EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL,
DÉCADA 1721-1730
CAPÍTULO XXXIII
–III
Eduardo Pedro García Rodríguez
1724.
[…] Lo cierto es, como veremos en
nuestras noticias militares, que la isla, conquistada sin el dispendio del real
erario, fortificada, municionada y defendida siempre por sus vecinos, había
separado anualmente, desde 1682, dos mil ducados del uno por ciento para
fortificaciones que debieron cesar en 1724. ¿Pero, por ventura, los vecinos y
naturales de Tenerife y demás Canarias están obligados a defender las islas a
su costa?
Bien sabemos que todos los
vasallos del rey, en razón de tales, sin exceptuar personas de cuantas habitan
sus dominios, que todos cuantos tienen derecho de naturaleza y vecindario deben
defender su patria, sus hogares, sus mujeres, sus hijos, sus posesio-nes. En
esto están comprendidos los canarios; pero nadie ha hecho ver hasta ahora
distinta obligación de parte de las islas ni privilegio particular concedido
con esta condi-
ción. El de la libertad de pechos
no tiene relación a la defensa. Las causales que para ello dio Carlos V fueron
éstas: "Y porque la dicha isla de Tenerife más y mejor se pueble y
ennoblezca y sea proveída de las cosas necesarias; e por facer bien e merced a
los vecinos e moradores e estantes que agora en ellas viven e moran e están e
vivieren e moraren e estuvieren en ella... e acatando los muchos e buenos e
leales servicios que la dicha isla e vecinos e moradores de ella ficieron a los
dichos Católicos Reyes, nuestros padres y abuelos, e a nos esperamos que nos
farán..."
De manera que en todo el contexto
del privilegio no se hace mención directa, ni indirecta de alguna especial
obligación de defender el país; antes por el contrario se halla que el mismo
Carlos V y otros augustos sucesores suyos enviaron armas y municiones a las
islas. También es constante que los fieles canarios no tienen necesidad
de que se les persuada la
obligación de defender su patria y morir gloriosamente por su rey. Bastante lo
han acreditado en innumerables ocasiones. Pero como el pretexto de una mal
entendida obligación puede producir algunas lastimosas opresiones en los pobres
paisanos, convendría se supiese si el que no tiene más que su persona y su vida
y la sacrifica denodadamente, en las ocasiones de defensa, ¿ése ha cumplido con
su obligación, aunque carezca de mejores armas? [...] (Viera y Clavijo, 1991)
1724. La respuesta agraria a la crisis del viñedo en la colonia y a
la coyuntura de malas cosechas de comienzos de siglo no sólo contó con una
extensión de cultivos, sino que propició además la generalización de cultivos
nuevos como la papa y el millo, ya conocidos desde centurias anteriores pero
que se difunden hacia nuevas áreas en la primera mitad del Setecientos. En
especial las papas por sus singulares exigencias ecológicas eran un cultivo
idóneo para ocupar las áreas roturadas en los márgenes del monte, aprovechando
un suelo vegetal rico y una relativa humedad ambiental; es por ello que la
expansión del área cultivada hacia antiguas zonas forestales, sobre todo en
aquellas áreas ganadas al monte verde (laurisilva y/o fayal-brezal), contribuyó
a desarrollar el cultivo de este tubérculo. Los signos que muestran la
tendencia a la ampliación de la superficie cultivada en las primeras décadas
del siglo XVIII resultan evidentes.
1724.
Durante el siglo XVIII y más concretamente durante el
último tercio del mismo, el puerto y plaza de Santa Cruz de Tenerife fue el de
mayor tráfico marítimo de las islas Canarias. Las armadas europeas tanto comerciales como
científicas (y por supuesto las de guerra, aunque frecuentemente era difícil
distinguir las unas de las otras),
hacían escala en nuestra isla para preparar los navíos, arrancharlos, y
dar un descanso a las tripulaciones antes del gran salto hacía el Océano
Atlántico. Algunos de los viajeros de estas armadas dejaron escrito sus
impresiones de la Villa
y puerto de Santa Cruz, a continuación expondremos de manera resumida algunos
de ellos. El astrónomo y naturalista francés, Louis Feuillée en su obra, “Viaje a las islas Canarias”, - el cual tuvo
lugar en 1724 (anteriormente en 1708 había realizado una escala en Tenerife)
nos dejó el siguiente relato sobre el lugar Plaza y Puerto de Santa Cruz de
Tenerife:
“Santa Cruz es una
pequeña ciudad en la isla de Tenerife, construida al borde del mar en el este
de la Isla, muy
expuesta a los vientos que soplan de ese lado. Estos vientos hacen que la
maniobra de acceso a tierra sea muy difícil
y peligrosa. Las grandes olas que llegan del inmenso océano rompen
contra las costas con una violencia impresionante y un ruido espantoso, obligan
a los navíos a atracar de costado, ya que si por desgracia el viento impulsa
hacía atrás un barco fondeado, éste podía estrellarse contra la costa y romperse.
La línea de costa es siempre muy elevada, sólo hay una pequeña ensenada arenosa
al este de la ciudad, en donde se puede descender a tierra cuando el mar está
en calma, es decir, por la mañana y por la tarde.
Esta pequeña ciudad tiene alrededor de trescientas casas.
La parroquia es muy bonita, hay dos conventos, uno de los franciscanos, muy
apreciado por su regularidad y el otro de los dominicos Los calores son
excesivos en ella en todas las estaciones del año.
La ciudad y la rada están defendidas por tres fuertes, una
plataforma y varias fortificaciones a lo largo de la costa. La ciudad está
obligada a mantener los fuertes de
San Juan y San Cristóbal y a pagar sus guarniciones. Tiene
el privilegio de nombrar cada año a los comandantes, que el Capitán General de
las Islas aprueba tras la propuesta; éste nombra al comandante del tercer
fuerte llamado del Santo Cristo del
Paso y de las fortificaciones, para las que el Rey da el
dinero para los gastos de la guarnición y el mantenimiento”. (Eduardo Pedro
García Rodríguez)
1724. La Corona
española desde fines del siglo XVII se interesó por la colonización de Texas.
Entre 1724 1733 137 familias canarias salieron con ese destino. Pero, al
arribar a La Habana,
decidieron establecerse en Cuba.
1724. El
astrónomo y naturalista francés, Louis Feuillée en su obra, “Viaje a las islas Canarias” en su
segunda visita a la isla (anteriormente en 1708 había realizado una escala en
Tenerife) nos dejó el siguiente relato sobre el lugar Plaza y Puerto de Añazu n
Chinech (Santa Cruz de Tenerife):
“Santa Cruz es una pequeña ciudad en la isla de Tenerife, construida al borde del mar en el este de la Isla, muy expuesta a los vientos que soplan de ese lado. Estos vientos hacen que la maniobra de acceso a tierra sea muy difícil y peligrosa. Las grandes olas que llegan del inmenso océano rompen contra las costas con una violencia impresionante y un ruido espantoso, obligan a los navíos a atracar de costado, ya que si por desgracia el viento impulsa hacía atrás un barco fondeado, éste podía estrellarse contra la costa y romperse.
La línea de costa es siempre muy elevada, sólo hay una pequeña ensenada arenosa al este de la ciudad, en donde se puede descender a tierra cuando el mar está en calma, es decir, por la mañana y por la tarde.
Esta pequeña ciudad tiene alrededor de trescientas casas. La parroquia es muy bonita, hay dos conventos, uno de los franciscanos, muy apreciado por su regularidad y el otro de los dominicos
Los calores son excesivos en ella en todas las estaciones del año. La ciudad y la rada están defendidas por tres fuertes, una plataforma y varias fortificaciones a lo largo de la costa. La ciudad está obligada a mantener los fuertes de San Juan y San Cristóbal y a pagar sus guarniciones. Tiene el privilegio de nombrar cada año a los comandantes, que el Capitán General de las Islas aprueba tras la propuesta; éste nombra al comandante del tercer fuerte llamado del Santo Cristo del Paso y de las fortificaciones, para las que el Rey da el dinero para los gastos de la guarnición y el mantenimiento”.
1724. La situación en la isla de Tamarán (Gran Canaria) había
cambiado ya que el oidor Francisco Román, «que ha sabido señorearse con sus
compañeros, tiene estrecheses perjudiciales con don Pedro del Castillo y don
Francisco Amoreto, sujetos que quieren a su conveniencia y albedrío tener el
poder y la extensión de sus límites sin faltarles escribanos que hacen lo que
se les antoja», ejerciendo su influencia hasta en las causas que iban a la Audiencia. No cabe
duda de que el bajo índice de efectivos de las fuerzas armadas de ocupación
disponibles para mantener el orden público (60 soldados del Presidio} y la
demanda de tropas que se produce a raíz de los primeros conflictos parecen
justificar la estabilidad social que se registra en la isla hasta 1718. Y el
incremento de la conflictividad a partir de ese año, al margen de las causas
concretas que genera cada conflicto, se explica por la ausencia de represión
ante la amenaza del motín y el miedo a que se convierta en un movimiento generalizado.
Estas mismas circunstancias, unidas a la crisis de los años de 1718-1724,
justifican la proliferación de conflictos en el resto de la colonia durante las
primeras décadas del siglo XVIII. (Vicente J. Suárez Grimón; 1991)
1724.
En el siglo XVIII el primer informe del que tenemos noticias sobre las
fortificaciones de Canarias es el que elaboró en 1724 el ingeniero jefe y
teniente coronel del ejercito español Francisco Álvarez de Barreiro, por orden
del virrey teniente general Lorenzo Fernández de Villavicencio, Marqués de
Valhermoso, Comandante General de la colonia y presidente de su real Audiencia.
Álvarez de Barreiro era ya una personalidad relevante y desempeñaría luego
importantes actividades tras su trabajo en Canarias. Había sido trasladado a
Nueva España en 1716 a
donde llegó junto con el virrey Marqués de Valero y participó en la expedición
a Tejas del general Martín de Alarcón. Regresó a España en 1720 y en 1724 fue
enviado de nuevo a Nueva España con el empleo de ingeniero jefe del Nuevo Reino
de Filipinas en la Provincia
de los Tejas en la Nueva
España, con la misión de inspeccionar los presidios de la
frontera del Norte y levantar planos de las provincias fronterizas. En Nueva
España desplegaría una importante actividad, levantando planos corográficos del
Nuevo Reino de Toledo, provincia de San José de Nayarit (1725), de Nueva
Vizcaya y Culiacán (1726), de Sonora, Ostimuri y Sinaloa en las provincias
internas y del Reino y Provincia de Nuevo México en Nueva España (1727), de los
reinos Nuevo de Extramadura o Coahuila y Nuevo de León (1729) y el plano
topográfico e hidrográfico del puerto y ciudad de Acapulco y Real Fuerza de San
Diego (1730).
1724. Guia, Tamaránt (G. Canaria). Los moradores salen en defensa
del alcalde, ante las diligencias practicadas contra este por el teniente
corregidor don Juan Acedo.
1724. La Vega, Tamaránt (G. Canaria). El sobre guarda del Monte Lentiscal, trata de impedir el aprovechamiento comunal.
1724. La Vega, Tamaránt (G. Canaria). El sobre guarda del Monte Lentiscal, trata de impedir el aprovechamiento comunal.
1724
Enero.
Consta que el Coronel de
Lanzarote era dueño de una Goleta que le quiso embargar D. Francisco del
Castillo Santelices administrador del señorío de Adexe por asuntos pendientes en los cuales estaba
también cumpliendo el Coronel de Fuerteventura. (J. Álvarez Rixo, 1982:51)
1725 Septiembre 13.
Llega a Winiwuada (Las Palmas) el
nuevo obispo de la secta católica impuesto por la metrópoli. El nombramiento de
provisor, recaído en persona que no formaba parte del cabildo eclesiástico, dio
lugar a enojosos enfrentamientos que ofendieron al prelado, obligándole a retirarse
a Chinet (Tenerife,) cuya isla y las del grupo occidental visitó, olvidándose
del resto de su diócesis. No le faltaron también a este prelado ruidosas
cuestiones en la isla de su elección, pues el turbulento y déspota comandante
genral de la colonia Valhermoso, atropellando los fueros y preeminencias de
su dignidad, le produjo tales disgustos
que, exacerbando sus habituales dolencias, le precipitó la muerte que
repentinamente se lo llevó el 25 de mayo de 1730, mientras residía en Añazu
(Santa Cruz.) (A. Millares T. 1877)
1726. Nace el criollo José Clavijo y Fajardo nació en Teguise,
Titoreygatra (Lanzarote) y murió en Madrid (España) en 1807. Recibió educación
en Winiwuada (Las Palmas), bajo la tutela de un magistrado administrativo en
Ceuta y en San Roque. En donde comenzó a publicar: El Tribunal de las Damas, El
Pensador y algún otro folleto con carácter periódico. El Pensador le originó la
enemistad de muchos: por su aire satírico y por su tono desenfadado.
Su vida sentimental chocó con la vanidad de Pedro Carón,
escritor francés, hermano de Maria Luisa, con la que Clavijo tuvo relaciones
amorosas. El no haber cumplido -según Carón- promesa de matrimonio, le acarreó
el cese de funcionario real y el cese como director de El Pensador. Cuando consiguió,
gracias a sus amistades, regresar a Madrid, reanudó su vida cortesana y sus
tareas periodísticas. Y, al mismo tiempo, dio a su vida el tono melodramático
que inspiraria el Clavijo de Goethe.
En 1767, Clavijo volvió a
publicar El Pensador. En.1770, director de los teatros reales; tradujo obras de
Racine, de Destouches y del propio Beaumarchais.
En 1773 dirigió el Mercurio
hist6rico y político de Madrid, anteriormente dirigido por Tomás de lriarte. En
1777, catalogador y secretario del Gabinete de Historia Natural por
Floridablanca; en 1786, vicedirector del Gabinete: en 1798, director: Humboldt,
Spenger, Cabanillas, etc., eran sus corresponsales.
En 1799, nombrado ministro del
Tribunal de la
Contaduria Mayor del Consejo de Hacienda; en 1805, terminó la
traducción de la
Historia Natural de Buffon.
Esta es, en líneas muy apretadas,
la ficha biográfica de José de Clavijo y Fajardo, autor al que un Agustín
Espinosa le ha dedicado una tesis doctoral. Excepcional periodista, fue uno de
los maestros del periodismo en la metrólpoli. De un modo especial ahí están El
Tribunal de las Damas, La
Pragmática del Celo y El Pensador, «sátira de la nacióru), y
«sátira licita y laudable» de las costumbres españolas del siglo XVIII.
Este último periódico le acarrearía disgustos y
contrariedades. En el afán critico y polémico del siglo, la bibliografia que
los Pensadores publicados en la metrópoli fuera de ella resultó grande. Basta
citar a «La
Pensadora Gaditana» o a los folletos editados por Nilo, tal
vez su enemigo más constante, Clavijo, como dice Espinosa, era fundamentalmente
«un filántropo»; hombre dedicado a procurar el bien de los demás. y para ello,
con su talento variado, se dedicó predominantemente a la educación.
Educador que, inspirado en Locke
y Addison, intentó, como algunos selectos españoles, reformar las costumbres de
aquel país. Todo ello le originó murmuraciones, criticas; como le ocurrió a
Feijoo, como le ocurrió a Cadalso, como le ocurrió a Moratin.
Como enciclopedista, se vio obligado a conocer una materia, las
ciencias de la naturaleza, que para él resultaba casi nueva. Ello le obligó a
estudiar ya impregnarse de lecturas científicas. Fundó la Escuela de Mineralogía en
1798, los Anales de Historia íNatural en 1799 y redactó ese
hermoso prólogo dedicado a la historia de Buffon, que viene a ser no tan solo
un compendio de literatura científica de la metrópoli, sino un verdadero
tratado de ensayo sobre ciencias de la naturaleza.
La
figura de Clavijo es hoy, gracias al exhaustivo trabajo de Agustin de Espinosa,
un capitulo más, indispensable dentro de la historia poscolonial de Canarias.
Muere en 1755, en Madrid (España),
1726.
Pasó revista de Inspección á las
fortificaciones de las islas el General de Artillería D. José del Río, quien se
trasladó á Garachico y reconoció la
Torre en unión del Castellano Perpetuo, primer Conde de
Sietefuentes y del Coronel del Tercio del lugar D. Gaspar de Ponte y Ximenez,
comprobándose el mal estado de defensa. El Cabildo de Tenerife recurrió al
Supremo Consejo de Guerra para que
hiciese los gastos necesarios el Castellano. (José María Pinto de la Rosa, 1996)
1726. También en
esos años continuaron las asonadas de los Corsarios Berberiscos. En 1726
intentaron atacar la isla de Titoreygatra (Lanzarote), siendo rechazados sin
grandes perdidas. 1728. Vino a este
mundo en Garafia Don Anselmo Pérez de Brito, abogado, desarrolló toda su
actividad política en Tedote n Benahuare (Santa Cruz de La Palma), donde fue la cabeza
de un grupo formado, además de por el propio Pérez de Brito, por Dionisio
O'Daly, colono comerciante de origen irlandés, establecido en la misma ciudad;
por el colono Santiago Aubert, de origen piamontés; y por Ambrosio Staford,
criollos oriundo de Irlanda; los dos últimos nacidos ya en La Palma.
1726 Marzo 19.
El criollo José Clavijo Fajardo,
nació en Teguise de Lanzarote. Educase en Las Palmas y pasó luego a España,
fijándose en Madrid donde se dedicó a las tareas literarias y de
administración. Escribió en 1750 un Estado general histórico y cronológico del
ejército.
Había empezado en enero de 1762
la obra del Pensador, compuesta de 86 discursos en 7 tomos en 8ª de la que se
han hecho algunas ediciones. En literatura emprendió varias traducciones del
francés, y entre otras la de la Historia Natural de Buffon. Falleció en Madrid a
fines del siglo último (XVIII).
Fueron sus padres don Nicolás
Clavijo y Álvarez, natural de La
Orotava, y doña Catalina Fajardo, de Lanzarote. Hizo sus
primeros estudios en el convento de dominicos de San Pedro Mártir de Las Palmas.
En 1745 se ausentó de las islas y tras desempeñar diversos cargos, ocupó un
puesto en la Secretaría
del Despacho Universal de Guerra. En 1763 fue nombrado oficial del Archivo de
Estado. En 1764 tuvo lugar el desagradable incidente con Pedro Agustín Caron de
Beaumarchais, que lo acusó públicamente de no cumplir la promesa matrimonial
hecha a su hermana María Josefa Beaumarchais llevó a la escena, en su ensayo
dramático Eugenia, tan desagradable aventura, presentando a Clavijo como un
malvado aventurero e inspirando a Goethe su drama Clavijo. Debido a estos
incidentes abandonó la Corte
española durante algunos años, regresando a Madrid en 1767. En el año 1770 fue
agraciado con el cargo de director de los teatros de los Reales Sitios y en
1770 ocupó la plaza de formador de Índices en el Real Gabinete de Historia
Natural; se le nombró director de dicho centro en 1798. Clavijo y Fajardo
falleció en Madrid el día 3 de noviembre de 1806.
Ediciones:
I. El Tribunal de Las Damas,
copia auténtica de la executoria que ganó la modestia en el
Tribunal de la Razón, representado por las
Damas juiciosas de España. -En Madrid, en la Imprenta de Joseph
Francisco.
1726 Noviembre 19. Luego de 89 días de dura travesía, Silvestre
Pérez Bravo seguramente deseaba tocar tierra firme. Pero para el, su esposa,
sus hijos y otras doce familias, el paisaje frente a sus ojos no debe haber
resultado gratificante. Las escasas viviendas salpicadas en un campo que
parecía no terminar nunca era lo más opuesto posible a una urbanización con
miras a progresar. Tal vez entonces no imaginaba, ni el ni el resto de las
familias, que permanecerían hacinados durante un mes en tiendas de campaña y a
merced de una tierra desconocida e inhóspita, hasta que las autoridades que
respondían al Reino de España repartieran los solares.
Era el 19 de noviembre de
1726 las trece familias formaban parte
del primer contingente de inmigrantes provenientes de las Islas Canarias como
tributo de sangre a la metrópoli destinados a poblar San Felipe y Santiago. Dos
años y medio después, el 27 de marzo de 1729, llegaría el segundo: treinta
familias.
La colonia española compuesta por el Archipiélago Canario desde el siglo XV "eran consideradas una 'proveeduría de pobladores' del Nuevo Mundo", según indica la investigación. Citando documentos de época, los estudios señalan que entre 1719 y 1738 "habrían sido embarcadas 2.519 personas rumbo a las colonias españolas de América". Unas 250 de ellas se instalarían en la futura capital uruguaya. "Cada persona embarcada (hacia América) recibía un doblón de a cuatro pesos escudos (40 reales de vellón) para que lo invirtiera en vestuario y otros menesteres", indica la investigación sobre los forzados colonos. Asimismo, la metrópoli en teoría se hacía cargo del gasto en herramientas para los nuevos colonos, la mantención de estos en el puerto antes del embarque y los "gastos de estiba de los navíos". El costo total por estos conceptos entre 1719 y 1738 alcanzó, según el estudio, a 398.081 reales y 36 maravedies. En la fundación de Montevideo, se les suman 50 familias canarias que mediante el tributo en sangre son obligadas a ir a poblar las colonias de la Metrópoli en América, llegadas a bordo del velero Nuestra Señora de la Encina. Luís Azarola Gil ha descrito así a estos primeros pobladores:
“Nada más humilde que aquel núcleo fundador de la
ciudad y progenitor de la ciudad en gestación. Sus elementos carecían de
instrucción y de cultura; muchos de ellos no sabían leer ni firmar; y es inútil
inquirir una manifestación de su modo de pensar fuera de los testamentos y las
actas capitulares. Eran labriegos rudos, ignorantes y virtuosos; su misión
consistía en alzar las casas, procrear hijos, sembrar granos, apacentar ganados
y alejar a los indios”.
1728. Nace en Garafía, Benahuare (La
Palma) el criollo Anselmo Pérez Brito. Nació
en la punta más al norte de la isla de Benahuare (La Palma), Juan Adalid. Estudió
en Sevilla (España), licenciándose en seis meses. Ejerce de abogado y adquiere
fama rápidamente por su buen hacer. Dirige el pleito del Común de Benahuare (La Palma) contra los regidores
perpetuos, por haberle sido revocado a irlandés Dionisio O’Daly el nombramiento
de síndico personero; en la misma causa denuncia la malversación de fondos
públicos de los regidores. El Consejo de Castilla falla a favor de esta causa,
destituyendo a los regidores perpetuos y disponiendo que fueran elegidos estos
cargos públicos bianualmente y por sufragio popular.
Encabezados por Pérez de Brito, estos
repúblicos, basados en una Real Cédula expedida por el rey español Carlos III el 5 de mayo de 1776, organizaron
las primeras elecciones democráticas de Benahuare (La Palma). Estas elecciones
fueron consecuencia de la oposición entre la nobleza criolla y el clero
católico, de una parte, y el común de los hawaras (palmeros), de otra,
oposición que dió lugar a un ruidoso pleito, en el que los representantes del
pueblo estuvieron acaudillados por don Anselmo Pérez de Brito, pleito que el
Consejo de Castilla falló contra los regidores perpetuos. Así Benahuare (La Palma) tuvo, a partir de
1773, un Ayuntamiento en el que todos sus regidores lo fueron por elección
popular. Fue la primera vez que este hecho se dio en Canarias y en la metrópoli
en la Edad Moderna.
Don Anselmo Pérez de Brito, que, junto con sus compañeros de lucha, supo
elevarse por encima del común y servir de profeta para salvar a Benahuare (La Palma) de la postración y
miseria en que la habían colocado sus regidores perpetuos, criollos y colonos
representantes de una clase cerrada, y oscurantista que se había hecho
insoportable, no pudo ver el triunfo legal que había logrado, porque, puesto
arbitrariamente en prisión por sus enemigos políticos, los regidores perpetuos,
en un calabozo húmedo e insalubre, falleció a consecuencia de estas
privaciones, en 1772, a
los cuarenta y cuatro años de edad, un año antes de las elecciones que había
hecho posible se celebraran. En honor de este luchador por la libertad y la
democracia en Benahuare (La
Palma), la ciudad capital de la Isla dió su nombre a la calle
principal, y el pueblo donde nació le dedicó otra calle. El garafiano Anselmo
Pérez de Brito fue el ciudadano más significativo de la historia de La Palma en el siglo XVIII. Fallece
en 1772.
1728 Junio 20. Ya estaban lejos los tiempos en que
se quemaba públicamente á los herejes; y aunque las embarcaciones extranjeras
eran siempre vigiladas, y se tenia la vista fija en los comerciantes ingleses
avecindados en el país, no se atrevían á molestarles con delaciones ni
pesquisas.
Las reclamaciones de que ya
hemos dado cuenta al hablar del estado del comercio en las Islas; habían
obtenido al fin un éxito favorable. El Rey español había concedido el permiso
de que se exportasen hasta mil toneladas anuales á varios puertos de la América, con ciertas
obligaciones conocidas como tributo de sangre y pago de algunos
derechos. Pero esta concesión parece que se prestaba á infracciones de que el
Consejo de Hacienda (única institución de la metrópoli que siempre ha
funcionado bien en la colonia) tuvo noticia, atribuyendo el abuso á los celos
de las otras Potencias extranjeras, y especialmente á Inglaterra.
Con este pretexto, verdadero ó falso dirigió el Rey
español Municipio de Winiwuada (Las Palmas), á los de las otras Islas y á la Comandancia General
de la colonia una Cédula, en la que después de quejarse de los perjuicios que
al monopolio comercial de la coroi1a se le seguía, de que los extranjeros
negociaran en los puertos de las Américas, mandaba, á propuesta del Consejo de
Indias, que desde luego saliesen de las Canarias los-extranjeros herejes que
hubiere, “dándoles término competente para ello”- y para que no se repitiesen
en adelante estos daños, ordenaba á D. J osé del Río Loreto, teniente de Juez
del comercio de Indias en el archipiélago; no permitiese que ningún extranjero,
bajo ningún pretexto, se entrometiera á hacer negociaciones por sí, ni por
mediación de terceras personas, limitándose la licencia concedida, tan solo a
los vecinos de Canaria, Tenerife y Palma. Preveníase, además,-“que ninguno
de los extranjeros herejes, que fueren en las embarcaciones del tráfico, se
quede en esas Islas, ni se detengan mas tiempo del que necesitaren para
descarga y carga. ...”
Esta Cédula, digna de .los tiempos de los reyes
Austriacos, no impidió que continuasen los abusos de que se quejaba el Rey,
porque en ellos habia interés inmenso, de parte de las mismas Autoridades
coloniales encargadas de extirparlos.
El resultado fue, que casi nadie se expulsó, que los
abusos continuaron, y que algunos de aquellos extranjeros, que profesaban
diferente culto, y habían decidido avecindarse en la colonia, adjuraron de su
religión, y se redujeron al gremio de la iglesia católica éstos ocasión de
zaherir á los capitulares y oponerse á que fueran nombrados ministros del
“Santo” Tribunal. (Real Cédula de 20 de junio de 1728, que se custodia en el
Archivo municipal de Las Palmas)
1728 Junio 20. El Rey: Consejo, Justicia y Regimiento de la Ciudad de Las Palmas en la Isla de Canaria.
Hallándome informado del comercio
que tienen los extranjeros con las Indias, desde esas Islas, valiéndose del
permiso de ellas, y los prejuicios que de ello y de haberse avecindado y
arraigado algunos extranjeros hereges, se sigue á mis reales haberes, y a los
naturales de las referidas Islas, lo que es opuesto en todo a lo dispuesto por
las leyes, ordenanzas y real reglamento de su permision; he resuelto, á
consulta de mi Consejo de las Indias
ordenar y mandar, como lo hago, por despacho de este dia al Marqus de
Valhermoso, mi Gobernador y Capitan General de esas Islas, que desde luego
disponga salgan de ellas los extranjeros hereges que hubiere, dándoles término
competente para ello, y para que en adelante cesen estos daños, ordenar tambien
a D. José del Rio Loreto, Teniente de Juez de Comercio de Indias en esas Islas,
que arreglándose á lo capitulado en ellos, á quienes está concedido el derecho
de poder comerciar á los Puertos de las Indias, sólo para los vecinos de esa
Isla, los de Tenerife y la Palma,
cele sobre este comercio, no permitiendo a los extranjeros, lo tengan en las
Indias por si ni por interpósitas personas, ni que permita que ninguno de los
extranjeros hereges, que fueren en los embarcaciones del tráfico, se quede en
esas Islas ni se detengan mas tiempo del que necesiataren para su descarga y
carga, y que si para la ejecución de lo referido del mencionado mi Gobernador y
Capitán General, y demás justicias, lo pidan, respecto de mando se los den; de
cuya providencia he tenido por bien daros noticias y participarlas también,
como lo hago por despacho de este día, á los Cubildos de las Islas de Tenerife
y La Palma, á.
quienes esta concedido, permision, para que como principales interesados en que
no la desfruten los extranjeros podais vos y los mencionados Cabildos dar
noticia al referido Teniente de Juez del Comercio de Indias de cualquier fraude
que se intente pal'u que lo embarace contra el delincuente ó delincuentes que
hubiere, y que de no poner remedio, me den cuenta con testimonio, que asi es mi
voluntad. Fecha en Madrid a 20 do Junio de 1728.-Yo el Rey.-Por mandado del Rey
N.S. Andrés de Elcorobarru1ia y
Cupido.-A la Ciudad
de Las Palmas en la Isla
de Canaria, .participándola la órden, que se dá al Gobernador y Capitan General
de aquellas Islas, para que salgan los herejes que hubiere en ellas, y las
providencias que se aplican para evitar, que los extranjeros defruten su
permision.-
(20 de Junio de 1728.-(Archivo del municipio de Las Palmas. En: Agustín
Millares; 1981)
1728 Septiembre 27. A solicitud de los criollo y colonos de la isla de
Chinech (Tenerife), se expide por parte de la metrópoli real provisión mandando
no se beneficiasen los oficios de alcaldes ni otros de justicia, encargando a la Audiencia de su
vigilancia. Años más tarde, y por A. O. de 13 de junio de 1752, el rey español
acepta la propuesta hecha por la
Audiencia relativa a que los corregidores propusieran para
dicho cargo tres vecinos del pueblo, eligiendo este tribunal uno de ellos como
alcalde. Este procedimiento de nombrar alcaldes reales sigue vigente hasta
después de 1766, no viéndose inicialmente afectado por las reformas
administrativas decretadas por el rey español Carlos III en dicho año.
1728 Noviembre 19.
La tarea de fortificación de la
Plaza de Montevideo absorbió grandes esfuerzos a lo largo del
siglo XVIII. A comienzos de ese siglo se acentuaron las amenazas portuguesa y
británica sobre los intereses económicos del imperio español en el Río de la Plata, intentando ambas
potencias estabilizar sus pretensiones de hegemonía comercial en puntos de
apoyo estratégicos. Éstos se encontraban demasiado distantes de Lima en tanto
capital virreinal: la Colonia
del Sacramento, por un lado, y la costa patagónica e islas independientes, las
Malvinas, hasta el Cabo de Hornos. El agravamiento de esta situación derivó en
la necesidad de crear un cuerpo administrativo que asegurara la autodefensa y
un eventual movimiento ofensivo en esas regiones.
El documento que aquí se publica, es un informe del año 1802 redactado por
el ingeniero Joseph García Martínez de Cáceres, quien pone a defensa la plaza
de Montevideo proyectando la construcción de un baluarte que toma en cuenta
edificaciones previas, realizadas por ingenieros militares que le habían
antecedido.
Con el propósito de contextualizar el informe aquí
presentado, abordaremos, en primer lugar, las circunstancias en que se realiza
la fundación de Montevideo; en segundo término la coyuntura finisecular,
aproximándonos al contexto social y político del virreinato; el proyecto de
fortificación y el informe de Cáceres, y finalmente la estructura institucional
en la que se inserta la figura de este ingeniero.
Continua en la entrega siguiente.
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