EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL,
DÉCADA 1881-1890
CAPÍTULO
XLIX-VII
Eduardo Pedro García
Rodríguez
1890. Los sectores criollos dominantes
canarios aceptan un sistema constitucional en el que una de sus características
es la larga vigencia de las constituciones moderadas: la de 1845 y la de 1876.
Durante estos años la oligarquía dependiente canaria logra forjar unas
instituciones estables, con una gran continuidad y capaces de resistir los
embates de otros sectores sociales e ideológicos. Mecanismos tales como la
restricción del sufragio y de las libertades públicas influyen en el
mantenimiento sin fisuras de aquellos sectores en todas las instancias del
poder colonial.
Las elecciones son el medio
constitucional para acceder al poder pero se limita la actividad política con
el sistema del sufragio restringido.
Sólo algunos criollos canarios
tienen derecho a participar en la vida pública en función de una identificación
entre propiedad y actividad política. La ampliación del cuerpo electoral en
1868 y en 1890 no supuso en sí misma una participación mayor en las tareas
políticas porque los resultados fueron sistemáticamente falseados, la
oligarquía dependiente controló en las islas todos los procesos electorales y hasta
la II República
no hubo excepciones.
A pesar de la limitación del
cuerpo electoral, las elecciones precisan una mínima organización y las clases
dominantes tanto criollas como las provenientes de la metrópoli estructuraron
unas bases organizativas: los partidos políticos. En canarias, los partidos son
conjuntos de camarillas aglutinadas en torno a pocas personas. Como dice
Villalba Hervás, «al terminar el año 1868 las ideas políticas en Canarias
parecían dormir el sueño de la muerte. Las dictaduras caciquiles locales se
habían apoderado de los destinos del país so pretexto de dirigirlos por la
senda de su mayor desenvolvimiento, pero, en realidad, para explotar la cosa
pública en provecho de determinadas individualidades, tácticas que continúan en
plena vigencia en la actualidad (2007).
Las personas habían sustituido a
los principios».
En la década de los sesenta del
siglo XIX y al margen del poder se forjan algunos partidos políticos en la
colonia sobre unas bases distintas -el partido demócrata, los partidos
republicanos- pero se trata más bien de grupos ideológicos con graves
dificultades para penetrar en el sistema sin fuerza suficiente para introducir
cambios y estabilizar una alternativa democrática.
Hasta bien entrado el siglo XX no
se organizan en la colonia alternativas diferentes de
las establecidas por la
oligarquía dependiente. La participación política de los sectores coloniales
dominantes canarios durante las últimas décadas del siglo XVIII había sido muy
activa tanto en las islas como en la metrópoli.
Se conocían las nuevas corrientes
ideológicas y a través de las conservadoras Reales Sociedades Económicas de
Amigos del País y otras instituciones se había colaborado en la política
ilustrada. Se conocían los problemas reales del Archipiélago y se intentó so-
lucionar alguno de ellos sin medios y con grandes dosis de buena voluntad. La
libertad comercial, el mantenimiento de un sistema fiscal «privilegiado» o bien
el reparto de tierras de propiedad pública -Concejos y Corona de la metrópoli eran
algunos de sus objetivos; la minoría criolla ilustrada era capaz de adoptar
decisiones sobre los asuntos más trascendentales de la colonia y trataban de
influir en las distintas instancias del Gobierno para solucionar los temas
pendientes.
Los grandes propietarios de
tierras, los sectores comerciales y los profesionales cualificados estaban de
acuerdo en la forma de resolver estos temas. Era preciso lograr una libertad
comercial lo más amplia posible, obtener una participación real en el reparto
de las tierras públicas y mantener un sistema fiscal específico y moderado como
el establecido desde los primeros momentos de la invasión y colonización. Estos
sectores sociales aceptan el Estado liberal y aprovechan todas las
posibilidades que éste les brinda para defender sus intereses de clase: en la
colonia Canaria optan por participar de forma activa en la política de la
metrópoli.
Con estos objetivos básicos no es
extraño que esta participación canaria no varíe ante los sucesos de la
metrópoli de principios del siglo XIX. En el Archipiélago se condenan tanto las
abdicaciones de los reyes españoles Carlos IV y Fernando VII como la invasión
de tropas francesas y la feroz represión de mayo de 1808 al pueblo de Madrid,
los criollos dependientes canarios se consideran más española que los propios
españoles.
Hay, además, unanimidad de
criterios entre los sectores dominantes insulares ante la convocatoria de
Cortes efectuada por la
Junta Central metropolitana como medio legítimo para oponerse
a José I y a la labor de gobierno de los que con él colaboran -los
afrancesados-. Varios son los representantes del criollismo canario presentes
en Cádiz y aunque no todos ellos tienen las mismas ideas, aceptan los
resultados de las Cortes e insisten a lo largo de las sesiones en obtener
soluciones a los temas canarios. Ruiz de Padrón, Key, Gordillo y Llarena
solicitan la liberalización del comercio, la abolición de los señoríos, el
reparto de los baldíos... Esta participación es importante porque significa la
integración de los sectores dirigentes coloniales en los asuntos de Estado en
la metrópoli. Incluso en unos momentos tan críticos no se producirá un vacío de
poder colonial en las islas y además hay información directa de los temas
tratados. De esta forma, la lejanía, a la que se añaden las dificultades de la
guerra con presencia de corsarios enemigos en las aguas canarias, no impide el
mantenimiento de relaciones y no se produce ningún desgobierno que impulse
otras opciones políticas diferentes que configuren un sentimiento nacionalista.
(José Miguel Pérez García et al. 1991)
1890. En Hermigua (La
Gomera) Debido a la carencia absoluta de carretera de
conexión con la capital de la isla, Ipalam (San Sebastián) se construye un
pescante, que es ampliado en 1907, para dar salida a los contingentes de fruta
rumbo a Gran Bretaña. El paisaje del valle cambió súbitamente, semejándose al
actual; nuevas roturaciones a base de bancales que desafían a la topografía,
nuevos tomaderos y canalizaciones que partiendo de las cuencas de los barrancos
de Liria y del Cedro, llevan el preciado líquido hasta la última cepa de
platanera. Se crea la comunidad de regantes, se asigna el agua por turnos
vigilada por celosos canaleros conocido en el pueblo como jueces de agua. Pero
al mismo tiempo se inicia un proceso de distanciamiento social importante, ya
que las mejores tierras, y la mayor parte de las restantes continua en manos de
una minoría. Esto provoca la apertura de una nueva vía migratoria hacia la Isla de Cuba, pero con la
salvedad de que la mayor parte de los emigrantes regresan e invierten sus
ahorros en roturar nuevas tierras o en la compra de algunos terrenos
marginales.
El plátano llegó a tener tanta importancia económica que
generó una sobreexplotación de jornaleros y medianeros a manos de la clase
dirigente caciquil local. Sirva como ejemplo el establecimiento de contratos de
medianería a partir de una fanega de tierra, que en medida local no completa
los 2000
metros cuadrados, en la cual se debería tener animales y
cultivos. Pero la lógica y estos contratos están muy distantes, y el medianero
debía recurrir tras sufridas caminatas al pillaje de forraje en los montes para
poder alimentar su ganado, producir estiércol y leche, que puntualmente
entregaba en la casa del propietario al amanecer de cada día.
La situación generada por este desigual reparto provoca
disturbios, que son definitivamente apagados tras el golpe de estado fascista
de la metrópoli en 1936. Dando lugar a una cruenta represión en sta parte de la
colonia y a un empeoramiento de las condiciones de vida de las clases
dominadas. Otra vez el mar es la salida, pero encontrándose con el
inconveniente de la prohibición, lo que obliga a muchos vecinos a embarcarse
clandestinamente rumbo a Venezuela en barcos de cabotaje. (José Enrique Niebla
Tomé)
1900 Febrero 5. Nació en San Andrés y Sauces, Benahuare (La Palma), José Gerardo Martín Herrera. Estudió primaria y bachillerato en su
pueblo, en una época en que los exámenes se realizaban en la capital, Tedote
(Santa Cruz de la Palma):
los catedráticos viajaban desde Chinech (Tenerife) en barco y los alumnos en
falúa desde los Sauces.
Los últimos años de bachillerato
los cursó en Eguerew (la Laguna),
donde tuvo compañeros como Nijota y Cecilio Marrero.
Vegetariano y naturista, estos
hábitos le llevaron a frecuentar una tertulia en Madrid (España), a la que al
parecer, en alguna ocasión asistió uno de los encausados por la muerte del
Presidente del Gobierno de aquel país, Eduardo Dato, en marzo de 1921. Sin
comerlo ni beberlo, José Gerardo fue detenido y desterrado a Cádiz. Gracias a
la intervención de D. Pedro Pérez Díaz, abogado del Consejo de Estado español,
el traslado se hizo en ferrocarril para que no le aplicasen la Ley de Fugas y así salvar su
vida.
Es en Cádiz (España) donde
completa el primer curso de Medicina pero descontento con la situación de
inseguridad y desorden obtiene permiso para viajar a otros países extranjeros. Marchó a París, Francia, acompañado de su madre Doña Maria, mujer de
carácter duro y sobrio, pero llena de generosidad y amor al prójimo, cualidades
que marcarían la personalidad de su hijo.
Ya en París cursó toda la Carrera de Medicina en la Universidad de la Sorbona. Su formación
médica estuvo marcada por los Agregados Franceses de los que nombraba mucho al
cirujano L`Escene, - que solía decir a sus alumnos que si sufrían un infarto
deberían cambiar de especialidad y hacerse oftalmólogos - y al profesor Pasteur
Valery-Radot, alergólogo y nieto de Pasteur. Se doctoró bajo la dirección del
Prof. Benzançon: su tesis “Contribution a L`Etude du rôle de la Contamination de
L`Enfant dans la
Tuberculose Pulmonaire de L`Adulte” fue muy celebrada en
Francia en aquellos tiempos y de ahí vendría su convencimiento de que la mejor
suerte para un niño de la época, era tener un abuelo tuberculoso que muriese
pronto.
La validación del doctorado en
París pasaba por ir a las Colonias españolas o trabajar en la Asistencia Pública
Domiciliaria. Escoge ésta última de la que reseñaba diversas anécdotas: para
abundar sobre la preocupación que ya se vivía en la época por los programas de
Salud Pública, contaba que por las noches, cuando regresaban de atender a un
niño, el cochero le llevaba primero a la Comisaría del Distrito donde se guardaba en una
estufa el cultivo del exudado faríngeo del niño, como campaña para la
prevención de la
Fiebre Reumática. Otra anécdota era la de una de sus primeras
visitas domiciliarias en la que una “nani” negra salió a su encuentro
gesticulando y diciendo “pase Doctor para que vea que sarampión más precioso
tiene el niño”.
La
Salud Publica fue siempre una de sus grandes preocupaciones.
Vivió muy de lleno la llegada de la vacuna Salk y contribuyó a la erradicación
de la polio en Chinet (Tenerife). Su conocimiento del metabolismo le llevó a criticar
duramente el diagnóstico de “acetona” y tenía su forma de interpretar las
crisis convulsivas de los niños para que no se hiciesen demasiados diagnósticos
de epilepsia.
En el año 1953 trato a dos
pacientes con síndrome de Guillain-Barré mediante piroterapia con vacuna
tífica. Tenía conceptos de clínica neurológica muy depurados, adquiridos como
Interno del Prof. Clovis Vincent, que practicaba estrictamente ya que en su
época podía suscitarse la duda entre negarle un ingreso a una niña por tener
polio o enviarla a Barcelona (España) para que el Dr. Ley la operase de un
tumor cerebral.
Su educación dermatológica le dio
una capacidad diagnóstica de visu y clínica muy profunda. Eso le llevó a un
gran y continuo contacto con el dermatólogo Dr. Ginés Vivancos y no era raro
verlos conversando a pie firme sobre algún paciente, en la esquina de Costa y
Grijalba con la Rambla,
dada la proximidad de sus domicilios. No era raro que hiciese salir a sus
hijos, aún pequeños, del coche en que le acompañaban al atardecer en sus
visitas domiciliarias, para subir a la casa de un niño y decir “esto es un
exantema subitum, tras cinco días de enfermedad, se puso bien y le brotó el
rash”, o decir “esto es una varicela, es como un cielo estrellado, hay
estrellas de todos los tamaños y en distintas fases...”, o “toquen, toquen,
estos ganglios en el occipucio solo los da la rubéola, pero también se producen
en los hilios pulmonares, de ahí, la tos...”
Terminada la fase de París vuelve
a la Metropolis
sobre 1928, donde entre junio y septiembre se examinó de toda la carrera de
Medicina para poder convalidar el Título francés. Allí trabó una gran amistad
con D. Carlos Jiménez Díaz, el Catedrático más joven de España, que perduraría
a lo largo de los años y en la que se integraba íntimamente D. Angel Capote,
gran cirujano de las Islas y origen de otra saga de médicos canarios. Fue
también muy cercano a D. Gregorio Marañón y al Prof. Gay Prieto.
Regresó a Benahuare (La Palma) hacia 1928. Trabajó
una temporada en San Andrés y Sauces pero no llegó a desembalar su aparato de
Rayos X que acabo instalando en la calle 25 de Julio, cerca de la Plaza de los Patos, en Añazu
n Chinet (Santa Cruz de Tenerife). Trabajó como tisiólogo en el Dispensario
Antituberculoso de la calle de San Lucas y ocupó una plaza benéfica en el
Hospital Civil. En el Dispensario conoció a su esposa, Isabel Rodríguez
Killius, Practicante y Enfermera, que se incorporó al Dispensario después de
haber permanecido tres años en Nueva York con una beca de la Fundación Rockefeller.
Fundador en Benahuare (La Palma) del partido
dependentista colonial Partido Socialista Obrero Español, su
afiliación Socialista y a la
Masonería, le traería los problemas propios de la época: Dos
años preso en Fyfes (Chinet) y dos años de destierro en Tedote (Santa Cruz de la Palma), donde podía
estar en la cárcel o en la
Clínica de D. Miguel Pérez Camacho, dependiendo del talante
del Delegado del Gobierno español de turno. Recordaba de esa época la humanidad
y buen trato que siempre le deparó el Sr. López Socas, sobre todo el día que
recibió la comunicación oficial de su cese como Médico del Hospital Civil. El
final de la pesadilla política aguda fue tener que ir a la Metropolis para ser
juzgado por el Tribunal para la
Represión del Comunismo y la Masonería. Una de
las imputaciones que le hicieron fue la de no cobrar honorarios y así tener a
los campesinos de su parte en caso de alguna revuelta... Nunca pudo abstraerse
de un interés continuado por la política, aunque se retiró totalmente de una
vida activa en la misma. Siempre fue respetuoso con sus oponentes aunque no
compartiera sus ideas.
Su interés por todos los temas de
la Medicina
era inagotable. Junto a su excepcional conocimiento de la Tuberculosis (según
opinión del Dr. Torres Gost, tisiólogo eminente del Hospital del Rey y de la OMS), destacaba su dedicación
a la Pediatría;
su profundo interés por la Electrocardiografía, primero empírica y luego
deductiva; su entendimiento de la Endocrinología, de la que desempeño plaza en la Obra Sindical 18 de
Julio durante muchos años hasta su jubilación. Su gran habilidad como radiólogo
torácico y digestivo era incuestionable. Los primeros aparato que se importaron
en Canarias tras el bloqueo económico de la post-guerra, fueron el Siemens
Pleophos con fotoseriador Rapidix y Odelca de D. José Gerardo, y a los pocos
meses el de el doctor D. Leocadio López. En parte, la motivación para la
adquisición de este equipo de tecnología punta en aquellos tiempos, fue él
poder hacer los reconocimientos escolares y las revisiones de los
emigrantes a Venezuela. Desde 1950 el auge de la emigración canaria hacia
Venezuela trajo la condición impuesta por aquel País, de que los futuros
emigrantes no podían sufrir Tuberculosis ni enfermedades Venéreas. De ahí que
D. Gerardo y D. José Domínguez se encargaran de las revisiones neumológicas y
los doctores Juan Friend y Juan Martín se encargaran de la evaluación de las
enfermedades venéreas, ayudados en el Laboratorio por el Dr. José García
López, que entre otras cosa hacía las extracciones de jugo gástrico para
inoculación al cobaya en los casos dudosos.
Pionero en lo que hoy se conoce
como I+D+I (Investigación, Desarrollo, Innovación), de su electrocardiógrafo de
hilo de Wilson pasó a un aparato Sanborn y luego a un Hewlett-Packard, compañía
que adquirió la de Sanborn a principio de la década de los 60 para el
desarrollo de sus equipos. Conseguir esos aparatos en la época pasaba por una
pesadilla importadora en la que tenía que mediar algún amigo, hombre de
negocios, que pudiera facilitar los dólares en destino. El segundo aparato pasó
hasta tres veces por el muelle de Santa Cruz de Tenerife, sin que pudiese ser
bajado a tierra, para gran desesperación del Dr. Martín Herrera que ansiaba
probar el nuevo “juguete” en alguno de sus hijos.
La consulta de Pediatría de D.
Gerardo fue muy numerosa. Siempre ayudado por su esposa Dª. Isabel, seguían un
estricto programa de vacunaciones. Todos los martes se pesaban los infantes a
los que había destinada una gran sala en la que coexistía una mesa con pesas
para neonatos y unos muebles con sus planos inclinados, a una altura razonable,
para que las madres pudieran desnudar a los niños. Asimismo había dos
habitaciones para que las madres amamantaran y poder pesar la ingesta y decidir
el suplemento de la dieta del niño si fuese preciso.
Desde niño se caracterizó por su
extraordinaria capacidad de lectura y a lo largo de su vida acumuló una gran
biblioteca Médica y de Humanidades. Mantuvo subscripciones a gran cantidad de
revistas y periódicos y profesó verdadera adoración por los libros, siendo
éstos su regalo preferido en Navidades para todos sus amigos.
Su vinculación a la Cultura Francesa
le llevó a fundar la
Alianza Francesa de Santa Cruz de Tenerife de la que fue
Presidente durante muchos años y luego Presidente de Honor. El Gobierno de la República Francesa
le nombró Caballero de la
Orden Nacional del Mérito Civil de Francia, condecoración que
lucía con gran orgullo en el ojal de su chaqueta.
Hasta los ochenta años continuó
atendiendo su consulta y haciendo visitas domiciliarias y hasta esa edad se
siguió entusiasmando si encontraba algún libro que explicara bien el equilibrio
electrolítico o los principios básicos de la química. Su lema fue siempre que
cuando se comenzaba a estudiar un tema había que terminarlo. Siempre estuvo
haciendo proselitismo entre los jóvenes para que estudiasen Medicina y
bastantes médicos de nuestras Islas deben su vocación a Don Gerardo.
Sufrió
de úlcera gástrica durante toda su vida e intuyó el substrato bacteriológico de
esta patología al comprobar que tras un tratamiento con antibióticos mejoraban
espectacularmente sus síntomas. Este era un tema de charla y discusión
permanente con su gran amigo canario y Digestólogo de la Fundación Jiménez
Díaz, el Dr. Carlos Marina Fiol. D. Gerardo habría disfrutado con el
descubrimiento del Helicobacter pylori. Murió a consecuencia de un cáncer
gástrico en 1984.
Cumpliéndose en este año el
centenario de su nacimiento, de él ha dicho en la prensa, el Dr. Enrique
Gonzáles : “Fue uno de los médicos mas interesantes del Siglo XX en
Canarias. Su vida nos recuerda un personaje de Ficción, del mejor estilo,
comprometido con la Medicina
y con la Sociedad.”
De su matrimonio con Dª. Isabel
nacieron cinco hijos: Isabel, Enfermera; José Gerardo, Neurocirujano; Emilio,
Cirujano Torácico; Ernesto, Catedrático de Ciencias Físicas; y Luis, sufre
Síndrome de Down y ha sido el centro de toda la familia.
Entre sus nietos, siguiendo la
tradición, hay cuatro Médicos: José Valdivia Martín, Médico de Familia; María
del Mar Martín Dorado; Dermatóloga; Emilio Martín Díaz, Cirujano Torácico y Ana
Martín Villalva, investigadora en Neurociencias. Y una Estudiante de 5º año de
Medicina Nanci Valdivia Martín.
En
1805, cuando llegó a la Isla
el alcalde mayor Juan de Mata Franco, Santa Cruz de La Palma no tenía ni una sola
calle empedrada y los campesinos vivían rodeados de plena miseria, “pues lo
pasan casi todos –escribe fray Juan de Medinilla- con pan de raíces de helecho,
mal comidos y mal vestidos”. La situación había producido un cierto
receso en el crecimiento de la población insular. La Palma tenía en 1802 un censo
de 28.824 personas y 5.565 viviendas.
En
1812, promulgada la
Constitución liberal, nacieron en La Palma las primeras corporaciones
locales, en número de once, constituyéndose en ese año los municipios de
Puntallana, San Andrés y Sauces, Barlovento, Garafía, Puntagorda, Tijarafe, Los
Llanos de Aridane, Mazo, Breña Alta, Breña Baja y Santa Cruz de La Palma. En 1837 se
crearon los municipios de Fuencaliente y El Paso, por segregación de Mazo y Los
Llanos. Aunque el proceso de Tazacorte comenzó a finales del siglo XIX, la hora
de su independencia llegaría en 1925. La aparición de los municipios, sin
embargo, no condujo a un influjo notable en el impulso de la vida local.
“Pasaban
los años, y los siglos –escribe Pérez Vidal- y aunque la ciudad no crecía
grandemente iba mejorando dentro de su recinto. Las plazas, con los inmensos
laureles y la gran copa central de la fuente de piedra, acabaron de
embellecerla y darle personalidad y así hasta la segunda mitad del siglo XIX
brilló entonces el último gran momento de esplendor económico y cultural de la Isla”.
La
situación, al menos en la capital insular, cambió a partir de 1821, cuando se
inició el denominado Siglo de Oro palmero, con la fundación de una escuela
primaria moderna, organizada de acuerdo con el sistema lancasteriano promovida
por el pedagogo británico Joseph Lancaster. La escuela, al amparo de ideas
liberales, era obra de la
Junta Local de Instrucción Pública, constituida por el
sacerdote palmero Manuel Díaz Hernández, párroco de El Salvador; el arquitecto
y sacerdote José Joaquín Martín de Justa y el patricio Francisco García Pérez.
Esta
escuela fue un caso único en Canarias y, hasta su cierre en 1823, dejó una
huella profunda. Su proyección educativa forjó la generación de los palmeros
más ilustres del siglo XIX, entre los que sobresalen las figuras de los
hermanos Valeriano, Víctor y Juan Fernández Ferraz, figuras claves de las
letras; Faustino Méndez Cabezola, licenciado en Derecho y en Filosofía y
Letras, “sin discusión alguna la personalidad más extraordinaria que tuvo La Palma durante la centuria”,
como resalta Juan Régulo Pérez; Antonio Rodríguez López, cuñado del anterior,
poeta y escritor; y Manuel González Méndez, el pintor más universal de Canarias
en el siglo XIX.
Otros hechos destacados
Precedido
por el establecimiento en 1776 de la Real Sociedad Económica de Amigos del País –que
fue reorganizada en 1885-, la concurrencia de personas destacadas, liberales y
progresistas, promovió la creación de la Escuela de Instrucción Primaria de Niños (1866),
el Colegio de Segunda Enseñanza de Santa Catalina (1868), que fue elevado a la
categoría de Instituto Nacional de Enseñanza Media y suprimido en la Restauración
borbónica a finales de 1874, aunque se mantuvo como filial del Instituto de
Canarias con su antiguo nombre hasta 1931; y la Escuela Nocturna
para Adultos (1870).
En la
labor de las asociaciones culturales, en las que La Palma es pródiga, destaca la
primera Escuela de Música (1836); el establecimiento de la Escuela de Dibujo, a cargo
de Blas Ossabarry (1840); la fundación del Casino-Liceo (1849), con una gran
influencia en los ambientes sociales y culturales de la época; la fundación de
la compañía de teatro “Terpsícore y Melpómene” (1866), propietaria del Teatro
Chico; la sociedad de instrucción “La Fraternidad” (1870); la “Sociedad Instructiva”
(1876), entidad científico-literaria de carácter privado y el establecimiento
de la sociedad cultural “La Cosmológica” (1881), con un museo de antigüedades
y ciencias naturales –en cuyo seno nació a comienzos del siglo XX la biblioteca
“Cervantes”- y la sociedad “La
Unión” (1883), todo lo cual convirtió a Santa Cruz de La Palma en una de las primeras
ciudades culturales de Canarias.
En
los últimos veinte años del siglo XIX llegó el apogeo cultural de La Palma, destacando la
creación del Ateneo en el seno de la Económica; los conciertos de la Filarmónica, los
frecuentes estrenos de obras dramáticas de Antonio Rodríguez López; la
construcción del teatro Chico y del Circo de Marte, el triunfo de Sebastián
Arozena en Filadelfia (EE.UU.) como constructor naval; la exitosa exposición de
1876, con obras de bellas artes, productos agrícolas e industriales que se
exhibieron en el Teatro Circo de Marte y en la plaza de Santo Domingo; y las
proyecciones de las primeras películas con un cinematógrafo Lumiére, que Miguel
Brito trajo de La Habana
(1895).
Actividad periodística
En
esta época se produjo en La
Palma una destacada actividad periodística. En 1836, José
García Pérez introdujo la primera imprenta, con unos tipos móviles que trajo de
París. A este le siguió Pedro Mariano Ramírez, que construyó una pequeña prensa
en la que aprovechando tales útiles se imprimió una hoja de carácter político.
En 1855 Faustino Méndez Cabezola había intentado publicar el primer periódico,
pero entonces no cuajó la idea. En la segunda mitad del siglo XIX, la prensa
palmera comenzó su andadura con la publicación de numerosos títulos, el primero
de los cuales, llamado “El Time”, apareció el 12 de julio de 1863.
Estos
periódicos, muchos de los cuales se convirtieron en medios de expresión de
colectivos ideológicos, tuvieron una vida muy corta, pero otros lograron
mantenerse durante algunos años, ofreciendo una interesante panorámica del
momento. El más longevo ha sido Diario de Avisos, fundado el 2 de
julio de 1890 y promovido por José Esteban Guerra Zerpa, quien fue su primer
director. En la citada fecha salió a la calle con el nombre de “El Artesano”,
cambiando al día siguiente por su actual denominación. Desde el 6 de junio de
1976 se edita en Santa Cruz de Tenerife.
La
masonería palmera tuvo entre sus filas a lo mejor y más selecto de la sociedad
palmera del siglo XIX y primer tercio del siglo XX. La primera logia de la que
se tiene noticia fue la “Abora nº 91”, dependiente del Gran Oriente Lusitano,
que pasó después a formar parte del Gran Oriente Español con el número 331. En
1823, cuando se restauró el absolutismo en la figura de Fernando VII, masones,
liberales y librepensadores fueron perseguidos y entre sus víctimas figuraba el
sacerdote Manuel Díaz Hernández, que fue desterrado. Sus paisanos le rindieron
sentido homenaje en la estatua levantada en la plaza de la capital palmera,
inaugurada el 18 de abril de 1897. Los documentos de la masonería fueron
quemados públicamente el 25 de julio de 1936, en la plaza de San Francisco de
la capital palmera, muy cerca de la sede de la logia, que estaba en una dependencia
anexa a la torre de la iglesia.
La Palma no permaneció ajena a las nuevas
corrientes arquitectónicas que llegaban del exterior. Los sacerdotes José
Martín de Justa y Manuel Díaz Hernández asumieron los nuevos cánones impuestos
por el clasicismo académico, plasmado en cuantas obras hicieron conjuntamente.
Martín de Justa está considerado como el artífice de la renovación urbanística
de Santa Cruz de La Palma
en la primera mitad del siglo XIX y en la actualidad pueden apreciarse fachadas
con variedad de detalles neoclásicos consecuencia de la influencia que ejerció
en los constructores y alarifes.
La
cochinilla –cuyo ciclo se alargó hasta la década de los setenta- y la orden que
declaró francos los puertos canarios fueron los factores más importantes del
florecimiento económico, lo que provocó un desenvolvimiento inusitado del
comercio, el apogeo de la construcción naval, un aumento de más del doble del
valor de las fincas rústicas y urbanas, el avance descentralizador en el
gobierno insular, las relaciones económicas y sociales con Cuba e Inglaterra y
la progresiva modernización de la vida insular, acorde con las innovaciones del
momento.
La
presencia británica produjo evidentes beneficios, al preocuparse éstos del
desarrollo agrícola, incentivando la producción y generando un volumen
comercial destacado, además de posibilitar la entrada de materiales para la
construcción y otros útiles.
En la
segunda mitad de la centuria (1865) el número de casas en la isla era de 6.036,
de las cuales 1.951 eran de dos o más plantas. En esa misma fecha, en la
capital insular vivían 5.364 habitantes en 1.111 casas.
Los
nuevos cultivos introducidos en La
Palma a finales del siglo XIX, como el tabaco, no cubrían el
vacío económico que dejó la cochinilla. Entre 1881 y 1890, emigrantes
retornados de Cuba procedieron a la reimplantación de la caña de azúcar en las
áreas de regadío de Argual, Tazacorte y Los Sauces, con la que se cubría las
necesidades de la Isla.
Otros
frutos del progreso del pueblo palmero comenzaron a sentirse a partir de 1879,
cuando entró en servicio el primer tramo de siete kilómetros de la carretera
entre la capital insular y el cruce de La Concepción, en Breña Alta. El proyecto consistía
en abrir la vía por Mazo, Fuencaliente, Los Llanos y llegaría hasta Tijarafe.
En
junio de 1883, el puerto de Santa Cruz de La Palma fue declarado de interés general y el 21 de
diciembre de 1883 se inauguró la comunicación telegráfica, apenas cinco días
después de que se hubiera producido el amarre del cable en la playa de Bajamar.
El 28 de octubre de 1884 se alcanzó otro hito en la historia insular, al quedar
enlazada la línea telegráfica con el resto del mundo.
En
1892, Elías Santos Abreu, médico y botánico de reputada proyección, estableció
el primer laboratorio bacteriológico insular y, entre tantas figuras
destacadas, aparece también la del cronista Juan Bautista Lorenzo Rodríguez,
recopilador de las Noticias para la Historia de La Palma.
En la
noche de San Silvestre de 1893, la luz eléctrica alumbró por primera vez en Santa
Cruz de La Palma,
al repique de las campanas de la torre de la iglesia de El Salvador, siendo la
primera localidad de Canarias que lo consiguió, aunque estos avances no se
palparon en igual intensidad en el interior de la Isla, donde se producía un
acusado contraste cultural y social. El 17 de junio de 1894, Santa Cruz de La Palma se convirtió en la
primera población de Canarias que se comunicó por teléfono con los pueblos de
Los Llanos de Aridane y El Paso. Y en diciembre de 1899, Compañía Trasatlántica
Española incluyó el puerto de Santa Cruz de La Palma en su línea de las Antillas,
correspondiendo la primera escala al vapor Montevideo. Los barcos de
esta histórica naviera fueron conocidos en la voz popular palmera como “los
vapores del 19”, en atención al día que en hacían escala en la Isla.
Sobre
esta ancha base de bienestar, también había nacido un anhelo hondo de
enriquecer el espíritu, convirtiéndose así en factores que afianzaron las tres
columnas maestras del esplendor cultural consiguiente, que habría de
prolongarse hasta la II
República. (Juan Carlos Díaz Lorenzo, 2010)
1890 Octubre 10. Se inaugura en Añazu (Santa Cruz) la línea de ferrocarril
de la cantera La Jurada
hasta la punta del muelle, construida especialmente para el transporte de
escolleras. En el verano de 1885 había comenzado el montaje de los raíles. La
primera locomotora fue bautizada con el nombre de "Añaza".
buena foto
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