Eduardo Pedro García Rodríguez
1591 Mayo.
Los primeros navíos que
descorrieron el velo del tráfico clandestino de mercancías inglesas con la
metrópoli a las autoridades coloniales, y de rechazo a la Inquisición, fueron
los buques británicos st. James y st.
Thone, pilotados por Robert Brown y
Nicholas Rankin, que arribaron a Santa Cruz .de Tenerife en el mes de mayo de
1591 con bandera escocesa y pasaportes falsos.
“Dichos navíos despertaron las
sospechas del corregidor Cangas, quien puesto en comunicación con el capitán
general don Luís de la Cueva
recibió orden de enviar a los capitanes o tripulantes destacados a Las Palmas,
para ser interrogados, mientras debían quedar en vigilancia los restantes en la
ciudad de La Laguna.
De esta manera fueron trasladados
a Las Palmas Robert Brown y Bartholomew Cole, por el st. James, y Nicholas Rankin y William Home, por el St. Thomas.
Una vez allí el licenciado López de Aldaya ordenó darles tormento en
presencia del capitán general don Luís de la Cueva, confesando ”in continente” Robert Brown
los extremos antedichos y declarándose hereje luterano.
Súpose además que comerciaban con
un tal Monforte, “que está preso en La Laguna”, que era factor de un comerciante inglés
avecindado en la isla de San Miguel, una de las Azores, quien se dedicaba al
comercio de vinos de las Canarias.
En cambio Nicholas Rankin, no
obstante su condición de inglés, natural de Bristol y criado de George Colmore,
supo sacar provecho de la auténtica nacionalidad escocesa del buque st. Thoma (cuyo propietario era
Archibald Dison) y lograr convencer a las autoridades de la legitimidad de sus
pasaportes, alcanzando su libertad y la de sus hombres.
Mientras tanto, los inquisidores
habían conocido, por una delación, que Robert Brown, Bartholomew Cole y sus
compañeros William Rogers, Thomas Benman, John Bonifad y William Cofil, eran
todos ellos herejes luteranos, y no tardaron en reclamar sus personas para
incoar los opor tunos procesos.
No obstante, la Inquisición se
comportó con el más amplio criterio, pues dio a varios la ciudad por cárcel y
les buscó el debido alojamiento.
Benman, pasó a vivir en casa del
mismo capitán general don Luís de la
Cueva, como criado suyo; Cofil, se alojó en casa del canónigo
Castillo ; Bonifad, estuvo morando en la residencia del canónigo Armas, y sólo
Brown, Rogers y Cole, quedaron detenidos en las cárceles secretas, de donde
escapó el primero en fecha para nosotros ignorada.
En cuanto a Bartholomew Cole, o
como, él se firmaba, Bertholome Qoelho, mercader “a cuyo cargo venía el navío”,
supo éste ganar primero la simpatía de los oidores Aldaya y Cabrera y después
la de los mismos inquisidores, que autorizaron a trasladarle al hospital de San
Martín, donde abjuró de la herejía y se convirtió al catolicismo.
Entonces reclamó la presencia de
los inquisidores para hacer importantes revelaciones sobre el comercio
clandestino de la Gran
Bretaña con España, que son de sumo interés.
El 9 de enero de 1593 compareció
ante el inquisidor Francisco Madaleno, y en ese día y sucesivos fué revelando
los secretos que conocía. Muchos de ellos se refieren a política
.internacional, que no nos interesan particularmente; pero otros pusieron al
descubierto los tratos clandestinos entre Gran Bretaña y España-pese a la
guerra declarada-que se hacían principalmente entre los puertos de Londres,
Southampton y Bristol, de un lado, y Sevilla, de otro.
Los mercaderes británicos
enviaban todos los años sus mercancías (tejidos de la clase “ariseas” y
“anascotes”) a Hamburgo y Stade, en Alemania; a Amberes, en los Países Bajos, y
hasta Saint-Malo, Roscoff y Morlaix, en Francia. En estos puertos los tejidos
eran sellados y navíos de distintas nacionalidades los conducían a Sevilla
“para su distribución por España e Italia”.
Entonces estos mismos buques
cargaban las mercaderías que necesitaban los ingleses: aceites, vinos de Jerez,
pasas y almendras, conduciéndolas a los puertos de partida, donde se hacían
cargo de ellas los navíos de Inglaterra.
Bartholome Cole citó el caso de
ser frecuente la detención por los piratas de navíos en estas circunstancias
por conducir mercancía española, que luego era reclamada en la Gran Bretaña como
prropiedad de ingleses, y hasta dió el nombre de un rico mercader de Londres,
Arthur Hussey, víctima frecuente de estas equivocaciones.
Por último, citó Cole a las Islas
Canarias como campo de este ilícito tráfico, que hacían los franceses de
Morlaix trayendo sardina inglesa que cambiaban por vinos del país.
Estas declaraciones fueron
inmediatamente transmitidas a la
Casa de Contratación de Sevilla para que Se vigilase el
tráfico clandestino de la
Gran Bretaña con España, al mismo tiempo que se doblaba la
vigilancia en los puertos insulares para sorprender a los primeros incautos.
De esta manera no ha de
sorprendernos que a partir del momento de esta delación comenzasen las
detenciones y confiscaciones de navíos, aunque a decir verdad los detenidos no
eran ingleses, sino holandeses, que con el mismo truco y con pasaportes falsos
alemanes, en particular de Hamburgo y Emden unas veces, o flamencos, en
particular de Amberes, otras, llevaban algunos años realizando sin contratiempo
un activo tráfico entre el puerto de Flesinga (Zelanda) y las Islas Canarias.
Circuladas las órdenes antedichas
comenzaron las detenciones, a partir de enero de 1593. En Santa Cruz de La Palma era detenido el navío La Rosa,
cuyo maestre se llamaba Bernardo Marcen, y que había zarpado de Flesinga en los
primeros días del año indicado; la detención debió verificarse, por tanto, en
febrero de 1593. En Garachico eran a su vez detenidos en octubre, por sospechas
de falsificación de pasaportes, dos navíos que decían proceder de Hamburgo, por
nombre La Posta y Marganya.
Estos navíos ya habían visitado
en otras ocasiones el puerto, por lo que se juzgó suficiente llamar a sus
maestres, Jacob Salomoni y Conrado Jacob, para que prestasen declaración ante
las autoridades y mostrasen la documentación de los buques. Mas cuál no sería
la sorpresa de éstos y aquéllos al contemplar cómo las tripulaciones, al ver
descorrido el misterio, “se alzaron y se pusieron en pie de guerra y se
fueron”, dejando
así a sus capitanes convictos y
confesos de lo que sólo era una sospecha.
Sin embargo, las detenciones más
sonadas ocurrieron en el Puerto de la Luz. El primer buque que despertó las sospechas
de las autoridades coloniales de Las Palmas fue el navío de Flesinga San Pedro, cuyo maestre era Jácome
Remieus. Este buque, con pasaportes de Emden, que había comerciado diversas
veces en el puerto de Garachico, se presentó en el Puerto de la Luz en febrero de 1593, y
tanto su maestre como sus catorce tripulantes quedaron detenidos, primero por
las autoridades civiles y después por la “Santa Inquisición,” cuando ésta
reclamó a todos como sospechosos de cal-vinismo.
Hallábase el San Pedro fondeado en el puerto, cuando aparecieron pocos cos días
más tardé otros dos navíos holandeses que comerciaban también con engaños y
falsedades: el León Colorado y el San Lorenzo; sus maestres, respectivamente,
Hans Hanssn y Arnaut Lorenzo. Ambos aseguraban proceder de Hamburgo, en
Alemania, y estar afiliados todos los tripulantes al catolicismo.
Cuál no sería, pues, la sorpresa
que ambos maestres experimentaron al tener conocimiento de la detención del San Pedro, verdadero anticipo de la
suerte que les esperaba. En el acto, los dos capitanes dieron orden de zarpar
con la primera oscuridad, ante la imposibilidad de realizarlo inmediatamente,
pues, estando vigilados, las fortalezas del puerto impedirían la fuga. Sin
embargo, no tuvieron tiempo ni de planear la escapatoria, ya que la misma tarde
de su arribo el Santo. Oficio decretó el arresto de los maestres y pilotos, a
cuyo procesamiento Siguió el de los demás tripulantes.
Estos navíos no sólo eran portadores
de pasaportes falsificados para todos sus tripulantes, sino de cartas de
recomendación de obispos y eclesiásticos tan verídicas como los primeros. (A.Rumeu de Armas, t.II. 2ª pte.
1991).
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