EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL,
DÉCADA 1831-1840
CAPÍTULO XLIV-V
Eduardo Pedro García
Rodríguez
1824 Julio 31.
Disfrutando de la tranquilidad acostumbrada estaban los moradores del Puerto del Arrecife y demás de la isla de
Lanzarote, cuando en el mes de julio de 1824, empezaron algunas
personas a decir sentían algunos
estremecimientos de tierra, pero como no habían sido perceptibles a todos, se
dudaba, y no se hacía caso. Hasta que en la mañana temprano del 31, de
dicho mes y año, les llenó de consternación
la violenta erupción de un volcán en el lugar de Tao, que abrió una
grande grieta o cráter por la cual lo mismo que por sus extremos con mayor
abundancia arrojó fuego, piedras y arena. Fue esto a corla distancia de una
Capellanía del Presbítero Dn. Luís Duarte a quien a poco tiempo se le ardió la era en la cual había
muchos pajeros, y a las cinco o seis
de la tarde se vio sin casa y sin la mayor parte de su hacienda; pero sin embargo de tal torbellino, no
pereció nadie.
El lugar de Tiagua estuvo a riesgo eminente de ser destruido, porque una sola montaña que parecía impedirlo se notó
abierta y exhalando humo: cuando algunos aljibes con mucha agua del propio pueblo
se les vació toda, por desunirse sus fondos y paredes con el estremecimiento;
pérdida muy sensible donde como allí no hay manantiales; de manera que casi todos los moradores abandonaron el lugar.
La dirección de
este volcán fue hacia el mar del N. casi al origen del valle o arenal pajizo. Diez y ocho horas continuó su erupción de
materiales e improvisó tres montañas por la del medio de las cuales siguió echando mucho humo y haciendo notable ruido
durante diez o doce días, a que sucedió el brotar agua muy turbia
y hedionda. Todas tres montañas se abrieron
por encima en grietas muy profundas, siendo el humo y el ruido unas
veces menos fuerte que otras y como también
el arrojar el agua experimentó sus interrupciones se creyó sosegada la fragua de Vulcano.
Pero a las doce
del día 29 de septiembre del propio año 1824, al N.O. de la isla y en medio de la lava del volcán antiguo del año 1730,
tres leguas del mar, una del pueblo de Yaiza que es el más inmediato, cuatro
del que reventó el 31 de julio arriba dicho y seis del Puerto del Arrecife, se
presentó otra violenta erupción que por encima de la vieja dirigió su
corriente de nueva lava líquida hacia el mar donde
se internó hasta formar una punta de cosa de 200 brazas, sin haber
ofendido más que a tres fanegadas de mal terreno.
La consternación que causó aún en el Puerto del Arrecife de donde a pesar de la distancia se oía y veía el
horroroso espectáculo, se conocerá por el párrafo de la carta
dirigida al que escribe por su amigo el Dr.
en Leyes Dn. Agustín Cabrera del Castillo, quien en su estilo
familiar se expresa así. «Creo que ni el Vesubio ni ningún otro conocido se podrá comparar con éste en su fiereza:
formó dos bocas de infierno que creo que allá no las hay ni más grandes
ni más feas según relaciones fidedignas,
porque yo no me atreví a ir a verlo, bastóme con lo que se descubrió desde aquí, que no era poco. El ruido era
tanto que a pesar de la distancia en que estamos, hubo noche que no nos dejó dormir; la atmósfera se cargó tanto
que casi no respirábamos más que azufre: La arena llovió en toda la
isla, y aquí en las azoteas se podía coger
con palas: hubieron varios temblores no muy fuertes, pero generales en toda la isla después de la erupción, porque antes no hubo anuncio ninguno ni más antecedente
que verlo vomitando fuego, piedras, arena, y demonios coronados: Cinco
días naturales estuvo en este continuo
laberinto, y repentinamente se ha quedado tan quieto que ni humo echa, lo que
no nos tiene muy contentos y estamos con la oreja alerta esperando
cuando le dará gana de vomitar más, y la
incertidumbre del lugar que elegirá, si será debajo de nuestros mismos pies;
hazte cargo que sobresaltados no nos tendrá, mucho más cuando tenemos el ejemplar de que el del año 30, abrió 25 bocas en el espacio de siete años; y que
éste en solos 60 días ya dos. Nunca
he tenido más ganas de verme fuera de aquí con toda mi familia».
Después del volcán haber cesado de vomitar por espacio de doce días,
del interior, volvió a presentarse otra
furiosa erupción a las seis y media de la tarde 16 de octubre, a cosa de media
legua distante de la última al N., también en medio de la lava del
volcán antiguo, por sobre cuya lava se
dirigió ahora al torrente de la nueva la cual 20 horas solamente estuvo este último cráter arrojando.
Después brotaba una columna de agua de cosa de 30 varas perpendicular,
de cuyos salpiques se formaban algunos
arroyos uno de ellos de casi dos varas de
ancho. El agua cuyo gusto era salado y malísimo se analizó en Sta. Cruz
por Dn. Rudesindo Moratín. También se aseguró se elevaba acompañada de arena y aun callaos del mar.
Varias personas del Arrecife tuvieron la curiosidad de ir a ver estos espantosos fenómenos; y la relación del
primero la obtuve de los mismos de mis
amigos Dn. Luis y Dn. Juan Cabrera, hermanos, y Dn. Luis Navarro, de Canarias, que les
acompañó. Y ya en diciembre cuando pasó a Lanzarote Dn. José de
Baños, natural de Tenerife hizo un diseño
dividido en tres trozos: La pintura de una de las montañas y adyacencias del primero, por dar natural idea del
aspecto físico del terreno de la isla destituido de árboles
y diversificado por el color ananquinado de
la tierra, amarilloso de la arena o jable, y por la interpolada negrura
de las lavas, he querido darle lugar aquí.
En la gaceta inglesa titulada «The News», en uno de sus números del mes de agosto leí: que el 19 de julio se
sintió en la ciudad de Lisboa un fuerte estremecimiento, cuya
noticia atrajo mi atención al combinarla,
porque por aquellos días se empezaron a percibir en Lanzarote, y porque había oído decir varias veces,
que en el volcán del año 1730, cierto piloto que venía de aquella misma ciudad
lo anunció por el ruido subterráneo que percibió en su viaje a dicha
isla de Lanzarote. A esto se añade, que el
terremoto que arruinó Lisboa el 1.° de noviembre de 1755, se percibió
igualmente en nuestras islas Canarias
en donde se retiró el mar de sus orillas aquella mañana, volviendo a su
respectivo lugar sin causar daño y precediendo algunos estremecimientos
percibidos en los pueblos.
Estos hechos confirman la opinión del conde de Buffon en su Teoría
de la Tierra. T.
1°. pa. 72, traducción castellana, acerca de la correspondencia
subterránea del globo.
Y con motivo de haber recordado estos antecedentes, sabiendo por
experiencia que todos los sucesos que no se consignan al papel finalmente se olvidan, o alteran en las
tradiciones, relataré la que conservo acerca del volcán que durante siete años
cubrió gran parte de la superficie de
esta isla no obstante ser punto general de ella y no particular del pueblo que historiamos.
na de ingenio
curioso, vivo e inteligente, que lo había despejado estando alguna temporada en España, en casa del traductor del conde de Buffon Dn. Josef Clavijo, a quien
parece sirvió de amanuense, decía a mi padre a mi presencia el año de 1810:
Que él tenía ya cosa de sesenta años22,
y había conocido y tratado a muchas personas que vieron la erupción del
año 1730, y siguientes: Que a día 1.° de septiembre tan luego como se oyeron
los primeros estampidos, en la villa de Teguise no sabían a qué atribuirlo, y
despacharon algunos soldados de a caballo que entonces había en su milicia,
para que reconociesen el peligro, los cuales volvieron en la noche a toda
brida haciendo incomprensible y espantosa
relación porque no tenían antecedente
de estos fenómenos, ni los caballos se mostraron dóciles para aproximarse.
Finalmente, la llegada de los asombrados moradores de aquel desdichado
suelo. La aldea de Chimanfaya, a 3 leguas O, de la Villa, aclaró todo, que es poco más o menos como lo
noticia el Sr. Viera en
su Historia.
Pero después, tanto se fueron familiarizando con aquel espectáculo, que como la lava parece que por razón de su
densidad y pesadez y por lo llano de la tierra
corría muy lentamente, los muchachos iban a jugar a
ella, haciendo casitas y paredones de piedra seca por delante de donde había de pasar, para verlos ir cayendo mezclándose, y
sepultándose sus piedras en el encendido torrente. Lo que puede la costumbre! (J.
Álvarez Rixo, 1982:123-127)
1834 Julio 27.
A
proporción que en el Puerto del Arrecife (Lanzarote) se fueron agregando pobladores
extraños con varios usos y costumbres, estas fueron algún lanío
desmoralizándose, no faltando entre ellos quien se esmerase en reunir
libros y tendencias de incredulidad y desgobierno: siendo lo mas
notable, que la persona que tal hacía había estado en España combatiendo durante la guerra de la Independencia por la
religión y por el rey; cuyas cruces de
distinción ostentaba al pecho. Lo que somos los hombres! Quien que piense con alguna filosofía y madurez ha do
conformar sus ideas con tales tarambanas? En fin, este oficial, arruinó
una mediana fortuna que heredó por su mujer en Lanzarote, y se marchó a la República del Uruguay a
buscar nueva fortuna y prosélitos.
El lujo fue
progresando con tanto exceso y parejería, que sin reflexionar
que el comercio y valor de los frutos habían decaído, cualesquiera sin rastro
de discreción quería igualarse en el vestuario y menaje a los
más pudientes, arruinándose, y en seguida saliéndose saliéndose del país donde ya no podían ostentar su
imprudencia y oropeles.
El año
1820, se republicó la
Constitución de la monarquía con mucho
entusiasmo; y se hicieron no pocos disparates que los necios como nunca saben
distinguir ni prever, creyeron ser cosas buenas. Una de ellas fue, mudar el
nombre a casi todas las calles, inscribiéndoles en las
esquinas los de algunos generales o diputados a Cortes; v.
g. A la denominada calle de Alvarado, por que había empezado a tomar
forma con la grande casa plantificada por el presbítero de este la
pusieron de Arco Agüero: otra de Quiroga,
sin venirles al pensamiento los trastornos que esto
causaría con el tiempo en las escrituras públicas y linderos
de las fincas, porque ni pudieron permanecer estos
mismos improvisados títulos, puesto que a los tres
años volvió a mudarse el gobierno.
Formóse una reunión que llamaban patrióticas
tenía sus sesiones a puerta abierta en casa de D".
Ginés de Castro el joven, por las noches, donde se reunía mucha
gente de aquella sencilla gente, a tratar de cosas políticas y tal vez
religiosas. Ver y oír esto daba lástima.
También se creó un Compañía de Cívicos
uniformados, y cuyo armamento completo lo regaló dicho Castro: Pero
restablecido el sistema real, vino esto a parar a
manos del gobierno; y la única razón sólida que tuvieron
para alegrarse los lanzaroteños con el sistema constitucional, así
ahora como el año 1812, era por abolirse los derechos señoriales de Quintos
que siempre fueron detestados y onerosos en las islas.
Algunos
otros sucesos de esta especie se me podrán quedar por decir
por que hay algunos años que falto de aquel pueblo, pero de poca
importancia y trascendencia que se ha olvidado de publicarlos la fama, lo que prueba que tal vez no lo
merecen.
Lo que no
omitiré es, que ordenado el nuevo régimen civil de la provincia, la villa de
Teguise capital de la isla de Lanzarote, fue erigida por S.
M. en cabeza de Partido judicial y de la de Fuerteventura,
poniéndose en dicha villa juez letrado. Y el que lo era en 1839, D".
Ruperto Mier y Terán, persona reputada por íntegra e inteligente, habiendo sido
condenado a ser fusilado como en efecto lo fue el soldado miliciano Bernardo
Cabrera Guarte por robo y muerte alevosa, dicho
juez hizo una alocución al vecindario haciéndole conocer
cuan necesarios eran estos dolorosos castigos y que ninguna consideración
ni el espíritu de corruptela le arredrarían contra los criminales
para satisfacer a la ley y a la seguridad individual de los buenos ciudadanos.
Era esto
muy preciso y del caso.
Treinta y
cuatro años cabales hacía que Lanzarote no veía tal ejemplar, que había sido
ejecutada en 1804, con pena de garrote vil, en un tal
Pina, pero no porque dejase de haberse cometido algún asesinato,
que todo se componía con pamplinas y la fuga, en perjuicio
la moral pública. (Boletín Oficial N.° 56, de julio 27, de 1834). Lxtra
sabemos, que a presenciar la rareza del suplicio concurrieron diversas
personas del Arrecife. (José A. Álvarez Rixo, 1982: 185-187)
1834 Agosto 24. El establecimiento en la metrópoli de un nuevo
marco político tuvo su reflejo en la colonia, paralizó la política de venta de
baldíos y puso en marcha un nuevo programa de repartos de tierras que se
prolongó hasta la desamortización civil de Mendizábal. El decreto de 24 de
agosto de 1834 se inspiraba en las medidas desamortizadoras decretadas durante
el Trienio Liberal; planteaba la acotación de tierras baldías susceptibles de
cultivo y ordenaba a los ayuntamientos de la colonia que iniciasen los repartos
de tierras atendiendo a los vecinos pobres y laboriosos de sus jurisdicciones
imponiéndoles un censo redimible correspondiente al 2% del valor de las suertes
repartidas. El grave atentado que provocaban las talas indiscriminadas de monte
producidas por las roturaciones de baldíos determinó que se excluyese del
reparto toda superficie arbolada, en tanto que en aquellas parcelas que
conservaban un arbolado disperso se obligaba a los colonos a conservarlo, pero,
a pesar de las disposiciones oficiales que regulaban la conservación del
arbolado, los repartos de baldíos realizados a partir de 1834 supusieron la
tala inmediata del arbolado por parte de los colonos, como sucedió con los
nuevos repartos realizados en Vilaflor, Candelaria y Chikayka (El Rosario) en
Chinet (Tenerife) El Paso Benahuare (La Palma), donde los alcaldes
habían incluido numerosas tierras de pinar y monte verde en los repartos; en
otros casos los repartos supusieron la proliferación de los incendios
provocados en Chinet (Tenerife) (Chikayka, Candelaria) y la Gomera (Hermigua), dirigidos
a convertir tierras de monte en eriales sin arbolado que pudiesen repartirse a
continuación. En cuanto a la distribución de las tierras repartidas, los datos
aislados que ofrecen las actas de la Diputación “Provincial” parecen indicar que las
autoridades coloniales locales manipularon los expedientes de reparto en su
favor y que buena parte de las tierras repartidas fueron aparar a manos de las
oligarquías de los pueblos.
Los nuevos repartos de baldíos
iniciados a partir de 1834 fueron impulsados con ahínco por la Diputación a partir de
1837, una vez que la nueva ordenanza de montes planteaba el marco jurídico para
separar el monte arbolado de las tierras auténticamente baldías; sin embargo,
.esta política en favor de la desamortización general de tierras comunales en
la colonia tendió a chocar con 1os intereses ganaderos en aquellas áreas donde
la cría de ganados tenía una mayor tradición y suponía una actividad de cierta
relevancia.
El Ayuntamiento de Valverde en la
isla de Esero (Hierro) se opuso durante años al reparto de las tierras de pasto
de aquella isla por considerar que resultaban más útiles para la cría de
ganados que para la agricultura, no obstante sólo pudo conservar el pastoreo
comunal en la zona conocida como la dehesa; por su parte, los ayuntamientos de
Haría, Yaiza y Teguise, en Titoreygatra cuyos alcaldes tenían fuertes intereses
en la cría de ganados, se opusieron durante años al reparto de las tierras
comunales conocidas como «vegas del pueblo», donde solían apacentarse los ganados
de los vecinos.
Si hasta mediados del siglo XIX
la desamortización de tierras públicas se basó en la realización de
repartimientos de tierras y en las concesiones de datas más o menos
fraudulentas, a partir de la ley Madoz de 1855 la desamortización de las
tierras municipales y realengas se realizó a través de la subasta de los bienes
declarados en venta por el Estado. Las subastas alcanzaban tanto a los bienes
incautados al clero como a las tierras baldías pertenecientes al Estado ya los
Propios municipales.
En su conjunto la venta de
tierras de dominio público alcanzó un volumen elevado durante esta última fase
de la desamortización en la colonia Canaria y si bien la oposición de numerosos
municipios logró impedir las ventas excesivas de monte arbolado y pinar, lo
cierto es que gran cantidad de los baldíos desamortizados eran en realidad
zonas de monte poco denso o áreas de repoblación espontánea que habían sido
desforestadas por las zonas clandestinas o por las talas de madera. La venta de
tierras públicas supuso en las Canarias Occidentales un total de 21.691 hectáreas,
en su mayoría terrenos volcánicos y baldíos con monte bajo situados en la isla
de Chinet (Tenerife), de los que destaca la enajenación de una gran cantidad de
terrenos en las faldas del Teide (unas 2.473 hectáreas
pertenecientes al municipio de la
Guancha), en tanto que en las Canarias Orientales las ventas
alcanzaron un total de 15.145
hectáreas de baldíos, en su mayoría correspondientes a
las 49 fincas vendidas en San Bartolomé de Tirajana con una superficie total de
11.629 Ha.
(Juan Ramón Núñez Pestano1991)
1835. Se
constituye el Ayuntamiento de Santiago del Teide, en el territorio de Taxo,
menceyato de Adeje isla de Chinech (Tenerife).
1835.
En esta fecha
Firgas en Tamarant (Gran Canaria) se constituyó como municipio
independiente.
El municipio de Firgas, el más pequeño (15.77
Kms. cuadrados) de la provincia de Las Palmas, y con una población de 7.424
habitantes (INE, 2008). Los Barrios de Firgas son Buenlugar, La Cruz, Los Lomitos, El Risco,
Acebuche, La Caldera,
Casablanca, Quintanilla, Rosales, Cambalud, Trapiche, Barranco de Las Madres,
San Antón, Zumacal, siendo este último barrio el más alto y Quintanilla el más
bajo sin que llegue a tocar el mar. La cota media de altura es de 450 sobre el
nivel del mar.
Firgas fue en un principio un pago de Arucas, que
debido a la lejanía respecto a la parroquia matriz se administraba gracias a un
alcalde real, y a partir de 1766 obtiene, como otras localidades con parroquia
propia, con dos diputados y un síndico personero, que actúan con independencia
de Arucas en asuntos como la solicitud de tierras realengas para la dotación de
escuelas, construcción y mantenimiento de caminos o la perpetuación de la
fiesta de San Roque etc.; esta situación persistió hasta mediados del siglo
XIX, en 1835, fecha en la que Firgas se constituyó como municipio
independiente. Una década más tarde, se creó la parroquia que tendría como
advocación a un Santo que ya tenía tradición en el municipio, San Roque, patrono
que se invocaba contra las epidemias y plagas tan frecuentes durante el Antiguo
Régimen. Otro elemento que atestigua esa situación especial de Firgas respecto
de Arucas y el sentimiento de sus habitantes de pertenecer a un núcleo
diferenciado lo tenemos en los testimonios documentales y lo que nos revelan de
la mentalidad de un grupo humano determinado. Así, se ve como siempre se habla
de vecinos de Firgas, y no de Arucas en el pago de Firgas; estos vecinos
compran y venden sus tierras o casas y se relacionan en doblamientos ubicados
siempre dentro de la jurisdicción de Firgas; y además, muchos documentos
recogen la mención del ayuntamiento de Firgas.
Firgas, en su denominación histórica, Afurgad o
Firgas, en su denominación aborigen. Desde 1484 entra en la Historia de Canarias, de
la mano del conquistador Tomás Rodríguez de Palenzuela, principal beneficiario
de los repartos de tierras y agua en dicho lugar en pago a los servicios
prestados en la conquista de Gran Canaria. A él se debe la construcción de la
ermita de San Juan de Ortega en Firgas, construida ya por el año 1506 y
dedicada a la advocación de dicho santo de origen burgalés, al igual que el
fundador. Al ser dotada de una Capellanía (con 30 arrobas de azúcar) en 1517 se
ponía fin a la obligación que tenía el párroco de Arucas de decir una misa en
dicha ermita desde que se fundara la parroquia de San Juan en 1515.
Con la ermita quedaban sentadas las bases de lo
que un siglo más tarde sería el convento de San Juan de Ortega, fundación
vinculada a la mencionada familia, y del núcleo urbano que en torno a ella se
va formando con el paso de los siglos hasta constituir el actual municipio de
Firgas.
El problema jurisdiccional de Firgas.
El origen del primitivo núcleo urbano de Firgas,
al igual que el de otros tantos pueblos de la isla de Gran Canaria, obedece a
dos factores característicos de la sociedad del Antiguo Régimen: carácter
religioso y agrario.
La ermita de San Juan de Ortega condiciona y
estructura la concentración del hábitat en torno a ella, pero al mismo tiempo
Firgas nace como necesidad de asentamiento agrícola. Asentamiento que se verá
favorecido por la existencia inmediata de la Montaña de Doramas y los distintos repartimientos
que en diferentes épocas se llevan a cabo en ella.
Sin embargo, y pese a la existencia de un
primitivo núcleo de población, en Firgas se plantea un problema de jurisdicción
ya que desde el punto de eclesiástico pertenece al Curato de Arucas y desde el
punto de vista de la jurisdicción ordinaria al Ayuntamiento del mismo nombre.
Esto en Gran Canaria no es un hecho aislado ya que la historia de muchos
pueblos o municipios actuales aparece vinculada a la de otros.
Historiadores antiguos y modernos han hecho
hincapié en la unidad administrativa de Arucas y Firgas. Los sinodales de
Cámara y Murga y de Dávila y Cárdenas, así como las páginas de la Historia de Viera y
Clavijo consideran a Firgas como un Pago de Arucas sin que por ello dejen de
hacer una mención especial.
Caballero Mújica ha señalado recientemente que:
"… los actuales términos municipales de Arucas y Firgas y parte del de Las
Palmas de Gran Canaria, aproximadamente, a partir de la Cruz del Ovejero, formaban
una sola entidad territorial administrativa y eclesiástica, hasta las Cortes de
Cádiz de 1812, que establecen los Ayuntamientos Constitucionales al mismo
tiempo que anulan las Alcaldías Mayores multiseculares.
Estas fueron restablecidas al retorno de Fernando
VII al trono de España y al Absolutismo, para luego, a partir de 1830, volver
en definitiva a los Ayuntamientos actuales".
Añade, Caballero Mújica, que al ser Arucas,
Firgas y Tenoya: "…topónimos de referencia económicas, industriales y
territoriales, no eclesiásticas, muy importantes obscurece la unidad
administrativa y eclesiástica que siempre tuvieron hasta 1830, estimándose, por
eso, que eran entidades diferentes cuando en realidad la unidad indicada está
suficientemente probada hasta 1830, como queda dicho, y, la eclesiástica, hasta
1845”.
Quintana Miranda expone, por su parte, que con la Constitución de 1812
los vecinos de Firgas intentaron la creación de un municipio independiente,
nombrando a alcalde, concejales y personal del Ayuntamiento, e incluso, un
alcalde de aguas, que nada tiene que ver con divisiones municipales; al tiempo
que olvidaron otros requisitos como la existencia de parroquia, número de
habitantes y no estar sujetos a otra jurisdicción. Termina señalando que el
Ayuntamiento fue anulado y creado definitivamente en 1.835.
No obstante y pese a estas afirmaciones, hemos de
señalar que existen una serie de hechos que evidencian una situación en Firgas
independiente de Arucas mucho antes de la creación de los ayuntamientos
modernos. Por ello, hemos de señalado que el caso de Firgas es muy particular
dentro del contexto insular grancanario y se parece bastante con Artenara en su
dependencia respecto de Gáldar hasta la creación de la ayuda de parroquia a
mediados del siglo XVIII.
La actuación de Firgas en materia de jurisdicción
ordinaria es independiente de Arucas, a pesar de que los vecinos de este último
pueblo consideren a fines del siglo XVIII a Firgas como integrante de su
jurisdicción. Así sucede en 1789 cuando se renueva el intento de convertir el
Curato de Arucas en Beneficio Eclsiástico, intento surgido en 1707 y renovado
en 1749. Las razones para obtener este Beneficio siempre fueron la mismas:
riqueza agrícola y número de vecinos y feligreses. Éstos en 1707 eran unos 500,
en 1749 unos 624 y en 1789 llegaban a los 900: "… incluiéndose en ellos
los que habitaban en el lugar de Firgas, término desta propia Villa y de su
jurisdicción eclesiástica y en el que ai colocado Alcalde así mismo, sin haber
otra parroquia más que la citada de Señor San Juan Bautista, de que todos son
feligreses".
Contaba, pues, Firgas con alcalde real, hecho que
hemos constatado desde el siglo XVII sin sufrir interrupción alguna hasta
nuestros días: Salvador Rivero en 1668, Nicolás Henríquez Montero en 1755, Juan
Antonio Domínguez en 1778, Vicente Medina en 1807, Francisco Antonio González
en 1818, etc. Al igual que el Alcalde de Arucas y de otros pueblos se obligaba
con hipoteca de bienes a la residencia y buen gobierno.
Situación que no se daba para San Mateo,
Valsequillo o Valleseco hasta el siglo XIX.
Después de la reforma de Carlos III en 1766, a la gestión del
alcalde real se unen el síndico personero y dos diputados del común por
elección de segundo grado. Alcalde, síndico y diputados de Firgas actúan con
independencia de Arucas en distintos asuntos: solicitud de tierras realengas
para la dotación de escuelas, composición de caminos, perpetuación de la fiesta
de San Roque, etc.
Por otra parte, la inexistencia de parroquia no
excluye la jurisdicción ordinaria ya que, cuando en 1835 se configuran los
ayuntamientos actuales, Firgas figura como tal y la parroquia sólo se crea en
1845. Bien es cierto que en los casos de Valsequillo, San Mateo, Mogán, Ingenio
o Santa Lucía, la creación de la parroquia precede al municipio.
Sin embargo, debemos señalar que este requisito
no se cumple en el caso de Valleseco que en 1842 obtiene la separación civil y
sólo en 1846 se obtiene la independencia religiosa con la creación de la
parroquia.
A la independencia en materia de jurisdicción
ordinaria, se añaden otros aspectos no menos significativos: su vecinos lo son
de Firgas y no de Arucas en el pago de Firgas; las tierras que se compran o
venden se ubican en Buen Lugar, San Antón, la Cantarilla, etc., en la
jurisdicción de Firgas. Esto último no sucede, por citar un ejemplo, en el caso
de Valleseco que siempre aparece citado después del lugar de Teror.
En conclusión, se puede hablar, y
de hecho los documentos así lo recogen, del “ayuntamiento” de Firgas. La
solicitud de las tierras de la
Montaña de Doramas se ordena que se hagan y se hacen ante
dicho ayuntamiento a fines del siglo XVIII y principio del siglo XIX. Y ello, a
pesar de que don Pedro m. Quintana Miranda haga hincapié en la anulación del
ayuntamiento constitucional integrado por sus alcaldes, regidores y síndico por
el carácter absolutista integrado por el alcalde real, dos diputados del común,
un síndico personero y un fiel de fechos.
Firgas en el contexto social y económico de Gran Canaria (1500-2000)
El actual término de Firgas fue durante gran
parte de su historia un espacio caracterizado por su notable reserva en
riquezas naturales (agua, madera, tierra fértil) que lo hicieron idóneo en cada
fase histórica para el arraigo de procesos económicos de diversa índole. La
antigua Afurgad fue concentrado en lo alto del roquedo del lugar un nutrido
grupo de pequeños y medianos propietarios agrícolas cuyas parcelas se
destinaron al cultivo del ceral, de árboles frutales y hortalizas. En el área
de costa dominaba las parcelas destinadas a la caña de azúcar y la explotación
de huertas. Allí la demanda de mano de obra atrajo a numerosos trabajadores
especializados en la producción azucarera procedentes de variados orígenes
geográficos -portugueses, andaluces-, además de una mano de obra forzada como
fue la esclava. En las zonas altas del lugar sobresalía con luz propia la llamda
Selva de doramas, extensa masa arbórea, cuya explotación por madareros,
fragueros, carboneros, etc., fue una constante durante todo el Antiguo Régimen.
Las transformaciones generadas desde mediados del
siglo XVI en la economía de Gran Canaria afectaron al término de Firgas, cuyo
peso dentro del organigrama productivo insular disminuyó. El número de vecinos
de subsistencia. A ello su sumó el empobrecimiento de un amplio sector de la
población que se redujo a ser una mano de obra para otras áreas en expansión,
caso de Guía, Arucas o Las Palmas.
El siglo XVII fue un período de bonanza para la
localidad a incrementarse progresivamente su población con la introducción de
cultivos como la papa o el millo, ambos con especial relevancia dentro de la
dieta del isleño al aportar valores nutritivos y ser productos adquiridos en el
mercado a bajo precio. La abundancia de agua y la fertilidad de las tierras
facilitaron la atracción de un elevado número de foráneos que se asentaron en
pequeños núcleos de población donde las vivencias se encontraban dispersas
entre sí. El auge de la demanda de madera, materiales de obra o tejidos
favoreció la multiplicación del artesanado, además de proliferar en el seno de
los hogares los telares donde las mujeres destinaban parte de su tiempo libre a
tejer lienzos bastos. La presión sobre el monte aumentó ante una creciente
demanda de tierras favorecida por un grupo de poderosos propietarios
interesados en ampliar sus dominios a base de usurpaciones clandestinas de
tierras realengas. El aumento de la medianería o las ventas en enfiteusis
fueron habituales en esta época, favoreciendo el asentamiento de colonos en
tierras robadas al monte.
La fundación del convento de San Juan de Ortega
en 1613 da fe de la positiva fluctuación de rentas existente en el lugar, no
sólo por las aportaciones monetarias efectuadas desde un principio para su
fundación, sino en el registro de las numerosas donaciones –misas, capellanías-
entregadas por fieles tanto del lugar como vecinos de términos limítrofes a éste.
A ello se sumo el reconocimiento por las autoridades insulares de un alcalde
pedáneo a la localidad, con lo que Firgas alcanzaba su máximo techo en la
administración local.
El siglo XVIII será una etapa de estancamiento
económico insular aunque la población siguió creciendo a buen ritmo hasta
mediados de la centuria. El fin de las exportaciones hacia América y Europa de
los caldos canarios repercutió en la demanda regional con una retracció;n de la
demanda de productos agrarios, entrando en crisis una sustancial fracción del
mercado. La presión de los poderosos sobre el campesinado imponiendo rentas más
elevadas y apoderándose de mayor número de bienes, incluyendo al de Firgas,
mientras un reducido grupo controlaba gran parte de las tierras más fértiles
del lugar.
En todo caso, el campesinado logró sobrevivir
mediante la agricultura de subsistencia, la explotación ganadera y las
usurpaciones -permanentes o no efectuadas en las zonas montuosas que le
proporcionaban una importante cantidad de productos alimenticios. El tramo
final de la centuria sobresalió por las reiteradas fases de crisis y por una
acelerada inflación que arrasó con las economías domésticas de los grupos
populares rurales y urbanos.
El siglo XIX comenzó con reiteradas epidemias
-fiebre amarilla-, la citada galopante inflación y una creciente intranquilidad
socioeconómica que fue detonante de diversas algaradas y motines. Hasta la
primera mitad del siglo se sucedieron graves episodios de hambruna – en
especial la de 1.847- y culminó con la epidemia de cólera de 1851. Pese a estas
cíclicas recesiones el lugar siguió siendo básico para el abastecimiento del
mercado interno insular, además de introducirse en las tierras más cercanas a
la costa el nopal para el cultivo de la cochinilla. La consecución de la
parroquia en 1845 fue tardía ante la presión del curato de Arucas por mantener
su presencia en el lugar, la carencia de rentas suficientes y la propia
dispersión de una feligresía cuyo auxilio espiritual podía ser socorrido por
las cercanas parroquias de Arucas, Teror o Moya. Este auge económico no evitó
una creciente emigración hacia América y, a fines de la centuria, hacia la
capital insular atraídos por las obras del Puerto de la Luz y Las Palmas m y el
elevado dinamismo económico generado en ese núcleo de población.
Durante el siglo XX la introducción del cultivo
de la platanera permitió un considerable incremento de la renta media del
campesinado, aunque los cultivos de este árbol frutal estuvieron limitados a
las zonas comprendidas por debajo de los 500 metros de altitud.
El consabido policultivo de abastecimiento fue el otro pilar básico de la
economía de Firgas –sobre todo en los primeros años de la centuria y durante la
fase inicial de la dictadura franquista-, además de contar con algunas
actividades industriales (cal, tejas, ladrillos). En la actualidad su posición
geográfica y la mejora en las vías de comunicación cercana a Arucas y la costa
norte han favorecido la intensificación de la construcción de viviendas
residenciales cuyo impacto sobre los recursos ecológicos deberías ser
ponderados.
Continua.
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