CASTELLANIZADO COMO PUNTA DEL HIDALGO POBRE
TOMADO DEL LIBRO: EL MENCEYATO DE TEGUESTE:
APUNTES PARA SU HISTORIA
Capitulo I-I
(para esta separata)
Eduardo Pedro
García Rodríguez
Aguahuco (Punta del Hidalgo)
Gentilicio:
puntero/as
Es una localidad costera de la isla perteneciente al
Menceyato de Tegueste, es el extremo
de tierra más adentrado en el mar de toda la isla Chinech (Tenerife).
En la época precolonial fue un señorío independiente de los
demás excepto con el de Tegueste con
el que mantenía cierta dependencia, posiblemente por relaciones de parentesco.
La relación histórica documental de este Achimenceyato
trasmitida por las crónicas e historiadores es ciertamente limitada, casi
siempre basada más en leyendas y tradiciones que en hechos históricos
contrastados.
El primer Achimencey de la zona fue Aguahuco, hijo de una
mujer cucaha de Tinerfe el Grande y que
fue administrador de este territorio por designio de su padre. Según cronistas
de la época, Zebenzuí, hijo del primer Achimencey, fue el señor de Adaar en tiempos de la invasión y conquista
española. De su actuación en la defensa de la isla, hay testimonios de los
documentos que narran la historia de la conquista de Chinech (Tenerife) como
consecuencia de su participación activa en las batallas que protagonizó junto a
Benchomo, Tinguaro, Acaymo como Sigoñe
(Capitán) de Tegueste II.
Se distinguió especialmente en la batalla de La Matanza de Acentejo y de forma notoria en la de Las Pañuelas en Tegueste.
Posiblemente el nombre guanche del Achimenceyato fuese Adaar, siendo conocido después por los
invasores por el patronímico de su
regente.
Entre las tradiciones recogidas por los historiadores
figura esta sugerente narración:
“Desde los tiempos de Alonso Fernández de Lugo, Zebenzuí
fue perseguido y marginado debido a sus “pillajes y robos de ganado a los
conquistadores”, que empleaba en alimentar a su pueblo, recluido en el cerco de
aislamiento dictado por el Adelantado, en la Cordillera de Anaga, y que pasaron a la historia como
los “insumisos de Anaga”.
De estas leyendas quizás la más asumida se la recogida por el criollo, clérigo católico e historiador José de Viera
y Clavijo, quien nos legó el siguiente
relato en torno a la figura de Sebenzui:
“Además de los nueve hijos legítimos que dejó el Gran Tinerfe, tuvo otro
bastardo que se llamó Aguahuco; éste no tomó para si el titulo de mencey,
como los otros, sino el de achimencey, que es decir el ‘hidalgo pobre’,
contentándose con un pequeño territorio situado a la parte del Norte de la isla
que todavía retiene el nombre de Punta del Hidalgo.
Zebenzui su hijo, fue un bárbaro ilustre que llevó el heroísmo
de la simple naturaleza hasta un punto excesivo. Sirvióle el valor de mejor
patrimonio que el que había heredado, pues, pagados los reyes sus parientes de
las acciones atrevidas que ejecutaba, solían regalarlo a competencia,
especialmente Beneharo de Anaga, que apreciaba los hechos en que tenía parte
la osadía. Pero los vasallos de estos mismos príncipes que le admiraban habían
concebido un odio mortal contra Zebensuí, al experimentar que les tiranizaba
sus familias y les robaba sus ganados.
Ya estos pobres pastores estaban cansados de murmurar en secreto de
aquellas opresiones, cuando penetrados de su amargura se presentaron algunos en
el tagóror del rey Benchomo de Taoro, implorando su poderosa
protección a favor de sus cabañas y sus crías. Benchomo, sintiendo estos
excesos de un deudo a quien era preciso contener sin deshonrarle, tomó una
resolución que nos pone de manifiesto su carácter, dándonos una idea de la
agradable simplicidad de aquellos hombres.
Cierto día muy de mañana salió de su palacio de Taoro solo y como de incógnito
y, llegando repentinamente a la cueva de Zebensuí, le halló acabando de comer
un cabritillo que él mismo había asado por sus manos. La inopinada visita de
semejante personaje no pudo menos de turbar al Hidalgo Pobre, pero se aumentó
su sorpresa cuando oyó de la boca del mencey las más severas reprensiones sobre
su violenta conducta. “Yo, Quebehi (respondió el Hidalgo), me siento tan fuera
de mí al ver la honra que me haces entrándote en este pobre albergue y al oír
tus reconvenciones, que no sé qué me haga. ¿Llevarás a bien que salga a buscar
alguna cosa para prepararte la comida?” Benchomo, deteniéndole entonces por el
brazo y fijando en él unos ojos llenos de fuego y de majestad, le dijo así:
“Detente, Zebensui, y no pienses darme de comer de lo ajeno. Ten juicio y
advierte que el príncipe no puede sustentarse de la sangre de los vasallos
infelices, a quienes debe mirar siempre con entrañas de padre. Dame gofio y
agua, y éste será para mi el banquete más delicioso”.
Zebensui le presentó el gofio y el agua (sin sal, porque no la tenía) y,
habiéndolo amasado Benchomo, empezó a comerlo diciendo: “Primo Zebensui, ¡oh,
si tú conocieses cuán sabroso es este manjar, cuando está amasado con unas
manos limpias y se come sin humedecerlo en lágrimas de los pobres! Los tiernos
cabritillos, los gruesos recentales, cocidos en leche, pero arrancados con
injusticia y execración del calor de las madres y del seno de los pastores
indefensos, sin hacerte más rico, te harán a la verdad muy abominable y digno
de todas mis iras”.
Estas últimas palabras ya las pronunció el rey estando en la misma puerta
de la gruta y, habiéndose salido al instante, marchó a paso redoblado para Taoro, por una senda irregular.
Zebensuí, que había quedado atónito y como petrificado de este suceso, volvió
tan tarde en sí que, cuando quiso seguirle para echarse a sus pies, no pudo
alcanzarle, por más que llegó hasta Tegueste. Refirió al rey de este país
cuánto acababa de sucederle con Benchomo y le suplicó fuese su mediador para
desenojarle y saliese por fiador de su arrepentimiento. Tegueste no sólo le dio la
palabra, sino que le hizo mayoral de todos sus ganados, que eran tan numerosos,
que los guardaban cien pastores.” (Viera y Clavijo)
Aspectos
arqueológicos en torno al Achimenceyato
El Achimenceyato de Aguahuco
es extraordinariamente rico en vestigios arqueológicos de la ancestral cultura
guanche, destacando sobre manera los yacimientos de grabados rupestres,
cazoletas y canalillos usados por nuestros ancestros en rituales de petición de
lluvias, culto a la fertilidad humana y animal así como en acciones de gracias
dirigidas a las Divinidades.
“La
Historia antigua de Tenerife ha estado amparada en diversos
paradigmas.
De ellos destacan particularmente los difusionistas,
evolucionistas unilineales y empiristas, reforzados con la aportación
raciológica de la antropología física tradicional.
Estas perspectivas coincidieron en determinar la
existencia de una cultura arcaizante,
reiterativa y frugal en sus manifestaciones socioculturales, privando a la cultura indígena de las variables
evolutivas secuenciales que entrañaban
su desarrollo, al considerarse el estatismo de su trayectoria sociohistórica y,
por consiguiente, la carencia de dinamismo.
La cultura guanche se contemplaba
materialmente fosilizada, a tenor de las escasas innovaciones
de un registro ergológico repetitivo, poco sustancioso y, a la par, carente de
monumentalidad.
La articulación sustantiva del marco teórico
enunciado influenció, de forma muy particular, las manifestaciones rupestres,
que fueron obviadas y, en ocasiones, desestimadas, por considerar
que una cultura con un grado de desarrollo semejante no
podía contar con este tipo de representaciones. Por lo
tanto, no existía la necesidad de buscar lo que se suponía no podía existir.
Es un hecho palpable que, con la excepción de la presunta inscripción
de Anaga poco más sustancioso se
encuentra en la bibliografía arqueológica de Tenerife hasta
los años ochenta del presente siglo (Siglo xx).
No deja de ser significativo que el establecimiento
de comparaciones con las culturas de La Palma, El Hierro o Gran
Canaria, reafirmase la correspondencia entre la aparente ausencia de
estaciones rupestres en Tenerife y el pretendido
bagaje cultural de sus antiguos habitantes. Lo que no parecía
obvio para las islas citadas, cuyo ambiente rupestre era mucho más conocido y a las
que, en cierta medida, se atribuía un grado más avanzado de evolución sociocultural.
Además, las analogías etnográficas
expresadas desde el evolucionismo unilineal y su paralelismo con
prácticas de la sociedad rural tradicional de Tenerife,
de cara a la confirmación presencial del modo de vida rústico y pastoril de las
sociedades actuales respecto al mundo “guanchinesco”, determinaron
pervivencias culturales que reforzaban la
unidireccionalidad del hombre y la cultura en el pasado
arqueológico y en el presente etnográfico.
En este marco de referencia teórico y conceptual pueden articularse y resumirse tanto el armazón crono-contextual
heredado, como sus explicaciones
sustanciales. De esta forma, las representaciones rupestres indígenas podían
trasladarse a un ambiente subacrual tildadas de queseras (lugares
presumiblemente utilizados para realizar quesos), garabatos de niños y
mayores, pasatiempos, y marcas de pastores practicadas con cuchillos, que se afilarían utilizando las rocas
próximas a los supuestos paraderos
pastoriles, cuya utilización habría pervivido desde época prehispánica.
La descontextualización de la
arqueología tinerfeña, carente —en esos momentos— de bases científicas innovadoras en la teoría
general del conocimiento
humano, promovieron la visión de los petroglifos como inscripciones etnográficas o de la postconquista europea,
descartándose su validación prehistórica. Y
—con posterioridad— deteniendo el reloj extenso de la cultura en un único segmento de su devenir: el
prehispánico.
Por todo ello, fue en los años ochenta
de la presente centuria cuando algunos aficionados y
arqueólogos profesionales comunicaron y publicaron el
descubrimiento de estaciones rupestres en lugares concretos de Tenerife. No
obstante, a tenor de los criterios teóricos y metodológicos heredados, así
como razones de localización y accesibilidad, fueron los motivos figurativos
de las estaciones de Santa María del Mar y Aripe, los que merecieron la
atención de las publicaciones en revistas especializadas o en las páginas de
los periódicos locales.
Se trataba de motivos que llamaban la
atención (barcos europeos bajo medievales) y permitían el
establecimiento de analogías cognoscibles (guerreros
líbicos, caballos, cápridos,...), relacionadas —en parte— con el heterogéneo horizonte
cultural norteafricano o con la etapa inicial de la conquista. Mientras, los grabados
líbico-bereberes saltaban a las páginas de los noticieros con apreciaciones descriptivas comparadas.
La unicidad de estos hallazgos provocó
discrepancias respecto a su adscripción sociocultural entre
algunos investigadores, que les adjudicaban parentescos
totalmente ajenos a los guanches. Por contra, la amplia temática geométrica
representada en esas y otras estaciones rupestres de la isla, no mereció la
atención debida por la recurrencia del marco teórico heredado del evolucionismo
unidireccional y la imposibilidad de establecer comparaciones
interculturales con motivos tan universales y “sencillos”, como es el
caso de los cruciformes, los trazos lineales y los reticulados.
Además, el mimetismo interinsular vía La Palma hacía posible la aceptación
o patente antigüedad de las técnicas de piqueteado frente al concurso de
las incisiones, aparentemente más modernas. Se sobreentendía, así, el criterio
de antigüedad/modernidad en función de las técnicas de realización, dada
la imposibilidad de datar con cronología absoluta los paneles objeto de
curiosidad. En cualquier caso, el piqueteado no solía prodigarse en los sitios
arqueológicos tinerfeños, lo que reforzaba las opiniones dominantes.
Para los más entusiastas, el rescate
puntual mencionado posibilitó el advenimiento de motivos hasta
entonces desconocidos para la mayoría del mundo arqueológico, celebrándose la
incorporación de Tenerife a elementos culturales como la
escritura líbica o la figuración zoomorfa, antropomorfa y de embarcaciones,
en consonancia con lo ocurrido en otras islas del Archipiélago Canario.
Si los signos alfabéticos indígenas y
las representaciones humanas y animales dejaron de permanecer tras una
perceptible cortina de olvido, el hallazgo de lugares asociados
al culto religioso pretérito se consideraba, mayormente,
privativo de la cultura de Gran Canaria, objeto de una complejidad
sociocultural más tangible en sus repertorios ergológicos y monumentales.
O lo que es igual, el primitivismo prehistórico de Tenerife difícilmente
podría acceder a la elaboración de recintos culturales, tallados en la roca, para unas
actividades que el empirismo al uso no le concedía ni reconocía a través del registro de su cultura material. El tiempo y los
hallazgos se han encargado de desmentir tal aserto.
A continuación trataremos la
problemática de los soportes, las técnicas de ejecución, la temática representada, el encuadre
cronológico, la pátina y
la liquenología, la seriación, sistematización y periodización, la adscripción sociocultural, y las analogías
comparadas. Por último, se recoge una síntesis con las principales conclusiones, y la bibliografía.
Tipo
de soporte y localización
Los soportes donde se encuentran las expresiones
rupestres de Tenerife son fundamentalmente pétreos y están ubicados en las proximidades de emplazamientos prominentes, elevados, y dotados de
cierto aislamiento y segregación espacial, como montañas, roques y pitones. En
algunas ocasiones, pueden estar
situados sobre coladas volcánicas superficiales de diversa extensión, mientras
en otros casos existen rocas individualizadas de variado volumen.
En cuanto a su naturaleza geológica, a un nivel más concreto, podemos hablar de soportes basálticos en
los que destacan los materiales fonolíticos, augítico-olivínicos
y los paquetes de toba volcánica. A veces, en estos contextos tobáceos coinciden las manifestaciones
rupestres con canalillos, cazoletas y
orificios tallados en la roca, de configuración morfotécnica similar, aunque con una menor extensión, a los
recintos que en Gran Canaria reciben
la denominación genérica de “almogaren”.” (José Juan Jiménez González, 1996).
Los trabajos de investigación sobre los mismos llevados a
cabo por científicos de la
Universidad de La
Laguna y del Museo de la naturaleza y el hombre del Cabildo
de Tenerife son cuantiosos, por ello, no vamos a incidir en los mismos, nos
limitaremos a señalar brevemente algunos particulares, extractados de un interesante trabajo publicado por el
investigador de la
Universidad de La
Laguna don José Perera López:
“El presente trabajo es fruto del
descubrimiento casual de una estación de grabados rupestres por
parte de Moisés González Pérez que nos comunicó el hallazgo y Pablo Vinuesa
Fleischmann. Más tarde, Rubén Marünez Carmona localizó otra estación a cierta
distancia de la primera. Nuestra labor, por tanto, ha consistido en el estudio
de los grabados y su contexto, ayudándonos
a ello Benito Darías Delgado
Dado el expolio sistemático de que han sido y son
objeto los yacimientos precoloniales canarios, preferimos, como medida de
seguridad, no dar la localización exacta del
enclave. La dificultad de acceso y su desconocimiento han sido los factores que
han posibilitado la conservación de la localidad y no quisiéramos que
por nuestra causa tuviésemos que lamentar el deterioro de ésta.
…el yacimiento puede subdividirse en tres grupos: dos estaciones de grabados y una de restos de construcciones. Por su
localización relativa hemos denominado a las primeras
“estación occidental” y “estación oriental”; de
ellas, la occidental es la más importante ateniéndonos al número y variedad de
grabados. Respecto a las construcciones, nos limitamos a hacer un croquis y una
descripción de las mismas. Su posible carácter aborigen plantea serias
dudas y sería necesario un trabajo de investigación
más profundo que excede a nuestras posibilidades.
Localización del yacimiento
El conjunto arqueológico estudiado se halla
enclavado en un pequeño rellano denominado " La Pedrera ",
situado en la cara Norte de un roque que se localiza en la zona costera de Tenerife. Se trata de un paisaje extremadamente abrupto, en
el que alternan profundos barrancos con
escarpadas montañas. Así, aunque el yacimiento se encuentra a 175 metros sobre
el nivel del mar, se halla a pocas decenas de metros del mismo en línea recta, pudiéndose decir que está en el borde de un acantilado
marino.
Hemos contabilizado un total de 22 figuras que, tipológicamente,
dividimos en 6 categorías. Éstas van desde los antropomorfos hasta
los abstractos pasando, posiblemente, por los zoomorfos.
La ordenación de los grabados no parece seguir un orden prefijado
salvo en el caso de los antropomorfos femeninos que presentan una
aparente alineación en sentido Este-Oeste.
Finalmente, cabe señalar que aunque estudiamos 22
figuras, los grabados presentes en la estación podrían superar este número; el
problema está en que existe toda una serie de formas en las
que es muy difícil determinar si nos encontramos ante grabados o simples
rehundimientos naturales. Por esta razón, hemos preferido ser conservadores y
analizar solamente aquello que parece claramente ser una creación humana.
Grupo de los
antropomorfos femeninos
Englobamos en este apartado cuatro grabados más o menos acabados cuyo
denominador general parecen ser la representación esquemática de mujeres
embarazadas.
Curiosamente dan la impresión de que se encuentran orientadas en
dirección Este, punto cardinal hacia el que apuntan las
"cabezas", y alineadas en “fila india” también en sentido
Oeste-Este. Son las figuras más llamativas del conjunto, especialmente por el tamaño
que alcanzan.
1.- Grabado en el que se ha excavado un surco continuo mediante picado
y sin abrasionar; el canal conseguido se estrangula en su extremo
oriental a modo de “8”, dejando aisladas dos "islas" de roca con
formas toscamente elípticas y de dimensiones desiguales: la oriental, a la
que denominaremos "cabeza", considerablemente más pequeña que la occidental,
a la que denominamos “torso y vientre”. En los extremos occidentales de las
“islas” hay sendas penetraciones del surco que se orienta en dirección más o
menos Oeste-Este; a
la que aparece en la “cabeza” llamaremos “boca” y a la que se inserta en el “vientre” denominaremos “vagina”.
Las
dimensiones de la figura así formada son de unos 59
centímetros de distancia re los puntos más distantes, es decir, del vientre a la cabeza. Esta
medida se puede componer en unos 41
centímetros que alcanza el conjunto vientre-torso, unos 14
centímetros la cabeza y los 3,5 del “cuello”. En cuanto al
ancho del grabado, el timo se alcanza
en el torso con 28,8
centímetros , la cabeza posee 12,3
centímetros anchura
mayor y el cuello en torno a los 7
centímetros . La anchura del surco varía; alrededor de los 1 -2
centímetros . La boca tiene unas dimensiones que van
desde los 2,5 largo a los 1-
2 centímetros de ancho. La vagina tiene una longitud
mayor de 3,5
centímetros y un ancho mínimo de 0,3
centímetros hasta 1,5
centímetros de abertura (tima.
En general la profundidad del surco se mantiene constante en toda la figura,
alcanzando un valor medio de 1,5
centímetros . Fijar la orientación del grabado resulta tanto subjetivo; si tomamos la cabeza como
vértice de flecha respecto al resto del cuerpo la dirección que nos indicaría sería más o menos Oeste-Este.
También hay que tener en cuenta que
la plancha de tosca sobre la que se inserta la figura está inclinada hacia el Oeste, de tal manera que la cabeza queda
realzada respecto al resto del motivo. El estado
de conservación es bueno y no parece que hubiese intención por parte de autores
de completar el esquema con la realización de “brazos” y “piernas”. (José Perera López,
1992).
Cueva Las Goteras
situada en la localidad de Punta Hidalgo, cueva sepulcra1 colectiva: hallazgo de
cráneos. (Diego Cuscoy, L. 1968)
Un reciente hallazgo del incansable “pateador” e
inquieto investigador de nuestra
orografía Javier Miranda ha aportado un nuevo elemento arqueológico a la
extensa nómina de yacimientos existentes en el Achimenceyato de Aguahuco o La Punta del Hidalgo, dicho
yacimiento a sido dado a conocer mediante la prensa local, en un articulo
firmado por Blanca Salazar el 27 de enero de 2011.
Dicho yacimiento esta compuesto por un Santuario guanche
compuesto entre otros elemento de un falo rocoso, de metro y medio de
altura, situado el centro ceremonial guanche descubierto por Javier
Miranda gracias a la tradición oral, se encuentran cerca de Punta del
Hidalgo, el falo esta asociado a canalillos y cazoletas, además de un grabado
rupestre que parece ser un reloj solar.
El yacimiento está enclavado en un lugar identificado a
través de la tradición oral como Cuevas Encantadas, en el barranco de las
Cuevas Ciegas. El entorno natural que le pone marco es de por sí espectacular,
por el abrupto y bello paisaje y por las enormes paredes verticales que
conforman el escarpado barranco que rodea a este centro vinculado a
rituales ancestrales. Javier enfatiza también que las cuevas tienen unas formas
realmente llamativas y que dada su altura y estratégica ubicación, desde ellas
hay unas vistas sublimes del barranco y del amplio cielo que las custodia.
Aunque lo que más destaca del lugar es “su impresionante
sonoridad”. “La
acústica es casi sobrenatural”, según narra su descubridor. De hecho fue ese impactante
efecto sonoro lo que perduró a través de los siglos a través de la tradición
oral hasta llegar a oídos de Javier Miranda. Y fue su gran interés sobre los litófonos guanches lo que le guió hasta el
citado yacimiento.
Nos dice Javier
Hernández: “Un amigo me contó hace tiempo que su abuelo, que había
fallecido hacía 15 años, a su vez contaba que sus abuelos de jóvenes tenían
costumbre de ir ciertos días del año a un lugar cercano a Punta del Hidalgo
para tocar con unas lajas” en una zona de cuevas de gran sonoridad. Añade que
ese longevo señor también decía “que sus abuelos descendían de los guanches”, “hacía las cuentas en guanche”.
Este anciano analfabeto de la cultura europea, prosigue
Javier, dominaba el sistema numérico norteafricano, que gira en torno a
términos como Arba (número cuatro), Versaras, Citara o Guasiriguay.
Pero para su satisfacción y la de sus acompañantes, se
topó con otros vestigios precolonial relevantes. Cita entre ellos huecos en una pared de
roca “que por dentro de la cueva tienen forma circular y por fuera tienen forma
rectangular, algo muy complejo de hacer que tiene que ser obra
de un tallador, aunque algunos siempre han querido contar que los guanches sólo
eran unos salvajes que cuidaban cabras”. Cita también una piedra circular con un
hueco al centro y hendiduras radiales que bien podría ser un reloj solar,
ya que se asemeja a otros relojes guanches catalogados en Tenerife (alguno de
los cuales permaneció en uso hasta hace apenas un siglo). Así como “una media luna excavada en el
suelo”. (Blanca Salazar, 2011).
Territorio, actuales núcleos poblaciones pertenecientes al
Achimenceyato de Aguahuco.
Los Batanes
Según no indica el historiador Ángel Ignacio Eff-Darwich
Peña en su libro 500 años de historia del
pago de Los Batanes:
“Para este periodo cronológico no se puede identificar a El Batán como una
entidad con carácter propio. Esto solo se hará ostensible acabada la conquista,
una vez que tras los repartos hechos entre los conquistadores, se favorezca el
asentamiento de un reducido grupo humano
para la explotación de sus recursos.
La documentación de las primeras décadas del siglo XVI recoge diferentes topónimos
para el actual barranco del Río, dentro de cuyos límites se asienta
nuestro pago: Tedex, Tedix, Tedixe, Tedixa o Tedexa. Sin embargo, un análisis
detallado de los mismos, pone en evidencia
que todos ellos son corrupciones de una sola palabra aborigen cuyo
significado nos es desconocido.
A la llegada de los invasores españoles, la isla parece haber estado
dividida en nueve circunscripciones políticas guanches Menceyatos.
Los mismos eran entidades territoriales autónomas, con unos órganos de poder propios y
ocupando un espacio geográfico perfectamente
delimitado. Su trazado era vertical, acotando varios pisos altitudinales
desde la costa hasta la cumbre, lo cual permitía al grupo humano explotar los
recursos naturales característicos de cada área.
Todo indica que los bordes entre los
diferentes menceyatos estuvieron constituidos por
diversos accidentes geográficos, entre los cuales ocupan un lugar privilegiado los barrancos. Ahora bien, es importante señalar que dichos límites distan mucho de poderse considerar
auténticas fronteras tal y como las entendemos en la actualidad, ya que su carácter permeable permitía el intercambio de materias primas y conocimientos técnicos entre los diferentes menceyatos, amén de estar abiertas a la movilidad de la población autóctona en
determinadas festividades guanches.
Pocos han sido los historiadores que se han
interesado en fijar sobre el terreno el
trazado de los bordes entre los diferentes menceyatos. Bethencourt Afonso a finales del siglo XIX y Diego Luís Cuscoy en pleno siglo XX, han considerado que el barranco del Río constituía parte del límite que separaba a dos de los mas poderosos menceyatos guanches: Anaga y Tegueste. Ambos dieron un
trazado muy similar a dicho borde: arrancando
desde la parte oriental de la
desembocadura del barranco del Río en la Punta del Hidalgo, subiría por el mismo hasta el monte de Las
Mercedes, llegando a San Roque a través del Lomo Largo, siguiendo por el barranco de las Carnicerías hasta La Cuesta. Desde aquí
seguiría su curso hasta llegar al mar.
Sin oponerse a esta primera línea de
interpretación, diversos autores
han señalado la posible existencia de una entidad “política” menor encajada entre
los menceyatos de Tegueste y Anaga, dentro de cuyos límites estaría el
Barranco del Río: el Achimenceyato de La Punta
del
Hidalgo. Según Núñez de la Peña,
al repartirse los hijos del Gran
Tinerfe sus posesiones, Aguahuco, hijo bastardo de este, tuvo en suerte la Punta del Hidalgo, término especialmente pobre a decir del cronista. A la llegada de los
conquistadores, Zebenzuí sería el señor del Achimenceyato destacado, no
solo por su valor, sino porque “...era
grande robador de ganado ageno, que a los de Anaga destruía por
estar allí cerca, y a los pastores de los términos comarcanos...”.Posteriormente,
autores como Viera y Clavijo, Sabino Berthelot o Eugenio de Sainte Marie, retomarían las tesis de Núñez de la Peña, asumiendo como cierta
la posible existencia de dicha entidad aborigen.
Fue el ya mencionado Juan de Bethencourt Afonso quien, basándose en
fuentes orales, es el primero que intenta darle unos límites bien definidos al
achimenceyato. Según dicho autor, los mismos serían: “...al Norte con el mar, al Sur las espaldas de los montes de Las Mercedes,
el Drago, etc.. aguas vertientes; al Este el barranco de las Casas-Bajas que lo separa de Valleseco y una región riscosa
hasta el valle de Chinamada; al
Oeste el barranco de Las Palmas que lo limitaba con Tegueste...”.
Mas recientemente, Hernández Marrero ha hecho notar, siguiendo las datas de
repartimiento, la difícil adscripción del área de la Punta del Hidalgo a un
menceyato concreto.
Las datas
repartidas en el menceyato de Anaga
no sobrepasan, en dirección a Tegueste
el barranco de Taborno, por otro el
límite oriental de este último menceyato desaparece de la
documentación en el barranco de Juan
Perdomo y la montaña de Tejina. Ello
nos deja una amplia zona que abarca
desde la Mesa de
Tejina hasta la Punta del Hidalgo y desde la costa hasta la cumbre, encajada entre Tegueste y Anaga, cuya adscripción “política” no estaría clara. No es una
situación única: Arico, Acentejo, Agache,
Higan, Chasna o Geneto son casos
similares. Para dicho autor:
“...Estas "regiones intermedias" pudieron
haber sido unidades territoriales en proceso de segmentación y lo
consolidación de un territorio más amplio o menceyato, como
el de Anaga, Güimar o Tegueste. Señalando cierta individualidad
en el territorio, mostrada por un topónimo común, creemos que éstas
no alcanzaron a ser entidades políticas independientes o menceyatos,
o por lo menos no lo eran a la llegada de los europeos...”.
En el caso concreto de La
Punta del Hidalgo; ¿cuáles serían los límites de
esta “región intermedia”?. En la costa, el topónimo Punta del Hidalgo
despeja cualquier posible duda sobre su ubicación a estas cotas,
constituyendo probablemente el lugar donde se asentaría de manera
permanente la población guanche. No ocurre lo mismo a medida que ascendemos, ya que aparentemente
desaparece cualquier referencia al mismo.
Reducir los límites del Achimenceyato a las zonas costeras nos parece absurdo ya que,
no solo se opondría frontalmente con lo que
llevamos señalado, en cuanto a que las unidades políticas aborígenes se articulan de costa a cumbre, sino que además
mermaría considerablemente las posibilidades de abastecimiento del ganado
aborigen, reducido en la práctica a alimentarse de la vegetación costera. Dentro de esta línea de
interpretación, creemos que buena
parte del barranco del Río, o por lo menos desde su desembocadura hasta el actual área de El Batán, se
incluiría dentro de esta “entidad territorial”. Podemos aducir algunos
testimonios escritos que avalarían
tal hipótesis. En un arrendamiento de 1530 se habla explícitamente de
dicho barranco como del “...barranco de la Madalena que primero se llamaba de agua del Hidalgo...”. Dicho topónimo
se repite en otra documentación contemporánea consultada, lo cual podría sugerir su inclusión dentro
del Achimenceyato.
En un barranco paralelo al nuestro, denominado por la documentación
“barranco del Hidalgo”, Gonzalo de Córdoba se concierta en
1537, con Gonzalo González para que este le construya un molino de
cubo y rodezno dentro de su propiedad.[1][1] Si estos topónimos posteriores a
la conquista reflejaran la realidad territorial guanche anterior,
sería evidente que el Achimenceyato se extendería, al igual que
ocurre con otras entidades territoriales guanches, de costa a cumbre.
Continua en la pagina siguiente.
GLOSARIO:
Aguahuco (Punta del Hidalgo)
Cuca
Tinerfe
Zebenzuí
Adaar
Chinech (Tenerife)
Benchomo
Tinguaro
Acaymo
Sigoñe
Anaga
Beneharo
Taoro
Aripe
Almogaren
Arba (número cuatro)
Versaras
Citara
Guasiriguay
Tedex, Tedix, Tedixe, Tedixa o Tedexa
Arico
Acentejo
Agache
Higan
Chasna
Geneto
Güimar
Tegueste
Batanes
Capítulos anteriores:
[1][1]
El batán es una maquina
destinada a transformar unos tejidos abiertos en otros más tupidos. Funcionaban
por la fuerza de una corriente de agua que hace mover una rueda hidraulica, que
activa los mazos que posteriormente golpeaban los tejidos hasta compactarlos.
Estas máquinas, estuvieron en funcionamiento hasta finales del siglo XIX.
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Dr Obodubu Is Recognized All Over The World Of Marine Kingdom, As One
Of The Top Fortunate And Most Powerful Native Doctor Of Charms Casts From
The Beginning Of His Ancestors ship Until Now Dr who lives Strong
Among All Other Native Doctors, There Have Never Been Any Form Of
Impossibility Beyond The Control Of Dr Obodubu. It Doesn't Matter The
Distance Of The Person With The Problems Or Situation, All You Have To Do
Is Believe
In The Native Obodubu charms Casts That Works, He Always
Warns Never To Get His Charms Casts If You Do Not Believe Or Unable To
Follow His Instruction.
It Is The Assignment Of The Native Doctor Obodubu To Offer
Services To Those In Need Of Spiritual Assistance Not Minding The Gravity
Of Your Situations Or Distance As Long As Water, Sea, Ocean, Lake, River
Sand etc. Are Near You, Then Your Problems Of Life Would Be Controlled
Under Your Foot.
If You Need Any Spiritual Help On Any of These:
Get Your Lover Back
Fruit Of The Womb
Fibroid
Business Boom
Financial Breakthrough
Get Rich Without Ritual WhatsApp +2349058774809
Do As I Say
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Promise And Fail
Epilepsy
Spiritual Attack
Land/Court Case
Mental Disorder
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Cancer
Examination Success
Spend And Get Back
Good Luck
Natural Health
Hypertension
Diabesity (Diabetic+Obesity
Stroke
Sickle Cell
Impotency
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Commanding Tone
Protection Ring
Marriage Success
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Spiritual Power For Men Of God
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babadoctorobodubuspiritualhome@gmail.com For Spiritual Problem Today And
You Will Surely
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