de
Cristóbal Rodríguez, oriundo de Tacoronte, y de Teresa María de Fleitas, padres
que fueron éstos de: Don Cristóbal Bencomo y Rodríguez, Arzobispo de Heraclea,
don Santiago, Obispo electo de Astorga, don Pedro, primer deán de Tenerife y
primer Rector de la
Universidad de San Fernando.
Por lo expuesto queda claro la ascendencia Real de los
hermanos Bencomo y Rodríguez, por vía materna descienden directamente del Gran
Kebehi Benchomo, y por la paterna del Menkey de Abona Adxoña, y por ambas
líneas son descendientes directos del legendario Gran Tinerfe.
La familia Bencomo, como otras muchas familias Canarias,
aportó su tributo de sangre a la metrópoli para la colonización de América,
según A. Ciuranescu recoge en su “Diccionario Biográfico de
Canarios-Americanos” veamos algunos ejemplos: Rafael Bencomo, fue conquistador
de Indias, participó en la campaña de Pedro de Valdivia en Chile, muriendo en
un enfrentamiento con los indios araucanos.
Diego Bencomo, en 1707 embarca para La Habana como cirujano del
navío San José, alias Los dos Leones.
Domingo Martín Bencomo, hizo un viaje a la Habana, del que regresó en
la fragata Nuestra Señora de la
Rosa, que llegó a Santa Cruz el 13 de septiembre de 1773.
Posteriormente, regresó a América, pues en 1788 figuraba como vecino de Coro.
Eusebio Bencomo, su esposa Francisca Vizcaína y los hijos
de ambos, Nicolás, Francisca Juana, Rosa y María Bencomo. Fueron una de las
muchas familias tinerfeñas que pasaron a repoblar Santo Domingo, con los
emigrantes que llegaron en enero de 1737 a la población del Puerto de Plata. La
familia fue diezmada rápidamente. Francisca falleció el 22 de junio, el mismo
día que su hija Rosa, y Juana había muerto el día 22 de abril. Según recoge las
crónicas dominicanas: “Entre
las 31 familias que en enero de 1737 llegaron desde Tenerife, Islas Canarias, a
cargo del Sargento Santiago Gallegos para re-fundar y poblar a Puerto Plata,
destruida y despoblada durante las funestas “devastaciones” del Gobernador
Antonio Osorio del 1605 al 1606, se encontraba la de Eusebio Bencomo, quien
llegó acompañado de su mujer, Francisca Vizcaína, y sus hijos Nicolás, Rosa
Francisca, Juana y María Bencomo. En una memoria del 8 de julio de 1737 sobre
esos inmigrantes canarios que habían muerto en Puerto Plata, se indica, entre
otros tantos, que “la mujer de Eusebio Bencomo, Francisca Vizcaína murió en
junio 22. Sus dos hijas, Juana Bencomo en abril 22 y Rosa Bencomo, en junio 22”. Es la historia trágica y
repetitiva de nuestros antepasados canarios, que en lugar de venir a la
conquista del indio y del oro, vinieron a conquistar y labrar la tierra
dominicana.” Además esta familia fue la introductora en el país del culto a la Diosa Chaxiraxi en
su aspecto católico como Virgen de Candelaria.
Los supervivientes se instalaron en sus nuevas tierras.
Bencomo, en quien animaba el espíritu de justicia de sus antepasados fue uno de
los menos contentos con el asentamiento, se le acusa de fomentar protestas e
incluso se alude a la posibilidad de detenerlo por sedicioso. Las cosas en la
nueva colonia debieron arreglarse ya que en 1738 era uno de los diez colonos
que habían trabajado sus tierras de labranza.
Francisco Basilio Bencomo (padre de nuestros biografiado
Pedro, Cristóbal y Santiago Bencomo), que falleció en Santo Domingo, siendo
sepultado el 25 de mayo de 1778.
Francisco Basilio se dedicó al tráfico de Indias, en 1732 viajó a La Habana como pasajero de
“combés” del navío Nuestra Señora del Rosario alias La Estrella del
Mar, pagando 14 pesos al contado como importe de su pasaje. Hizo numerosos
viajes a La Habana,
el primero conocido fue en 1760, con escritura riesgo de 232 reales. Por los
años de 1764-1765 viajaba como maestre de la fragata Jesús Nazareno. Su
comercio no debió estar muy acorde con las normas de la Casa de Contratación pues en
1766-1767 ésta, le abre un proceso sobre cuentas y flete de algunos de éstos
viajes.
José Bencomo,
embarcó en calidad de mozo en el barco Nuestra Señora de los Remedios
alias La Perla,
que arrumbaba a la Guaira
en 1765.
Nicolás Bencomo, natural de Tenerife, estaba avecindado en
La Habana en
1709, fecha en que hace escritura de deuda por 667 reales a José de Torres,
vecino y soldado del castillo de Santa Cruz de Tenerife.
[1] Bencomo-Benchomo:Citado
por: J. Espinosa, L. Torriani, J. Viera y Clavijo, S.
Berthelot, J. Abreu y Galindo, T. Marín y Cubas, G. Chil y Naranjo, A. de
Viana, Antonio Rumeu de Armas. (MMM)
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