Por Carlos Gaviño de Franchy
José
Menéndez permaneció de nuevo en Santa Cruz de Tenerife entre julio y agosto de
1803. Había cumplido su servicio militar en el regimiento de Infantería de
Ultonia que, con el de América, componían una división con destino en la plaza
de Santa Cruz de Santiago, desde el 10 de enero de 1799, y que volvió a España
en 1802 [1].
En este período de tiempo, José Menéndez conoció a la mujer a quien daría
palabra de matrimonio; Rafaela de Paz y Carrasco, nacida en Santa Cruz, pero
oriunda de la isla de La Palma
[2].
José Menéndez nació en 1777, en el Principado de Asturias, en la villa de
Pravia y parroquia de Santa María de Rivero, una de las catorce que componían,
en aquella fecha, su Ayuntamiento. Su padre, llamado también José Menéndez, era
natural de La Corrada,
en la misma Pravia, mientras que su madre, María Díaz, procedía de la ya citada
parroquia de Santa María. Los Menéndez tenían casa solariega en Pravia desde
muy antiguo [3].
José Menéndez contaba veintisiete años de edad cuando volvió a la isla,
haciendo el viaje desde Barcelona, a cumplir su promesa matrimonial, estando ya
fuera del servicio. Rafaela de Paz, cuarenta y uno. Casaron, en la parroquia de
Nuestra Señora de la Concepción,
el 24 de octubre de 1804.
Este matrimonio apenas duró tres años ya que Rafaela de Paz falleció a
comienzos del año 1807 y, tres meses más tarde [4], volvió a casar el joven
viudo con María de los Remedios de Paz, que había sido bautizada en la
parroquia del Apóstol San Andrés, del Valle de su nombre, un día indeterminado
del mes de julio de 1785. El traslado de su partida de bautismo, que obra en el
expediente matrimonial, evidenciando el poco cuidado de algunos sacristanes y
clérigos de la época, dice: En treinta y
nuebe del mes... Era hija de Pedro José de Paz, natural de Santa
Cruz, y de Isabel María Fernández de Baca; nieta paterna de Pedro Alonso de Paz
y Andrea María de Torres y, materna, de Gabriel Fernández de Baca y Gabriela
Jacinta Rodríguez, nacidos ambos en Santa Cruz, donde casaron el 11 de
noviembre de 1742. A su vez Pedro Alonso de Paz fue hijo de otro Pedro Alonso
de Paz y de María González y Andrea María de Torres, lo era de Victoriano de
Ledesma, natural de Güímar, y de María de Candelaria de Torres, nacida en San
Cristóbal de La Laguna. A
pesar de la coincidencia de apellidos, no parece que hubiera parentesco entre
la primera y segunda esposas de José Menéndez.
El matrimonio tuvo cinco hijos [5]. El mayor de ellos, Rafael Justo, nació el
29 de mayo de 1808. Miguel José, segundo varón, lo hizo en Santa Cruz, en
noviembre de 1809. Al año siguiente les nació una niña que fue bautizada con
los nombres de Joaquina Cesárea. Perdieron al primogénito, Rafael, y su nombre
fue puesto a otro niño nacido el día 30 de septiembre y bautizado el 3 de
octubre de 1812, añadiéndole las advocaciones protectoras de San Juan, San
Jerónimo y San Remigio. Por último, en diciembre de 1814 vino al mundo el
último de los vastagos de José Menéndez, cristianado en 3 de diciembre de 1814,
al que pusieron Ramón Saturnino María del Carmen.
La descendencia del asturiano José Menéndez o Meléndez, en Santa Cruz de
Tenerife, procede de Rafael Juan, cuarto de sus hijos, sin que sepamos que fue
de los otros, si es que superaron la edad pupilar.
Rafael Juan Meléndez de Paz casó, en 1844, con María Cabrera y Viera, natural
del Puerto del Arrecife, en la
Isla de Lanzarote. Su vida transcurrió dedicada al comercio.
En Santa Cruz de Tenerife tuvieron una numerosa prole compuesta por nueve hijos
llamados Abelardo, Enrique, Eloísa, Federico, Herminia, Ernesto, Hortensia,
Luisa, y Aurora [6].
Ernesto Meléndez
Ernesto Juan Meléndez nació en Santa Cruz el
veintiuno de febrero de mil ochocientos cincuenta y seis y fue bautizado, en la
parroquia de la Concepción,
cuatro días más tarde, por el presbítero don José Manuel Hernández, con
licencia de don Agustín Pérez, Venerable
Beneficiado Rector de las Yglesias de esta Villa de Santa Cruz de Santiago de
Tenerife. Fue su padrino don Juan Cope, acaudalado comerciante,
hijo de don Bernardo Coppé, natural de Bremen, y de su esposa doña María
Ventura Barroso, miembros de la burguesía mercantil satacrucera, a la que se
habían incorporado los Meléndez. Fue el sexto entre sus nueve hermanos, de los
que, cinco, fueron hembras. Se da en la familia cierto gusto por las bellas
artes; las Meléndez, particularmente, pintan paisajes al óleo y la acuarela,
conservando algunos de ellos sus descendientes, incluso de la madre, doña María
Cabrera.
Afirma Sebastián Padrón Acosta, primer biógrafo de Meléndez, que realizó
estudios en la Academia
de Bellas Artes de la ciudad de su naturaleza. No hemos podido, sin embargo,
hallar documento alguno que lo cite entre sus alumnos [7]. Sin embargo, resulta
fácil suponer que asistiría a las clases de dibujo impartidas en este
establecimiento, que abrió sus puertas, tras no pocos esfuerzos, en 1850.
En 1878 ingresó, con veintidós años de edad, en la Logia Tinerfe 114,
adoptando el nombre simbólico de Fortuny y declarando, como profesión, la de
pintor artístico [8]. Ese mismo año comenzaron a aparecer en El Sol de Nivaria
los primeros grabados en madera hechos a partir de dibujos del artista. Una
reseña inserta en éste periódico el 6 de abril de dicho año informa que:
Apenas hace un mes anunciamos a nuestros lectores la
introducción de reformas importantes en este Semanario, cuando de nuevo ahora
tenemos la satisfacción de participarles otras de no menos interés y como
aquellas evidentemente merecidas, por parte de un público tan ilustrado y
complaciente como el que nos ha protegido. La introducción de los grabados, si
bien costosa en nuestra localidad, no la creemos una mejora suficiente en el
Sol de Nivaria para recompensar en parte el favor que se nos ha dispensado.
Así, pues, desde el próximo núm. 10, nuestro Semanario se publicará en doble
tamaño, con la colaboración de personas bastante acreditadas en el campo de la
literatura y animadas como las que más, por el buen nombre y prestigio de la
prensa y la cultura canarias. La sección de grabados se halla a cargo de
nuestro amigo el estudioso e inteligente aficionado D. Ernesto Meléndez.
Participó en la Exposición
de Bellas Artes con que Santa Cruz de Tenerife conmemoró la victoria de las
tropas isleñas sobre la marinería del vicealmirante inglés sir Horacio Nelson
del Nilo, el 25 de julio de 1880, y exhibió unos dibujos que representaban
cabezas de animales, que fueron muy bien acogidos por el público y la crítica
[9].
Colaboró como caricaturista en El Abejón,
periódico satírico quincenal, que alcanzó a publicar seis números, entre el 2
de diciembre de 1881 y el 18 de febrero de 1882. Sus dibujos, a manera de
escenas encadenadas, ridiculizaban a políticos y próceres de Gran Canaria,
ahondando agriamente en el ya viejo, por aquellas fechas, pleito sobre la
división provincial y la capitalidad del archipiélago.
Publicó asimismo en este periódico un retrato, el de don Pedro Mariano Ramírez
y Atenza, exaltado defensor de los derechos de Santa Cruz [10], que puede ser
considerado el precedente en el que debió reparar don Patricio Estévanez, a la
hora de encargarle su proyecto de galería iconográfica de celebridades canarias
y que iría apareciendo, con algunas líneas biográficas, en cada número de La
Ilustración
de Canarias.
La empresa que editaba el periódico justificaba así sus intenciones, en un
editorial aparecido en el primer número, de fecha 15 de julio de 1882:
Con mejor deseo que buena fortuna, y pretendiendo
siempre llenar un vacío y responder a una necesidad hace mucho tiempo sentida
en nuestro país, se ha intentado varias veces realizar empresas como la que hoy
acometemos; pero desgraciadamente el éxito no ha correspondido nunca a la buena
intención; pues no es possible ilustrar un periódico en un país donde, el arte
del grabado es, casi en absoluto, desconocido, no ha podido contarse con
recursos para hacer venir defuera los grabados [...]. Ajena por completo a las
luchas políticas que nos dividen, acogerá gustosa los trabajos, no sólo de los
escritores isleños, cualesquiera que sean sus opiniones, sino de todos los que,
sin haber nacido en el país, lo hayan estudiado y descrito y quieran honrar con
ellos sus columnas, contribuyendo a que se le conozca y se le aprecie en lo que
vale; y, acompañándolos de biografías y artículos descriptivos, publicará
también retratos de los muchos isleños que, en todos tiempos y en el país o
fuera de él, han sabido conquistarse un nombre glorioso o respetable; y vistas
de las poblaciones, monumentos y sitios más notables de la Provincia.
Hoy, tenemos necesidad de confiar la ejecución de los
grabados que ilustrarán nuestro periódico, a reputados artistas de Madrid y el
extranjero; pero alentamos la esperanza de que, estimulada con esto la afición
de algunos compatriotas, dentro de poco podrán ser también de hijos del país.
En la segunda página de este primer número se explica que:
Figura al frente del periódico la graciosa viñeta
ejecutada con gran perfección por el distinguido artista madrileño señor Masi
que será nuestro grabador, ínterin no podamos confiar también estos trabajos,
como es nuestro deseo, a hijos del país; y para cuyo trabajo le sirvió de
modelo un dibujo de nuestro buen amigo Don Ernesto Meléndez, aficionado que, si
no padeciera la terrible enfermedad de la haraganería pudiera ser un verdadero
artista, pues disposiciones, habilidad y buen gusto tiene que le sobran. […]
Difíciles hoy, conseguir aquí retratos de personajes
que vivieron en los pasados siglos, lo que nos hace temer que nuestra galería
no sea todo lo completa que deseamos, y aprovechamos la ocasión que se nos
ofrece para suplicar a todos nuestros lectores, y con especialidad a las
sociedades y corporaciones patrióticas, que nos faciliten todos aquellos que
puedan obtener, o nos indiquen donde se hallan, para procurarnos copias,
En su intento de creación de un Gabinete de retratos de insulares distinguidos,
La Ilustración, o don
Patricio Estévanez, que lo mismo eran, recurrieron, en cuanto a los de
personajes del pasado se refiere, al conjunto de efigies que había reproducido
el prebendado Pereira-Pacheco, hombre extremadamente curioso y preocupado por
legar a las generaciones posteriores a la suya los rasgos fisonómicos de sus
contemporáneos y perpetuar, por medio de sus ingenuas, pero deliciosas copias,
los rostros de aquellos otros, cuyo retrato alcanzaba a contemplar.
Tal es el caso de los grabados que representan al general de marina don Rafael
Clavijo y Socas; a su tío, don Josef Clavijo y Faxardo, vicedirector del Real
Gabinete de Ciencias Naturales; al arzobispo de Heraclea don Cristóbal Bencomo
y Rodríguez y al ingeniero don Agustín de Betancourt; los obispos Verdugo y
Estévez de Ugarte; a don Domingo de Nava, teniente general de la Real Armada; a don
Antonio Porlier, primer marqués de Bajamar y los hermanos don Bernardo y don
Domingo de Iriarte, el político y el diplomático; todos ellos proceden de las
miniaturas con que el prebendado ilustrara El
Nuevo Can Mayor o Constelación Canaria, texto poético del que era
autor don Josef de Viera y Clavijo.
A pesar de que en este manuscrito aparecen también
los retratos de don Juan y don Tomás de Iriarte, creemos que los dibujos de
Meléndez proceden de dos grabados, que fueron propiedad de Pereira-Pacheco [11]
y que actualmente se conservan en la Biblioteca Municipal
de Santa Cruz, formando parte del fondo Anselmo J. Benítez. Se trata, en el
caso de don Juán de Iriarte [12], de la conocida estampa que grabara Manuel
Salvador Carmona a partir de un óleo de Mariano Salvador Maella. En cuanto al
de su sobrino don Tomás de Iriarte y Nieves-Ravelo, el fabulista, fue grabado
asimismo por Carmona teniendo como modelo el retrato que le hizo don Joaquín de
Inza. Sólo podemos confirmar la autoría del dibujo previo de Meléndez en el que
representa a don Juan de Iriarte, cuyo original firmado por E. Meléndez, existe
en el citado fondo documental
Estas estampas, con otras muchas, hoy dispersas, fueron coleccionadas por
Pereira, poseedor de aquel inquieto espíritu, mezcla de cronista y de
anticuario, tan frecuente en los individuos ilustrados de su época. Meléndez
tuvo en sus manos estos álbumes llenos de láminas y se sirvió de algunas de
ellas a la hora dibujar los modelos de los que se valdrían los artistas
gráficos peninsulares.
Los grabados que finalmente vieron la luz en La
Ilustración… cuya ejecución resultó notable,
fueron obra de Eusebio Zarza y José Masí del Castillo, dos de los más
relevantes xilógrafos españoles de su época. Se trata pues de una equivocación
creer que la firma Zarza, corresponde a un seudónimo utilizado por Ernesto
Meléndez. Los primeros dieciséis grabados en madera de esta serie llevan la
rúbrica indudable de estos dos artistas y, los tres últimos, tan sólo la de
Federico Sierra y Amat [12 bis], pintor y calcógrafo que alcanzó cierta
notoriedad a finales del siglo XIX.
Eusebio Zarza, pintor madrileño, discípulo de la Academia de Nobles Artes
de San Fernando, perteneció a las generaciones que destacaron en el segundo
tercio del siglo diecinueve y se distinguió, especialmente, en el dibujo
preparatorio de grabados en madera y litografías y tomó parte en la ilustración
de los más prestigiosos periódicos peninsulares: Semanario Pintoresco Español, El Arte en España, Galería Regia, El
Panorama Español. [13].
Hemos hallado, en el Fondo Benítez, el ya citado dibujo original de Meléndez;
otro que reproduce de tres cuartos la figura del teniente general don Francisco
Tomás Morales, obra de Pedro Tarquis; un tercero, de la mano de Juan del
Castillo Westerling, que copia el autorretrato del historiador don Pedro
Agustín del Castillo, su antepasado, y multitud de reproducciones fotográficas
de grabados y pinturas que debieron servir a Zarza y Masí para componer el resto
de los retratos. [14].
Finalmente, los de Teobaldo Power, Luis Benítez de Lugo y José Desiré Dugour,
fueron tomados de fotografías, cuyos originales se conservan en la actualidad.
Aparte los retratos, entre los que habría que incluir uno femenino anónimo,
firmado con sus iniciales; E. M., sirvieron los dibujos de Meléndez para otras
estampas, citadas por Padrón Acosta:
Arco levantado por la Jefatura de Obras
Públicas, Tribuna para la orquesta levantada por el comercio y Embarque del
general Weyíerpara la península el 9 de diciembre de 1884 en el vapor África, aparecidos en La
Ilustración en enero de 1884, con motivo de las
fiestas de la inauguración del cable telegráfico, celebradas en diciembre de
1883. Nos aclara la sección Grabados,
del periódico:
Los dibujos números 1 y 2 de la página 112
representan, -tomados del natural por nuestro querido colaborador artístico
Ernesto Meléndez- dos de los arcos que más llamaron la atención de todos en las
pasadas fiestas con que Santa Cruz celebró la inauguración del cable
telegráfico. El primero, erigido por la Jefatura de Obras Públicas en la calle del
Castillo esquina a la del Saltillo, representa un puente rematado por un faro
que, encendido por las noches, producía un magnifico efecto, y el segundo, uno
de los templetes para orquestas erigidos por el comercio, en la misma calle,
esquina a la de la Gloria.
El dibujo número3 de la misma página 112, también de
Meléndez, representa el momento de embarcarse para la Península, -el 9 de
Diciembre último, en el vapor-correo español "África ", -el Excmo.
Señor D. Valeriano Weyíer, Capitán general que, hasta aquella fecha, había sido
de este Distrito. La escena representada con gran verdad, fue una de las
manifestaciones más entusiastas hechas por este pueblo.
Aparecieron además en La Ilustración de Canarias otros grabados tales como una nostálgica y colonial composición denominada Conciertos públicos en la Alameda de la Marina, añadiéndonos la redacción del periódico que:
Cuanto pudiéramos decir a nuestros lectores de la
alegría, composición y dibujo de Ernesto Meléndez, que representa los
conciertos públicos que la sociedad Santa Cecilia ha venido dando en la Alameda de la Marina, tanto en la última
temporada como en la presente, sería muy poco si tratáramos de describir aquel
amenísimo sitio y aquellos brillantes espectáculos, o de encarecer el mérito
del dibujo que ambas cosas representa.
El modesto artista ha sabido escoger los mejores
detalles del asunto y formar con ellos un precioso ramillete. La vista del
exterior de la Alameda,
donde ratos tan agradables pasamos todos los jueves por la noche, el bazar
establecido allí, los trozos más escogidos del paseo, el sitio de tertulia de
damas y caballeros, el pabellón central de la orquesta, y por último, el
retrato del Maestro Padrón, de exactísimo parecido y dibujado en un billete del
bazar, que lleva el sello de la
Sociedad, todo, todo está hábilmente hecho; todo ofrece un
agradable conjunto y basta a dará conocer lo bello de aquel sitio y la
habilidad del artista.
Completan la participación de Meléndez en el proyecto editorial de don Patricio
Estévanez, una vista imaginaria de la
Isla de San Borondón, tomada de la que se incluye en la
primera edición de las Noticias de la Historia General
de las Islas Canarias, de don Josef de Viera y Clavijo y una
perspectiva de la Plaza
de la Constitución,
en Santa Cruz de Tenerife.
Contó don Patricio Estévanez con la pericia artística de Ernesto Meléndez desde
los primeros momentos de La Ilustración, y fue a
él a quien encargó la mancheta de la revista:
Figura al frente del periódico la graciosa viñeta ejecutada con gran perfección
por el distinguido artista madrileño señor Masí [15] que sera nuestro grabador,
ínterin no podamos confiar también estos trabajos, como es nuestro deseo, a
hijos del país; y para cuyo trabajo le sirvió de modelo un dibujo de nuestro
buen amigo don Ernesto Meléndez, aficionado que, si no padeciese la terrible
enfermedad de la haraganería, pudiera ser un verdadero artista, puesto que
disposiciones, habilidad y buen gusto tiene que le sobran.
Quizá confundiera don Patricio esta supuesta haraganería,
desde su perspectiva de hombre extremadamente saludable, con los inicios de la
tuberculosis pulmonar que acabó luego con la vida del artista y que, es bien
sabido, modifica significativamente las pautas de conducta, e incluso la
sensibilidad, de los enfermos que la padecen.
Pintura al óleo
Conocemos tres obras de Ernesto Meléndez realizadas al óleo. Un retrato del
obispo don Ramón Torrijos y Gómez [16]; una copia poco afortunada de la obra de
Gabriel Cornelius von Max, que ha sido titulada La caridad cristiana, sin que nos halla sido posible
identificarla, bajo esta denominación, con ninguna de las famosísimas telas de
este pintor que circulaban litografiadas en todos los formatos imaginables,
desde la tarjeta postal a los envases para pastillas y caramelos, de la que el Diario de Tenerife, del 15 de abril de
1890 decía:
Nuestro apreciado amigo D. Ernesto Melendez, artista
tan modesto como laborioso, ha regalado a la Junta de Caridad de Señoras, para que éstas lo
coloquen en una de las salas o galerías de los Esteblecimientos de Beneficencia
de esta Capital, un cuadro al óleo de grandes dimensiones, del cual es autor y,
que representa a Jesús consolando a una mujer desfallecida que lleva un niño en
sus brazos. Las figuras son de tamaño natural y el cuadro, en general, de tonos
suaves y delicados.
Merece gratitud el señor Meléndez por su desprendimiento [17].
Los ocho paisajes que formaron parte de la decoración del Teatro Guimerá, se
pueden dar por perdidos [18]. Y por último, un autorretrato, firmado con sus
iniciales en 1887, propiedad de los descendientes de una de sus hermanas.
Desde la publicación del estudio de Padrón Acosta en 1948, se viene afirmando
que Ernesto Meléndez había pintado los techos de la Logia masónica de Santa Cruz
de Tenerife. Es cierto que los pintó, lo atestigua un comentario periodístico
de Luis Maffiotte, publicado en La Ilustracion de Canarias, el 31 de diciembre de 1882:
Como individuo de la prensa, tuve el honor de
representar a La
Ilustracion de Canarias, en la solemne inauguración del
templo masónico de la
Logia Tinerfe número 114; acto que tuvo lugar en la noche del
miércoles 27.
Antes de empezar la ceremonia de la consagración,
tuvo lugar una sesión secreta en el mismo templo, aguardando el público en los
demás departamentos del edificio, que no se componen de mazmorras tenebrosas no
de fúnebres catacumbas, como muchos creen, sino de salones elegantemente
amueblados e iluminados con profusión.
De cuando en cuando llegaba a nuestros oídos el ruido
de un martillazo que resonaba pavorosamente en medio del tétrico silencio que
reinaba. Esto daba escalofríos.
Por fin nos dejaron entrar.
Yo temblaba como un azogado; cuando llegué a la
puerta del templo, gruesas gotas de sudor frío caían por mi frente. Ya me
parecía oir el rumor de cadenas arrastradas por el pavimento, quejidos amargos
y crujir de huesos.
Entré en el templo. ¡Qué agradable sorpresa!
Un salón, como aquí no hay otro, apareció ante mi
vista. Quitándole los signos que denuncian el uso a que está destinado, y aun
sin quitárselos, es un local elegante, severo y rico.
Las pinturas del techo son de Ernesto Meléndez. En
ellas se ve junto a la osadía del genio, la timidez del aficionado que va
llegando a ser un verdadero artista. Apolo sale por el Oriente en su carroza, y
los rayos del sol se extienden por todas partes. A los lados, los doce signos
del Zodíaco y enfrente de Febo la melancólica amante de Endímión, la triste
Febea, la candida Luna. Tauro, Leo, Cáncer y Escorpión son las mejores figuras;
todas ellas tienen un colorido propio y bastante bueno. El techo está sembrado
de estrellas.
El conjunto de la obra honra a su autor, y muchos de
sus detalles son dignos de admiración. Meléndez, señores, es un artista.
Las paredes del templo están forradas de seda color
azul turquí, emblema de la ciencia; y sostienen la elegante cornisa, que a su
vez soporta el peso del abovedado techo, doce medias columnas de mármol blanco
que contrubuyen a la belleza del local.
En cuanto a los sgnos masónicos, hay dos columnas
negras, mazos, estrellas, compases, candelabros de tres pies, triángulos,
flores, un estandarte, primorosamente bordado, y muchas espadas, una d las
cuales es retorcida como la de un ángel del Apocalipsis [19].
Esta crítica permitió una curiosa disquisición a Padrón Acosta, entre los
calificativos de genio y aficionado, aplicados a nuestros pintores regionales
del siglo XIX.
Lo que parece, sin duda claro, es que no pudo pintar los techos de la Logia de Añaza, en la calle
de San Lucas, ya que el proyecto de edificación, obra del arquitecto Manuel de
Cámara, tiene fecha de septiembre de 1900, cuando Meléndez hacía nueve años que
había fallecido.
Debió decorar Meléndez los techos de la Logia
Tenerife
número 17 en cuyo taller desempeñó el cometido de Segundo Experto,
en 1887, y aún podríamos preguntamos si éstos, pintados sobre tela, habrían
sido trasladados de una sede a otra [20]. En cualquier caso permaneceremos en
la duda, porque al parecer han sido destruidos.
Habría que añadir a esta corta lista de obras una Purísima, pintada en el
tejido de uno de los cincuenta estandartes que fueron ofrecidos a la Virgen de Candelaria el día
de su coronación pontificia en 1889, actualmente en paradero desconocido.
Orfebrería
Llevó a cabo Meléndez, por encargo de la junta ejecutiva de la coronación de la Virgen de Candelaria, los
dibujos que servirían de patrón al platero Rafael Fernández-Trujillo Forte, el mejor artífice a la sazón del casi ya extinguido
gremio isleño, para la realización de ambas coronas. Una vez más daban los
plateros canarios prueba de su dominio de la técnica, desorientada, sin
embargo, artísticamente, y sólo del concurso inteligente de un dibujante
ilustrado pudo el gremio ofrecer ejemplares de mérito [21].
Con motivo de la coronación cubrióse toda
la tribuna y el espacio de un gran templo con un bien trazado toldo ideado por
D. Federico Meléndez [sic] pero un huracán de viento que se levantó el día 12
destruyólo en pocas horas, teniéndose que celebrar el auto al aire libre
[22].
El día 26 de marzo de 1891, a las tres de la tarde, murió Ernesto Meléndez, con
apenas treinta y cinco años de edad, a causa de la tuberculosis pulmonar que
padecía [23]. El Diario de Tenerife
insertó, la siguiente necrológica, dos días más tarde:
D. E. P.
Ayer al medio día fue sepultado en el cementerio de
esta capital, el cadáver del que fue en vida nuestro buen amigo D. Ernesto
Mdeléndez, fallecido el jueves víctima de la penosa enfermedad que desde hacía
algunos años venía minando su existencia.
Era el señor Meléndez un jóven de mérito indiscutible por su
laboriosidad, que sin salir del país, sin elementos y falto de recursos había
de llegar a ser un artista tan hábil como modesto y que deja entre nosotros un
vacío difícil de llenar.
En tan corto espacio de tiempo intentó buscar su sustento en otras dos
profesiones que no le impidieron el desarrollo de su vocación artística: la
milicia, en la que alcanzó el grado de oficial de las provinciales canarias
[24], y la fotografía, abriendo un estudio en su casa de la calle de la Cruz Verde, ya en los
últimos años de su vida [25].
Las largas sesiones de posado para el retrato debieron hacer surgir la amistad
entre don Ramon Torrijos y nuestro artista. Es posible que el prelado
dispensara su protección a Meléndez, pues aparte el encargo de los bocetos para
las coronas de la Virgen
de Candelaria, le otorgó, según el Diario de Tenerife, del 11 de octubre de
1889, otra prebenda:
Nuestro amigo D. Ernesto Meléndez ha obtenido una
autorización exclusiva para sacar vistas fotográficas de todos los actos y
ceremonias de la coronación de la
Virgen de Candelaria.
Información que fue corroborada por El
Valle de La Orotava,
el 22 de octubre de 1889:
El señor Meléndez sacó varias fotografías de la
procesión y de la Santa
Imagen.
De todas estas fotografías, sólo conocemos la que representa al obispo ante la
imagen, tras la coronación.
Su exigua existencia, acorde con su producción; las
características de la enfermedad que finalmente le mata y un cierto halo
misterioso, hacen que la figura de Meléndez se desenvuelva en un ambiente
común, tópico, compartido con innumerables jóvenes artistas de su siglo, que
vieron frustrada su carrera por impedimentos a todos extensivos. Sin embargo
hay algo tras la mirada de su autorretrato que nos predispone a creer en él, en
su obra. En la que dejó y en la otra, la que nunca veremos, la que sin duda fue
arrojada a la luz cegadora del fuego profiláctico.
Nunca podremos enjuiciar unos dibujos que conocemos, tan sólo, por los grabados
que otros artistas realizaron. Si alguno se conserva, no hemos tenido la
fortuna de verlo. Aquí lo misterioso se torna inquietante. Meléndez ha logrado
dejar fama de extraordinario dibujante sin que se conozca ningún original suyo.
Forma parte de la estirpe de los poetas que nunca escribieron, cuyas obras
sucumbieron al tiempo que la memoria inestable de sus contemporáneos.
NOTAS
[1]
CIORANESCU, Alejandro: Historia de Sania
Cruz de Tenerife. Tomo III. Caja General de Ahorros de Santa Cruz
de Tenerife, 1997, p. 131.
[2]
Rafaela Josefa Antonia del Pilar, nacida el día 22 de abril de 1776, fue
bautizada el 26 inmediato en la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción de Santa
Cruz de Tenerife, hija de Romualdo Simón de Pais y de Rafaela de Jesús
Carrasco. Libro VII, f. 86v. Archivo parroquial de Nuestra Señora de la Concepción de Santa
Cruz de Tenerife.
[3]
Las diversas ramas asturianas de Menéndez y Meléndez confunden incluso sus
escudos de armas. Los que escribían Menéndez, como es el caso de la primera
generación de esta familia en Tenerife, originarios de Pravia, tenían allí,
desde muy antiguo, su casa solariega. Vide Francisco SARANDECES: Heráldica de los apellidos asturianos.
Real Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo, 1994, p. 237.
[4]
Expediente matrimonial de don José Menéndez y doña María Remedios de Paz,
también llamada González de Paz, 5 de abril de 1807. Archivo parroquial de
Nuestra Señora de la
Concepción de Santa Cruz de Tenerife.
[5]
Rafael Justo Genaro Agustín del Socorro Meléndez de Paz, nació el 29 de mayo
de1808 y fue bautizado el 1 de junio siguiente.
Miguel
José Meléndez de Paz, n. el 10 y fue b. el 11 de mayo de 1809.
Joaquina
Cesárea Juana María de los Dolores del Santísimo Sacramento Meléndez de Paz n.
el 2 y fue b. el 27 de noviembre de1810.
Rafael
Juan Jerónimo Remigio Meléndez de Paz, n. el 30 de septiembre y fue b. el 3 de
octubre de 1812.
Ramón
Saturnino María del Carmen Meléndez de Paz n. el 28 de noviembre y fue b. el 3
de diciembre de1814. Archivo parroquial de Nuestra Señora de la Concepción de Santa
Cruz de Tenerife.
[6]Abelardo
Meléndez Cabrera, n. el 28 de abril de1845. L. XXI, f. 116.
Enrique
Meléndez Cabrera n. el 25 de diciembre de 1848. L. XXII, f. 153.
Eloísa
Meléndez Cabrera n. el 25 de diciembre de 1848. L. XXII, f. 153.
Federico
Meléndez Cabrera n. el 14 de marzo de1850. L. XXIV, f. 117.
Herminia
Melendez Cabrera n. el 7 de enero de 1853. L. XXIV, f. 149v.
Ernesto
Meléndez Cabrera n. el 21 de diciembre de1856. L. XXV, f. 325v.
Hortensia
Meléndez Cabrera n. el 23 de enero de 1860. L. XXVII, f. 68v.
Luisa
Meléndez Cabrera n. el 8 de agosto de 1862. L. XXVIII, f. 87v.
Aurora
Meléndez Cabrera n. el 31 de diciembre de 1864. L. XXIX, f. 91.
Archivo
Parroquial de Nuestra Señora de la Concepción de Santa Cruz de Tenerife.
[7]
MARTÍNEZ DE LA PEÑA,
Domingo; Manuel RODRÍGUEZ MESA y Manuel Ángel ALLOZA MORENO: Organización de las enseñanzas artísticas en Canarias.
Santa Cruz de Tenerife, 1987.
[8]
PAZ SÁNCHEZ, Manuel A. de: Historia de la
francmasonería en Canarias (1739-1936). Cabildo Insular de Gran
Canaria, 1984, p. 833.
[9]
Revista de Canarias. Santa Cruz
de Tenerife. Tomo II. Imprenta Isleña, 1880, p. 244.
[10]
GUIMERÁ PERAZA, Marcos: El radical Marqués
de la Florida
(1837-1876). Aula de Cultura de Tenerife, 1982, p. 53.
[11]
MARRERO RODRÍGUEZ, Manuela y Emma GONZÁLEZ YANES: El prebendado don Antonio
Pereira Pacheco. Instituto de Estudios Canarios. La Laguna de Tenerife, 1963.
[12]
Un dibujo de nuestro distinguido amigo el
señor Don Ernesto Meléndez, sirvió al reputado artista Señor Masí, para grabar
en madera el magnífico retrato del sabio canario Don Juan de Iriarte, que, con
un ligero resumen de su vida y obra publicamos en la primera página del
presente número.
[12
bis] Federico Sierra y Amat. Pintor, natural de Getafe, Madrid. Discípulo de la Escuela especial de
Pintura, Escultura y Grabado. Vid.: M. Ossorio y Bernard: opus cit. p. 644.
[13]
OSSORIO Y BERNARD, M.; opus cit.,
pp. 708 y 709.El retrato de don Alonso de Nava Grimón, se conserva actualmente
en las Salas Capitulares de la
Catedral de la
Laguna. Su autor fue Juan de Abren y sus medidas 144 x 110
cm.
[14]
El del general Morales, obra de Vicente Escobar, fechado en La Habana el 4 de marzo de
1824, se encuentra en las dependencias del Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de
Tenerife y sus medidas son 110 x 80 cm. Arte
Hispanoamericano en Canarias. Catálogo por Margarita RODRÍGUEZ
GONZÁLEZ. Comisión del V Centenario del Descubrimiento de América. Diócesis de
Tenerife. Instituto de Estudios Hispánicos. Excmo. Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, 1992, pp. 58-60.
Sobre
los retratos de los ilustrados canarios vid., Carmen FRAGA GONZÁLEZ: Los ilustrados canarios y sus retratos. Homenaje a
Carlos III. Instituto de Estudios Canarios. La Laguna, pp. 75-106.
[15]
José Masí del Castillo. Grabador en madera. Nació en Madrid en 1840 y fue
alumno de la Escuela
Superior dependiente de la Academia de San Fernando,
donde alcanzó varios premios y luego de los artistas ingleses M. Crastons y
Cárter. Realizó numerosísimos grabados para La Ilustración Española, la Ilustración Gallega y Asturiana, la Ilustración Militar,
etc.
OSSORIO
Y BERNARD, M.: Galería Biográfica de
Artistas Empañoles del siglo XIX. Giner. Madrid, 1975, p. 431.
[16]
ALLOZA MORENO, Manuel Ángel: La pintura en
Canarias en siglo XIX. Aula de Cultura de Tenerife. 1981, p. 204.
[17]
Gabriel Cornelius von Max. Pintor de género y de historia nacido en Praga el 24
de agosto de 1840 y muerto en Munich el 24 de noviembre de 1915. vid. BENEZIT, E.: Dictionaire des peintres, sculpteurs, dessinateurs et
graveurs. Tomo VII, Librairie Gründ. París, l976, p. 280.
[18]
ALLOZA MORENO, Manuel Ángel: opus cit.
p. 205.
[19]
La Ilustración de Canarias. Imprenta Isleña, Santa Cruz
de Tenerife, 1882, p. 100.
[20]
DARIAS PRÍNCIPE, Alberto: Arquitectura y
Arquitectos en las Canarias Occidentales. 1874-1931. Caja General
de Ahorros de Canarias. Santa Cruz de Tenerife, 1985, pp. 157-158.
[21]
HERNÁNDEZ PERERA, José: Orfebrería de
Cananas. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid,
1955, pp. 297-298.
[22]
RODRÍGUEZ MOURE, José: Historia de la
devoción del pueblo canario a Nuestra Señora de Candelaria. Santa
Cruz de Tenerife, 1913, p. 262
[23]
Partida de defunción de don Ernesto Meléndez Cabrera. Libro 35, f. 153. Archivo
de la Parroquia
de Nuestra Señora de la
Concepción de Santa Cruz de Tenerife. Al margen: Don Ernesto.
En la Ciudad
de Santa Cruz de Santiago, Diócesis de Tenerife, Provincia de Canarias, á
veinte y siete de Marzo de mil ochocientos noventa y uno. Yo el infrascrito
Cura de esta Parroquia Matriz de Nuestra Señora de la Concepción, mandé dar
sepultura eclesiástica al cadáver de D. Ernesto Meléndez y Cabrera, natural de
esta Ciudad, soltero, de edad de treinta y cinco años e hijo legítimo de D.
Rafael Meléndez y González, de esta dicha Ciudad y de Da. María Concepción
Cabrera, de Arrecife en Lanzarote. No pudo recibir los Santos Sacramentos y
falleció ayer, á las tres de la tarde, en la Calle de la Cruz Verde, siendo testigos de su defunción D.
Elías González y D. Eduardo García, de esta vecindad. Y para que conste lo
firmo. Fecha ut supra. Dr. Santiago Beyro y Martín. Rubricado.
[24]
ALLOZA MORENO, Manuel Ángel: opus cit.
p. 205.
[25] VEGA DE LA ROSA, Carmelo: La isla mirada. Tenerife y la Fotografia (1839-1939). Centro de Fotografía “Isla de Tenerife". Santa Cruz de Tenerife, 1995.
(Carlos
Gaviño de Franchy)
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