1836.
Nace en Tedote n Benahuare (Santa Cruz de La Palma) Antonio Rodríguez López, fue profesor de retórica y poética. Como periodista
dirigió los diarios El Time y La Causa Pública. No obstante, su fama se debe a
su obra poética y especialmente dramática. Contribuyó al florecimiento teatral
de la isla. Su primera publicación contenía dos creaciones: 'Los bereberes del
Riff' (1874) y 'Tetuán por España' (1881). Su obra tuvo un merecido
reconocimiento exterior, apreciándose su gusto por el teatro francés de la
época. En 1866 escribe 'Democracia sin partido', libro que no podrá publicar
hasta que no se promulgó la libertad de prensa. En 1869 publicó 'Ideas
democráticas. Reflexiones sobre la unidad religiosa', que venía a ser una
ampliación del trabajo anterior. Entre otras obras suyas destacan: 'El anillo
nupcial' (1874), 'La mamá de roble' (1874) y 'La pena de muerte' (1876). También
tiene otras obras de carácter histórico, como 'Espartaco' (1900), 'Juan
Cambreleng' y 'Cuba'. Fallce en 1901.
“La existencia del periodista, literato y
profesor Antonio Rodríguez López transcurrió entre 1836 y 1901. Nació en Santa
Cruz de La Palma,
en el seno de una familia de clase acomodada y tradición religiosa, que alentó
sus dotes artísticas y propició que cursara estudios en el colegio privado de
la población.
A los diecinueve años, inició una serie de
composiciones destinadas a representarse en los carros de la Fiesta Lustral.
Fue un gran éxito su Escena Lírico-Dramática escrita en S/C de La Palma para la Bajada de La Virgen de 1855.
Durante los años siguientes, su producción literaria y ensayística se iría
publicando, sin apenas descanso: La
Trompa de caza (1857), La Virgen del
Risco de la Playa
(1859), Los bereberes del Riff (1861), Juan Gutenberg (1862),
Los dos brezos (1863), Vacaguaré (1863), La choza
del tío Martín (1864), La democracia sin partido (1866), Apuntes
biográficos de Don Manuel Díaz (1868), La aurora de la libertad
(1869), La Cruz
de azabache (1870), Poesías (1873), El anillo nupcial
(1874), La mamá de roble (1874), La pena de muerte (1876), Espartaco
(1900).
La intensa actividad profesional y artística que
desplegó a lo largo de su vida estuvo condicionada por tres circunstancias. En
primer lugar, por la prolongada depresión económica en que vio sumida a La Palma durante su infancia y
adolescencia. El drama de la miseria dejó huella en su sensibilidad y explica
su perseverante implicación en empresas que procuraban el desarrollo material
de la Isla. En
segundo lugar, su pensamiento estuvo marcado por la educación religiosa que
recibió en su hogar y que ampliaron algunos docentes de su colegio de primera
enseñanza. Desde su perspectiva, la sociedad debía preservar la influencia del
cristianismo por tratarse de una religión cuya principal misión era redimir a
la humanidad, tanto en este Mundo como en el Más Allá. En tercer lugar, su
actividad vino determinada por su adscripción al conjunto liberal de la
sociedad palmera. Antonio Rodríguez López perteneció a una generación emprendedora,
heredera de los hombres de talante progresista que cruzaron la primera mitad
del ochocientos, encabezados por la figura del sacerdote Manuel Díaz Hernández.
Este sector -integrado por profesionales, comerciantes y artesanos- concluyó
que el futuro de La Palma
pasaba por fomentar las ideas derivadas de la Revolución Francesa
y por impulsar el progreso material.
Antonio Rodríguez López y otros miembros de su
generación como Faustino Méndez Cabezola y los hermanos Ferraz se conjuraron
para rescatar a su Tierra de la miseria y de la injusticia social, difundiendo
el pensamiento liberal, impulsando su desarrollo económico y promoviendo la
cultura.
La fundación del primer periódico de La Palma, El Time, fue una de
sus iniciativas más destacadas. A mediados de los años cincuenta del siglo XIX,
Faustino Méndez Cabezola y Antonio Rodríguez López concibieron el proyecto de
editar un periódico. Ambos asignaban a la prensa un papel fundamental en sus
planes de regeneración, pues, desde sus páginas, se podían defender las ideas
progresistas, plantear las obras públicas necesarias para el desarrollo
insular, promover campañas para obtener la concesión de colegios y difundir la
cultura entre sus habitantes. La prensa, escribiría Rodríguez López, "como
una cuidadosa madre, inquiere las necesidades de los pueblos, sondea sus
aspiraciones, comprende sus deseos y estudia sus costumbres, trabajando
lentamente pero con perseverancia en la grande obra de la civilización, cuya
marcha acelera" (El Time, 12 de julio de 1863). Así, la
nueva publicación acometería, "con la mayor buena fé", "la
ardua misión de procurar con la fuerza moral de su palabra contribuir al
progreso de esta isla" (El muelle de Santa Cruz de La Palma, El Time, 1
de noviembre de 1863). La aparición de El Time fue el arranque de la tradición
periodística palmera. Durante los cien años siguientes, La Palma asistirá al nacimiento
y desaparición de decenas de periódicos de todas las tendencias e intereses.
Antonio Rodríguez López sostenía que el avance
económico de La Palma
pasaba por la extensión del regadío, la protección de los montes, la promoción
de las industria sedera, el apoyo a los astilleros de ribera, la construcción
de un muelle en la Capital
y la creación de una red de carreteras insulares que facilitara las
comunicaciones entre la parte occidental y oriental de la Isla. Durante las
siguientes décadas, las infraestructuras propuestas por Antonio Rodríguez López
y los dinámicos miembros de su generación, así como los argumentos que
emplearon para defenderlas, constituyeron la base de los programas de
asociaciones políticas, sociedades ciudadanas e instituciones públicas.
En cuanto al estímulo cultural, Antonio Rodríguez
López juzgaba que la enseñanza era la clave del progreso: "la
educación de la niñez y la juventud han sido consideradas en todos tiempos como
la base principal en que se apoya la felicidad y el porvenir de los
pueblos" (Educación (I), El Time, 14 de agosto de 1864). La
educación, insistía, era "el inmenso resorte, el medio más principal y
poderoso con que esa ley inviolable que llamamos progreso empuja incesantemente
a la perfección" (Educación (III), El Time, 11 de septiembre
de 1864). En esta línea, coadyuvó a la apertura del colegio privado de segunda
enseñanza Santa Catalina, en cuyas aulas se formaron cientos de palmeros.
Treinta años después de su muerte, la II República convirtió el centro privado en
instituto financiado por el Estado.
Pese a ser una persona enfermiza, su actividad
fue vigorosa. Junto con algunos de los redactores que compartieron la aventura
de El Time, colaboró en la reorganización de La Sociedad Económica
de Amigos del País, participó en la fundación del Museo Natural y Etnográfico,
promovió la creación de bibliotecas públicas y privadas, escribió en nuevos
periódicos, tomó parte en exposiciones como La Palmense de 1876, impulsó
sociedades como La
Cosmológica (1881) y colaboró en asociaciones culturales como
La Dramática
(1899).
Este quehacer, las ideas que proyectó, las
conferencias que impartió, los escritos que publicó y su labor docente
contribuirán a formar una generación de jóvenes que vigorizó al conjunto
progresista de la sociedad palmera. De este colectivo, surgirán el Partido
Liberal, el Republicano y, posteriormente, las agrupaciones Socialistas y Comunistas.
Políticos relevantes durante el primer tercio del siglo XX, como Pedro y Alonso
Pérez Díaz o José Miguel Pérez, tomarán como punto de partida el legado de
Antonio Rodríguez López y sus coetáneos.
Su concepción del patriotismo insularista,
expuesta en las páginas de El Time y, posteriormente, en la Causa Pública
(1871-1872), arraigará en el discurso de las distintas fuerzas políticas de La Palma. El sentimiento "patriótico"
tenía el valor de aunar a los ciudadanos en torno "a los asuntos que
pueden ser de duración y engrandecimiento de la Isla" (El Time, 2 de agosto de
1863). De esta manera, la unión en pos del adelanto de la patria chica podía
contrarrestar las "parcialidades esterilizantes" con que, a
su juicio, actuaban los partidos políticos (El Time (II) y la Unión, El Time, 25
de mayo y 3 de julio de 1864). En adelante, uno de los peores reproches
imputables a un partido será anteponer el interés de la organización al
benefició de la Isla.
Antonio Rodríguez López no tuvo el mismo éxito a
la hora de defender su doctrina religiosa. Hasta 1936, las fuerzas políticas y
sindicales surgidas del entorno progresista se inclinaron por las tendencias
anticlericales y muchos de sus miembros se inscribieron en la Masonería, asociación
que, durante las siguientes décadas, abogará por una reducción del ascendente
de la Iglesia
sobre la vida nacional.
Justo al doblar la esquina del siglo XX, Antonio
Rodríguez López dejó este mundo. Había dedicado buena parte de su vida a luchar
por encauzar a su Isla en la senda del "progreso moral y
material", con el fin de mejorar la suerte de sus habitantes. Nunca
cejó en ese empeño. Siempre pensó que alcanzar el grado máximo de
perfectibilidad en la Tierra
(la "Civilización") era el paso previo para que el hombre se
ganase el "Cielo", en el que creyó. (Tomado de; Elapuron,com,
2009)
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