martes, 21 de enero de 2014

CAPÍTULO XLIV-V




EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1831-1840

CAPÍTULO XLIV-V



Eduardo Pedro García Rodríguez
1824 Julio 31.
Disfrutando de la tranquilidad acostumbrada estaban los mora­dores del Puerto del Arrecife y demás de la isla de Lanzarote, cuando en el mes de julio de 1824, empezaron algunas personas a decir sen­tían algunos estremecimientos de tierra, pero como no habían sido perceptibles a todos, se dudaba, y no se hacía caso. Hasta que en la mañana temprano del 31, de dicho mes y año, les llenó de consterna­ción la violenta erupción de un volcán en el lugar de Tao, que abrió una grande grieta o cráter por la cual lo mismo que por sus extremos con mayor abundancia arrojó fuego, piedras y arena. Fue esto a corla distancia de una Capellanía del Presbítero Dn. Luís Duarte a quien a poco tiempo se le ardió la era en la cual había muchos pajeros, y a las cinco o seis de la tarde se vio sin casa y sin la mayor parte de su hacienda; pero sin embargo de tal torbellino, no pereció nadie.

El lugar de Tiagua estuvo a riesgo eminente de ser destruido, por­que una sola montaña que parecía impedirlo se notó abierta y exha­lando humo: cuando algunos aljibes con mucha agua del propio pue­blo se les vació toda, por desunirse sus fondos y paredes con el estre­mecimiento; pérdida muy sensible donde como allí no hay manantia­les; de manera que casi todos los moradores abandonaron el lugar.

La dirección de este volcán fue hacia el mar del N. casi al origen del valle o arenal pajizo. Diez y ocho horas continuó su erupción de materiales e improvisó tres montañas por la del medio de las cuales siguió echando mucho humo y haciendo notable ruido durante diez o doce días, a que sucedió el brotar agua muy turbia y hedionda. To­das tres montañas se abrieron por encima en grietas muy profundas, siendo el humo y el ruido unas veces menos fuerte que otras y como también el arrojar el agua experimentó sus interrupciones se creyó sosegada la fragua de Vulcano.

Pero a las doce del día 29 de septiembre del propio año 1824, al N.O. de la isla y en medio de la lava del volcán antiguo del año 1730, tres leguas del mar, una del pueblo de Yaiza que es el más in­mediato, cuatro del que reventó el 31 de julio arriba dicho y seis del Puerto del Arrecife, se presentó otra violenta erupción que por enci­ma de la vieja dirigió su corriente de nueva lava líquida hacia el mar donde se internó hasta formar una punta de cosa de 200 brazas, sin haber ofendido más que a tres fanegadas de mal terreno.

La consternación que causó aún en el Puerto del Arrecife de donde a pesar de la distancia se oía y veía el horroroso espectáculo, se conocerá por el párrafo de la carta dirigida al que escribe por su amigo el Dr. en Leyes Dn. Agustín Cabrera del Castillo, quien en su estilo familiar se expresa así. «Creo que ni el Vesubio ni ningún otro conocido se podrá comparar con éste en su fiereza: formó dos bocas de infierno que creo que allá no las hay ni más grandes ni más feas según relaciones fidedignas, porque yo no me atreví a ir a verlo, bas­tóme con lo que se descubrió desde aquí, que no era poco. El ruido era tanto que a pesar de la distancia en que estamos, hubo noche que no nos dejó dormir; la atmósfera se cargó tanto que casi no respirá­bamos más que azufre: La arena llovió en toda la isla, y aquí en las azoteas se podía coger con palas: hubieron varios temblores no muy fuertes, pero generales en toda la isla después de la erupción, porque antes no hubo anuncio ninguno ni más antecedente que verlo vomi­tando fuego, piedras, arena, y demonios coronados: Cinco días natu­rales estuvo en este continuo laberinto, y repentinamente se ha que­dado tan quieto que ni humo echa, lo que no nos tiene muy conten­tos y estamos con la oreja alerta esperando cuando le dará gana de vomitar más, y la incertidumbre del lugar que elegirá, si será debajo de nuestros mismos pies; hazte cargo que sobresaltados no nos ten­drá, mucho más cuando tenemos el ejemplar de que el del año 30, abrió 25 bocas en el espacio de siete años; y que éste en solos 60 días ya dos. Nunca he tenido más ganas de verme fuera de aquí con toda mi familia».
Después del volcán haber cesado de vomitar por espacio de doce días, del interior, volvió a presentarse otra furiosa erupción a las seis y media de la tarde 16 de octubre, a cosa de media legua distante de la última al N., también en medio de la lava del volcán antiguo, por sobre cuya lava se dirigió ahora al torrente de la nueva la cual 20 ho­ras solamente estuvo este último cráter arrojando. Después brotaba una columna de agua de cosa de 30 varas perpendicular, de cuyos salpiques se formaban algunos arroyos uno de ellos de casi dos varas de ancho. El agua cuyo gusto era salado y malísimo se analizó en Sta. Cruz por Dn. Rudesindo Moratín. También se aseguró se elevaba acompañada de arena y aun callaos del mar.

Varias personas del Arrecife tuvieron la curiosidad de ir a ver estos espantosos fenómenos; y la relación del primero la obtuve de los mismos de mis amigos Dn. Luis y Dn. Juan Cabrera, hermanos, y Dn. Luis Navarro, de Canarias, que les acompañó. Y ya en diciembre cuando pasó a Lanzarote Dn. José de Baños, natural de Tenerife hizo un diseño dividido en tres trozos: La pintura de una de las montañas y adyacencias del primero, por dar natural idea del aspecto físico del terreno de la isla destituido de árboles y diversificado por el color ananquinado de la tierra, amarilloso de la arena o jable, y por la in­terpolada negrura de las lavas, he querido darle lugar aquí.

En la gaceta inglesa titulada «The News», en uno de sus núme­ros del mes de agosto leí: que el 19 de julio se sintió en la ciudad de Lisboa un fuerte estremecimiento, cuya noticia atrajo mi atención al combinarla, porque por aquellos días se empezaron a percibir en Lanzarote, y porque había oído decir varias veces, que en el volcán del año 1730, cierto piloto que venía de aquella misma ciudad lo anunció por el ruido subterráneo que percibió en su viaje a dicha isla de Lanzarote. A esto se añade, que el terremoto que arruinó Lisboa el 1.° de noviembre de 1755, se percibió igualmente en nuestras islas Canarias en donde se retiró el mar de sus orillas aquella mañana, volviendo a su respectivo lugar sin causar daño y precediendo algunos estremecimientos percibidos en los pue­blos.

Estos hechos confirman la opinión del conde de Buffon en su Teoría de la Tierra. T. 1°. pa. 72, traducción castellana, acerca de la correspondencia subterránea del globo.
Y con motivo de haber recordado estos antecedentes, sabiendo por experiencia que todos los sucesos que no se consignan al papel finalmente se olvidan, o alteran en las tradiciones, relataré la que conservo acerca del volcán que durante siete años cubrió gran parte de la superficie de esta isla no obstante ser punto general de ella y no particular del pueblo que historiamos.
na de ingenio curioso, vivo e inteligente, que lo había despejado es­tando alguna temporada en España, en casa del traductor del conde de Buffon Dn. Josef Clavijo, a quien parece sirvió de amanuense, de­cía a mi padre a mi presencia el año de 1810: Que él tenía ya cosa de sesenta años22, y había conocido y tratado a muchas personas que vieron la erupción del año 1730, y siguientes: Que a día 1.° de sep­tiembre tan luego como se oyeron los primeros estampidos, en la vi­lla de Teguise no sabían a qué atribuirlo, y despacharon algunos sol­dados de a caballo que entonces había en su milicia, para que reco­nociesen el peligro, los cuales volvieron en la noche a toda brida ha­ciendo incomprensible y espantosa relación porque no tenían ante­cedente de estos fenómenos, ni los caballos se mostraron dóciles para aproximarse. Finalmente, la llegada de los asombrados moradores de aquel desdichado suelo. La aldea de Chimanfaya, a 3 leguas O, de la Villa, aclaró todo, que es poco más o menos como lo noticia el Sr. Viera en su Historia.

Pero después, tanto se fueron familiarizando con aquel espec­táculo, que como la lava parece que por razón de su densidad y pesa­dez y por lo llano de la tierra corría muy lentamente, los muchachos iban a jugar a ella, haciendo casitas y paredones de piedra seca por delante de donde había de pasar, para verlos ir cayendo mezclándo­se, y sepultándose sus piedras en el encendido torrente. Lo que pue­de la costumbre! (J. Álvarez Rixo, 1982:123-127)

1834 Julio 27.
A proporción que en el Puerto del Arrecife (Lanzarote) se fueron agregando pobladores extraños con varios usos y costumbres, estas fueron algún lanío desmoralizándose, no faltando entre ellos quien se esmerase en reunir libros y tendencias de incredulidad y desgobierno: siendo lo mas notable, que la persona que tal hacía había estado en España  combatiendo durante la guerra de la Independencia por la religión y por el rey; cuyas cruces de distinción ostentaba al pecho. Lo que so­mos los hombres! Quien que piense con alguna filosofía y madurez ha do conformar sus ideas con tales tarambanas? En fin, este oficial, arruinó una mediana fortuna que heredó por su mujer en Lanzarote, y se marchó a la República del Uruguay a buscar nueva fortuna y prosélitos.

El  lujo fue progresando con tanto exceso y parejería, que sin reflexionar que el comercio y valor de los frutos habían decaído, cua­lesquiera sin rastro de discreción quería igualarse en el vestuario y menaje a los más pudientes, arruinándose, y en seguida saliéndose saliéndose del  país donde ya no podían ostentar su imprudencia y oropeles.
El año 1820, se republicó la Constitución de la monarquía con mucho entusiasmo; y se hicieron no pocos disparates que los necios como nunca saben distinguir ni prever, creyeron ser cosas buenas. Una de ellas fue, mudar el nombre a casi todas las calles, inscribién­doles en las esquinas los de algunos generales o diputados a Cortes; v. g. A la denominada calle de Alvarado, por que había empezado a tomar forma con la grande casa plantificada por el presbítero de este la pusieron de Arco Agüero: otra de Quiroga, sin venirles al pensamiento los trastornos que esto causaría con el tiempo en las escrituras públicas y linderos de las fincas, porque ni pudieron permanecer estos mismos improvisados títulos, puesto que a los tres años volvió a mudarse el gobierno.

Formóse una reunión que llamaban patrióticas tenía sus sesio­nes a puerta abierta en casa de D". Ginés de Castro el joven, por las noches, donde se reunía mucha gente de aquella sencilla gente, a tra­tar de cosas políticas y tal vez religiosas. Ver y oír esto daba lástima.

También se creó un Compañía de Cívicos uniformados, y cuyo ar­mamento completo lo regaló dicho Castro: Pero restablecido el sistema real, vino esto a parar a manos del gobierno; y la única razón sólida que tuvieron para alegrarse los lanzaroteños con el sistema constitucional, así ahora como el año 1812, era por abolirse los derechos señoriales de Quintos que siempre fueron detestados y onerosos en las islas.

Algunos otros sucesos de esta especie se me podrán quedar por decir por que hay algunos años que falto de aquel pueblo, pero de  poca importancia y trascendencia que se ha olvidado de pu­blicarlos la fama, lo que prueba que tal vez no lo merecen.

Lo que no omitiré es, que ordenado el nuevo régimen civil de la provincia, la villa de Teguise capital de la isla de Lanzarote, fue eri­gida por S. M. en cabeza de Partido judicial y de la de Fuerteventura, poniéndose en dicha villa juez letrado. Y el que lo era en 1839, D". Ruperto Mier y Terán, persona reputada por íntegra e inteligente, habiendo sido condenado a ser fusilado como en efecto lo fue el soldado miliciano Bernardo Cabrera Guarte por robo y muerte ale­vosa, dicho juez hizo una alocución al vecindario haciéndole cono­cer cuan necesarios eran estos dolorosos castigos y que ninguna con­sideración ni el espíritu de corruptela le arredrarían contra los crimi­nales para satisfacer a la ley y a la seguridad individual de los buenos ciudadanos.

Era esto muy preciso y del caso.

Treinta y cuatro años cabales hacía que Lanzarote no veía tal ejemplar, que había sido ejecutada en 1804, con pena de garrote vil, en un tal Pina, pero no porque dejase de haberse cometido algún ase­sinato, que todo se componía con pamplinas y la fuga, en perjuicio la moral pública. (Boletín Oficial N.° 56, de julio 27, de 1834). Lxtra sabemos, que a presenciar la rareza del suplicio concurrieron diversas personas del Arrecife. (José A. Álvarez Rixo, 1982: 185-187)

1834 Agosto 24. El establecimiento en la metrópoli de un nuevo marco político tuvo su reflejo en la colonia, paralizó la política de venta de baldíos y puso en marcha un nuevo programa de repartos de tierras que se prolongó hasta la desamortización civil de Mendizábal. El decreto de 24 de agosto de 1834 se inspiraba en las medidas desamortizadoras decretadas durante el Trienio Liberal; planteaba la acotación de tierras baldías susceptibles de cultivo y ordenaba a los ayuntamientos de la colonia que iniciasen los repartos de tierras atendiendo a los vecinos pobres y laboriosos de sus jurisdicciones imponiéndoles un censo redimible correspondiente al 2% del valor de las suertes repartidas. El grave atentado que provocaban las talas indiscriminadas de monte producidas por las roturaciones de baldíos determinó que se excluyese del reparto toda superficie arbolada, en tanto que en aquellas parcelas que conservaban un arbolado disperso se obligaba a los colonos a conservarlo, pero, a pesar de las disposiciones oficiales que regulaban la conservación del arbolado, los repartos de baldíos realizados a partir de 1834 supusieron la tala inmediata del arbolado por parte de los colonos, como sucedió con los nuevos repartos realizados en Vilaflor, Candelaria y Chikayka (El Rosario) en Chinet  (Tenerife) El Paso Benahuare (La Palma), donde los alcaldes habían incluido numerosas tierras de pinar y monte verde en los repartos; en otros casos los repartos supusieron la proliferación de los incendios provocados en Chinet (Tenerife) (Chikayka, Candelaria) y la Gomera (Hermigua), dirigidos a convertir tierras de monte en eriales sin arbolado que pudiesen repartirse a continuación. En cuanto a la distribución de las tierras repartidas, los datos aislados que ofrecen las actas de la Diputación “Provincial” parecen indicar que las autoridades coloniales locales manipularon los expedientes de reparto en su favor y que buena parte de las tierras repartidas fueron aparar a manos de las oligarquías de los pueblos.

Los nuevos repartos de baldíos iniciados a partir de 1834 fueron impulsados con ahínco por la Diputación a partir de 1837, una vez que la nueva ordenanza de montes planteaba el marco jurídico para separar el monte arbolado de las tierras auténticamente baldías; sin embargo, .esta política en favor de la desamortización general de tierras comunales en la colonia tendió a chocar con 1os intereses ganaderos en aquellas áreas donde la cría de ganados tenía una mayor tradición y suponía una actividad de cierta relevancia.

El Ayuntamiento de Valverde en la isla de Esero (Hierro) se opuso durante años al reparto de las tierras de pasto de aquella isla por considerar que resultaban más útiles para la cría de ganados que para la agricultura, no obstante sólo pudo conservar el pastoreo comunal en la zona conocida como la dehesa; por su parte, los ayuntamientos de Haría, Yaiza y Teguise, en Titoreygatra cuyos alcaldes tenían fuertes intereses en la cría de ganados, se opusieron durante años al reparto de las tierras comunales conocidas como «vegas del pueblo», donde solían apacentarse los ganados de los vecinos.

Si hasta mediados del siglo XIX la desamortización de tierras públicas se basó en la realización de repartimientos de tierras y en las concesiones de datas más o menos fraudulentas, a partir de la ley Madoz de 1855 la desamortización de las tierras municipales y realengas se realizó a través de la subasta de los bienes declarados en venta por el Estado. Las subastas alcanzaban tanto a los bienes incautados al clero como a las tierras baldías pertenecientes al Estado ya los Propios municipales.

En su conjunto la venta de tierras de dominio público alcanzó un volumen elevado durante esta última fase de la desamortización en la colonia Canaria y si bien la oposición de numerosos municipios logró impedir las ventas excesivas de monte arbolado y pinar, lo cierto es que gran cantidad de los baldíos desamortizados eran en realidad zonas de monte poco denso o áreas de repoblación espontánea que habían sido desforestadas por las zonas clandestinas o por las talas de madera. La venta de tierras públicas supuso en las Canarias Occidentales un total de 21.691 hectáreas, en su mayoría terrenos volcánicos y baldíos con monte bajo situados en la isla de Chinet (Tenerife), de los que destaca la enajenación de una gran cantidad de terrenos en las faldas del Teide (unas 2.473 hectáreas pertenecientes al municipio de la Guancha), en tanto que en las Canarias Orientales las ventas alcanzaron un total de 15.145 hectáreas de baldíos, en su mayoría correspondientes a las 49 fincas vendidas en San Bartolomé de Tirajana con una superficie total de 11.629 Ha. (Juan Ramón Núñez Pestano1991)


1835. Se constituye el Ayuntamiento de Santiago del Teide, en el territorio de Taxo, menceyato de Adeje isla de Chinech (Tenerife).

1835.
En esta fecha  Firgas en Tamarant (Gran Canaria) se constituyó como municipio independiente.
El municipio de Firgas, el más pequeño (15.77 Kms. cuadrados) de la provincia de Las Palmas, y con una población de 7.424 habitantes (INE, 2008). Los Barrios de Firgas son Buenlugar, La Cruz, Los Lomitos, El Risco, Acebuche, La Caldera, Casablanca, Quintanilla, Rosales, Cambalud, Trapiche, Barranco de Las Madres, San Antón, Zumacal, siendo este último barrio el más alto y Quintanilla el más bajo sin que llegue a tocar el mar. La cota media de altura es de 450 sobre el nivel del mar.
Firgas fue en un principio un pago de Arucas, que debido a la lejanía respecto a la parroquia matriz se administraba gracias a un alcalde real, y a partir de 1766 obtiene, como otras localidades con parroquia propia, con dos diputados y un síndico personero, que actúan con independencia de Arucas en asuntos como la solicitud de tierras realengas para la dotación de escuelas, construcción y mantenimiento de caminos o la perpetuación de la fiesta de San Roque etc.; esta situación persistió hasta mediados del siglo XIX, en 1835, fecha en la que Firgas se constituyó como municipio independiente. Una década más tarde, se creó la parroquia que tendría como advocación a un Santo que ya tenía tradición en el municipio, San Roque, patrono que se invocaba contra las epidemias y plagas tan frecuentes durante el Antiguo Régimen. Otro elemento que atestigua esa situación especial de Firgas respecto de Arucas y el sentimiento de sus habitantes de pertenecer a un núcleo diferenciado lo tenemos en los testimonios documentales y lo que nos revelan de la mentalidad de un grupo humano determinado. Así, se ve como siempre se habla de vecinos de Firgas, y no de Arucas en el pago de Firgas; estos vecinos compran y venden sus tierras o casas y se relacionan en doblamientos ubicados siempre dentro de la jurisdicción de Firgas; y además, muchos documentos recogen la mención del ayuntamiento de Firgas.
Firgas, en su denominación histórica, Afurgad o Firgas, en su denominación aborigen. Desde 1484 entra en la Historia de Canarias, de la mano del conquistador Tomás Rodríguez de Palenzuela, principal beneficiario de los repartos de tierras y agua en dicho lugar en pago a los servicios prestados en la conquista de Gran Canaria. A él se debe la construcción de la ermita de San Juan de Ortega en Firgas, construida ya por el año 1506 y dedicada a la advocación de dicho santo de origen burgalés, al igual que el fundador. Al ser dotada de una Capellanía (con 30 arrobas de azúcar) en 1517 se ponía fin a la obligación que tenía el párroco de Arucas de decir una misa en dicha ermita desde que se fundara la parroquia de San Juan en 1515.
Con la ermita quedaban sentadas las bases de lo que un siglo más tarde sería el convento de San Juan de Ortega, fundación vinculada a la mencionada familia, y del núcleo urbano que en torno a ella se va formando con el paso de los siglos hasta constituir el actual municipio de Firgas.
El problema jurisdiccional de Firgas.
El origen del primitivo núcleo urbano de Firgas, al igual que el de otros tantos pueblos de la isla de Gran Canaria, obedece a dos factores característicos de la sociedad del Antiguo Régimen: carácter religioso y agrario.
La ermita de San Juan de Ortega condiciona y estructura la concentración del hábitat en torno a ella, pero al mismo tiempo Firgas nace como necesidad de asentamiento agrícola. Asentamiento que se verá favorecido por la existencia inmediata de la Montaña de Doramas y los distintos repartimientos que en diferentes épocas se llevan a cabo en ella.
Sin embargo, y pese a la existencia de un primitivo núcleo de población, en Firgas se plantea un problema de jurisdicción ya que desde el punto de eclesiástico pertenece al Curato de Arucas y desde el punto de vista de la jurisdicción ordinaria al Ayuntamiento del mismo nombre. Esto en Gran Canaria no es un hecho aislado ya que la historia de muchos pueblos o municipios actuales aparece vinculada a la de otros.
Historiadores antiguos y modernos han hecho hincapié en la unidad administrativa de Arucas y Firgas. Los sinodales de Cámara y Murga y de Dávila y Cárdenas, así como las páginas de la Historia de Viera y Clavijo consideran a Firgas como un Pago de Arucas sin que por ello dejen de hacer una mención especial.
Caballero Mújica ha señalado recientemente que: "… los actuales términos municipales de Arucas y Firgas y parte del de Las Palmas de Gran Canaria, aproximadamente, a partir de la Cruz del Ovejero, formaban una sola entidad territorial administrativa y eclesiástica, hasta las Cortes de Cádiz de 1812, que establecen los Ayuntamientos Constitucionales al mismo tiempo que anulan las Alcaldías Mayores multiseculares.
Estas fueron restablecidas al retorno de Fernando VII al trono de España y al Absolutismo, para luego, a partir de 1830, volver en definitiva a los Ayuntamientos actuales".
Añade, Caballero Mújica, que al ser Arucas, Firgas y Tenoya: "…topónimos de referencia económicas, industriales y territoriales, no eclesiásticas, muy importantes obscurece la unidad administrativa y eclesiástica que siempre tuvieron hasta 1830, estimándose, por eso, que eran entidades diferentes cuando en realidad la unidad indicada está suficientemente probada hasta 1830, como queda dicho, y, la eclesiástica, hasta 1845”.
Quintana Miranda expone, por su parte, que con la Constitución de 1812 los vecinos de Firgas intentaron la creación de un municipio independiente, nombrando a alcalde, concejales y personal del Ayuntamiento, e incluso, un alcalde de aguas, que nada tiene que ver con divisiones municipales; al tiempo que olvidaron otros requisitos como la existencia de parroquia, número de habitantes y no estar sujetos a otra jurisdicción. Termina señalando que el Ayuntamiento fue anulado y creado definitivamente en 1.835.
No obstante y pese a estas afirmaciones, hemos de señalar que existen una serie de hechos que evidencian una situación en Firgas independiente de Arucas mucho antes de la creación de los ayuntamientos modernos. Por ello, hemos de señalado que el caso de Firgas es muy particular dentro del contexto insular grancanario y se parece bastante con Artenara en su dependencia respecto de Gáldar hasta la creación de la ayuda de parroquia a mediados del siglo XVIII.
La actuación de Firgas en materia de jurisdicción ordinaria es independiente de Arucas, a pesar de que los vecinos de este último pueblo consideren a fines del siglo XVIII a Firgas como integrante de su jurisdicción. Así sucede en 1789 cuando se renueva el intento de convertir el Curato de Arucas en Beneficio Eclsiástico, intento surgido en 1707 y renovado en 1749. Las razones para obtener este Beneficio siempre fueron la mismas: riqueza agrícola y número de vecinos y feligreses. Éstos en 1707 eran unos 500, en 1749 unos 624 y en 1789 llegaban a los 900: "… incluiéndose en ellos los que habitaban en el lugar de Firgas, término desta propia Villa y de su jurisdicción eclesiástica y en el que ai colocado Alcalde así mismo, sin haber otra parroquia más que la citada de Señor San Juan Bautista, de que todos son feligreses".
Contaba, pues, Firgas con alcalde real, hecho que hemos constatado desde el siglo XVII sin sufrir interrupción alguna hasta nuestros días: Salvador Rivero en 1668, Nicolás Henríquez Montero en 1755, Juan Antonio Domínguez en 1778, Vicente Medina en 1807, Francisco Antonio González en 1818, etc. Al igual que el Alcalde de Arucas y de otros pueblos se obligaba con hipoteca de bienes a la residencia y buen gobierno.
Situación que no se daba para San Mateo, Valsequillo o Valleseco hasta el siglo XIX.
Después de la reforma de Carlos III en 1766, a la gestión del alcalde real se unen el síndico personero y dos diputados del común por elección de segundo grado. Alcalde, síndico y diputados de Firgas actúan con independencia de Arucas en distintos asuntos: solicitud de tierras realengas para la dotación de escuelas, composición de caminos, perpetuación de la fiesta de San Roque, etc.
Por otra parte, la inexistencia de parroquia no excluye la jurisdicción ordinaria ya que, cuando en 1835 se configuran los ayuntamientos actuales, Firgas figura como tal y la parroquia sólo se crea en 1845. Bien es cierto que en los casos de Valsequillo, San Mateo, Mogán, Ingenio o Santa Lucía, la creación de la parroquia precede al municipio.
Sin embargo, debemos señalar que este requisito no se cumple en el caso de Valleseco que en 1842 obtiene la separación civil y sólo en 1846 se obtiene la independencia religiosa con la creación de la parroquia.
A la independencia en materia de jurisdicción ordinaria, se añaden otros aspectos no menos significativos: su vecinos lo son de Firgas y no de Arucas en el pago de Firgas; las tierras que se compran o venden se ubican en Buen Lugar, San Antón, la Cantarilla, etc., en la jurisdicción de Firgas. Esto último no sucede, por citar un ejemplo, en el caso de Valleseco que siempre aparece citado después del lugar de Teror.
En conclusión, se puede hablar, y de hecho los documentos así lo recogen, del “ayuntamiento” de Firgas. La solicitud de las tierras de la Montaña de Doramas se ordena que se hagan y se hacen ante dicho ayuntamiento a fines del siglo XVIII y principio del siglo XIX. Y ello, a pesar de que don Pedro m. Quintana Miranda haga hincapié en la anulación del ayuntamiento constitucional integrado por sus alcaldes, regidores y síndico por el carácter absolutista integrado por el alcalde real, dos diputados del común, un síndico personero y un fiel de fechos.

Firgas en el contexto social y económico de Gran Canaria (1500-2000)

El actual término de Firgas fue durante gran parte de su historia un espacio caracterizado por su notable reserva en riquezas naturales (agua, madera, tierra fértil) que lo hicieron idóneo en cada fase histórica para el arraigo de procesos económicos de diversa índole. La antigua Afurgad fue concentrado en lo alto del roquedo del lugar un nutrido grupo de pequeños y medianos propietarios agrícolas cuyas parcelas se destinaron al cultivo del ceral, de árboles frutales y hortalizas. En el área de costa dominaba las parcelas destinadas a la caña de azúcar y la explotación de huertas. Allí la demanda de mano de obra atrajo a numerosos trabajadores especializados en la producción azucarera procedentes de variados orígenes geográficos -portugueses, andaluces-, además de una mano de obra forzada como fue la esclava. En las zonas altas del lugar sobresalía con luz propia la llamda Selva de doramas, extensa masa arbórea, cuya explotación por madareros, fragueros, carboneros, etc., fue una constante durante todo el Antiguo Régimen.
Las transformaciones generadas desde mediados del siglo XVI en la economía de Gran Canaria afectaron al término de Firgas, cuyo peso dentro del organigrama productivo insular disminuyó. El número de vecinos de subsistencia. A ello su sumó el empobrecimiento de un amplio sector de la población que se redujo a ser una mano de obra para otras áreas en expansión, caso de Guía, Arucas o Las Palmas.
El siglo XVII fue un período de bonanza para la localidad a incrementarse progresivamente su población con la introducción de cultivos como la papa o el millo, ambos con especial relevancia dentro de la dieta del isleño al aportar valores nutritivos y ser productos adquiridos en el mercado a bajo precio. La abundancia de agua y la fertilidad de las tierras facilitaron la atracción de un elevado número de foráneos que se asentaron en pequeños núcleos de población donde las vivencias se encontraban dispersas entre sí. El auge de la demanda de madera, materiales de obra o tejidos favoreció la multiplicación del artesanado, además de proliferar en el seno de los hogares los telares donde las mujeres destinaban parte de su tiempo libre a tejer lienzos bastos. La presión sobre el monte aumentó ante una creciente demanda de tierras favorecida por un grupo de poderosos propietarios interesados en ampliar sus dominios a base de usurpaciones clandestinas de tierras realengas. El aumento de la medianería o las ventas en enfiteusis fueron habituales en esta época, favoreciendo el asentamiento de colonos en tierras robadas al monte.
La fundación del convento de San Juan de Ortega en 1613 da fe de la positiva fluctuación de rentas existente en el lugar, no sólo por las aportaciones monetarias efectuadas desde un principio para su fundación, sino en el registro de las numerosas donaciones –misas, capellanías- entregadas por fieles tanto del lugar como vecinos de términos limítrofes a éste. A ello se sumo el reconocimiento por las autoridades insulares de un alcalde pedáneo a la localidad, con lo que Firgas alcanzaba su máximo techo en la administración local.
El siglo XVIII será una etapa de estancamiento económico insular aunque la población siguió creciendo a buen ritmo hasta mediados de la centuria. El fin de las exportaciones hacia América y Europa de los caldos canarios repercutió en la demanda regional con una retracció;n de la demanda de productos agrarios, entrando en crisis una sustancial fracción del mercado. La presión de los poderosos sobre el campesinado imponiendo rentas más elevadas y apoderándose de mayor número de bienes, incluyendo al de Firgas, mientras un reducido grupo controlaba gran parte de las tierras más fértiles del lugar.
En todo caso, el campesinado logró sobrevivir mediante la agricultura de subsistencia, la explotación ganadera y las usurpaciones -permanentes o no efectuadas en las zonas montuosas que le proporcionaban una importante cantidad de productos alimenticios. El tramo final de la centuria sobresalió por las reiteradas fases de crisis y por una acelerada inflación que arrasó con las economías domésticas de los grupos populares rurales y urbanos.
El siglo XIX comenzó con reiteradas epidemias -fiebre amarilla-, la citada galopante inflación y una creciente intranquilidad socioeconómica que fue detonante de diversas algaradas y motines. Hasta la primera mitad del siglo se sucedieron graves episodios de hambruna – en especial la de 1.847- y culminó con la epidemia de cólera de 1851. Pese a estas cíclicas recesiones el lugar siguió siendo básico para el abastecimiento del mercado interno insular, además de introducirse en las tierras más cercanas a la costa el nopal para el cultivo de la cochinilla. La consecución de la parroquia en 1845 fue tardía ante la presión del curato de Arucas por mantener su presencia en el lugar, la carencia de rentas suficientes y la propia dispersión de una feligresía cuyo auxilio espiritual podía ser socorrido por las cercanas parroquias de Arucas, Teror o Moya. Este auge económico no evitó una creciente emigración hacia América y, a fines de la centuria, hacia la capital insular atraídos por las obras del Puerto de la Luz y Las Palmas m y el elevado dinamismo económico generado en ese núcleo de población.
Durante el siglo XX la introducción del cultivo de la platanera permitió un considerable incremento de la renta media del campesinado, aunque los cultivos de este árbol frutal estuvieron limitados a las zonas comprendidas por debajo de los 500 metros de altitud. El consabido policultivo de abastecimiento fue el otro pilar básico de la economía de Firgas –sobre todo en los primeros años de la centuria y durante la fase inicial de la dictadura franquista-, además de contar con algunas actividades industriales (cal, tejas, ladrillos). En la actualidad su posición geográfica y la mejora en las vías de comunicación cercana a Arucas y la costa norte han favorecido la intensificación de la construcción de viviendas residenciales cuyo impacto sobre los recursos ecológicos deberías ser ponderados.
Continua.

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