Eduardo Pedro García Rodríguez
1590. Desembarcan en Erbania (Fuerteventura) 40 soldados ingleses
con la intención de saquear la
Villa de Bethancuria, siendo rechazados. En ese mismo año, un
corsario inglés apresa una carabela portuguesa frente a las costas de
Titoreygatra (Lanzarote). El Marques de la isla se ve obligado a pagar rescate
para liberar a la tripulación.
1590.
La isla de Fuerteventura fue
escenario de una operación militar de gran envergadura, siendo sargento mayor
de ella Jerónimo de Aguilera Valdivia. Los ingleses desembarcaron en la isla
poniendo en tierra una pequeña columna de 40 mosqueteros con bandera, tambor
y pífano, con propósito de saquear la capital, cometiendo todo género de
desmanes.
Puesto Aguilera al frente de sus
hombres les salió al encuentro, combatiéndose por ambas partes, a distancia,
con la arcabucería, hasta que enarbolando el alférez mayor el estandarte y dada
por Aguilera la orden de ataque, lograron arrastrar a los invasores hasta la costa,
obligándolos a reembarcar. Es digno de resaltar cómo en esta ocasión de
guerra contrastó el espíritu animoso y osado de Aguilera con la indolencia,
rayana en cobardía, del hermano del señor de la isla, don Fernando de Saavedra.
En el mismo año ocurría en aguas
de Lanzarote otro suceso de distinta índole. Había zarpado del puerto de
Arrecife una carabela que conducía a Sancho de Berrera Ayala y a Francisco
Amado, que iban a vender a la isla de la Madera buena porción de trigo que llevaban
embarcado.
Apenas se habían separado de las
costas de la isla cuando se les cruzó en el camino un poderoso navío británico,
que no se avino a otras razones que a conducirlos al puerto de Naos para tratar
de rescate. Puestos de acuerdo en la compensación, el inglés recibió “quatro
botas de vino, ciertas vacas, una docena de carneros, pan fresco y otras cosas
de legumbre”, pudiendo así recuperar Amado y Herrera la libertad y la carabela.
Sucesos como el presente se
repetían en el Archipiélago en el período que historiamos con extraordinaria
frecuencia, y tanto las cartas de don Luís de la Cueva y Benavides como las
de don Tomás de Cangas (con particularidad las de este último) aluden a una
serie ininterrumpida de piraterías y actos vandálicos. (A.Rumeu de Armas, t.II. 2ª pte. 1991)
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