La Baja de Gando es una
elevación montañosa que desde el fondo del mar casi aflora a la superficie.
Tomando como referencia la Punta
de Gando y el Roque, se encuentra a corta distancia de la orilla. La marca está
bien trazada en las cartas de navegación desde el año 1833 cuando Arlet y
Vidal, tenientes de la marina británica, las registraron con el nombre de
piedra a flor de agua que expresaba a la perfección el escollo, siendo
aprobadas por el almirantazgo de Inglaterra.
Extraña que a pesar de estar
reflejada su existencia en las cartas de navegación se hayan producido tantos
naufragios de barcos de gran tonelaje, incluso a la luz del día y con el mar en
bonanza.
Iniciamos el relato de este naufragio sin entrar en detalles técnicos ni análisis de las causas, tan solo el relato simple de los hechos ocurridos.
El Senegal era un vapor de 1.625 toneladas de la Compañía inglesa British and African Stean Navigation Company, al mando del Capitán W. L. Keene.
Transcurría el mes de Mayo de 1880, con un cargamento de aceite de palma y coconote había salido de Fernando Poo y navegaba con dirección a Liverpool conduciendo a bordo sesenta y cinco náufragos del vapor inglés América, que se había hundido en su viaje de Southampton al Cabo de Buena Esperanza, debiendo hacer escala en las islas Canarias. El día 12 de Mayo, navegando por las costas de Telde y cuando eran las dos y media de la tarde, muchos pasajeros se encontraban en cubierta contemplado las costas teldenses que a muy corta distancia mostraba sus bellezas a los incautos viajeros, cuando se oye un gran estruendo seguido de un estremecimiento como si el barco se resquebrajara, repitiéndose dos veces consecutivas, produciendo la alarma y angustia consiguiente.
El buque había chocado contra la Baja de Gando
ocasionando una gran avería con un boquete en la parte de proa por donde empezó
a entrar agua en abundancia, comenzando a zozobrar, haciendo inútiles cuantos
esfuerzos se hicieron para salvar la nave que ostensiblemente se iba hundiendo
por la proa, al tiempo que se desplazaba hacia el Norte. Ante la circunstancia
de que no había manera de mantener el barco a flote no quedaba otro recurso que
salvar a las personas y lo que se pudiera del cargamento. Después de varias
horas luchando para que no se hundiera, casi de noche, se optó por la solución
de embarrancar el barco lo antes posible, haciéndolo por la playa de las
Salinetas.
En el momento de producirse el
siniestro, el primer piloto hacía la guardia con el timonel que guiaba la nave.
A pesar de lo aparatoso del choque, el hecho que ocurriera de día y cerca de la
costa no produjo graves consecuencias. No obstante el desconcierto se apoderó
de la tripulación y pasajeros que se apiñaban en los botes al costado del buque
intentando ganar la orilla para salvar sus vidas y dejando atrás sus
pertenencias. Uno de los botes de estribor en el que se concentró gran número
de pasajeros reventó, y se soltó de los gavilanes que lo sostenían al buque,
cayendo al mar, cerca de las hélices, quedando destrozado; un anciano, miembro
del Parlamento inglés diputado del distrito de Buena Esperanza, superviviente
del naufragio del América, encontró la muerte al caer por la borda,
siendo destrozado por la propia hélice del barco, su destino estaba en el mar.
Dos lanchas de pescadores que se encontraban en las inmediaciones, con arrojo
de sus tripulantes se lanzaron al mar salvando al resto de las personas, entre
ellos una mujer con un bebé, un niño de 13 años que se había asido a una de las
tablas del bote, y una niña de cinco a seis años que se había agarrado a un
remo y que en los momentos en que iba a socorrérsela apenas le quedaba la
cabeza fuera del agua y próxima a sucumbir por faltarle las fuerzas.
Una vez en tierra todos los náufragos fueron albergados en una casa de las Salinetas propiedad de D. José Naranjo, siendo hospedados y atendidos generosamente tanto por él como por su esposa. En este lugar ya se encontraban el alcalde de la ciudad de Telde D. Carlos Navarro Bethencourt y el Alcalde de Mar D. Luis Bravo quienes adoptaron desde el primer momento las medidas y precauciones correspondientes al socorro y atención de los náufragos, aplicando las disposiciones sanitarias, ordenando el Alcalde la incomunicación de todos, mientras llegaba de Las Palmas la visita de Sanidad en previsión de posibles epidemias, a cuyo efecto se había pasado el oportuno aviso, llegando a las diez de la noche en unión del Comandante de Marina D. Pedro del Castillo Westerling que determinaron su libre traslado por lo que muchos pasajeros se trasladaron a Las Palmas a las once de la noche en carruajes que ya estaban dispuestos por mediación del Alcalde Sr. Navarro. Ante la imposibilidad de que todos marcharan a Las Palmas por la carencia de carruajes fue preciso que muchos de ellos pernoctaran en las Salinetas en la casa de D. José Naranjo que la ofreció desinteresadamente. También se presentó esa noche en Telde el vice-cónsul inglés D. Roberto Houghton.
No era posible, ni por las circunstancias de algunos de los pasajeros ni por los carruajes que podían utilizarse el que todos marchasen a la Capital en la expresada noche, siendo preciso a la mayor parte de aquellos pernoctar en las Salinetas en la casa de D. José Naranjo, ofrecida al efecto desinteresadamente por este señor a cuantos desearon y les fue necesario quedarse. Poniendo a disposición de los matrimonios todas las camas de su casa incluso la suya propia, al tiempo que se mataron gallinas para su alimento, dándose el caso de la desaparición de algunos vasos y cucharillas de plata.
El día 14, el vapor inglés Teuton que había partido desde Southampton con destino al Cabo de Buena Esperanza se encontraba el puerto de Las Palmas con la orden de recoger a los náufragos del América. Enterado su Capitán por el Práctico de lo sucedido al Senegal, siguió inmediatamente hacia el Sur con intención de prestar auxilio y salvar el cargamento. Gran cantidad de gente de Telde y Las Palmas se había agolpado en la playa para ver el vapor embarrancado, el cual por sus dimensiones y por ser un suceso extraordinario, había excitado la curiosidad de todos. La rapidez con que el Teuton se acercaba al barco embarrancado que parecía como si estuviera fondeado, produjo la alarma de los curiosos ante el temor que también embarrancara; comenzando a dar gritos y hacer demostraciones del peligro que corrían por lo que retrocedieron alejándose del lugar, poniendo rumbo al puerto de Las Palmas donde fondeó y recibió a los náufragos a excepción de cinco españoles, entre ellos un sacerdote y un médico procedentes de Fernando Poo.
Posteriormente el consignatario D. Juan B. Ripoche, desde que tuvo noticias del siniestro, envió al sitio de la catástrofe lanchones para aligerar el buque, y cuanto era concerniente a los que dentro de sus facultades pudo verificar. El cargamento se trasladó a los buques locales La Ana y Las Palmas. El vapor, aligerado de su carga adquirió más movimiento consiguiéndose su flotabilidad, encontrándose en relativo buen estado, contra la creencia general de que estuviese completamente inútil.
Después de terminada la reparación de su avería permaneció once días fondeado muy cerca de del muelle, tomando carbón y el resto de la carga que había conducido desde la costa de África. En la noche del día 30 de Junio partió para Liverpool.
El periódico inglés “The Times” se hizo eco de la noticia en el sentido que los náufragos no fueron bien atendidos, por lo que desde un periódico local se les exigió la correspondiente rectificación en el mes de Junio.
El Senegal volvió a naufragar siete años más tarde en aguas de la Guinea Española.
(Rafael Sánchez Valerón)
Años más tarde y por la misma causa al chocar con la Baja de Gando, naufragarían el Ville de Pará, el Alfonso XII, el Spider, el Kennet, el Emma …Pero eso, son otras historias.
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