martes, 7 de enero de 2014

CAPÍTULO XLIII-V




EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1821-1830

CAPÍTULO XLIII-V



Eduardo Pedro García Rodríguez



1826 Noviembre.  Durante toda la noche, del siete al ocho, se produjeron incesantes lluvias acompañadas de vientos fuertes del N.O. El Puerto Mequínez (Puerto de la Cruz) Chinech, guardará triste memoria de este día por el espantoso aluvión que ocasionó las mismas. Una fragata francesa fue arrojada por la violencia de las olas sobre los peñascos de las carnicerías, muriendo 15 miembros de la tripulación y salvándose tres, que fueron arrojados por una ola gigante sobre el montullo quedando en seco, aunque maltrechos por la fuerza de los golpes recibidos. En estas mismas fechas, el Puerto de Mequínez (Puerto de la Cruz) quedó prácticamente destruido, con grandes pérdidas de vidas humanas, animales, casas y tierras, como consecuencia del terrible aluvión que azotó toda la isla de Chinech (Tenerife) y que  sería para siempre recordado como: <<El aluvión del 26>>.

1826  Noviembre 7. El Aluvión que azotó las islas fue uno de los que se guarda ingrata memoria por los enormes desastres que causó en las islas Canarias. Una de las islas más afectadas fue sin duda alguna la de Tenerife, en ella, las fuerzas incontenibles de la naturaleza descargaron su potencial destructor arrasando tierras de cultivos, destruyendo casas y árboles, cambiando los cauces de los barrancos, cobrándose gran cantidad de vidas humanas e innumerables cantidad de ganados, los habitantes de la isla, especialmente los de la zona norte, creyeron firmemente que aquella aciaga noche el cielo se les desplomaba encima como castigo de sus muchos supuestos pecados.

Las sequías eran –y son -  frecuentes en la isla de Tenerife hasta pocos años antes del terrible aluvión. Las gentes achacaban las pocas lluvias al  incontrolado y desmesurado aprovechamiento de los montes, los cuales eran talados para la obtención de maderas, leña, carboneo, además de la nefasta apetencia de nuevas tierras para cultivo por parte de los grandes terratenientes. Como consecuencia de la masiva deforestación de los bosques, el clima comenzó a sufrir visibles variaciones, dándose con alguna frecuencia el fenómeno denominado manguera o bomba, que cayendo en un solo punto una gran tromba de agua, arrasaba sembrados y arrastraba tras de sí las capas de tierras de labor, como sucedió en La Gomera, y en la Orotava en 1815, así como en otros puntos de la isla, causando enormes pérdidas humanas y materiales.

En la isla de Chinech (Tenerife,) una de las comarcas más afectadas por la aluvión del 26, fue el Valle de Taoro. Entre las zonas más castigadas por el huracán estuvo el Puerto de la Orotava,  la oscura noche del 7 al 8 de noviembre, estuvo precedida por intensas e incesantes lluvias acompañadas de fuertes vientos que soplaban del N.O. esta terrible noche quedó registrada en los anales de la historia de Mequinez (Puerto de La Cruz,) como una de las más nefastas que tuvieron que soportar sus atribulados habitantes.

Las aguas arrastraron árboles, cultivos, personas y animales, destruyendo los alrededores del pueblo, llenando de escombros la plaza real y saliéndose de madre los barrancos, estando a punto de ser arrastrada al mar la población completa como lo fue la batería de San Carlos con todas las edificaciones de los alrededores, pereciendo  dos de los soldados que estaban de guarnición en la misma, otro consiguió escapar a lomos de una cureña, y otros dos lograron escapar hacía San Telmo, momentos antes de las aguas alcanzaran al reducto. Un derrame del barranco también alcanzó y derribó al fuerte de San Telmo. El ímpetu de las aguas fue tal que, barrancos como el de la montaña del Fraile que tenían 49 metros de ancho, medido  después de la tormenta dio 413 metros, los escombros arrastrados por los barrancos que bordean al pueblo, ganaron al mar 206 metros el de poniente y 255 el del  naciente aproximadamente. En la jurisdicción de la Orotava se formaron doce nuevos barrancos excavados por la violencia de las aguas.

En Mequinez o Puerto de la Cruz fueron arrasadas casas en la Hoya, El Tejal, Toscal, Cabezas y San Antonio, siendo preciso para transitar por la plaza del Charco, el uso de una barca, la fuerza de los torrentes entullaron e inundaron la mayor parte de las viviendas de la población. Esa misma noche, la furia del mar arrojó contra la costa a la altura de la carnicería, a la fragata francesa Joven Grabiela de cuyos tripulantes fallecieron 15, otros tres fueron arrojados por una gran ola al píe del Monturrio logrando salvar sus vidas, a otro, una ola lo depositó en el muro de la casa de Pascual Caus, donde fue socorrido por éste y su familia.

De la inusitada violencia de este temporal y de los daños que causó en la isla, nos da idea la siguiente relación:

Puerto Mequínez (Puerto de la Cruz, 32 personas muertas, 23 animales, 31 casas destruidas, 6 arruinadas.

Villa de la Orotava, 104 personas muertas, 591 animales, 144 casas destruidas y 75 arruinadas.

Realejo Alto, 25 personas muertas, animales se desconocen el número, casas destruidas 41, arruinadas se desconoce cuantas.

Realejo Bajo, 14 personas muertas, se desconoce el número de animales, casas destruidas 9, arruinadas se desconocen el número.

La Guancha, La 52 personas muertas, animales 344, casas destruidas 72, arruinadas 31.

Rambla, La 10 personas muertas, animales 13, casas destruidas 14,

Icod, 5 personas muertas, animales se desconoce el número, casas arruinadas y destruidas se desconocen.

Santa Ursula, personas muertas, 1, animales 38, casas destruidas y arruinadas se desconocen.

El total de los daños conocidos en los pueblos reseñados fueron los siguientes: Personas muertas 243. Animales 1.009. Casas destruidas 311, arruinadas 112.

Las pérdidas en las superficies cultivables fueron del diez por ciento, según estimaciones de los peritos nombrados al efecto por los respectivos Ayuntamientos de la comarca

Añazu n Chinech (Santa cruz de Tenerife), también sufrió cuantiosos daños como consecuencia del temporal, a pesar de contar con los excelentes desaguaderos naturales compuestos por los barrancos de Tahodio, al norte, de Santos o Araguy en el centro y el del Hierro o Ganigue al sur, además de numerosos barranquillos, entre ellos el del Aceite o Cagalacehite, los de Pino de Oro (Pino de uru), Almeida etc.

Hasta no hace muchas décadas, las lluvias solían ser abundantes y en los inviernos “fuertes”, éstas, hacían “correr” los barrancos, como imponentes torrentes, transportando en sus turbulentas aguas enseres arrancados de las humildes viviendas – casi siempre cuevas naturales situadas en las márgenes de los barrancos – de los pobres moradores. perros, gallinas, cochinos, cabras y vacas, e incluso personas, no era infrecuente verles arrastrados por las ocasionales riadas y flotando en las aguas de la bahía santacrucera, en las proximidades de las desembocaduras de éstos barrancos.

Podemos imaginar la dantesca visión que ofrecía la costa de la ciudad, al amanecer del día 8 de noviembre de 1826. Las aguas teñidas de un color marrón, debido a la gran cantidad de lodos vertido por los barrancos, infinidad de cuerpos de  animales e incluso personas flotando junto a   los objetos más dispares, los mástiles de algunos navíos apenas dejaban ver unos metros sobre la superficie marina, y en la rivera, cascos de naves destrozados mostraban a un cielo de color plomizo sus costillares retorcidos por la furia de las implacables fuerzas de la naturaleza y rodeados por los restos dispersos de  fardos y toneles que el día anterior habían formado parte de  ricos cargamentos con destino a Europa y América. 

Los daños humanos y materiales fueron cuantiosos, 311 casas destruidas y 1.009 las arruinadas. En el Valle de Abikure o Abicore (San Andrés)  fueron arrasadas 600 fanegadas de tierras de cultivo, 3.695 varas de paredes destruidas y 5.368 árboles desarraigados. Se arruinaron la iglesia y siete casas, otras tres fueron llevadas por las aguas del barranco, 8 animales desaparecieron. (vacas y mulos)

En Valleseco las pérdidas se cuantificaron en moneda de la época en 5.300 pesos las perdidas sufridas en las casas y  tierras, 46.450 pesos en el Bufadero, 3.700 pesos en Tahodio, 5.390 en los altos de Santa Cruz (Los Campitos, Las Mesas, Pino de Oro, etc.)  y 25.560 en El Cabo ( de ellos 2.000 pesos en el cuartel de San Carlos, y 1.500 en el hospital de los Desamparados, 1.000 en la iglesia de la Concepción, 8.000 en el puente del Cabo y 1.500 en el convento de Santo Domingo;) más 2.230 pesos en las Mesas, encima de Tahodio, 6.200 en el Camino de los Coches, Almeida y Los Campos y 3.459 en el Toscal, elevándose el total de las pérdidas calculadas en Santa Cruz a 1.860.662 maravedís.

El Jardín de Megliorini, orgullo de sus propietarios-y de la ciudad- quedó totalmente destruido. En Añazu (Santa Cruz) no ocurrieron desgracias personales, quizás por ser una población habituada a hacer frente a los frecuentes temporales que en los inviernos azotan su costa.

Entre los navíos perdidos en tan aciaga noche, en el puerto de Añazu (Santa Cruz) tenemos documentados los siguientes: Tenerife, (a) Alerta bergantín de 290 toneladas, de la carrera de América, que fue lanzado a la costa, con pérdida de 15.000 duros; el bergantín Goleta de 57 toneladas, que también dio en la costa; el bergantín Tinerfeño San Juan Bautista (a) Fortuna, con pérdida de 6.000 duros; el bergantín de bandera estadounidense Potomak, de 112 toneladas con pérdida de 12.000 duros, un piloto y dos marineros; El pailebot de la matricula de Tenerife San Antonio, se perdió en la travesía de Santa Cruz a La Palma, perdiéndose con él los 6 marineros de la tripulación. Además se perdieron en la isla 16 puentes, 10 molinos, 8 acueductos y 3 templos.

El Ayuntamiento Añazero (Santacrucero) acordó formar un censo de los daños y pérdidas por cuarteles (distritos), y solicitar del Rey de España el perdón de los atrasos en las contribuciones, solicitud que fue desestimada por la corona.

Un testigo de excepción de la catástrofe, fue el cónsul de Inglaterra en Canarias Mac Gregor, quien impresionado por la magnitud de la misma y conocedor de la extrema pobreza de las clases populares de Añazu (Santa Cruz)  y de la isla en general, tuvo la iniciativa de promover una suscripción  entre el comercio de Londres, para ayudar a los habitantes más desprotegidos de Santa Cruz, consiguiendo recaudar 545 libras, que eran 3.720 pesos.

Informado el gobierno español por su embajador en Londres de esta humanitaria iniciativa, impidió que la ayuda se hiciera efectiva, aduciendo que, las desgracias sufridas por las islas, era una cuestión interna de la corona española.

La magnitud de la catástrofe tuvo eco en la prensa europea de la época, pero debido a la ignorancia de los periodistas sobre las islas, y por las deficiencias de los medios de comunicación de la época, se publicaron notas informativas tan peregrinas como la siguiente: <<Se afirma que la tempestad que asoló últimamente la isla de Tenerife no ha dejado indemne al célebre Pico. Las rocas que lo coronan han cedido a la violencia del viento; la cumbre desmoronada ha cambiado de aspecto y el monte parece hoy menos alto de lo que era antes de la tempestad.>> publicado en “Nouvelles Annales des Voyages”, XXXIII (1827), p. 28


PÉRDIDA DE LA IMAGEN DE LA DIOSA CHAXIRAXI

Siendo las pérdidas humas importantísimas y las materiales muy cuantiosas, éstas, fueron asumidas por el pueblo con la resignación propia del espíritu fatalista que siempre a impregnado los sentimientos de los isleños, quienes – por otra parte - tenemos asumido que el hecho de vivir conlleva todo un cúmulo de desventuras, tanto por la habitual dureza del entorno, como por la continua presión de que somos objeto por parte de los estamentos sociales dominantes. Pero aún así, sufrimos un gran quebranto espiritual con la pérdida de la  venerada imagen  la Diosa Chaxiraxi (sincretizada como:Virgen de la Candelaria,), llegando a poner en duda la veracidad de las palabras de los predicadores católicos,  quienes propugnan que toda catástrofe o desgracia provenía de Dios como castigo por los continuos pecados de los hombres. El pueblo llano se preguntaba ¿cómo era posible que Dios permitiese la destrucción de su Madre, celestial por el tremendo temporal que él había enviado y que  la arrastró hasta el fondo del mar, perdiéndose para siempre.?

El temporal fue inmisericorde con la capilla de la Diosa-Madre Chaxiraxi y sus cuatro ancianos cuidadores religiosos de la secta católica de los Dominicos, quienes pusieron más empeño en salvar el tesoro de la imagen que a ésta. Si bien estos consiguieron refugiarse en la cueva de Achbinico, la que en tiempos anteriores había servido como primera parroquia de Güímar, así como de morada a los condes de la Gomera, no tuvo igual suerte la imagen, la cual fue arrastrada con la capilla por el torrente del desbordado barranco, cuyas paredes de contención que habían sido mandadas a construir por el Capitán General de España en Canarias Conde de Eril, como resguardo del monasterio, no soportaron la presión de las aguas.

La coyuntura fue aprovechada por la comunidad de la secta católica de los dominicos para vender la mayor parte del tesoro de la Diosa Chaxiraxi, pretextando por una parte las necesarias obras de reconstrucción del templo, y por otra, hicieron correr el bulo de que la mayor parte del tesoro había sido arrastrado por las aguas. Entre las piezas vendidas figuraba la celebrada madeja de perlas. Posteriormente una copia de la imagen (de vestir) fue encargada al escultor orotavense Fernando Estéves,  cuyo costo ascendió a 3000 reales.
1826. Los Llanos de Aridane ve nacer a Benigno Carballo Wangüemert. Ejerce como catedrático de Economía Política en la Universidad de Madrid (España). Viaja a Francia y Bélgica por mandato del Real Instituto Industrial para estudiar la organización y enseñanza industrial. De estos viajes hace informes comparativos, lamentando la falta de comunicaciones y máquinas agrícolas de España. Escribe en dos tomos Curso de Economía Política. En el Ateneo de Madrid participa en cursos junto a Alcalá Galiano, Castelar, Echegaray y Moret. Dirige la revista Las Canarias (Madrid 1863). Con aspiraciones políticas escribe Las Afortunadas, donde estrecha relaciones con los liberales e informa de la situación económica y social de las islas.
1826. A lo largo del Siglo XIX, en Añazu n Chinet (Santa Cruz de Tenerife) hubo 7 temporales históricos, los años 1826, 1837, 1853, 1867, 1879, 1892 y 1899. El Castillo de San Miguel, situado en la desembocadura del Barranco de Tahodio. Según Berthelot, en el temporal de 1826 fue empujado hacia el mar, con toda su artillería.

1826. Mayo 26. El Secretario de Gracia y Justicia de la metrópoli, Calomarde, ponía en conocimiento del de la Guerra un interesantísimo oficio del recién estrenado Intendente de la Policía de las Islas Canarias:
"Ha circulado la voz de que en el Congreso celebrado por los Insur­gentes en Panamá el 1 de Octubre, se acordó ir en la Primavera sobre aquellas Islas con Tropas de Transporte para su conquista; con cuyo motivo, y siendo muy lisongeras estas noticias para aquellos habitantes por lo que anhelan unirse a los dominios insurreccionados, me pide recuerde a V.E. la fuerza que tiene pedida a S.M. en unión con aquel Capitán General, siendo de urgente necesidad el que se manden por lo menos mil hombres para contener los esfuerzos de los enemigos del Trono, tanto internos como externos”
En una situación de auténtico aislamiento del Archipiélago, en que la correspondencia oficial con España tardaba hasta la friolera de diez meses en ser recibida en Canarias, es lógico que las autoridades metro­politanas se apresuraran a enviar la prometida fuerza desde Ceuta. Al respecto, Francisco María de León atribuye tal medida a los "abultados partes" del primer obispo de Tenerife, Luís Folgueras Sión, hombre ultra­montano que, a raíz -dice el cronista— de que "un ebrio apedrease las vidrieras" de su casa urgió tal demanda de refuerzos. El regimiento, en efecto, llegó a Santa Cruz de Tenerife el 11 de marzo de 1827, "siendo notable el que tal era la idea que la tropa y oficiales tenían concebida de esta expedición, que desembarcaron competentemente municionados, y en la creencia de que habían de conquistar un país, que estaba en la más perfecta paz y tranquilidad".
Empero, a la luz de estos nuevos documentos, parece que no fue sólo el Obispo el que se puso nervioso, y que tampoco era tanta la paz y tran­quilidad del Archipiélago. Así como tampoco parece ser exacta la asevera­ción sobre el incidente con las vidrieras de la casa de Su Ilustrísima.
El suceso que reseña Francisco María de León es, en primer lugar, de fecha posterior a la decisión del Gobierno de remitir a Canarias la fuerza armada, pues acaeció el 13 de noviembre de 1826, y consistió, no sólo en la rotura de las vidrieras del Palacio del diocesano, "con escándalo del vecindario . sino que, además, se fijaron pasquines en la puerta del edificio”.

El corregidor interino, Berriz de Guzmán, abrió un expediente, aunque por lo que sabemos poco pudo averiguar. El hecho, eso sí, se produjo hacia las dos de la madrugada y también sabemos que el contenido de los pasquines era "conminatorio". (Manuel de Paz-Sánchez, 1994)

1826. Junio 26. El responsable ministerial del Depar­tamento Marina español señalaba que, "todo cuanto se ha trabajado en la Marina desde el feliz restablecimiento del Gobierno legítimo, se ha dirigido casi exclusiva­mente a la conservación de los dominios del Rey N.S. en la América, para donde se han despachado dos navíos de línea, cinco fragatas y otros buques menores, con dos expediciones de tropas y pertrechos destinados al propio objeto". Esta empresa había consumido los recursos disponibles y había impedido la organización de una fuerza naval suficiente para la Península, pues "una Marina enteramente aniquilada como la de España, así en la parte material como en la personal no puede restablecerse sin mucho tiem­po y mucho dinero". Además, confiaba en completar el refuerzo de Cuba -nueva y esencial frontera tras la emancipación del Continente-, con el envío del navío "Soberano" y, a partir de entonces, podrían dedicar sus "esfuerzos a limpiar de piratas columbianos los mares de España y de sus islas adyacentes; estableciendo también como es muy conveniente la co­rrespondencia con Canarias, bajo un sistema regular y bien ordenado". Por último indicaba:
"... las dos atenciones principales a que en el día están destinadas nuestras muy reducidas fuerzas de mar son el crucero del Estrecho y el de los Cabos de San Vicente y Santa María; pero que es también urgente comi­sionar algunos buques para escoltar los mercantes que deberán conducir a Canarias mil hombres de tropa, tres mil fusiles y algunos otros efectos que son muy necesarios en aquellas islas".

El gobierno, pues, había establecido un orden de prioridades de acuerdo con las directrices de la Corona, pero, mientras tanto, las Islas continuaban viviendo en una profunda incertidumbre.

Por de pronto, continuaron los apresamientos por parte de los cor­sarios. (Manuel de Paz-Sánchez, 1994)

1826. Agosto 8. El penitente palmero que, bajo el sigilo sacramental, pedía que su confesor comunicara al Obispo —como lo hizo-, las maqui­naciones de una sociedad secreta con sede en la isla, integrada por Manuel Díaz Hernández y Saturnino Sáceta, José María Carmona y el propio penitente, entre otros; que había "convidado a los colombianos de América a dirigir una expedición a esta isla asegurándoles el éxito de su conquista, con cuyo motivo han procurado, por los medios más inicuos, deponer del empleo de gobernador militar a don Luís Vandewalle, y otras personas adictas al Soberano, para poner en su lugar otras de la misma facción comunera'' .

Asimismo, hay que situar en este contexto la respuesta que dio el Capitán General Uriarte, el 18 de septiembre de 1826, al gobernador mi­litar de La Gomera, "...quedo impuesto de la noticia de invasión que se propone hacer contra estas Islas el disidente Bolívar, cuyo proyecto miro muy remoto, según el estado de las cosas en Costa Firme; sin embargo, doy a V. Md. las más expresivas gracias por el celo en favor del servicio del Rey Nuestro Señor y no dudo que si por algún incidente se ofreciere ocasión de manifestarlo, lo hará V. Md. en términos que las armas de Su Majestad queden con el lustre en que siempre que se a ofrecido las han dejado estos naturales”.

Así, pues, entre el acoso efectivo de corsarios insurgentes y aun de piratas, y los rumores de invasión e insubordinación del Archipiélago trans­currió esta etapa de incertidumbre de la historia insular; fueron momentos ciertamente difíciles y complejos, donde las islas Canarias -grandes en su insignificancia-, estuvieron en la balanza y en los juegos de intereses de las grandes potencias occidentales, como en tantas otras ocasiones. (Manuel de Paz-Sánchez, 1994)



1826 Agosto 25. Nace en Guiniwada el historiador, novelista y músico Agustín Millares Torres.  Destacados son sus trabajos Historia general de las Islas Canarias e Historia de la Gran Canaria. Fue patriarca de la familia Millares que, a lo largo de los años, ha despuntado en diversas ramas de las artes y de las letras. Con trece años ingresa en el Seminario de la secta católica para cursar los estudios de bachillerato, a la vez que completa su formación con clases de música (solfeo y violín). En 1841 ya es miembro de la banda de música del Ayuntamiento de Guiniwada (Las Palmas), realiza composiciones de tipo popular y fomenta la creación de la Sociedad Filarmónica. La falta de recursos económicos familiares le impide cursar la carrera de Leyes. Sin embargo, cursa los estudios en la Escuela de Notariado establecida en Las Palmas y los finaliza en 1846. Ese mismo año marcha a la Metropolis  a cursar estudios musicales en el Conservatorio de Madrid (España) durante dos años. A su regreso a la isla imparte clases de música, y poco después, en 1851, se integra como docente del colegio católico San Agustín, haciéndose cargo de la asignatura de música hasta 1857. En el colegio sucede a Melquíades Spínola, fallecido ese año durante la epidemia de cólera que azotó la isla. En 1852 emprende actividades periodísticas y funda El Porvenir, en cuya redacción figuran también Domingo J. Navarro y Antonio López Botas. Con posterioridad dirigirá El Ómnibus y El Canario. Después de quince años de haber cursado los estudios de notariado, en 1861, accede al puesto de notario en Guiniwada (Las Palmas), cargo en que le sucedería su hijo Agustín Millares Cubas tras su fallecimiento. En reconocimiento a su labor, es nombrado miembro correspondiente de la española Real Academia de Historia en 1882. Fallece en su ciudad natal el 17 de mayo de 1896. 1860: Publica Historia de la Gran Canaria, en la que recoge todos los hechos de la Conquista. 1871: Publica el primer tomo de Biografías de canarios célebres. Ese mismo año escribe la novela Eduardo Alar, (título que será tomado como seudónimo por su nieto Claudio de la Torre Millares en varias ocasiones). Años más tarde publicaría Benartemi, el último de los canarios. En 1874 publica Historia de la Inquisición en Canarias. En 1882 publica su extenso trabajo Historia general de las Islas Canarias, considerada obra de gran interés en el género.
1826  Noviembre 7. La isla de Chnet (Tenerife) sufrió una de las mayores tormentas de que se tienen noticias. Los daños causados fueron inmensos. En el Puerto de Añazu (Santa Cruz) estaba atracado el bergantín americano Potomak, de 112 ton. El temporal lo estrelló contra el muelle. Murieron el piloto y dos marineros, y las pérdidas de 12.000 duros; el bergantín Tenerife, (a) Alerta, de la carrera de Indias, y de 290 ton, fue arrojado a la costa con daños valorados en 15.000 duros; un bergantín goleta español, de 57 ton. También dio en la costa; el bergantín tinerfeño San Juan Bautista (a) Fortuna, se hundió las pérdidas se valoraron en 6.000 duros; la goleta tinerfeña San Antonio se perdió en la ruta  entre Añazu (Santa Cruz) y Benehuare (La Palma), con sus seis marineros.

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