martes, 6 de agosto de 2013

CAPITULO XIV-IX



EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA

UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
EFEMÉRIDES DE  LA NACIÓN CANARIA


UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

ÉPOCA COLONIAL: SIGLO XVII


DECADA 1581-1590


CAPITULO XIV-IX




Guayre Adarguma Anez’ Ram n Yghasen

1597 Marzo 3.
Se nombró para Alcaide del fuerte de Garachico á Felipe Jácome de Las Cuevas, Regidor, hasta fin de año (Libro 4° ofo 2° fo 238 vt) y aunque Mateo Viña estaba nombrado por 6 años, no se dá razon de por que se hizo nuevo nombramiento, y así Juan Mateo Viña que estaba nombrado por 6 años sólo llegó serio hasta Febrero.

1597 Febrero.
Por aquellos días, febrero de 1587, se discutió en el seno del Cabildo o Regimiento tinerfeño el problema del comercio con los navíos sospechosos, acordándose, dada la imposibilidad de suspenderlo totalmente con el extranjero (por el daño que ocasionaría a la isla, cuya prosperidad estaba "péndiente de las ropas y telas que traían los extranjeros, cuyo valor lo tornan en frutos de la tierra") que se siguiese comerciando sin dar señal de alarma ninguna, pero que el gobernador de la isla se informase sobre los visitantes secretamente para aprehender :y castigar a los que fuesen enemigos. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)


1597 Abril 14.
Francisco de Ceniceros toma posesión del obispado de la secta católica en la colonia de Canarias.

“Fue sucesor [de don Fernando Figueroa] don Francisco Martínez Ceniceros, hijo de nobles padres. [...] Nombróle Felipe II para el obispado de Canaria en 1596. Pasó a su iglesia, de la que tomó posesión el día 14 de abril de 1597.

Dos años después, esto es, en 1599, cuando entraron a mano armada los holandeses en aquella isla, don Francisco Martínez, imitando el denuedo de don Fernando de Figueroa, su antecesor, mostró más valor y constancia de ánimo que habían mostrado todos aquellos otros obispos en los decantados pleitos de Agüimes. Con efecto, este prelado se multiplicó por todas partes en cierto modo, atendiendo no sólo a la custodia de los vasos y ornamentos sagrados, que se llevaron la tierra adentro, y al resguardo de las religiosas y doncellas, sino también a la defensa del país, presentándose armado al enemigo, con el clero secular y regular, para impedir el desembarco. Sin embargo, tuvo el dolor de ver arder su propio palacio, el convento de Santo Domingo, el monasterio de bernardas, la iglesia de los padres franciscos, etc.

Rechazado en fin el enemigo y reparado en lo posible el daño de la ciudad de Las Palmas, emprendió don Francisco Martínez la visita general del obispado, una de las más santas y útiles de que hay memoria y de cuyos respetables vestigios el ilustrísimo Murga se hacía lenguas. Sus estatutos y saludables mandatos fueron la norma que este prelado confiesa haber seguido para sus Constituciones sinodales. A él le debieron las obras pías y testamentos su puntual observancia, la jurisdicción eclesiástica su vigor, el estatuto de limpieza de su iglesia su noble integridad. Así, ¿qué mucho sería que le sobrasen émulos? Varón célebre y hombre preeminente le llama Cairasco. [...]”(Viera y Clavijo, 1991)

1597 Diciembre 21. Al llegar al último auto, que se celebró por este Santo Oficio en el siglo diez y seis, tenemos la satisfacción de ofrecer á nuestros lectores una descripción exacta, conservada en sus libros, de la cual resulta con toda claridad lo que en aquel memorable día pasó en as Palmas, pudiendo por analogía deducir, lo que en los anteriores debió indudablemente suceder.

Esta descripción tiene por título: Relación de la forma y orden que se tuvo y guardó en la celebración del auto de la fe, que se hizo en esta Inquisición de Canaria, domingo día de Santo Tomás, á 21 de diciembre de1597 años, siendo Inquisidores el señor D. Claudio de la Cueva y Licenciado Pedro de Camino.

De ella resulta, que diez y seis ó veinte días antes de la celebración del auto, se hizo saber por medio de atento recado á todas las Autoridades, excepto al Obispo, que estaba ausente en España, el día señalado para la función, siendo encargado de llevarlo á la. Audiencia, el Fiscal José de Armas, al Cabildo eclesiástico el Secretario Juan Martínez de la Vega, y al Municipio, el notario de Secretos, Alonso de San Juan, acompañado cada uno de varios familiares y oficiales menores.

Recibido los recados, se ordenó la procesión para publicar ó anunciar el auto, saliendo á caballo el dicho secretario con el alguacil mayor, que lo era entonces D. Diego Sarmiento, el receptor, alcaide y familiares, llevando delante dos atambores y un prego-nero. El primer pregón se dio en la Plaza mayor, junto á las casas del Cabildo, y aca-bado, tocaron los músicos las chirimias desde la puerta principal de la Catedral el segundo pregón se dio en la plaza de los Álamos hoy plazoleta de las Gradas frente á la puerta de la Iglesia vieja, donde los músicos repitieron su tocata: y los demás, en diversos puntos de la población, con la misma solemnidad.

En el intervalo que había de transcurrir entre la publicación y celebración del auto se levantó el cadalso, se despacharon las sentencias, se dispusieron los sambenitos, las velas, las sogas, y las varas de alguacil, que habían de llevar los familiares para custodiar los reos, á fin de que nada faltase, cuando llegara el día de tan solemne acto.

Elevose el tablado, donde habían de colocarse los Inquisidores, en la Plaza Mayor  junto á la puerta principal de la Iglesia corriendo á lo largo de la pared, lo que pareció necesario, y subíase á él por dos escaleras, una hacía las casas Obispales, destinada exclusivamente para subir y bajar los señores del Tribunal, Cabildo y autoridades y otra al lado opuesto, hacía las casas de Pedro Cerón para los demás invitados.

Ocupando la parte más elevada y central del tablado, que en forma de gradería se elevaba desde el suelo, se colocó un dosel, y debajo un banco, donde tomaron asiento los Inquisidores, teniendo á su lado. á los Señores de la Audiencia y al Municipio. Hallábase el piso cubierto de alfombras, y sobre ellas muchas y olorosas flores.

Del primer plano del tablado corría en dirección á la plaza, ocupando el centro, un pasadizo con sus barandas, en cuyo fondo se levantaba una tarima, sobre. la cual se ha bia de colocar á los penitentes mientras se leyeran sus sentencias. Este pasadizo, que tendría de ancho treinta palmos, conducir rectamente al tablado de los reos, que ocu. paba un área de diez varas de largo por diez de ancho, rodeado de su correspondiente barandilla. De frente, y mirando al lado del Tribunal, había unas gradas altas donde habían de sentarse los reos, y hacía el palacio del Obispo una escalerilla con su puerta para uso de los mismos.

A la altura del tablado principal, y unido al dicho palacio, corría otro tablado, que había construido el cabildo eclesiástico, para ver la función con entera independencia y sin que le molestara la colocación de asientos, que así podían arreglar sin intervención del Santo Oficio.

Mandóse que nadie levantara tablados particulares, excepto uno que se le permitió hacer á la familia del Regente, y otro á las Señoras de los oficiales y empleados de la Inquisición, cuyos tablados estaban junto á las casas de Pedro Ortiz de Mainel, descu-biertos y rasos.

La víspera del auto, por la tarde, se anunció á voz de pregonero, que ninguna persona de cualquier clase, estado y condición que fuese llevara armas, desde las seis de aquel día hasta las seis del siguiente, sopena de perderlas y de 10.000 maravedis para gastos del Santo Oficio.

Pusiéronse aquella noche guardias de familiares en las escaleras de los tablados, para impedir que los invadiese el pueblo, y otras en los patios y puertas del Tribunal para vigilar los presos. Amaneció por fin el tan deseado día 21 de diciembre; y los curas de la parroquia vinieron desde por la mañana para exhortar á los penitentes, llegando poco después los Cabildos eclesiástico y seglar, que debían por obligación acompañar el estandarte de la fe. Las campanas, entretanto, principiaron a doblar, continuando así, hasta que la pro-cesión llegó al tablado.

Los penitentes iban de dos en dos con sus respectivas insignias, guardados por los familiares y algunos voluntarios, soldados de la fe. Así ordenados, subieron la calle de la Inquisición, que hoy se llama del Colegio, y entraron en la plaza por la plazoleta del Espíritu Santo, hasta llegar á sus tablados, á donde subieron y se colocaron en la forma que de antemano estaba prevenido.

Luego que los reos estuvieron en su sitio, salió el Tribunal de las casas inquisistoriales, llevando á su derecha al Cabildo eclesiástico, á la izquierda el Municipio, y en medio de ambos el estandarte de la fe, que conducía el fiscal José de Armas.

En esta forma siguieron el mismo camino que los penitentes, bajando á la plaza por la indicada plazoleta, y colocándose en sus respectivos tablados, con la gravedad y compostura propia de la solemnidad del acto.

Cuando la procesión llegó al tablado principal, estaban ya ocupando sus asientos el Regente D. Antonio Arias, y el oidor D. José Gerónimo de la Milla, quienes se le-vantaron, hasta que cada uno ocupó su respectivo lugar .

Delante de los Inquisidores, y en la última grada, se sentó el fiscal, y á su lado, los que llevaban las borlas del estandarte, que estaba fijo en sitio preparado al efecto. Ordenado todo en esta forma, la plaza ofrecía un espectáculo imponente, que debió llenar de satisfacción á los Inquisidores.

Restablecido el silencio en los tablados y plaza, que estaba llena. de una apiñada muchedumbre, subió el predicador al púlpito, situado á la izquierda, junto al plano principal del tablado, y predicó un sermón alusivo al acto, En seguida, el secretario, recito la fórmula del juramento, y prestado éste te por todos los asistentes, se dió principio á la lectura de las sentencias, subiendo á la tarima cada penitenciado, y abjurando y reconciliándose ante el Dr, D, Claudio de la Cueva, estando presentes los cantores y músicos de la Capilla, que ayudaban y respondían con lo que se concluyó el auto ya de noche, volviendo los reos ú sus cárceles, y el estandarte con su noble acompai1amiento á la Inquisición.

Réstanos ahora, para completar la descripción anterior, reseñar los nombres de los  condenados que se exhibieron aquel día, siguiendo para ello las escasas noticias, que de sus causas nos restan.

Por la primera vez, después de muchos años no hubo quemados en efigie ni en persona; los reos eran todos reconciliados y penitenciados.  Los reconciliados con sambenito fueron:

María Peraza, morisca, mujer de Sebastián Saavedra, vecina de esta Ciudad, Cárcel por tres años, y confiscación de bienes.
Bartlomé Coello, por luterano; ocho años. de cárcel, y prohibición absoluta de volver á navegar.
Guillermo Roger, inglés, por seguir la religión reformada, confiscación de bienes, y que no vuelva á su país ni á otro de herejes.
Juan Bonifacio, inglés, por luterano, seis años de reclusión en Sevilla.
Juan Giraldo, flamenco, por hereje; otros seis años de cárcel, y confiscación de bienes.
Francisco Luís, de Bristol, por luterano, cuatro años de cárcel.
Ricardo Mansen,  contramaestre del buque la Rosa, holandés, por hereje; dos
años de reclusión y confiscación de bienes.
Roque Corinsen, de Flesinga, por apóstata; cuatro años de cárcel.
Pedro Sebastián, mercader del navío la Rosa, de Flesinga, por hereje, dos años de reclusión.
Nicolás Corinsen , flamenco, por luterano, dos años también de reclusión.
ácome Raniers, maestre del navío San Pedro, de Malinas, por hereje, dos años de
cárcel.
Jacob Salomini, flamenco, maestre del navío La Posta, por hereje, tres años de cárcel.
Lorenzo Arnau, muestre del navío San Lorenzo, por luterano, tres años también de
Cárcel.
Cornelio Roquis, flamenco, por hereje, dos años de cárcel.
José Vanhofen, de Brujas, pasajero del navío el León Colorado, por luterano, tres
años de reclusión.
Agustín Coustine, de Iprés, marinero del navío San Lorenzo, dos años de cárcel.
Francisco Vanderbrock, secretario del navío León Colorado, tres años de cárcel.
Jacob, maestre del navío Margarita, destierro perpetuo, y prohibición absoluta de ir  á tierra de herejes.
A estos diez y ocho reconciliados, además de las condenas expresadas, se le confiscaron sus bienes, y se colocó su sambenito en la Catedral, con la caritativa idea de perpetuar  su infamia.

Los penitentes fueron:
Lucas Ramírez, negro, criado de Pedro de Medina. Desterrado por tres años y doscientos azotes.
Manuel Hernández Rapnsa, trabajador, natural de la Madera, vecino de Tenerife,
desterrado por tres años, mordaza y cien azotes.
Lucas González, fraile lego de San Agustin, cuatro años de galeras.
Matias Xifré, inglés, dos años de reclusión en un convento de Sevilla.
Rodrigo Pedro, sueco, la misma pena.
Constantino Colin y Roberto Estreig, ingleses, igual reclusión.
Ricardo Serzi, inglés, tres años de cárcel.
Gaspar Nicolás Claisen, un año de prisión.
Juan Cusin, marinero del navío San Pedro, flamenco, dos años de encierro.
Jegrevian, carpintero del mismo navío un año de cárcel.
Pedro Jansen, mozo de cámara de la propia nave, dos años de prisión.
Juan Henríquez, marinero, igual pena.
Adrián Antonio, marino, el mismo castigo.
Guillermo Rider, inglés, dos años de reclusión.
Tomás Hantes, contramaestre del navío María Fortuna, dos años en un convento.
Juan Japhlon, inglés, igual pena.
Leonardo Barme, artillero del navío San Pedro, abjuración de vehementi, tormento,
y tres años de encierro.
Guillermo Sebastián, inglés, dos años de prisión.
Barlolomé Slenau, marinero del navío San Pedro, tormento, abjuración de levi y dos
años de encierro.
Juan Adriansen, marinero del mismo buque, tormento, y dos años de cárcel.
Rodrigo Frederick Jansen, médico de la dicha nao, cuatro años en un convento.
Pedro Lousen, flamenco, guardia del navío León Colorado, dos años de encierro.
Juan Pedronius, flamenco, marinero del mismo buque, dos años de cárcel.
Juan Jansem Berlin, de Dunkerque, de la misma tripulación, igual pena.
Jaques Banqueresme, flamenco, marinero de la misma nave, idéntico castigo.
Gabriel Sins, aleman, tripulario del propio buque, los mismos dos años de cárcel.
Enrique Gutur, marinero, abjuración de vehemellti, y prisión perpetua en España.
Giraldo Hugo, flamenco, tripulario del navío San Lorenzo, dos años de cárcel.
Lorenzo Nicooláss, flamenco, contramaestre del propio buque, igual pena.
Jacob Jetrisell, de Dunerque, tripulario del León Colorado, la misma pena.
Enrique Gutur, de Flesinga, marinero de la misma nao, tres años de encierro.
Leonor Hernández, natural y vecina de Canaria, por bígama, destierro por cuatro
años, con insignias y coroza propias de su delito.
Resulta de ésta rápida enumeración, que los reos fueron cincuenta y uno, prestan-
do con sus vistosos sambenitos y elegantes corozas, un aspecto verdaderamente curioso é imponente a la fiesta.
Conviene observar, que el mayor contingente lo proporcionaron las tripulaciones
heréticas de los buques León Colorado, San Pedro, la Rosa, San Lorenzo, Margarita y Maria Fortuna, que por su buena suerte habían aportado á estas Islas con diversas mercancías.
Curioso debió ser el interrogatorio de estos reos, cuando respondieran en inglés, flamenco, alemán o sueco, y se estudian sus respuestas, para calcular por ellas, si su intención era aceptar la fe católica, ó si el grado de intensidad de sus errores, estaba á
la altura de una abjuración de levi ó de vehemeti.
Estas dificultades no obstaba para que, la mayor parte de esos mismos reos, probasen las dulzuras del tormento, dándose por convencidos, ante la irresistible y contundente lógica de ese poderoso argumento.

Con estos procesos estaba el comercio de enhorabuena, pues había la seguridad de qe en lo sucesivo, al tripular las embarcaciones, se cuidaría de escoger fieles y católicos marinos, que aceptaran nuestras creencias, dejaran ofrendas á los santos, y oyeran misa en nuestros puertos.
Las Naciones extranjeras, no miraban con el mismo placer estos procedimientos inquisitoriales, y juraban tomar venganza, cuando se les presentara la  ocasión.

Los Ingleses no tardaron en encontrarla en Cádiz, los franceses en la Palma y la Gomera, los Holandeses en Canaria. y los Moros en Lanzarote. Nos ocuparemos brevemente de estas y otras invasiones, en cuanto se refieren al
Archipiélago, justas represalias de nuestros autos de fe.

Pero, antes de concluir la relación de éste, y para que nuestros lectores tengan una idea completa de la manera de proceder contra las tripulaciones de los buques extranjeros, vamos á transcribir el extracto de una de sus causas, tal cual se halla en el libro, de donde hemos tomado los datos anteriores.
Sirva de ejemplo la del marinero Jaques Banqueresme, cuyo extracto, copiado lite-ralmente con sus mismos disparates geográficos, dice así: Jaquques Banquereme, marinero del dicho navío León Colorado, natural del lugar de Canfer en la Isla de Islan-dia, morador en la Ciudad de Frelingas de la misma isla, misma Isla, de edad de 21 años; tiene siete testigos, los seis sus cómplices, que testifican contestes todas las cosas contenidas en el primero, y en particular contestan dos de los dichos testigos, de que le vieron algunas veces en Frelingas, en la Iglesia de los Calvinistas, asistir con los de aquella secta al servicio, preces y predicaciones; y cuatro testigos dicen, que le tienen por de la mesma secta, y dos de ellos dicen, haber sido de las de las comunicaciones en las cárceles, el año de noventa y  cuatro, y que por mucho tiempo le vieron salir de su cárcel, y á otras de los demás, y comunicar con los presos de ellas. Estando el dicho reo preso, en las audiencias que con él se tuvieron, confesó la testificación, y confesó así mesmo, que sus padres y él, y los demás de su linaje, habían sido y eran de la secta de Calvino, y que en ella le habían criado y enseñado desde de niño, y que había oído decir de la Religión Católica de España, que era contraria á la suya, y la condenaba por mala, porque no había sido enseñado en ella ni en ninguna de sus cosas, ni la sabía, y que en la dicha creencia había durado siempre, hasta aquel punto, yendo á la Iglesia, y haciendo las demás obras, que los de ella hacen. Amonestado que le convenía reducirse para salvar su alma, respondió “que no quería, porque no sabía ninguna cosa de la fe católica; que como había de creer lo que no sabía,  y que le enseñasen, que entonces, si le pareciere bien, la seguiría.”

Mandóse que le instruyesen los calificadores de esta Inquisición, en un aposento de ella, para sacarle de los errores en que estaba, y satisfacerle á las dudas que propusiese y tuviese; y habiendo confesado estar convencido y satisfecho, se redujo en forma a nuestra Santa Fe Católica.

A la acusación y publicación, se remitió á lo que tenia dicho; y estando la causa conclusa definitivamente, vista en consulta, se votó: “que el dicho reo saliese al auto, en forma de penitente, y abjurase de levi, y fuese enviado á España á un convento, donde estuviese tiempo de dos años, instruyéndose bien en las cosas de nuestra Santa fe católica, y se le prohibiese ir perpetuamente á tierra de herejes, y acercarse á la lengua del agua del mar en diez leguas; y así se ejecutó.” ¡Feliz jurisprudencia; y más felices aquellos, sobre los cuales recaían sus benévolos y equitativos fallos!. (Agustín Millares Torres;1981)



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