sábado, 15 de marzo de 2014

CAPÍTULO XLIX-VII





EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1881-1890

CAPÍTULO XLIX-VII



Eduardo Pedro García Rodríguez

1890. Los sectores criollos dominantes canarios aceptan un sistema constitucional en el que una de sus características es la larga vigencia de las constituciones moderadas: la de 1845 y la de 1876. Durante estos años la oligarquía dependiente canaria logra forjar unas instituciones estables, con una gran continuidad y capaces de resistir los embates de otros sectores sociales e ideológicos. Mecanismos tales como la restricción del sufragio y de las libertades públicas influyen en el mantenimiento sin fisuras de aquellos sectores en todas las instancias del poder colonial.

Las elecciones son el medio constitucional para acceder al poder pero se limita la actividad política con el sistema del sufragio restringido.

Sólo algunos criollos canarios tienen derecho a participar en la vida pública en función de una identificación entre propiedad y actividad política. La ampliación del cuerpo electoral en 1868 y en 1890 no supuso en sí misma una participación mayor en las tareas políticas porque los resultados fueron sistemáticamente falseados, la oligarquía dependiente controló en las islas todos los procesos electorales y hasta la II República no hubo excepciones.

A pesar de la limitación del cuerpo electoral, las elecciones precisan una mínima organización y las clases dominantes tanto criollas como las provenientes de la metrópoli estructuraron unas bases organizativas: los partidos políticos. En canarias, los partidos son conjuntos de camarillas aglutinadas en torno a pocas personas. Como dice Villalba Hervás, «al terminar el año 1868 las ideas políticas en Canarias parecían dormir el sueño de la muerte. Las dictaduras caciquiles locales se habían apoderado de los destinos del país so pretexto de dirigirlos por la senda de su mayor desenvolvimiento, pero, en realidad, para explotar la cosa pública en provecho de determinadas individualidades, tácticas que continúan en plena vigencia en la actualidad (2007).

Las personas habían sustituido a los principios».

En la década de los sesenta del siglo XIX y al margen del poder se forjan algunos partidos políticos en la colonia sobre unas bases distintas -el partido demócrata, los partidos republicanos- pero se trata más bien de grupos ideológicos con graves dificultades para penetrar en el sistema sin fuerza suficiente para introducir cambios y estabilizar una alternativa democrática.

Hasta bien entrado el siglo XX no se organizan en la colonia alternativas diferentes de
las establecidas por la oligarquía dependiente. La participación política de los sectores coloniales dominantes canarios durante las últimas décadas del siglo XVIII había sido muy activa tanto en las islas como en la metrópoli.

Se conocían las nuevas corrientes ideológicas y a través de las conservadoras Reales Sociedades Económicas de Amigos del País y otras instituciones se había colaborado en la política ilustrada. Se conocían los problemas reales del Archipiélago y se intentó so- lucionar alguno de ellos sin medios y con grandes dosis de buena voluntad. La libertad comercial, el mantenimiento de un sistema fiscal «privilegiado» o bien el reparto de tierras de propiedad pública -Concejos y Corona de la metrópoli eran algunos de sus objetivos; la minoría criolla ilustrada era capaz de adoptar decisiones sobre los asuntos más trascendentales de la colonia y trataban de influir en las distintas instancias del Gobierno para solucionar los temas pendientes.

Los grandes propietarios de tierras, los sectores comerciales y los profesionales cualificados estaban de acuerdo en la forma de resolver estos temas. Era preciso lograr una libertad comercial lo más amplia posible, obtener una participación real en el reparto de las tierras públicas y mantener un sistema fiscal específico y moderado como el establecido desde los primeros momentos de la invasión y colonización. Estos sectores sociales aceptan el Estado liberal y aprovechan todas las posibilidades que éste les brinda para defender sus intereses de clase: en la colonia Canaria optan por participar de forma activa en la política de la metrópoli.

Con estos objetivos básicos no es extraño que esta participación canaria no varíe ante los sucesos de la metrópoli de principios del siglo XIX. En el Archipiélago se condenan tanto las abdicaciones de los reyes españoles Carlos IV y Fernando VII como la invasión de tropas francesas y la feroz represión de mayo de 1808 al pueblo de Madrid, los criollos dependientes canarios se consideran más española que los propios españoles.

Hay, además, unanimidad de criterios entre los sectores dominantes insulares ante la convocatoria de Cortes efectuada por la Junta Central metropolitana como medio legítimo para oponerse a José I y a la labor de gobierno de los que con él colaboran -los afrancesados-. Varios son los representantes del criollismo canario presentes en Cádiz y aunque no todos ellos tienen las mismas ideas, aceptan los resultados de las Cortes e insisten a lo largo de las sesiones en obtener soluciones a los temas canarios. Ruiz de Padrón, Key, Gordillo y Llarena solicitan la liberalización del comercio, la abolición de los señoríos, el reparto de los baldíos... Esta participación es importante porque significa la integración de los sectores dirigentes coloniales en los asuntos de Estado en la metrópoli. Incluso en unos momentos tan críticos no se producirá un vacío de poder colonial en las islas y además hay información directa de los temas tratados. De esta forma, la lejanía, a la que se añaden las dificultades de la guerra con presencia de corsarios enemigos en las aguas canarias, no impide el mantenimiento de relaciones y no se produce ningún desgobierno que impulse otras opciones políticas diferentes que configuren un sentimiento nacionalista. (José Miguel Pérez García et al. 1991)

1890. En Hermigua (La Gomera) Debido a la carencia absoluta de carretera de conexión con la capital de la isla, Ipalam (San Sebastián) se construye un pescante, que es ampliado en 1907, para dar salida a los contingentes de fruta rumbo a Gran Bretaña. El paisaje del valle cambió súbitamente, semejándose al actual; nuevas roturaciones a base de bancales que desafían a la topografía, nuevos tomaderos y canalizaciones que partiendo de las cuencas de los barrancos de Liria y del Cedro, llevan el preciado líquido hasta la última cepa de platanera. Se crea la comunidad de regantes, se asigna el agua por turnos vigilada por celosos canaleros conocido en el pueblo como jueces de agua. Pero al mismo tiempo se inicia un proceso de distanciamiento social importante, ya que las mejores tierras, y la mayor parte de las restantes continua en manos de una minoría. Esto provoca la apertura de una nueva vía migratoria hacia la Isla de Cuba, pero con la salvedad de que la mayor parte de los emigrantes regresan e invierten sus ahorros en roturar nuevas tierras o en la compra de algunos terrenos marginales.
El plátano llegó a tener tanta importancia económica que generó una sobreexplotación de jornaleros y medianeros a manos de la clase dirigente caciquil local. Sirva como ejemplo el establecimiento de contratos de medianería a partir de una fanega de tierra, que en medida local no completa los 2000 metros cuadrados, en la cual se debería tener animales y cultivos. Pero la lógica y estos contratos están muy distantes, y el medianero debía recurrir tras sufridas caminatas al pillaje de forraje en los montes para poder alimentar su ganado, producir estiércol y leche, que puntualmente entregaba en la casa del propietario al amanecer de cada día.
La situación generada por este desigual reparto provoca disturbios, que son definitivamente apagados tras el golpe de estado fascista de la metrópoli en 1936. Dando lugar a una cruenta represión en sta parte de la colonia y a un empeoramiento de las condiciones de vida de las clases dominadas. Otra vez el mar es la salida, pero encontrándose con el inconveniente de la prohibición, lo que obliga a muchos vecinos a embarcarse clandestinamente rumbo a Venezuela en barcos de cabotaje. (José Enrique Niebla Tomé)
1900 Febrero 5. Nació  en San Andrés y Sauces, Benahuare (La Palma),  José Gerardo Martín Herrera.   Estudió primaria y bachillerato en su pueblo, en una época en que los exámenes se realizaban en la capital, Tedote (Santa Cruz de la Palma): los catedráticos viajaban desde Chinech (Tenerife) en barco y los alumnos en falúa desde los Sauces.

Los últimos años de bachillerato los cursó en Eguerew (la Laguna), donde tuvo compañeros como Nijota y Cecilio Marrero.

Vegetariano y naturista, estos hábitos le llevaron a frecuentar una tertulia en Madrid (España), a la que al parecer, en alguna ocasión asistió uno de los encausados por la muerte del Presidente del Gobierno de aquel país, Eduardo Dato, en marzo de 1921. Sin comerlo ni beberlo, José Gerardo fue detenido y desterrado a Cádiz. Gracias a la intervención de D. Pedro Pérez Díaz, abogado del Consejo de Estado español, el traslado se hizo en ferrocarril para que no le aplicasen la Ley de Fugas y así salvar su vida.

Es en Cádiz (España) donde completa el primer curso de Medicina pero descontento con la situación de inseguridad y desorden obtiene permiso para viajar a otros países  extranjeros.  Marchó a París, Francia,  acompañado de su madre Doña Maria, mujer de carácter duro y sobrio, pero llena de generosidad y amor al prójimo, cualidades que marcarían la personalidad de su hijo.

Ya en París cursó toda la Carrera de Medicina en la Universidad de la Sorbona. Su formación médica estuvo marcada por los Agregados Franceses de los que nombraba mucho al cirujano L`Escene, - que solía decir a sus alumnos que si sufrían un infarto deberían cambiar de especialidad y hacerse oftalmólogos - y al profesor Pasteur Valery-Radot, alergólogo y nieto de Pasteur. Se doctoró bajo la dirección del Prof. Benzançon: su tesis “Contribution a L`Etude du rôle de la Contamination de L`Enfant dans la Tuberculose Pulmonaire de L`Adulte” fue muy celebrada en Francia en aquellos tiempos y de ahí vendría su convencimiento de que la mejor suerte para un niño de la época, era tener un abuelo tuberculoso que muriese pronto.

La validación del doctorado en París pasaba por ir a las Colonias españolas o trabajar en la Asistencia Pública Domiciliaria. Escoge ésta última de la que reseñaba diversas anécdotas: para abundar sobre la preocupación que ya se vivía en la época por los programas de Salud Pública, contaba que por las noches, cuando regresaban de atender a un niño, el cochero le llevaba primero a la Comisaría del Distrito donde se guardaba en una estufa el cultivo del exudado faríngeo del niño, como campaña para la prevención de la Fiebre Reumática. Otra anécdota era la de una de sus primeras visitas domiciliarias en la que una “nani” negra salió a su encuentro gesticulando y diciendo “pase Doctor para que vea que sarampión más precioso tiene el niño”.
La Salud Publica fue siempre una de sus grandes preocupaciones. Vivió muy de lleno la llegada de la vacuna Salk y contribuyó a la erradicación de la polio en Chinet (Tenerife). Su conocimiento del metabolismo le llevó a criticar duramente el diagnóstico de “acetona” y tenía su forma de interpretar las crisis convulsivas de los niños para que no se hiciesen demasiados diagnósticos de epilepsia.
En el año 1953 trato a dos pacientes con síndrome de Guillain-Barré mediante piroterapia con vacuna tífica. Tenía conceptos de clínica neurológica muy depurados, adquiridos como Interno del Prof. Clovis Vincent, que practicaba estrictamente ya que en su época podía suscitarse la duda entre negarle un ingreso a una niña por tener polio o enviarla a Barcelona (España) para que el Dr. Ley la operase de un tumor cerebral.

Su educación dermatológica le dio una capacidad diagnóstica de visu y clínica muy profunda. Eso le llevó a un gran y continuo contacto con el dermatólogo Dr. Ginés Vivancos y no era raro verlos conversando a pie firme sobre algún paciente, en la esquina de Costa y Grijalba con la Rambla, dada la proximidad de sus domicilios. No era raro que hiciese salir a sus hijos, aún pequeños, del coche en que le acompañaban al atardecer en sus visitas domiciliarias, para subir a la casa de un niño y decir “esto es un exantema subitum, tras cinco días de enfermedad, se puso bien y le brotó el rash”, o decir “esto es una varicela, es como un cielo estrellado, hay estrellas de todos los tamaños y en distintas fases...”, o “toquen, toquen, estos ganglios en el occipucio solo los da la rubéola, pero también se producen en los hilios pulmonares, de ahí, la tos...”

Terminada la fase de París vuelve a la Metropolis sobre 1928, donde entre junio y septiembre se examinó de toda la carrera de Medicina para poder convalidar el Título francés. Allí trabó una gran amistad con D. Carlos Jiménez Díaz, el Catedrático más joven de España, que perduraría a lo largo de los años y en la que se integraba íntimamente D. Angel Capote, gran cirujano de las Islas y origen de otra saga de médicos canarios. Fue también muy cercano a D. Gregorio Marañón y al Prof. Gay Prieto.

Regresó a Benahuare (La Palma) hacia 1928. Trabajó una temporada en San Andrés y Sauces pero no llegó a desembalar su aparato de Rayos X que acabo instalando en la calle 25 de Julio, cerca de la Plaza de los Patos, en Añazu n Chinet (Santa Cruz de Tenerife). Trabajó como tisiólogo en el Dispensario Antituberculoso de la calle de San Lucas y ocupó una plaza benéfica en el Hospital Civil. En el Dispensario conoció a su esposa, Isabel Rodríguez Killius, Practicante y Enfermera, que se incorporó al Dispensario después de haber permanecido tres años en Nueva York con una beca de la Fundación Rockefeller.
Fundador en Benahuare (La Palma) del partido dependentista colonial  Partido Socialista Obrero Español, su afiliación Socialista y a la Masonería, le traería los problemas propios de la época: Dos años preso en Fyfes (Chinet) y dos años de destierro en Tedote (Santa Cruz de la Palma), donde  podía estar en la cárcel o en la Clínica de D. Miguel Pérez Camacho, dependiendo del talante del Delegado del Gobierno español de turno. Recordaba de esa época la humanidad y buen trato que siempre le deparó el Sr. López Socas, sobre todo el día que recibió la comunicación oficial de su cese como Médico del Hospital Civil. El final de la pesadilla política aguda fue tener que ir a la Metropolis para ser juzgado por el Tribunal para la Represión del Comunismo y la Masonería. Una de las imputaciones que le hicieron fue la de no cobrar honorarios y así tener a los campesinos de su parte en caso de alguna revuelta... Nunca pudo abstraerse de un interés continuado por la política, aunque se retiró totalmente de una vida activa en la misma. Siempre fue respetuoso con sus oponentes aunque no compartiera sus ideas.

Su interés por todos los temas de la Medicina era inagotable. Junto a su excepcional conocimiento de la Tuberculosis (según opinión del Dr. Torres Gost, tisiólogo eminente del Hospital del Rey y de la OMS), destacaba su dedicación a la Pediatría; su profundo interés por la Electrocardiografía, primero empírica y luego deductiva; su entendimiento de la Endocrinología, de la que desempeño plaza en la Obra Sindical 18 de Julio durante muchos años hasta su jubilación. Su gran habilidad como radiólogo torácico y digestivo era incuestionable. Los primeros aparato que se importaron en Canarias tras el bloqueo económico de la post-guerra, fueron el Siemens Pleophos con fotoseriador Rapidix y Odelca de D. José Gerardo, y a los pocos meses el de el doctor  D. Leocadio López. En parte, la motivación para la adquisición de este equipo de tecnología punta en aquellos tiempos, fue él poder hacer los reconocimientos escolares y las revisiones  de los emigrantes a Venezuela. Desde 1950 el auge de la emigración canaria hacia Venezuela trajo la condición impuesta por aquel País, de que los futuros emigrantes no podían sufrir Tuberculosis ni enfermedades Venéreas. De ahí que D. Gerardo y D. José Domínguez se encargaran de las revisiones neumológicas y los doctores Juan Friend y Juan Martín se encargaran de la evaluación de las enfermedades venéreas, ayudados en el Laboratorio  por el Dr. José García López, que entre otras cosa hacía las extracciones de jugo gástrico para inoculación al cobaya en los casos dudosos.

Pionero en lo que hoy se conoce como I+D+I (Investigación, Desarrollo, Innovación), de su electrocardiógrafo de hilo de Wilson pasó a un aparato Sanborn y luego a un Hewlett-Packard, compañía que adquirió la de Sanborn a principio de la década de los 60 para el desarrollo de sus equipos. Conseguir esos aparatos en la época pasaba por una pesadilla importadora en la que tenía que mediar algún amigo, hombre de negocios, que pudiera facilitar los dólares en destino. El segundo aparato pasó hasta tres veces por el muelle de Santa Cruz de Tenerife, sin que pudiese ser bajado a tierra, para gran desesperación del Dr. Martín Herrera que ansiaba probar el nuevo “juguete” en alguno de sus hijos.

La consulta de Pediatría de D. Gerardo fue muy numerosa. Siempre ayudado por su esposa Dª. Isabel, seguían un estricto programa de vacunaciones. Todos los martes se pesaban los infantes a los que había destinada una gran sala en la que coexistía una mesa con pesas para neonatos y unos muebles con sus planos inclinados, a una altura razonable, para que las madres pudieran desnudar a los niños. Asimismo había dos habitaciones para que las madres amamantaran y poder pesar la ingesta y decidir el suplemento de la dieta del niño si fuese preciso.

Desde niño se caracterizó por su extraordinaria capacidad de lectura y a lo largo de su vida acumuló una gran biblioteca Médica y de Humanidades. Mantuvo subscripciones a gran cantidad de revistas y periódicos y profesó verdadera adoración por los libros, siendo éstos su regalo preferido en Navidades para todos sus amigos.

Su vinculación a la Cultura Francesa le llevó a fundar la Alianza Francesa de Santa Cruz de Tenerife de la que fue Presidente durante muchos años y luego Presidente de Honor. El Gobierno de la República Francesa le nombró Caballero de la Orden Nacional del Mérito Civil de Francia, condecoración que lucía con gran orgullo en el ojal de su chaqueta.

Hasta los ochenta años continuó atendiendo su consulta y haciendo visitas domiciliarias y hasta esa edad se siguió entusiasmando si encontraba algún libro que explicara bien el equilibrio electrolítico o los principios básicos de la química. Su lema fue siempre que cuando se comenzaba a estudiar un tema había que terminarlo. Siempre estuvo haciendo proselitismo entre los jóvenes para que estudiasen Medicina y bastantes médicos de nuestras Islas deben su vocación a Don Gerardo.
Sufrió de úlcera gástrica durante toda su vida e intuyó el substrato bacteriológico de esta patología al comprobar que tras un tratamiento con antibióticos mejoraban espectacularmente sus síntomas. Este era un tema de charla y discusión permanente con su gran amigo canario y Digestólogo de la Fundación Jiménez Díaz, el Dr. Carlos Marina Fiol. D. Gerardo habría disfrutado con el descubrimiento del Helicobacter pylori. Murió a consecuencia de un cáncer gástrico en 1984.
Cumpliéndose en este año el centenario de su nacimiento, de él ha dicho en la prensa, el Dr. Enrique Gonzáles : “Fue uno de los médicos mas interesantes del Siglo XX en Canarias. Su vida nos recuerda un personaje de Ficción, del mejor estilo, comprometido con la Medicina y con la Sociedad.”

De su matrimonio con Dª. Isabel nacieron cinco hijos: Isabel, Enfermera; José Gerardo, Neurocirujano; Emilio, Cirujano Torácico; Ernesto, Catedrático de Ciencias Físicas; y Luis, sufre Síndrome de Down y ha sido el centro de toda la familia.
Entre sus nietos, siguiendo la tradición, hay cuatro Médicos: José Valdivia Martín, Médico de Familia; María del Mar Martín Dorado; Dermatóloga; Emilio Martín Díaz, Cirujano Torácico y Ana Martín Villalva, investigadora en Neurociencias. Y una Estudiante de 5º año de Medicina Nanci Valdivia Martín.

1890 julio 2.
En 1805, cuando llegó a la Isla el alcalde mayor Juan de Mata Franco, Santa Cruz de La Palma no tenía ni una sola calle empedrada y los campesinos vivían rodeados de plena miseria, “pues lo pasan casi todos –escribe fray Juan de Medinilla- con pan de raíces de helecho, mal comidos y mal vestidos”.  La situación había producido un cierto receso en el crecimiento de la población insular. La Palma tenía en 1802 un censo de 28.824 personas y 5.565 viviendas.
En 1812, promulgada la Constitución liberal, nacieron en La Palma las primeras corporaciones locales, en número de once, constituyéndose en ese año los municipios de Puntallana, San Andrés y Sauces, Barlovento, Garafía, Puntagorda, Tijarafe, Los Llanos de Aridane, Mazo, Breña Alta, Breña Baja y Santa Cruz de La Palma. En 1837 se crearon los municipios de Fuencaliente y El Paso, por segregación de Mazo y Los Llanos. Aunque el proceso de Tazacorte comenzó a finales del siglo XIX, la hora de su independencia llegaría en 1925. La aparición de los municipios, sin embargo, no condujo a un influjo notable en el impulso de la vida local.
“Pasaban los años, y los siglos –escribe Pérez Vidal- y aunque la ciudad no crecía grandemente iba mejorando dentro de su recinto. Las plazas, con los inmensos laureles y la gran copa central de la fuente de piedra, acabaron de embellecerla y darle personalidad y así hasta la segunda mitad del siglo XIX brilló entonces el último gran momento de esplendor económico y cultural de la Isla”.
La situación, al menos en la capital insular, cambió a partir de 1821, cuando se inició el denominado Siglo de Oro palmero, con la fundación de una escuela primaria moderna, organizada de acuerdo con el sistema lancasteriano promovida por el pedagogo británico Joseph Lancaster. La escuela, al amparo de ideas liberales, era obra de la Junta Local de Instrucción Pública, constituida por el sacerdote palmero Manuel Díaz Hernández, párroco de El Salvador; el arquitecto y sacerdote José Joaquín Martín de Justa y el patricio Francisco García Pérez.
Esta escuela fue un caso único en Canarias y, hasta su cierre en 1823, dejó una huella profunda. Su proyección educativa forjó la generación de los palmeros más ilustres del siglo XIX, entre los que sobresalen las figuras de los hermanos Valeriano, Víctor y Juan Fernández Ferraz, figuras claves de las letras; Faustino Méndez Cabezola, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras, “sin discusión alguna la personalidad más extraordinaria que tuvo La Palma durante la centuria”, como resalta Juan Régulo Pérez; Antonio Rodríguez López, cuñado del anterior, poeta y escritor; y Manuel González Méndez, el pintor más universal de Canarias en el siglo XIX.
Otros hechos destacados
Precedido por el establecimiento en 1776 de la Real Sociedad Económica de Amigos del País –que fue reorganizada en 1885-, la concurrencia de personas destacadas, liberales y progresistas, promovió la creación de la Escuela de Instrucción Primaria de Niños (1866), el Colegio de Segunda Enseñanza de Santa Catalina (1868), que fue elevado a la categoría de Instituto Nacional de Enseñanza Media y suprimido en la Restauración borbónica a finales de 1874, aunque se mantuvo como filial del Instituto de Canarias con su antiguo nombre hasta 1931;  y la Escuela Nocturna para Adultos (1870).
En la labor de las asociaciones culturales, en las que La Palma es pródiga, destaca la primera Escuela de Música (1836); el establecimiento de la Escuela de Dibujo, a cargo de Blas Ossabarry (1840); la fundación del Casino-Liceo (1849), con una gran influencia en los ambientes sociales y culturales de la época; la fundación de la compañía de teatro “Terpsícore y Melpómene” (1866), propietaria del Teatro Chico; la sociedad de instrucción “La Fraternidad” (1870); la “Sociedad Instructiva” (1876), entidad científico-literaria de carácter privado y el establecimiento de la sociedad cultural  “La Cosmológica” (1881), con un museo de antigüedades y ciencias naturales –en cuyo seno nació a comienzos del siglo XX la biblioteca “Cervantes”- y la sociedad “La Unión” (1883), todo lo cual convirtió a Santa Cruz de La Palma en una de las primeras ciudades culturales de Canarias.
En los últimos veinte años del siglo XIX llegó el apogeo cultural de La Palma, destacando la creación del Ateneo en el seno de la Económica; los conciertos de la Filarmónica, los frecuentes estrenos de obras dramáticas de Antonio Rodríguez López; la construcción del teatro Chico y del Circo de Marte, el triunfo de Sebastián Arozena en Filadelfia (EE.UU.) como constructor naval; la exitosa exposición de 1876, con obras de bellas artes, productos agrícolas e industriales que se exhibieron en el Teatro Circo de Marte y en la plaza de Santo Domingo; y las proyecciones de las primeras películas con un cinematógrafo Lumiére, que Miguel Brito trajo de La Habana (1895).  
Actividad periodística
En esta época se produjo en La Palma una destacada actividad periodística. En 1836, José García Pérez introdujo la primera imprenta, con unos tipos móviles que trajo de París. A este le siguió Pedro Mariano Ramírez, que construyó una pequeña prensa en la que aprovechando tales útiles se imprimió una hoja de carácter político. En 1855 Faustino Méndez Cabezola había intentado publicar el primer periódico, pero entonces no cuajó la idea. En la segunda mitad del siglo XIX, la prensa palmera comenzó su andadura con la publicación de numerosos títulos, el primero de los cuales, llamado “El Time”, apareció el 12 de julio de 1863.
Estos periódicos, muchos de los cuales se convirtieron en medios de expresión de colectivos ideológicos, tuvieron una vida muy corta, pero otros lograron mantenerse durante algunos años, ofreciendo una interesante panorámica del momento. El más longevo ha sido Diario de Avisos, fundado el 2 de julio de 1890 y promovido por José Esteban Guerra Zerpa, quien fue su primer director. En la citada fecha salió a la calle con el nombre de “El Artesano”, cambiando al día siguiente por su actual denominación. Desde el 6 de junio de 1976 se edita en Santa Cruz de Tenerife.
La masonería palmera tuvo entre sus filas a lo mejor y más selecto de la sociedad palmera del siglo XIX y primer tercio del siglo XX. La primera logia de la que se tiene noticia fue la “Abora nº 91”, dependiente del Gran Oriente Lusitano, que pasó después a formar parte del Gran Oriente Español con el número 331. En 1823, cuando se restauró el absolutismo en la figura de Fernando VII, masones, liberales y librepensadores fueron perseguidos y entre sus víctimas figuraba el sacerdote Manuel Díaz Hernández, que fue desterrado. Sus paisanos le rindieron sentido homenaje en la estatua levantada en la plaza de la capital palmera, inaugurada el 18 de abril de 1897. Los documentos de la masonería fueron quemados públicamente el 25 de julio de 1936, en la plaza de San Francisco de la capital palmera, muy cerca de la sede de la logia, que estaba en una dependencia anexa a la torre de la iglesia.
La Palma no permaneció ajena a las nuevas corrientes arquitectónicas que llegaban del exterior. Los sacerdotes José Martín de Justa y Manuel Díaz Hernández asumieron los nuevos cánones impuestos por el clasicismo académico, plasmado en cuantas obras hicieron conjuntamente. Martín de Justa está considerado como el artífice de la renovación urbanística de Santa Cruz de La Palma en la primera mitad del siglo XIX y en la actualidad pueden apreciarse fachadas con variedad de detalles neoclásicos consecuencia de la influencia que ejerció en los constructores y alarifes.
La cochinilla –cuyo ciclo se alargó hasta la década de los setenta- y la orden que declaró francos los puertos canarios fueron los factores más importantes del florecimiento económico, lo que provocó un desenvolvimiento inusitado del comercio, el apogeo de la construcción naval, un aumento de más del doble del valor de las fincas rústicas y urbanas, el avance descentralizador en el gobierno insular, las relaciones económicas y sociales con Cuba e Inglaterra y la progresiva modernización de la vida insular, acorde con las innovaciones del momento.
La presencia británica produjo evidentes beneficios, al preocuparse éstos del desarrollo agrícola, incentivando la producción y generando un volumen comercial destacado, además de posibilitar la entrada de materiales para la construcción y otros útiles.
En la segunda mitad de la centuria (1865) el número de casas en la isla era de 6.036, de las cuales 1.951 eran de dos o más plantas. En esa misma fecha, en la capital insular vivían 5.364 habitantes en 1.111 casas.
Los nuevos cultivos introducidos en La Palma a finales del siglo XIX, como el tabaco, no cubrían el vacío económico que dejó la cochinilla. Entre 1881 y 1890, emigrantes retornados de Cuba procedieron a la reimplantación de la caña de azúcar en las áreas de regadío de Argual, Tazacorte y Los Sauces, con la que se cubría las necesidades de la Isla.
Otros frutos del progreso del pueblo palmero comenzaron a sentirse a partir de 1879, cuando entró en servicio el primer tramo de siete kilómetros de la carretera entre la capital insular y el cruce de La Concepción, en Breña Alta. El proyecto consistía en abrir la vía por Mazo, Fuencaliente, Los Llanos y llegaría hasta Tijarafe.
En junio de 1883, el puerto de Santa Cruz de La Palma fue declarado de interés general y el 21 de diciembre de 1883 se inauguró la comunicación telegráfica, apenas cinco días después de que se hubiera producido el amarre del cable en la playa de Bajamar. El 28 de octubre de 1884 se alcanzó otro hito en la historia insular, al quedar enlazada la línea telegráfica con el resto del mundo.
En 1892, Elías Santos Abreu, médico y botánico de reputada proyección, estableció el primer laboratorio bacteriológico insular y, entre tantas figuras destacadas, aparece también la del cronista Juan Bautista Lorenzo Rodríguez, recopilador de las Noticias para la Historia de La Palma.
En la noche de San Silvestre de 1893, la luz eléctrica alumbró por primera vez en Santa Cruz de La Palma, al repique de las campanas de la torre de la iglesia de El Salvador, siendo la primera localidad de Canarias que lo consiguió, aunque estos avances no se palparon en igual intensidad en el interior de la Isla, donde se producía un acusado contraste cultural y social. El 17 de junio de 1894, Santa Cruz de La Palma se convirtió en la primera población de Canarias que se comunicó por teléfono con los pueblos de Los Llanos de Aridane y El Paso. Y en diciembre de 1899, Compañía Trasatlántica Española incluyó el puerto de Santa Cruz de La Palma en su línea de las Antillas, correspondiendo la primera escala al vapor Montevideo. Los barcos de esta histórica naviera fueron conocidos en la voz popular palmera como “los vapores del 19”, en atención al día que en hacían escala en la Isla.
Sobre esta ancha base de bienestar, también había nacido un anhelo hondo de enriquecer el espíritu, convirtiéndose así en factores que afianzaron las tres columnas maestras del esplendor cultural consiguiente, que habría de prolongarse hasta la II República. (Juan Carlos Díaz Lorenzo, 2010)
1890 Octubre 10. Se inaugura en Añazu (Santa Cruz) la línea de ferrocarril de la cantera La Jurada hasta la punta del muelle, construida especialmente para el transporte de escolleras. En el verano de 1885 había comenzado el montaje de los raíles. La primera locomotora fue bautizada con el nombre de "Añaza".




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