AGUSTIN PERAZA BETANCOURT
Eduardo Pedro García Rodríguez
1817.
Febrero 7. Carta del Comandante
Antonio Páez, en Isla Margarita, al canario Agustín Peraza Betancourt en Santo Tomás, 7 de febrero de 1817.
Cuartel
General de la
Margarita. Febrero 7 de 1817, y 7° de nuestra gloriosa insurrección.
Viva la Independencia
Desde el Campamento de Araure en que tuve noticia de
Vm., según la descripción que de su carácter me hizo su paisano; las opresiones
que del Gobierno Gótico ha sufrido e, igualmente, el descarreo que le ha
sido preciso emprender. El Oficial apuntado manifestó lo adherido que es Vm. a nuestra
causa, por lo que inferimos animan a Vm. los mismos sentimientos que animan a cuantos
proceden de su mismo suelo; y así me tomé la satisfacción [de] invitarle a
seguir las banderas de la
Patria, que a más de la
gloria que le cabe a sus generosos defensores, y el asilo de estos miserables; donde tiene su imperio la hospitalidad.
Como Vm. no me acusó recibo de aquella, persuadido padecería extravío, o
dudado Vm. sobre lo que le parecería intempestivo, repito esta, para decirle
[que], si gusta venirse en esta flechera
que regresa a esta Isla puede; pues el Comandante de ella va encargado de su persona. En aquella dije a Vm., a
nombre del Excmo. Capitán General y
Jefe Supremo de la República,
sería Vm. colocado en la Caballería de Subteniente, y de Teniente en la Infantería dirigiéndose
a esta Isla, donde se pasaba
al Gobernador de Hampatán, la correspondiente orden para su asignación que como tan indispensable debería abonarse desde
el momento de su embarque.
Don Pedro, su confidente, dice
cual es su determinación por ahora; le
indicara la conducta a seguir, en lo sucesivo, "en iguales casos con los Jefes
de jurisdicciones extrañas"
.
En Supremo Consejo de Castilla falló a favor de las autoridades civiles, y,
con fecha 22 de febrero de 1820, ordenó al Comandante General que
"si en los sucesivo se remitiesen papeles sediciosos a los Jefes militares
deben
estos ponerse de acuerdo con esa Real Audiencia y autoridades civiles, a
fin de conservar la tranquilidad pública e impedir la propagación de ideas
perniciosas".
Si examinamos no sólo estos sucesos sino, también, el impacto del corso
insurgente en Canarias, en su conjunto, resulta llamativo ese conglomerado de
actitudes contradictorias, la apatía de los comerciantes, la aparente
simpatía de numerosos isleños por los insurgentes, la propia actitud de los
corsarios en algunos casos, las sospechas hacia determinadas autoridades que,
en definitiva, tenían encomendada la propia seguridad de las islas Canarias,
entre otros factores.
Los
canarios, casi desde los tiempos de la Conquista, estaban acostumbrados a
las correrías y al pillaje de toda clase de piratas y corsarios 1(",
mas las circunstancias históricas e internacionales eran diferentes. Ahora no
se trataba de predadores protestantes o musulmanes, sino de pueblos con los que las
propias Islas poseían una vinculación ancestral y profunda. Sin duda,... fueron años
de gran incertidumbre y, al cabo, tanto la falta de una determinada conciencia política
regional, cuanto, el complejo equilibrio de intereses internacionales, impidió que esta remota provincia de España, más
parecida en muchas cosas -en palabras
de José Murphy- a una provincia americana que a una europea; se desgajara, como
sus hennanas de América, del árbol troncal de la madre patria.
deseche
Vm. esos vanos temores [...] que pronto entraremos en la Capital de
Venezuela. Los preparativos que Vm. observa se dirigen al desembarco en Ma[ique]tía, e [iremos] a la Guayra, véngase Vm; pues
sus [dispojsi-ciones y espíritu Republicano
lo hacen digno de las consideraciones de la Patria, y concurren los servicios que hizo su tío
a la misma, que le recompensó con
la graduación de Teniente Coronel con que murió gloriosamente en la batalla de Choroní.
B.L.
M. a Vm. SSS Antonio Páez. Comandante.
Carta de Agustín
Peraza Betancourt a Páez. Santo Tomás, 1817.
S.T.
[...] de [...] de 1817. Sr. Comandante Don Antonio Páez.
Copia 1: Con bastante dolor mío
recibo la apreciable de V. fecha de [...], por
la que V. se sirve participarme la
infausta noticia del fallecimiento de mi tío, que en la batalla de Choroní fue
inmolado en defensa de esa causa de Independencia. Sin embargo, me es satisfactorio el que ya que
abrazó la causa del País que le sustentó por
tantos años, e igualmente a innumerables
Paisanos nuestros, diese las pruebas de fiel, constante y nada ingrato al Gobierno Republicano que en recompensa
le condecoró; y en fin del resto de su familia hará las justas
consideraciones a que no son desatendibles.
Aunque
no había contestado a la anterior que V. se dignó dirigirme por conducto del Oficial Paisano, ha sido por razones meramente
políticas; y que me hallaba en
territorio donde domina aún un despótico Español; que piensa arbitrar
coartar las opiniones; y por consiguiente (como todos los de esta clase) usurpar a Dios los atributos privativos, sondear los
corazones; omito más explicarme; mas no me calificarán ingrato.
Las ofertas con que, a nombre del ler. Jefe, V. me honra sin yo merecerlo, por ahora me es forzoso
desestimarlas, por hallarme bastante delicado; y aunque me hallo más
restablecido pienso dirigirme a La
Habana, cuando un asunto
urgente me obliga a emprender este viaje; estoy a la verdad en indigencia; esto es: lejos de la
abundancia, pero no de lo necesario para mi individuo.
Me acuerdo
que en la anterior de Araure me dice que, según informe genuino,
formaría un buen militar, y que el espíritu Republicano de que estoy poseído, es un presagio
seguro de... Yo debo manifestar a Vm. que no
es mi espíritu, y disposiciones, tan sólo sí que como todo Canario sigue el entusiasmo Nacional de que todos están poseídos,
a Vms. les parecerá Republicano, a la
verdad que las dos voces tienen el mismo significado; pero yo en medio de la
densa niebla, de mi poca explicación quiero decir: no sufren opresiones,
pensiones etc. etc.. que los Americanos han sufrido, y una gran parte aún sufre; porque aquellos a
fuerza de sus brazos han sacudido el
yugo; para siempre han prestado obediencia al Soberano, que no es culpante de
los abusos de sus Magistrados; los que in totum no se verán reformados Ínterin cada Provincia no se
gobierne por Patricios: "en esta
parte tienen Vms. razón", y por esto sería pronto a derramar mi sangre, para que mi País estuviera insurreccionado, para
conseguir esta pretensión justa.
Es cuanto puedo contestar a la favorecida de Vm., e igualmente encarezco
signifique mis expresivas gracias a S.E. Dios guarde a V. ms. asi. como desea el Q B L M=
Agustín Peraza Betancourt. (Manuel de Paz-Sánchez, 1994)
1817. Abril 8. Tal como
señala Bealer, algunos corsarios sudamericanos no se conformaron sólo con devastar
el comercio español, sino que para "favorecer la causa de los patriotas de
América sembraron la semilla de la rebelión en los dominios reales de las
Canarias". En tal sentido, este autor reproduce un despacho del 8 de abril de 1817, procedente de Santa Cruz de
Tenerife y publicado en LeMoniteur Universal de París, que matizaba
"la extensión de las operaciones
de los corsarios y los esfuerzos que hacían para fomentar la rebelión". El documento, ciertamente,
merece ser reproducido:
"El
comercio de nuestra plaza y de las Canarias ha sufrido grandes pérdidas debido a las numerosas capturas de
barcos españoles que han tenido lugar. Los corsarios independientes se
vuelven cada día más audaces. Parece que han tenido éxito en establecer
comunicaciones con la costa y por lo tanto toda medida que el gobierno toma para
proteger la propiedad y asegurar la fidelidad de los marinos es infructuosa;
barcos pequeños son capturados todos los días por navíos armados y bien
tripulados. El país está inundado de proclamas que incitan a los habitantes a
rebelarse contra la madre patria y colocarse bajo un protectorado (un
gouvernement protec-teur). Pero todas las amenazas no pudieron sembrar la
inquietud ni alterar la confianza en las autoridades legítimas. El
gobernador general no descuidaba nada para conservar la autoridad de su
soberano, es un servidor bueno y leal". (Manuel de Paz-Sánchez, 1994)
1817. Marzo 4. Agustín Peraza Betancourt, natural de Fuerteventura, era "de genio díscolo; de costumbres corrompidas, de condición perversa, y muy dispuesto para todo lo malo. Su depravada conducta obligó a mi anterior el Duque
del Parque a corregirlo de un modo áspero", según el Capitán General
La Buría. Con
posterioridad fue sumariado y condenado a servir en un regimiento de la Península; de donde pasó a América.
El 4 de marzo de 1817, Peraza
Betancourt escribió una carta desde Santo
Tomás, en las Pequeñas Antillas, al Cabildo tinerfeño, junto con otras misivas, y pidió al Muy Ilustre Ayuntamiento
de La Laguna
que diera a la estampa y divulgara
entre la población una proclama intitulada: "Amados Compatriotas".
El documento, aunque con un estilo tosco y confuso, constituye, sin embargo,
una auténtica diatriba contra el Duque del Parque, Vicente Cañas Porto Carrero; contra Fernando de la Vega, Marqués de Casa-Cagigal
y, en definitiva, contra los despóticos funcionarios peninsulares, al tiempo que
se deshace en alabanzas hacia la institución municipal lagunera, a la que considera genuina representante de los
intereses populares y salvadora de
Canarias en estos años críticos.
En el texto se reflejaba, asimismo, la dialéctica bolivariana definida en el
Decreto a Muerte de Trujillo: "Españoles e isleños...", tal como expresan los siguientes párrafos:
"Debéis sacrificar
vuestra sangre, que siempre es preciosa, y aceptable la victima cuando es inmolada en el Altar de la Patria: Despertad del
letargo en que yacéis, e imitad al fuego adormecido entre las frías cenizas que
al menor ímpetu del aire prende en los
combustibles que le rodean; las América Septentrional y Meridional os contemplan: Venezuela, a causa del
terremoto, pudo ser reconquistada por
nuestros Paisanos; fueron, para conseguirlo, sacrificados 9.000 o más al mando de su Caudillo don Domingo Monteverde,
quien después de defender la causa
de España y recibidas dos heridas, se le premió con un arresto, y consumada su remuneración ir a España bajo Partida
de Registro. Los Isleños dieron la entrada el año de 12 a los Españoles, que
debían respetar al resto de sus familias; no compatriotas: son perseguidas, atribuyéndose a sí mismos las
glorias: sus viudas e hijas violadas; sus intereses usurpados; el
saqueo y el ultraje".
Y, más adelante, como luego se verá por extenso, hacía un llamamiento
a la unidad de todas las Islas frente a la tiranía.
"Pensad que sois una misma familia: si esa
Provincia la componen 567 Poblaciones, porción que excede a la de que se
componen muchas de la de América, especialmente la de Venezuela que se
señaló como la primera que levantando el Pendón de su Independencia resonó
su voz, en los más remotos Países del Globo, así como el mortero al
tiempo de la explosión anuncia su sonoro estrépito a la bóveda Celeste. Si
reina entre vosotros esa discordia, que devora los Pueblos, y separa las
familias, imitad a los habitantes de las 17 Provincias de los Estados
bajos del Norte: no conocen más, ni se glorían de otro epíteto que este: 'Uno e
indivisible'. 'La Unión
hace la fuerza'. La fuerza física no puede por sí sola subsistir, sin
consolidarse con la moral: Cesen esa rivalidad con que os miráis los
habitantes de Canaria con los de las demás; pues bien sabéis que es la
fuente inagotable de la disención. Vuestro honor, vuestras conciencias, y
vuestros intereses están sellados bajo estos sólidos principios: la Anarquía es tan
perjudicial, que llega a ser más gravosa que la dominación del mayor de los
tiranos, y esta suele ser introducida por una mano extraña, para el
logro de sus proyectos: hace derramar la sangre inspirando la desconfianza del
Gobierno que obtienen los del País, cuando ellos son los susceptibles de este
recelo".
El Ayuntamiento de La Laguna y, también, el de
Las Palmas de Gran Canaria, que había recibido un oficio del Capitán
General para saber si tenía alguna noticia del asunto, hicieron votos de
fidelidad al monarca y a España, denigraron la actitud del agitador
ultramarino y expresaron su malestar, como luego veremos.
La Corporación de Las
Palmas, en sesión del 15 de julio de 1817, declaró que desconocía la
existencia del libelo, y se consideró agraviada y ofendida por la mera duda
sobre su inquebrantable adhesión y lealtad a la Corona, pues,
según manifestó, en "la
Gran Canaria no hay más espíritu que el de la sumisión a S.M., y de cuya
honorífica idea es muy difícil separar a sus
leales habitantes, y que no podría conseguir un miserable papel anónimo".
Pedro
Rodríguez de La Buría,
finalmente, se mostró convencido de que la proclama no tendría los efectos deseados
por su autor, porque los canarios eran obedientes a las autoridades y
pacíficos, y "si algunas ideas de
las que en otro tiempo llamaron liberales se admitieron en el ánimo de varios sujetos en la pasada
época del desorden y de la anarquía, si no las he destruido completamente, al menos las tengo sofocadas en fuerza de
mis persuasiones e incesante vigilancia".
El Capitán
General anunció también, sin embargo, que no remitía el original de la proclama a la Corte por estar a la vista
tres corsarios insurgentes, "a fin de
evitar caiga en sus manos", y, además, aprovechó la ocasión para pedir refuerzos frente a estos
enemigos, pues para la "defensa de esta Plaza sólo tengo 460
hombres milicianos mal disciplinados, mal pagados,
mal vestidos, y que de cuatro en cuatro meses dejan el arado para tomar el fusil. Por consiguiente no me considero
libre de un golpe de mano, ya sea en
esta Isla, ya en cualquiera de las otras". (Manuel de Paz-Sánchez, 1994)
No hay comentarios:
Publicar un comentario